AL CATÁBULO (filigrana tremenda en forma de alegoría)
I
-Eh, vosotros, los del último banco, fuera de clase.
Estábamos en una lección de Teología Moral que daba don Benigno y con las mismas sacamos el banco a los pasillos y nosotros y nuestras sotanas nos metimos para adentro y aquí no pasa nada pero luego vino el Rector que era el arcediano Linderos y nos envió a toda la cuadrilla al Catábulo, las viejas caballerizas, convertidas en cochiqueras de donde partía olores mefíticos a causa de los cerdos estabulados. Por nochebuena matábamos el cerdo para el gasto del internado. Eran tiempos de carestía y de posguerra y con la beca nos moríamos de hambre.
Tuve por premonición aquella advertencia porque me pareció la que se venía encima la idea de que nunca tendría amigos y los que así se nombraren serían o de la acera de enfrente o del bando contrario. Con esa clase de amistades no se necesitarían enemistades y para de contar porque a lo largo de mi vida se ha cumplido el castigo. En el catábulo debieran de estar las cuadras de Alfeo; así que todo ello era una condena a trabajos forzados de por vida. Tú nunca llegarás a nada. Con las labores de Hércules vaciaríamos la laguna Estigia e Ícaro alzaría en su vuelo la piedra hasta más allá de donde planean los buitres y cuando ya estaba a punto de alcanzar la cumbre la piedra se le caía del pico porque así estaba escrito pero a otros de mis condiscípulos les fue mucho peor porque a unos los matarían en la guerra y otros que llegasen a cantar misa serían tratados a patadas por el obispo y otros ya con el pan de la proposición en las manos se volverían para atrás y dirían que nones eso de ir a misiones o enterrar sus vidas en la aldea perdida. Mauro mi compañero de terna se volvió loco y lo llevaron a Quitapesares le daban congojas, veía cosas raras hablaba sólo y de noche le daban sudores, se le erizaban los pelos al pobre porque decía que se le aparecía el diablo. Fulgencio mi primo se casó con una monja y Florentín fue un santo varón. La cuerda tendría que romperse por alguna parte y todo por aquella mala broma que le gastamos a nuestro profesor de Teología. Estábamos metidos en una tesis del doctor Angélico sobre la predestinación y nos aburríamos y empezamos a enredar a tirarnos bolas de papel unos a otros y claro don Benigno se puso como una fiera y nos echó pero aquello fue más que una reprensión. Fue un castigo divino a vivir entre boñigas y bostas de vacas y vaquerizos durante toda la existencia y más que una existencia toda la eternidad… para siempre… para siempre. ¿Y Saulo y Mauro y Licinio, Generoso, Clodoaldo? ¿Dónde andarán?
Nunca darás remate a su tarea. Fuimos propuestos para jefes de escuadrón y acabamos de forzados a las órdenes de Tántalo, el cuatralbo de la gran galera del destino. En el catábulo no olía bien pero por el invierno se estaba calentito, se sentía bostezar a los caballos, a las patitas de las potras golpear el suelo de piedra y a las vacas ronzar mientras mugían sus terneros. Lo peor de todo fue estar expuestos a la envidia y la calumnia y a la enemistad y traición de los falsos amigos… para siempre… para siempre… para toda la eternidad y que cada uno se las apañe se coma las uñas o se fume el pijo. O vos omnes qui transitis per viam videte et sentite si es dolor Sicut dolor meus. De ese modo y a nuestra manera íbamos a ser crucificados con Cristo, portando la cruz a cuestas, sacerdotes unos, rebotados o apostatas otros pero que bebieron su infancia en el mismo jarro y fueron destinados al palo, iban subiendo al monte de la Calaverasin arrimos de cirineos ni el paño de lágrimas de las verónicas.
-La Verónica era el paso de Semana Santa que más me impresionaba en las procesiones que presenciaba aterrado desde la acera de la Canaleja. Por medio de la calle y escoltado por la guardia romana caminaba una mujer joven con una túnica blanca cubiertos sus hombros de un manto azul portando en las manos el sudario con el santo sindone.
-¿Quién era la Verónica?
-Una hebrea. En realidad se llamaba Beronice y era una de las santas mujeres que acompañaron al redentor desde Cesárea de Filipo. Beronice la victoriosa que estaba casada con Zaqueo el enano el que se subió a la higuera y pasó su vida en ella haciendo penitencia sentando ejemplo de los primeros monjes. Beronicellevó su pañuelo a Roma y su reliquia milagrosa curó al emperador Vespasianode un cáncer de nariz tan malo y putrefacto que los gusanos entraban y salían por las aletas y ollares de su apéndice nasal enfermo. Fue martirizada y enterrada en las catacumbas de Santa Priscila. ¡Qué cosas! ¿No te parece una bonita historia.
-Claro que sí. Mucho sabes, Ostiario.
-De chico me leí los Apócrifos y algunos pasajes me los supe de memoria y es que me gustó leer. Es una segunda vida, Eustacio
-Claro, por eso tienes pocos amigos.
-Mis mejores amigos están en los libros y ellos forman parte de mi condena.
-Son buenos consejeros y menos peligrosos.
-Naturalmente.
-¿Te hicieron feliz?
-Hombre no del todo pero leer es como vivir una segunda vida.
-Eso es tan cierto como que la Cara de Dios está en Jaén- gritó Eustacio entusiasmado.
Eustacio era el ángel de la guarda de Ostiario Puertas el de la broma del banco en aquella clase de Teología cuando quisieron gastarle una broma al catedrático don Benigno que les costaría cara pero que impregnó su vida de querencia de lo alto y de sabiduría. Vivieron todos lejos de los devaneos, ambiciones y prodigalidades de los que se dedicaban a los dineros y a la usura. Ellos pensaban que la televisión era un aula de violencia, se aburrían en los telediarios y conjeturaban que una de las “dictoras” o locutoras de tronío que tenía los ojos verdes era el diablo que se aparecía a los españoles a las tres en punto disfrazado de mujer hermosa. Después los tertulieros bieldo en ristre aventaban la parva de los espíritus malignos narrando un evangelio al revés de infamias, corrupciones, atentados, revoluciones, conspiraciones, amenazas, vejámenes a mujeres malos tratos a los hombres entonando desde su ambón electrónico de forma muy redicha en tono de sibilas la mala nueva. El aperreo informativo era como quitarle las ganas de vivir al más majo.
Ostiario y el ángel se retiraron a su humilde celda porque ya tampoco se podía ir a misa y se entregaban a sus preces y penitencias. De allí a un rato exhalaba la habitación un aroma celestial y se escuchaba el murmullo de un río de letanías. Veían la cara de Dios y ahora resulta que aquel pobre predicho, un “pregonado”, condenado por todos los hombres, víctima de las maledicencia de los fachas, los ex fachas, de los que fueron azules y se volvieron del color de la grana no por ideas sino por interés acomodaticio y al que expulsaron del paraíso quitándole la estola pero se arrepintió tuvo un 20 enero cuando los rusos celebran al Bautista una teofanía, escucharon el himno de los coros y el catábulo se convirtió en una amplia sala con las techumbres adornadas de alfajías policromas y columnas de jaspe con capiteles de oro macizo donde sonaba el violín y el ritmo y el concento de la armonía. Eustacio por mandato de dios expulsó a la bestia. La habitación no era una cuadra sino un palacio una gran sala donde se iban a celebrar los desposorios de un príncipe. El Esposo era el Hijo de Dios que contraía nupcias con la iglesia. Llegó Pomonio que le robó la frase a Judas “a qué tanto lujo, maestro, por qué ese dispendio, toda esa inversión se lo podríamos dar a los pobres” y el Arcángel Divino entonces desenvainó la espada, derribó al calepino pues su rostro parecía un diccionario de chistes o un tratado de gramática parda de la silla gestatoria donde se había apoltronado al grito de “Quis Sicut Deus” y blandiendo su espada flamígera amenazante miraba hacia su gran trasero:
-Fuera de aquí, usurpador.
Y fue así como fue destronado el antecristo y arrojado a las tinieblas exteriores con pinta de jesuita. Un serafín leyó luego el sermón del monte y Eudocio le dijo a su protegido Ostiario a la oreja muy quedo:
-Tú no te preocupes porque los últimos seréis los primeros. Aborrecidos de los hombres os nombra por vuestro nombre como amigos el propio Dios. Persevera.
Todos los que allí estaban lloraban de alegría y se limpiaban las lágrimas con el paño de Beronice
-Entonces ¿lo de la expulsión del aula magna de aquel seminario vacío y la condena a los trabajos de Argos era mentira?
-No era mentira sino una parábola porque el idioma divino nunca podrá ser entendido por los hombres sino a través de imágenes y signos.
Ostiario se quedó con la boca abierta:
-Ah
Y a partir de entonces para el pobre ex seminarista no hubo más catábulos. Se acabaron las cuadras de Alfeo y las casas de fieras. Sin embargo, no habría que perder de vista a la gran patulea de espíritus dañinos que se habían apoderado del alma de las mujeres y de los hombres. Uno de los ayudantes del Signíferodespués de aquella infernal derogación pontifical se acercó a Ostiario muy misterioso y le recomendó lo que solían decir los mandos a sus guardias civiles cuando salían de patrulla paso corto vista larga y ojo al cristo que es de plata; esto es:
-No seas ingenuo ni cacatua, Ostiarín, no te fíes ni de tu sombra, desconfía de los que te llaman por teléfono y se dicen tus amigos. Te están vigilando los malditos esbirros de Hitler, los topos de la Inquisición en desguisa de alzacuellos vaticanos, cáfila de herejes y rufianes con cara de cura, los lobos se disfrazan de corderos y las serpientes cambian de camisa.
-Así es. Gracias por advertírmelo, ángel bendito que yo no me daba cuenta. Son muy suaves tus palabras a mi oído.
De aquel día después de pasar por las horcas caudinas vigilaba a Pomomio que ese también era una buena pieza. Dejemos que el bausán de Arévalo siga haciendo momos y los espantapájaros sigan marcando paquete obsesión de putos y de peleles que esos no asustan ni a los grajos. Hoy como vuelan bajo pues eso: hace un frío del carajo
20/01/2014