QUIEREN
ASESINAR AL ESPAÑOL DESTRUYENDO SU ORTOGRAFÍA. EL FANTASMA MARXISTA LENINISTA
DE MAIAKOVSKI VUELA POR DOQUIER
El
día de san Jorge se levantó temprano. Cantaba ya la alondra en las ramas del
quejigo de la casona echando sus primeras yemas. Fue al ordenador (había
convertido la vieja cuadra en biblioteca y despacho con la mampostería dando
protección a los libros amontonados, la chimenea donde ardían los rescoldos del
tuero de la noche pasada, cerca de la consola ante cuya pantalla el
septuagenario inasequible al desaliento pasaba muchas horas aporreando las
teclas) y una noticia le entristeció al borde del llanto y es que la juventud
actual está asesinando la ortografía. Ello obedecía a una consigna:
─Delenda
est Hispania
La
lengua es compañero del imperio. Ya no hay imperio que valga. Nos aplasta la
bota de Soros. Las naciones mueren cuando la lengua común es asesinada y la
erradicación de las normas ortográficas era el primer paso esta inicua estrategia.
Entonces dijo:
─He
de ir a honrar a mis difuntos. He de visitar el cementerio de san Gregorio
donde reposan mis antepasados. Ellos durante más de diez siglos desde el
románico, el gótico, el plateresco, el barroco, en el tiempo de las luces, de
las paces, las guerras, las gripes, las epidemias se expresaron en castellano.
Con ella nacieron y murieron, amaron y cantaron, hicieron negocios. Me indigna
este asesinato pero no era nada nuevo. Ese fue el intento de los bolcheviques
para darle la puntilla al ruso cambiar la ortografía suprimir ciertas letras
del abecedario.
La
orden partía de las altas esferas del Sanedrín que tira la piedra y no esconde
la mano, se sirve de sus cipayos. Los bolcheviques la pusieron en practica en
1905 por medio del gran profeta de la revolución marxista Vladimir Maiakovski y
ahora en España por medio del bocazas del Coletas y su adlátere Julio Rodríguez
"Julito el rojo" el general apostata un espía del NOM israelí la
implementan entre nosotros. Había que hacer astillas la lengua de Nebrija, Cervantes,
Quevedo y Pérez de Ayala, Clarín, Galdós. Baroja, Miró. Marañón etc. Estaban
deseosos de cantarle el gorigori. Fue un plan que fracasó . el profeta del
cambio Maiakovski, el que decía que había quemar los textos de Chejov, Tolstoi,
Turguenev y Kuprin acabó pegándose un tiro cuando supo que su mujer le ponía
los cuernos con un comisario. El ex cura cargó con un poco de pan una termo de
café y una enfilada para aguantar las seis horas de viajes y al volante de su
viejo 2C se dispuso a cruzar Pajares. La radio del coche rebuznaba noticias
sobre las elecciones desde las plataformas del gulag mediático. ¿Quien va a
ganar las elecciones? El que mande don Iván porque las urnas las carga el diablo.
Los tertulianos se entregaban a su filatería incontenible. Todo era un paripé.
Cambiaban de ondas y allí los coloquios verdeaban la boda de Rociito ─qué gran
tema rediós─ con el ex picoleto, la hija del ex boxeador, el novio de la
Campos, el nuevo look de doña Leticia, gossip de evasión para no hablar
de los menas que nos enviaba el rey alauita en patera para que los mantuviéramos
he aquí un país dado al compadreo el chismorreo y la murmuración. Nos dan la
vara. Nos comen el coco con todas esas nimiedades. Fortuitamente burló la
vigilancia de la Guardia Civil al entrar en Castilla le dijo que iba a un
entierro. Los campos estaban verdes y frescos, las casas cerradas de los
pueblos vacíos. Un azor planeaba al borde de la carretera avistando sus presas.
La bondad y serenidad del paisaje contrastaba con la nerviosidad y parloteo de
los programas matinales de las emisoras. El país estaba nervioso.
Para el Soguillas empedernido lector y
esforzado escritor, sus textos se amontonaban inéditos en la cuadra de la
Requejada junto a algunos libros que pudo publicar nunca distribuir porque con
la inquisición hemos topado. A los nuevos autores por no echarlos vitriolo a
los ojos les mandaban al limbo del anonimato. En España los literatos andan
todos metidos en un cajón. Había que estar agazapado cada uno en su conejera
hasta la exasperación, aprendiendo a ser ex hombres. Se trataba de acabar con
el Logos y la eterna sabiduría y adoptar la norma redhibitoria de la renuncia.
Apagó el receptor y escuchó la voz del obispo el día de su ordenación mandando
a los diáconos que se iban a ordenar de presbíteros el cuerpo a tierra:
─ Procumbant
omnes.
Habían
pasado muchos años casi medio siglo pero la voz episcopal retumbaba en su
memoria. Un pájaro alisaba sus alas sobre el hilo del tendido eléctrico. En
Medina del Campo se detuvo a mear y a tomar café. Pensó que la mano de la Providencia
le había sacado de tantos apuros en la existencia que fue una lucha a muerte
contra el mundo la carne y los hombres. Estaba vivo. Era un jubilata que bien
podía decir con San Pablo "Conservé la fe" a pesar de que todo en su
vida fue un gran fracaso una catástrofe. Por eso tenía que acercarse al ara
donde se guardaban las cenizas de sus antepasados. Otra parada en Arévalo para
arrodillarse ante la Virgen de las Angustias. Al salir del templo la plaza del
Arrabal estaba llena de puestos de mercaderes. En los caleros de la iglesia de Santo Domingo habían anidado
una pareja de goloritos padre y madre llevaban alimentos en el pico a los
recién nacidos. Arévalo honraba a su patrón san Vitorino que debían de ser la
continuación cristiana de las fiestas de la Refifugia que mantenían
solemnemente los arévacos. Compró soplillos y pan regañado en una tahona puerta
por puerta con la iglesia de san Martín. ¿Qué soy yo?, preguntaba Soguillas...
un resistidor berberisco mitad cristiano y mitad judío. Mi alma va sellada por
las tres culturas aunque lucharé a muerte por la defensa de la cruz de Cristo.
De los moros heredé su fanatismo, de los judíos la tozudez y de los cristianos
el amor al vino eucarístico.
En
un apostadero de la A6 era la hora de yantar, el pan regañado arevalense sabía
a glorias lo mismo que los soplillos. Que aproveche buen mordisco. A la paz de
Dios. Un transportista portugués dormía en la cabina de su camión, una pareja
de jubilados masticaba unas tajadillas de una fiambrera. Les dio los buenos días,
no le contestaron. La gente se ha vuelto medrosa y suspicaz. Otra vez enfiló la
autovía, prendió la radio. Los hierofantes radiofónicos seguían ahora hablando
del virus de los fallecidos la noche anterior y de los internados en cuidados
intensivos. Lo adelantó un Peugot francés en el cual viajaba toda la familia.
La esposa iba cubierta con el almaizar que le daba aspecto de monja. Es saludó
con la mano... "Bis millah" y ellos deferentes respondieron con el
mismo saludo "Bis millah havivi". Id con Dios.
Tuvo
que parar junto al santuario de la Fuencisla para hacer pis (dolamas de la
próstata) y para cantar una salve a la Virgen en agradecimiento por el buen
viaje. La Fuencisla sitio emblemático le recordaba los recesos de sus tiempos de seminarista, largos paseos
congelados en el invierno y calenturientos por los ardores de la canícula. Se
puso a cantar el padre nuestro en ruso:
"Otse,
isi esi na nebisiex
Da
siatsie imiatvoié
da
pridiet tsertsco tvoii dviedi nas
Da
vudet volia tvoia
Iako
na nebesi i za ziemli
Xlev
nas nasusni dazni dnesi
I ostvi nam dolgi nashi
Iakose i mui ostabliem dosnikom
nasim
I
vvedi nas vo skuseniei
No izbavi nas nas ot lykavago
Amin"
Una
monja que limpiaba el santuario escuchaba el rezo con atención y dijo que le
gustaba mucho aquella oración... Es el padrenuestro, hermana... pues que Dios
le bendiga... y a usted.
Resolutivamente
no quise entrar en Segovia el pueblo donde vino al mundo porque allí no le
trataron bien. Le pasó lo que a Santa
Teresa cuando los segovianos la acusaban de andar metida en amores con Juan de
la Cruz su capellán. "De Segovia ni el polvo de las zapatillas" y se
sacudió el calzado en san Pedro Abanto donde siempre paraban carreteros.
Enfrente había un letrero sugestivo:
─Más
vale aquí mojarse que enfrente ahogarse
Justo
al lado corrían placenteras las aguas del Eresma.
Por
fin alcancé a ver la torre de san Gregorio que se perfilaba sobre el páramo con
la majestad de un obispo sedente a horcajadas sobre el lomo de los
siglos, testigo de nuestra historia, en su cátedra guardando la memoria de mis
difuntos. Llamábamos nosotros aquel cerro El Somo. Era el final del camino. El
pueblo estaba vacío. Nos habían
robado el alma. Habían matado la lengua asesinado su ortografía. Encendí una
vela y me puse a llorar agarrado a la verja del camposanto. Aquel era mi muro
de los lamentos la torre del cementerio de Fuentesoto.