BOCCACCIO VISTO POR
PASOLINI. DOS GENIOS CON UNA VISIÓN AMABLE Y CATÓLICA DE LA VIDA
Boccacio, metamos el
pájaro en el infierno, demos gracias al fraile que nos enseñó tan
bien el camino, un gallo tiene suficiente con diez gallinas pero una
mujer ni con cien maridos se da por vencida, son insaciables. El
Decamerón en algunos de sus pasajes nos muestra en qué consiste eso
del furor uterino. En nuestra ciudad más llena de engaños que de
amor y fe vivía una hermosa dama de buenos modales, muy astuta e
inteligente a la vez. Boca besada no pierde frescura sino que se
renueva como la luna… Y Barato con el santo talismán que dios le
dio la consoló de tal modo que muy pronto ella se olvidó de
Pericón, etc., etc... volví esta madrugada en que mi humor andaba
pachucho y desalquilado con esto de las elecciones (Rubalcaba, ZP,
las primarias, el blabla de los tertulieros que chupan cámara y
aburren hasta las piedras, las sotas de Telecinco que no cubre su
gallo de la quintana por ser un rufián hermafrodita y al que las
mujeres deben de gustar tanto como a un perro un estacazo, los bustos
parlantes de la marranería, nunca debió de haber en Europa tanto
canalla en traje de eurodiputado cobrando dietas a tutiplé mientras
nuestros chicos están en el paro) a las páginas del Decamerón
que es un libro padre y alma mater de todos los escritores, san
Giovanni Boccaccio nos de su bendición y el que no valga que lo deje
porque ocupa mucho cacho, resulta que una Maripava quiere escribir
novela histórica, aquí mucho y mucha novelista de pico que no
podría andar un paso sin andaderas laico judaicas y los que se
niegan a lamerle el culo al Bigbruder, esos, los genuinos, los
autóctonos, prosa con verve que bebieron en los hontanares de los
grandes maestros (Quevedo, Góngora, Rabelais, los grandes escritores
rusos y un poco Shakespeare, el único católico que nos queda de los
ingleses) esos no podrán publicar ni trillar ninguna parva. Anatema
sint a ojos de los inquisidores del Santo Oficio laico judaico.
Fortuna os de Dios, hijo que el saber no te hace y te libre del
totalitarismo democrático que esto es un baile de máscaras. Pues
carecen del sentido del humor, en la biblia nadie ríe, no se cuenta
un solo chiste, Jehová debe de ser un dios terrible pero muy
aburrido, que se calza el coturno, atruena en el Sinaí y nos habla
desde la zarza incandescente, un poco como Obama con una patata en el
paladar, Aquilón sopla desde Alaska y de allí y un poco más abajo
nos llegan las hordas del anticristo, nunca podrán entender la
chispa, el donaire, ese optimismo tolerante y picarón del
catolicismo bajo medieval del que los humanistas italianos que
introdujeron el soneto y la novela bizantina en las grandes
literaturas europeas representan el máximo exponente.
Volviendo a Petrarca, al
Dante, a Chaucer que en los Cuentos de Cantorbery imita al Decamerón
uno entiende por qué estos zafios epígonos de la democracia
totalitaria que padecemos entre bolchebique y socialista controlada
por los banqueros de Wall Street y el capitalismo financiero que nada
tiene que ver con el del trabajo que se expresan en un inglés
aburrido y sansirolé, uno recupera la alegría de vivir. Todos se lo
toman muy a pecho pero la vida no es más que un comentario leve más
allá de las planchas y embolados del constitucionalismo.
Los textos del
florentino fueron traducidos a imágenes por otro genio, Paolo
Passolini, en un auténtico tour de force en el cual cinematografía
y literatura se complementan. La razón de este éxito es que la
novela bizantina se apoya en el relato corto y goza del dinamismo de
la literatura oral en que ocurren muchas cosas en poco tiempo y a la
primera sin profundidades de analisis de caracteres o complejas
tramas psicológicas. Son un producto directo del genio trajinante de
los siglos XIII y XIV coincidiendo con las grandes peregrinaciones a
Compostela, a Cantorbery, a Roma.
Los que van a esos
lugares por una promesa se entretienen contando historias. Es la
esfoyaza o el filandón y de las consejas al lado del fuego en las
que aparece la doncella que es desfoliada por algún libidinoso
clérigo, la mujer en el balcón que pasa por allí un soldado y le
invita a subir un ratito y en tanto llega el marido que estaba
supuestamente de caza en los montes de León y se arma la de Dios
según reflejan los cancioneros. Pero mientras el Romancero
castellano contempla el sexo desde su lado trágico (Eros y Tanatos
vienen a ser el Castor y Pólux de la mitología cabalgando en un
mismo caballo) el Decamerón lo ve como un juego, a partir de la idea
de que las relaciones carnales son la vida mismo. Así que a retozar.
Esto es lo mejor de la
vida. Dios dará pan pues nos dio una boca y si lo puso ahí en eso
es para que lo usemos… la mujer que ardía en amorosos deseos se
echó en sus brazos y trasladándose a la alcoba lo hicieron muchas
veces durante toda la noche.
En el cuento de Reinaldo
de Asti atacado por unos bandoleros y encomendándose a san
Julián gracias al santo que le guía a la casa de una viuda rica
y fogosa bien acabó lo que empezó mal. El pícaro Bocacho le guiña
un ojo al lector mientras denuncia las mohatras de la gazmoñería
hipócrita que habría que venir con el protestantismo puritano y sin
sentido del humor. Estamos en la Florencia de 1348. Acababa de pasar
la guadaña de la peste sobre Europa. Al cabo de tanta mortandad
había en las ciudades un intenso deseo de vivir, de reproducirse
olvidándose de las bubas que cariaban las ingles y las axilas
preludio de la mortaja. Unos florentinos salen al campo –
Fiammetta, Pampinea, Filomena, Elisa, Emilia, Laureta, Nelfila,
Fanfilo, Filostrato e Idóneo- un martes por la mañana después
de misa y se lían a contar chascarrillos que les hacen olvidarse de
la epidemia que acababa de asolar la ciudad y en la que todos habían
perdido a sus seres queridos. “Vayamos al campo donde
respiraremos aire puro y gozaremos de los placeres que procuran la
inocncia y la virtud”.
Yo recuerdo a Passolini
que aparece al principio de la película que vi en aquel cine de
Londres de Fulham Road en habito franciscano sentado en un
pupitre cálamo en ristre hilvanando las crónicas del Decamerón.
Creo que en esta película consiguió el italiano una de las obras
maestras del séptimo arte. El del mudo y el hortelanillo de las
monjas que recoge un tema de la tradición oral es uno de los más
impresionantes. Masetto de Lamporequio no tenía curro. Y para
inspirar lástima y compasión se hizo pasar por tonto y por mudo y
fue a pedir trabajo a unas monjas. La abadesa que lo vio-era apuesto
y de gallarda figura pero retrasado mental- lo encontró apto para
labrarles el huerto a las monjas de aquel monasterio de Peruggia. Y
algo más...
Un dia que cogía
cerezas subido a una escalera dos hermanas que pasaban por allí
cantando el “Disrupisti me Domine” y la “Intemerata”
vieron que debajo del jubón no llevaba prenda alguna para tapar sus
vergüenzas. Quedaron ambas maravilladas ante lo bien dotado que
estaba el garzón.
-Vieni… vieni anchio
Lo tomaron de la mano al
menestral y se lo llevaron al huerto nunca mejor dicho. Y lo metieron
en una cabaña donde podrían satisfacerse porque las monjas no eran
de de piedra.
Mientras una retozaba con
el mudo la otra vigilaba. Nadie se enteraría porque era mudo, nadie
vería. Es lo que ellas pensaban porque les vigilaba la abadesa con
ojos de Argos y detrás de cada una de las celosías del monasterio y
ojos encendidos de mujer contemplaban lo que adentro de la choza
estaba sucediendo. Total que Massetto de Lamporoquio se pasó
por la piedra a toda la comunidad siendo la más persistente de todas
la madre abadesa la cual cuando acababa con las legas wel hortelano,
empezaba con las novicias y al final el rato más largo era para la
madre superiora quien se lo llevaba a su celda para tenerlo toda la
noche a su servicio:
-Vieni, vieni.
La madre abadesa,
insaciable útero furente, quería más y el gallo ya no estaba para
más quiquirís.
-Otra vez ni hablar, que
ya no puedo con los calzones, reverenda- exclamó el hortelano dando
un grito porque se resistía a obedecer a la priora.
Las religiosas que
espiaban la escena desde lo alto de sus celdas, al oír hablar a un
mudo, gritaron conmovidas:
-Milagro… milagro.
Con tan incesante trajín
sexual había hecho recuperar el habla aquel barbián florentino
consumado embaucador y experto en las artes del disimulo.
El autor de una forma
amable y venial critica la impostura, la simonía y la corrupción
eclesiástica. Boccaccio nos cuenta que en Roma no se podía dar un
paso sin un buen contacto y los mejores eran los de las meretrices y
los de los efebos que entretenían los ocios cardenalicios y
calentaban la cama a los prelados de su Santidad.
El vicio nefando y la
pasión por el dinero eran una plaga. yo vi en Roma allá do es la
santidad que todos al dinero hacían humildad, refiere el
arcipreste de Hita pero estas criticas nada tienen que ver contra el
depósito de la Fe ni atentan al dogma y tal respecto ahí está la
historia del judío Abraham que se hace bautizar en Paris por
el arcediano Giannotto Civigni a la vuelta de un viaje a Roma
donde contempla la corrupción reinante en la Ciudad Eterna.
Bujarros, bardajes, putas, bulas para comprar la vida eterna. Hay que
ir con la bolsa bien preparada a San Juan de Letrán, lo cual
demuestra que si el catolicismo no se ha acabado es porque detrás
apunta el dedo de Jesucristo al que los mercachifles tratan de vender
por treinta monedas.
-Esta debe de ser la
religión verdadera pues tan maltratada por los eclesiásticos
permanece intacta al cabo de los siglos. Yo abjuro de la fe mosaica
ahora mismo- contesta el israelita ante la pila de agua bendita de
Notre Dame.
Un tratante de ganados de
Perusa se dirige a Nápoles a la feria buen zapato buena media buena
bolsa con dinero ingenio y más inocente que un cubo se va de putas,
le burlan la bolsa entre el rufián y unas comadres del barrio de
Malpertugio y acaba bañándose en una privada. Olía a mierda que
tiraba para atrás pero en el camino se encuentra con unos ladrones
que robaban sepulturas. Aquella misma tarde acababan de llegar a
Nápoles. Iban en busca de su anillo pastoral engastado de rubíes
que debía de valer un dineral. Se había muerto un arzobispo.
Buscaban los tesoros de su tumba.
-Entra tú y pilla todo
lo que encuentres dentro.
Le auparon los colegas y
con un barrote abrieron la tapa de la tumba recién inaugurada. El de
Perusa les fue arrimando a sus compinches, el báculo, la mitra, los
guantes y las cáligas de seda bordadas en oro macizo pero se quedó
el muy pícaro con el sello arzobispal de piedra de rubí.
-¿No hay más, Peruchio?
-No.
-Pues, como no nos lo
das, ahí te quedas
Y en esto cerraron la
tapa del sarcófago. Quedó el pobre hombre enterrado en vida junto a
un difunto que empezaba a oler, y peor que él. En esto quiso su
ventura que entraran en la iglesia otros ladrones. La misma
ceremonia, levantar y apuntalar la piedra y los mismos discutinios de
quien entraba primero y ninguno se ponían de acuerdo. Pero al que
entró a robar, que era un cura por cierto, le mordió el emparedado
en una pierna. Ambos, manilargos, pies pa que os quiero, salieron del
recinto de estampida y muertos de miedo. Peruchio con su joya en el
bolsillo pudo regresar rico a su país olvidándose de la bolsa que
le arrebataron, de las putas y de los facinerosos de la ciudad más
peligrosa de Europa en el medioevo. También estuvo de su parte aquel
san Julián misericordioso el hospedero celestial que socorría a los
que vagaban por el mundo sin rumbo fijo. El ritmo de este relato es
intensísimo y no decae un momento.
En boca de Teobaldo
peregrino al Santo Sepulcro pone la critica más circunstanciada y
cabal contra el abuso de poder de los eclesiásticos. Sugiere que el
confesonario no es el tribunal de la penitencia divina sino un
instrumento de control como Internet en la actualidad, poco más o
menos, y que la obsesión con el sexto mandamiento es una filistina
herramienta para conseguir el derecho de pernada.
Hay algo morboso y
diabólico en esa obsesión sexual de la que adolece la iglesia
latina: “Esos frailes claman contra la lujuria porque de ese
modo pueden holgadamente quedarse con las mujeres que otros dejan.
Condenan la acaricia para que se les ofrezca a ellos lo mal ganado en
diezmos y primicias y eso que llaman caridad. Los frailes quieren que
os desprendáis del dinero para que vaya a parar al cepillo de la
iglesia, necesitan dinero para holgazanear y acostarse con todas las
mujeres y los efebos que encuentran en el camino”. A lo que
parece, la pederastia y los abusos deshonestos por parte de la clase
sacerdotal afligían al creyente del siglo XIII igual que al de hoy.
Desde entonces han pasado un cisma en Occidente y tres concilios y la
jerarquía encampanada en su soberbia vaticana no ha puesto remedio.
“En resumen- concluye el peregrino su diatriba- si quieren
santidad ¿por qué no siguen el evangelio? Que demuestren lo que
predican. Basta ya de frailes galanteadores, mujeriegos, visitadores
de mujeres e incluso de conventos”.
Un abad de Toscaza con
fama de santo y milagrero sólo tiene un defecto que se pirria por
las mujeres en especial le gusta la mujer de un campesino Ferondo.
Con ella urde una estratagema para simular su muerte y su entierro
con una estancia de nueve meses en el purgatorio.
Al final de este tiempo
el inicuo monje que había estado refocilándose con la esposa del
“difunto” lo resucita. Otra vez cunde el grito de milagro…
milagro por toda la Campania. La querida del mitrado,total, se ha
quedado encinta y tendrá un chico al que pondrán por nombre
Benedicto. La crítica a la vida eremítica no puede ser más feroz.
Ni más real porque tan truculentos sucesos eran de rubrica en aquel
entonces, hoy lo siguen siendo habida cuenta del afán de la
jerarquía de barrer debajo de la alfombra. El Decamerón va a
influir en toda la novela moderna sobre todo en la literatura
picaresca, concretamente en el Lazarillo que es un decamerón
a la inversa. Lázaro de Tormes podría pasar por personaje de estas
novelas Acuciado por el hambre más que por el sexo y es que debe de
ser harto difícil amar cuando no se tiene la barriga llena. La idea
maestra que late bajo las entrañas de este gran libro es la
tolerancia, la alegría de vivir, la libertad que significa para
Europa la cultura católica frente al pensamiento único y la tiranía
del afán trilateralista, del protestantismo anglosajón.
Subámonos a la torre del
gran belvedere florentino para otear el horizonte. Ahora los árboles
no nos dejan ver el bosque.
domingo, 29 de mayo de
2011