LOS SINODALES DE AGUILAFUENTE.
Una de mis gratas experiencias
como profesional del periodismo y como archivero fue, hace ya bastantes años,
entrevistar a don Hilario Sanz canónigo de S.I. Catedral y al que veía pasar de
niño muchas tardes soleadas camino de los altos de Baterías en compañía del
deán don Fernando Revuelta (creo que era de Abades) y para mí un sacerdote muy
querido, con él aprendí a ayudar a misa, y el beneficiado don Benedicto, que
era un cura gordo y bonachón. Tres sombras inconfundibles en el paisaje de las
tardes de mi niñez arropados en sus manteos cuando hacía fresco y embutidos en
sus tejas o bien luciendo la sotana liviana de los veranos. Tres santos
varones, tres hombres de Dios.
Andando el tiempo y cuando
regresé de NY hacía yo reportajes para EFE y otras publicaciones. Un día le
dije a Cirilo Rodríguez voy a Segovia llamo a don Hilario y nos vamos los tres
a comer al Bernardino. Quiero escribir algo sobre el archivo de la catedral de
Segovia. En los años 30 don Cristino, otro archivero eminente, había publicado
un tomo muy interesante en el que se describía por menudo algunas de las joyas
que guardaba el Thesaurus de la Dama
de las catedrales.
Don Hilario Sanz que en paz
descanse era un hombre frugal y declinó la invitación del famoso cochinillo en
el mesón de cinco estrellas pero nos
concedió la entrevista.
Los sinodales por supuesto son la
reliquia venerable de nuestros fondos pero aquí los investigadores más
destacados son los musicólogos, según me aclaró, que vienen a descubrir letras
y partiduras desconocidas del esplendor litúrgico catedralicio. La diócesis de
Segovia conservaba desde tiempo inmemorial un “ordo missae” de resonancias mozárabes, rito en el cual el canto coral era muy importante
preciso y precioso porque dicen que el que orando canta reza dos veces.
Algunas de las partituras eran
anteriores al gregoriano, ofrecían claves desconocidas por lo que la
interpretación de sus neumas resultaba casi imposible. Con paciencia
benedictina había intentado don Hilario desentrañar, catalogar y conservar aquellas ligarzas
aquellos documentos plomados y cedulas antañonas, cifra y compendio de la
historia de la iglesia de Castilla y acaso también de la humanidad.
En Segovia pionera de la letra
impresa se dio a la estampa el primer incunable. Son las actas de aquel sínodo
famoso celebrado en Aguilafuente del primero de junio al 10 de 1472
pontificando en la sede de san Geroteo Juan Arias Dávila aquel obispo y
consejero de Juan II señor de la guerra y de armas tomar pero también mecenas amantísimo
de la sabiduría.
Obra de un mercenario alemán de
la letra de molde que iba por villas y castillos con su chibalete a cuestas y
sus tipos móviles por nombre Juan Paris
(el concilio de Constanza desparramó a estos artesanos de la buena letra por
Europa) y discípulo de Guttemberg.
Es el libro más antiguo de los
impresos en España en papel agarbanzado fuerte y verjurado luciendo tipos
góticos con grabados y capitulares en los que se exhiben motivos ornitológicos,
zoográficos y antropomórficos muy elegantes, una joya.
Contiene las actas de lo que
fueron aquellas reuniones de obispos y arciprestes.
Hay capítulos dedicados al pudor
de los clérigos en la vestimenta… “que no se hagan juegos deshonestos ni se
canten coplas en las iglesias por Navidad… que los sacerdotes han de traer
hábito y corona… que no traigan armas ni sean banderizos ni traigan hueste… que
lleven vida honesta y no vivan en ayuntamiento con barraganas (ardua materia)…
que arda de continuo la lámpara del “Corpus Dei” dentro de los recintos
sagrados… que estos no sean ocupados por gente fe guerra ni haya
encastillamientos”...
Se trata, pues, de cánones eclesiásticos
y de una observancia aunque fuere bajo mínimos de la buena crianza y mejores
costumbres de la clerecía. Obispaba cuando estos Decretales fueron firmados Alonso
de Carrillo en Toledo y era rey de Castilla Enrique IV el tan denostado monarca
por algunos historiadores pero al que queremos mucho en Segovia porque había
heredado de su padre su amor por la cultura y una cierta tolerancia y esa
liberalidad tan de Segovia.
El sinodal de Aguilafuente
constituye la joya de la corona del archivo catedralicio pero hay otras perlas
como una obra desconocida del cardenal Cisneros “Vida de nuestro señor Xesuchristo”.
Don Cristino en su catalogo en la
pagina de respeto aludía a la propiedad de aquel incunable. “Este libro es del
muy magnífico señor don Hernando de Cabrera canónigo de esta Sta Iglesia
catedral. Si a otras manos fuere, vuélvasele quia non dimittitur peccatum nisi restituatur ablatum “(dicho de
otro modo, las cosas no se roban, cambian de sitio)
Cabe citar otros libros
pergaminos: Historia de Nuestra Señora del Henar por Baca de Haro, 1697;
Historia de San Frutos de Calvete, 1610; Método
racional para curar sabañones: Fray Gerundio de Campazas; Andrés Laguna
médico segoviano de Felipe II y de Carlos V; el Rito segoviano en la misa. Tratado
de san Miguel Arcángel el Alcides celeste; primera biografía de Teresa de
Jesús del padre Francisco Rivera
1590; un Contra Iudeos de Alonso Spina, fraile menor, de 1511 y que
tradujo don Jose María Diez el deán
de Compostela y que fuera prefecto del seminario de Segovia, siendo por esta
causa vituperado y calumniado.
Capital importancia tienen otras
listas de libros descatalogados o puestos sub judice como el “triumphus crucis” de Fra Domenico Savonarola aquel dominico al que
quemaron en Florencia por hereje y que posteriormente ha sido reivindicado por
algunos pontífices modernos. Libro muy interesante el del gran converso y
Segovia es una ciudad de grandes conversos
(los Davila y los Coronel por ejemplo) fue el de Pablo de Santa María (Salomon ha Levi) “Scrutinio de las Escrituras” publicado por aque3l obispo de Burgos
en 1470.
Teología Natural de Sabunde
fue prohibido por la inquisición al igual que Viola del anima al que colocó en
el Índice el arzobispo de Sevilla el asturiano de Salas Fernando Valdés
inquisidor general. Existen en el archivo tratados de medicina “De praeservatione et curatione pestilentiae”
escrito por Petrus Pintor en 1499.
Se trata de la biblioteca más
importante para conocer el sentir y el vivir de nuestros antepasados en el
tiempo de los Trastámara más allá de las convulsiones políticas y religiosas
que tuviera esta dinastía tan malquerida y difamada por los cronógrafos. Hay
textos como los de los amigos de los Borgia que alcanzaron nombradía y
prestigio en la corte de Aviñon y después en Roma llegando a alcanzar la tiara
como Juan XXIII el antipapa que
escribe los Extravagantes que se
publica el año 1497. Benedicto XIII
escribió un opúsculo sobre oración mental antes de retirarse a Peñíscola tras
la elección de Martín V. Tres papas como había entonces en la SRI daban desde el punto de vista de la
letra impresa bastante de sí.
El códice más antiguo que
antecede al Sinodal es un libro del historiador judío Flavio Josefo (la iglesia segoviana se
constituyó tras los pogromos en Burgos y otras aljamas por grandes remesas de judios
bautizados que tomaron las de Villadiego, siguiendo los pasos de Alonso de
Cartagena y Pablo de Santamaría y de ahí el interés por este tema) “De antiquitate judeorum” manuscrito de 1380. pablo de Santamaría obispo
de Burgos prologa el tratado de Nicolás de Cusa sobre la esencia divina. Y un
libro sobre san Mateo firmado por Alonso de Madrigal también se encontraba en
sus estanterías, así como los misales de Arias Dávila y de la Reina
Isabel la Católica.
Todo un venero de tradición y de
proyección continuada hacia la excelencia que ha de enorgullecernos a los
segovianos quienes desde muy antiguo hemos sido gentes muy del libro.
De aquella entrevista con don
Hilario Sanz así como de Cirilo Rodríguez que se fue antes de finalizar nuestra
charla pues lo llamaron de la radio conservo un recuerdo imborrable