Unamuno la agonía del
cristianismo
Ahora caigo al cabo de más de
medio siglo en la cuenta y razón de por qué el P. Penagos nuestro profesor de
retórica en mis tiempos comillenses le había cogido ojeriza a don Miguel de
Unamuno al que llamaba una mona; y es
que el gran escritor vasco supera en sus dicterios a Pio Baroja y al mismo
Pérez de Ayala contra los jesuitas.
No los aguantaba. Tampoco su
paisano Iñigo de Loyola era santo de devoción. Vasco entre los vascos, y en
consecuencia más español que el "Pupas" por aquello de "yo me
entiendo y Dios me entiende", don Miguel esgrime como un florete sus
conocimientos de griego para sentar en el banquillo a la religión católica.
"La agonía del
cristianismo" es una versión teológica del "yo acuso" del
affaire Deyfruss. Un alegato contra la clerigalla, contra el Rey Alfonso XIII y
el Corazón de Jesús. El rey acababa de consagrar a la nación a esta devoción
jesuítica en el Cerro de los Ángeles. Corazón Santo, tú reinarás.
En este libro demoledor cual ningún otro de los
suyos, escrito en París, durante su exilio "pagado" por el dictador
Primo de Ribera año 1924 pues no se le retiraron sus haberes de catedrático,
refleja sus dudas sobre el más allá, el celibato de los clérigos, sus dudas
sobre el pontificado, nefasta institución porque para el profesor de la
Universidad de Salamanca el guardián de la tumba de San Pedro pasa por ser un
lacayo del anticristo (muy fuerte ¿no?) Pone en tela de juicio el cuarto voto
de los jesuitas.
La obediencia de cadáver y las
dos banderas que son realidad sólo una para los hijos de San Ignacio. Y se
atrevió a decir de ellos lo que nadie dijo que eran tontos, un atajo de pencos
que practican la obediencia de cadáver.
Este artículo de sus
constituciones-explica don Miguel- es anticristiano como anticristiano es el
propio papado, una creación retrógrada instituida por los jesuitas que jugando
a la taba con el terror milenarista se sacaron de la manga un texto como las
profecías de San Malaquías totalmente apócrifas.
Cuestiona toda la doctrina
social de la iglesia alegando que la misión eclesiástica nada tiene que ver ni
con la política ni con la beneficencia ni con la lucha de clases.
Son temas muy de actualidad y
no sé si el PP Francisco habrá leído a Unamuno. Esta obra estuvo muchos años en
el índice pero suscita verdades y dudas de a puño. Eso de la democracia
cristiana le sonaba a química azul... Cristo había dicho que es más difícil que
un rico entre en el paraíso que un camello pase por el ojo de una aguja demostró
que su buena nueva nada tiene que ver con cuestiones económicas ni sociales,
con la democracia, la demagogia internacional o el nacionalismo. Evangelio en
mano el gran don Miguel les lee la cartilla a los curas, desenmascara su
hipocresía jesuítica y su cinismo.
El cristianismo es un edificio
cimentado sobre grandes retóricas, un ensamblaje de palabras pues retor era san
Pablo su fundador, retor san Agustín y otros padres del desierto. Creo que al
profesor de griego en su orgullo se le va la mano aunque nunca discutiremos sus
definiciones geniales al respecto porque en su análisis se queda en la cáscara
y nunca llega al alma del cristianismo, ese "quid divinum" que pulsará
la historia hasta el final de los tiempos indestructible cuando tantos
quisieron destruirlo.
Unamuno copia a Tolstoi pero a
pesar de sus cognomentos helenistas no había llegado a oír cantar un tropario a
los monjes de Athos o escuchar la homilía de un idumeo ruso. ¿Eunucos?
¿Solicitadores desde el confesionario? Vale. Que Jerusalén era una ciudad sucia
donde brotaba la ignorancia, la pereza y la mendicidad hacia principios del
siglo XX, pues también.
Así y todo en la palabra in principio erat Verbum se cimienta la
gran fábrica de la Revelación. A Cristo no se le puede entender si no se le
describe como el Gran Eleuterio (libertador) y eso no lo supo entender el gran
profesor de griego. Se fija en la obra del "diablo" (diábolos quiere decir acusador, provocador)
que camina al paso de marcha de la Iglesia en su tránsito por la tierra a
través de los siglos, en medio de las angustias, las calamidades, las grandes
guerras, las crueldades humanas, los gatuperios y conjuras, las excomuniones,
los obispos libeláticos, los eunucos que se castraron para ganar el reino de
los cielos y demuestran en su aproximación a la religión una piedad poco viril
y feminoide.
Esta genial invectiva de don
Miguel de Unamuno, el gran contreras, el "una mona" y "una
leche" del P. Penagos, contra el depósito de las Verdades a mí me
reafirman en él; mas, la palabra se oye.
"Pablo- escribe pag. 70- cuando fue arrebatado al séptimo cielo,
(posiblemente en un ataque epiléptico) oyó dichos indecibles y una música
maravillosa. La Samaritana oyó al Cristo y Sara ya vieja tuvo un hijo por la
fe. Raab la puta, por la fe se salvó". Ciertamente hay en el evangelio
algo que halaga el oído y nos abre las puertas de la utopía.
La escritura fue el libro de
cabecera de los grandes soñadores pero también de los grandes heresiarcas de
los intolerantes, semilla de bienandanza y de desavenencias y crueldades. Pura
contradicción emanante del pensamiento judío siempre oscilando entre dos cabos.
He aquí que don Miguel descubre una lucha entre los fariseos a cuya rama
davídica pertenece el Mesías que creen en la resurrección de la carne y los
saduceos que la niegan y se muestran a favor del bienestar material.
De estas dos ramas de Israel la
una mística y la otra progresista comulga el catolicismo. Son dos fuerzas que
luchan a muerte. ¿Quién ganará la partida? Esa pregunta es el tema: la agonía,
la lucha del cristianismo plasmada en este inquietante libro levantando la veda
para cazar siniestras liebres que pueblan de fantasmas al mundo actual.