TÚ,
TODA REINA.
ALL
QUEEN HELÉN
novela corta
Por Antonio Parra
A él le tocó poner colofón al segundo millar de aquella
civilización y cuando cayese la bola del reloj de Gobernación declarar
oficialmente abierto el siglo XXI. Era un hombre de gestos abúlicos, un
arribista y un patricio del dinero. Podía llamarse Koch, Calle, o Patroclo. El
burgomaestre de aquel mandato tenía un nombre muy botánico y su ascendencia hortelana revelaba
un origen oscuro, nada de preclaras exquisiteces ni linajes godos. Llamábase
Frutos Cohombro Peraleno (no lo quisieron apellidar Pepino por lo demás), pero viéndole en las procesiones del sacramento,
ostentando su vara pulimentada con herretes amarillos en la contera, cómo
miraba, el aire altanero, para el concurso desde la terna de autoridades,
escoltado a dos flancos por los gonfaloneros de pelucas empolvadas, o por los maceros de gesto solemne y funcional,
entre el obispo y el jefe de la guardia urbana, parecía recién caído de un
guindo. Muy en su papel y saboreando las
auras. El viento de Nix Rasilis, el que azota las cambroneras y los retamares
que la circundan en una verdadera corona de lemnisco que brota en las
parameras, donde crece el esparto, llamazares y margas que fueron campos pero
donde ya la mies no se siega, sólo se especula con la tierra y los huertos y
llosas donde se plantaron higuerales
habían de morir para dejar sitio a los bloques de pisos en colmena, que
todo el país vivía en la plena borrachera, cuando quebró la bolsa, de la cupiditas
aedificandi, porque había que colocar los ahorros en sitio seguro y vengan
pisos y más piso, oye. Importaron mano de obra barata del Perú. Por todas
partes de Nix Rasilis, peruleros. De Rumania, de Bulgaria, y de otros países
del este. De Marruecos. Era un dogal de
campos purísimos que se socarran al agosto y tiritan bajo el helor algente de
las noches de febrero, es un aire tan sutil que tumba a un hombre y no apaga el
candil. Fue tierra de moros a los que atrajo y sigue atrayendo su castillo
famoso. Algunos incautos alegaban toponimias equivocadas. Sacando un poco las
cosas de quicio, como viene ser costumbre de últimas, en esta patria nuestra
descepada. Y no es Magerit sino Matritum, esto es: Matri Templum. Templo a la Madre. Desde los romanos por
estos pagos se honró a la virginidad de Minerva. Pero los muy ladinos les ibas
con estas papeletas y no hacían caso. La cultura era otra cosa desde que
Picasso se puso a tapizar los muros de mamarrachos. Noté que habíamos perdido.
Portaba el círculo en los zancos. Era un haz de luz surtiendo el foco de un
iluminado concepto. Se nos había echado la noche encima y había que buscar
antorcha. Había un ciego de gota serena pidiendo a la puerta de una iglesia y
era la imagen judicante del verdadero pantocrátor. Vaciaba confidencias y
cantaba aspérrimos romances. El tiempo se cerró en agua y había sus descargas
pluviométricas. La lluvia charolaba los bordillos con lo que las calles de Nix
Rasilis cobraron un aspecto fantástico a tiempo parcial.
Y San Isidro
Labrador alza la pata y se caga en todos. Dios, olla y Nix. A él hemos todos de
ir, que es la mar del morir. Esa ecuórea
superficie que nos acabará zampando a todos. Los eslóganes publicitarios
siempre serán vulgares pero eficaces. Nos llaman los gatos porque trepamos la
muralla con la agilidad propia de este felino, aunque esto, a estas alturas del
siglo futuro, anda muy revuelto y manga por hombro con tanto forastero que
llega a hacer las hesperias. Volverá la ciudad a ser castillo moro, o una
sucursal de Pekín. De todas las maneras, a lo que más se parece este cajón de
zapatos, capital de los reinos de sus majestades, Gaón y Leda, es a un
rompeolas del Rif, varadero de todos los indocumentados que cruzan la mar
tirrena a bordo de fustas, saetías, pateras, fuerabordas, catamaranes, y todo el cabotaje agareno de Berbería. Ya sé
que nos llamarán xenófobos por designar a las cosas por su nombre, pero esa es
la realidad pura y dura. Serán temibles las consecuencias de la operación
Alforza, un eufemismo que esconde las verdaderas intenciones de una invasión
callada de Hesperia, mi país, decretadas desde los altos despachos de Sede
Baldeo, uno de los tronos del poder grande donde tiene su silla curul, una de
las visibles, el Consejo supremo, el que ordena desperdigar sus manípulos
periodísticos y el lábaro de las nuevas legiones y testudos, mientras sus
submarinos atómicos bojan las costas periféricas y las fragatas de la sexta
Flota hacen la aguada, y para colmo tienen el terrorismo de los puños y las
pistolas vizcaitarras, y el de las conciencias, para disparar desde las
emisoras propias propalando mentiras en las treinta y dos direcciones de la
rosa de los vientos; no tienen, pues, que molestarse, ca atacan en horda pero
sin disparar una saeta, sin un mal golpe de ariete contra las puertas de la ciudad
sitiada a la que minan y desbaratan, sembrando el desasosiego en los adentros,
esparciendo la cizaña de la rebelión en el seno de las familias (lo de poner
una manzana en manos de las hijas Eva es treta antigua, que nada nuevo han
inventado las feministas, ya utilizada por aquel al que llaman los exorcistas
el Callidus con sus retintos cabellos, que quiere decir el astuto, el práctico
y con experiencia, más por viejo que por diablo; no inventan nada, pero venden
la mercancía por novedosa), o colocando entre las líneas enemigas ingenios de
cartón piedra que son reclamo de incautos, y toda esa calderilla de la red de
redes, con la que se proponen no ya meramente entretener aprovechando, sino
informar desinformando. El lema era café para todos, pero previamente lo habían
maltado con los polvos finos de la querencia rosa y los figurantes de la prensa
de la rabadilla y la región anal. Había que absorber, consumir, gastar. Van al
anzuelo como truchas al cebo, y abejas al apiarium, panal de rica miel, caen en el garlito y se les engaña como ya engañaron a los troyanos con el
famoso caballo teucro. Nos hemos quedado
sin morueco. Por si esto no bastase, han inventado a Freud para mandar a todos
los santos al manicomio.
Se celebraba un alarde militar por las calles
céntricas en loor de la Patrona.
-Ese lo mismo que para el verano acaba por dar
ciruelas claudias. Lleva andares de majestad. Parece que ha nacido para ir
siempre en la procesión.
Hablaban del primer edil.
-Unos ensillan y otros cabalgan.
-Buena frase, jefe. Choque esos cinco.
Este exabrupto lo pronunció un hombrecillo
insignificante, los brazos péndulos, las piernas algo cortas, alto de caderas,
ancho de rodillas, el rostro alongado, malos dientes, boca ardiente, pies
planos, labios sensuales, y dolicocéfalo. De un tiempo a aquella parte le
dolían algo los cuadriles. No andaba bien de las cañerías. El pabellón craneal
haciendo bóveda ojival que daba la sensación de llevar encima, ovalada, una
cabeza de pato. Sus enemigos políticos le habían puesto por mote cabeza
de garbanzo, pues era un poco cicerón. Como se estaba quedando
calvo, se hacía más patente esa carencia natural de miembros desproporcionado,
algo estevado de hombros puesto que tuvo infancia difícil y fue niño
despreciado, ancho por abajo y estrecho hacia arriba. Su nariz era carnosa y
potente, a la vasca. Le crecía bajo el mentón la magra de la papada, pero no le
habían aflorado todavía perigallos a la sotabarba en su mamola algo caída y
tirante como la de los viejos. Su molledo se alargaba hasta tener por remate la
alcuza o el pitorro de un embudo. Era aquella particularidad heredada de su
pobre padre lo que más le enojaba de su persona, pero los genes son los genes,
amigo mío. Entre los suyos había una tendencia al prognatismo,
pero esa mamola en espolón, a causa de sus carnes, aun no se le notaba.
Mirándose al espejo enhoramala, reparaba en que no podía poner en práctica las
chulas consignas programáticas de la nueva era de amarse a sí mismo por encima
de todas las cosas, de rendir culto al cuerpo, profesando una sola religión, la
de la juventud eterna, que se habían puesto a pedir peras al olmo los
charlatanes predicadores de la modernidad y ya no hablaban de la conquista de
la vida eterna o de las penas infernales, sino del Dorado, vivir mil años,
destruir a la muerte, curar el cáncer, la piorrea y la impotencia masculina.
Más viagra. Dale que dale, venga pastillas mágicas. Él sentíase viejo y se odiaba a sí mismo, y no es que no amase a
sus semejantes, como esperaba, es que estos no correspondían a sus halagos. Ni
falta tampoco que hace. Sería bueno que te apuntases a un gimnasio a ver si te
baja la panza. (Hombre, ya; un poco tarde a estas alturas,) no te
parece? A veces pensaba que Cristo al proponer esa fórmula de redención,
desconocía a la condición humana, o no se había dado una vuelta antes de
resucitar por Nix Rasilis, antes de darnos
el mandamiento nuevo. Si el redentor hubiera experimentado el odio de
aquella madre que él tenía, un odio rancio, plagado de prejuicios, ignorancia y
de desprecio, a lo mejor no hubiese prescrito tal fórmula de entendimiento.
Durante más de cincuenta años de su vida había tratado de ponerla en práctica,
cosechando sólo fracasos, desabrimientos. Hasta conseguía que le dijesen que
estaba grillado. Demasiadas telarañas,
pero la intervención materna o las leyes de Mendelsohn tenían solamente culpa
de una cuarta parte de aquel destino. El resto se lo había labrado él solito.
No, con esa inocencia no se puede ir descuidado por la vida. Te comen. Así que,
consciente a carta cabal de haber nacido en tierra de rencores, como decía
Unamuno, sin poder llegar a decirse que aborrecía a su prójimo, estaba siempre
en guardia contra los gariteros que detrás del sollado atresnalan la soberbia,
el desacato a la norma, los bajos instintos. Los donilleros del gran visir
pueden hacerse presentes en carne mortal en cualquier momento. Y siempre que
alguno habrá que se apunte a hacerles momos o a reírles la gracia.
-!Cómo está el paño!
-Sí, señor, pero el limiste lo siguen haciendo
todavía en Segovia. Lo que mueve la vida es la ley del Talión. Sólo te tendrán
en consideración si pegas palos. El que me la hace la paga. Beldar agravios,
reclamar cuentas pendientes, querellarse con tu vecino y llevarle a los
tribunales de Móstoles, sentarlo en un banquillo ante una jueza, para que se le
caiga la cara de vergüenza, entona.
-Hay que volver la otra mejilla Gnadio.
-Pero tú ¿qué dices, Agapita? ¿Estás
modorra o qué?
Sus ojos eran
inteligentes, pero se le habían quedado pachones de tanto leer, así como las
vertebras de la espalda. De ellos emanaba una fuerza especial que compensaba la
debilidad de su carcasa. Ese fuego como el de un aura lo comunicaba a sus
oyentes. Por eso le habían dicho más de una vez: Tú,
Verumtamen, tienes un no sé qué. Una gracia, un poder, y la verdad era que lo
tenía.
Él entonces se ponía muy serio y mostraba sus manos
ungidas.
-Soy sacerdote. Sacerdote según Melquisedec, administrador de la paciencia de
Dios. Traigo en las palmas el crisma con
que me ungió mi obispo.
- Productos tósigos.
-Deja de atosigarme con tus advertencias. Ya lo sé,
no me lo repitas más. Estoy un poco loco.
-Tú estás igual que todos.
Y esto no era ninguna broma. Había sido cura durante
un año en una parroquia del Este de Londres. Fue ordenado in sacris por una tal
monseñor Callaghan al cabo de una peripecia larga de explicar y después de
haber sido expulsado de varios seminarios de la Galia y de su diócesis en
Hesperia. Se había casado tres veces. Había sido profesor en
Oxford, corredor de Bolsa, camarero, cohen en un lupanar de la Armbruststrasse
berlinesa, jefe de imagen de un afamado político, periodista francotirador,
fotógrafo, correveidile de un mandamás, perista, y
aprendiz de poeta. Pero, aparcados sus proyectos de grandeza y algo caprichoso
el destino, aunque brillante en sus revesas y contragolpes para con él, lo iban
echando poco a poco de todas las partes. Así y todo, no se daba por vencido.
Todavía me queda mucho tiempo por delante. Ahora se dedicaba a la venta de libros
de lance por esas calles de Dios, frecuentador de los hospicios y de los comedores de auxilio social, un
hombre al agua, que llevaban hacia el desagüe los imbornales de aquella ciudad
petrificada. Uno más.
-Volverás a región. Ese es tu hado fatídico.
-!Toma ya! A esa parte iremos todos como buenos
compañeros.
El caballo de
un coracero se detuvo justo al lado de la carroza de la Imagen Soberana, y,
abriéndose de ancas, encorvando un poco el lomo, se puso a exonerar la vejiga;
luego, lo otro. Vino un barrendero armado de escoba y badil y se llevó las
boñigas que el noble bruto tuvo a bien excretar a hora tan intempestiva. Y como
la cosa más normal del mundo a los efectos de su puntual reloj biológico, se hizo mayores mirando para
el tendido. Esto de cagarse los équidos en medio de la procesión viene a ser
como una rebaja impuesta por los imperativos inapelables de la sangre a esos
humos jerárquicos y a esa necia pretensión nuestra de trascendencia y de
solemnidad. Por eso se dice de los hombres que van bien de la tripa cagalar lo
de jiñas
igual que ganado caballar y como
come el mulo así caga el culo con perdón. El percherón quería ponerles los
dientes largos a tanto enfermo de estreñimiento como habitaba en Nix Rasilis.
Había muchos en aquella ciudad. No había más que mirarle a algunos de los
barzoneaban bajo el sol de primavera a la cara. Era una yegua gateada, de alto
borrén, fina de agujas, de raza árabe, buena montura para un alabardero, tan pronto hacía corbetas o
caracoleaba con elegantes evoluciones en diagonal por la calzada como se
arrancaba al paso, al trote cochinero o a los cuatro pies; era apta para sacar
a vistas en un alarde religioso como aquel de las tardes de Jueves Santo. Unos
ensillan, y otros cabalgan, pensó otra vez. No se puede estar a la vez en la
procesión y repicando No todos podemos vivir en la plaza, ni caminar detrás del
paso. Al final todo se deshace en ceniza. En ceniza y humo. Tú no has nacido
para ir en la procesión, a ti te tocaría hacer de mirón. No seas gilipuertas.
Unos a la plaza y otros al balcón, a ver si me comprendes. Gnadio Verumtamen
estaba muy mal. Había perdido el sentido del ridículo. La ciudad parecía nueva, recién planchada, como de fiesta, tenía un
aire sacralizado por las emanaciones de las flores, lirios y azucenas, sobre
todo, que atestaban la carroza del Desprendimiento, a hombros sobre los
esforzados y voluntariosos costaleros. Lo que yo desearía en verdad sería
vestirme de nazareno, arrastrando cadena, con una cruz de doscientas libras en
bandolera, al son de la música, pero, como estoy excomulgado, he de conformarme
con ver pasar la comitiva desde un bordillo. Le tengo ofrecido al Moreno una
promesa. Si me quita de beber, salgo con los cofrades de Puerta del Cielo. No
caerá esa breva ni nos revestiremos mañana de pontifical. Apartarse del vino es
una resolución que has hecho infinidad de veces. Alguna tendrá que ser. Sí,
cuando te entierren. Erifos era un dios violento, el demonio que lo tenía
sojuzgado, y, en cuanto tal, de un carácter venal, avenate, poco sujeto a pronósticos. Hubiera deseado (lo que más en
la vida) haber conseguido ganar el lauro de la fama, pero las musas,
refractarias a su deseo, le habían desde bien pronto vuelto la espalda. Los
enigmas de su pasado pertenecían tan sólo a las impertinencias de esa divinidad
oscura que le parlaba desde la acidez de una botella. Si todos se alegraban de
la llegada de la primavera con sus románticos y dorados ensueños, a él por
único consuelo le quedaban los imponderables caprichos de su amo. Le era adicto
de por vida.
-Alguna vez me rescatará alguno de tus garras,
Erifos. Entonces empezaré a ser libre, sin sentir tu yugo ni el aguijón de los
puñales.
-Castrate, serás por amor a mí un palomo blanco.
Escuchó entonces la voz como una caricia muy baja
acoplada al trajín de la brisa, mientras por toda la campiña sonaba la
estridulación martilleante de los grillos, que se esparcía como un susurro de
rama en el bosque. Aquella llamada era capaz de hacerle enloquecer,
inyectándole hebras de misticismo. Hubiera saltado toda la noche y hubiera
bailado como un derviche hasta exclamar: no puedo más. Sólo se preservarían
aquellos que fuesen en la nave de salvación conducidas por el piloto que empuña
la caña del leme del experto bajel. A los demás cuculatos o sin cogolla pronto
se les daría el finiquito. Estarían condenados a permanecer en su aristocrático
aislamiento. Tocaron a rebato. El señor de la leude convoca a sus merinos. Las
fronteras volvían a ser elásticas y permeables a todo tipo de gente. Nostramo,
maestro de la tolerancia y de las malas artes quería un melting pot. Era el
precio que el mundo tendría que pagar por la erección del gran Israel. Empieza
un tiempo inestable, de correrías y de incursión. Otra vez la amenaza de los
piratas berberiscos. Pero al rey y a la inquisición chitón, aunque no faltará a
estas alturas quien le tiente el vado. Siento ya la llegada de todo un cortejo.
De mayordomos, pajes, maestresalas. Había acudido a ruedas de iniciados, pero
sin demasiado éxito. Erifos era el responsable de que no madurase en sus
propósitos durante mucho tiempo. Las mujeres acababan llamandole "Mariona" Maricón o
diciendole otras cosas feas, pronto se cansaban de él, extinguido el deseo.
Pero vio a algunas que daban señales de locura y en su embeleso pronunciaban
nombres que no eran de este mundo. Una de bustos muy poderosos le tomó por
mesías o enviado del Altísimo y todo su afán era tener acceso carnal para que
le diera un vástago. No cesaba de repetir aquella frase de "Ha
llegado, ya ha llegado". Él ya habita entre nosotros. Y
tuvo tanta congoja dentro que le resultó de todo punto en aquella ocasión en
que Cupido le había sido tan propicio de consumar el trato torpe. Señales
primeras alarmantes del miedo a la impotencia. Luego estaba aquel picor que
enrojecía sus partes blandas. Llegó al convencido de acabar convirtiendose en
un palomo cojo, en lugar de sus pretensiones a alcanzar el grado de palomo
blanco, precisamente a estas alturas de la misa, cuando ya, perdido la libido,
fracasaba en todas sus aproximaciones a hembra; algo le funcionaba mal, las
partes elásticas no se estiraban. En las plantas de los pies también surgió el
sospechoso enrojecimiento aliado de un sarcoma. Lo malo de aquellas tenidas en
que se cantaba la llegada del Paráclito era que todas ellas derivaban en
orgías. El fervor religioso de los ungidos abría la puerta del desenfreno. ¿Es que
a los santos ha de estarles todo permitido? Esa era la regla sublime del
pelagianismo, secta española, que los elegidos por mucho que se esfuercen no
podrán hacer agravios al Señor. Hay barra libre y amor a todas horas.
-Ya lo sé. No me hace mucha gracia narrarlo,
hermanos, pero tengan en cuenta que yo únicamente escribo con un propósito
vencer al vicio del tabaco y a Erifos, que es el que más me cuesta. Lo demás me
es indiferente.
-El cuerpo se hunde en el pecado y de esta forma el
alma se purifica.
-!Serán tus cálculos porcentuales !
-Es mi embriaguez numérica.
-¿No conoces las costumbres de la Parasceve o pascua
judía que en realidad es un préstamo de las costumbres griegas? Parasceve (viernes)
es la preparación de la pascua sabatina, y parasceves eran
llamadas las veinte vírgenes que saltaban en las redolas o aquelarres, donde
yacían con los sicofantes. Si después de las bacantes nacía algún niño al cabo
de nueve meses, éste era considerado por profeta. Por eso el Profeta, que captó
onda, oía campanas y no sabía dónde, ordenó santificar ese quinto día, el de
Venus, a sus pupilos. No era tonto que digamos. Se lo puso fácil a los
creyentes y por tal crecieron las huestes agarenas como las arenas del mar en
apenas pocos siglos en detrimento de los seguidores del Crucificado que tienen
más áspero el negocio de la otra vida, donde, para colmo, se les recompensa con
salmos y con liras, santo aburrimiento y eterna quietud. Nada de manjares ni de
huríes. A san Agustín le regalarán con sus himnos los serafines llevándolo en
volandas de un lado para otro pero le negarán permiso para entrevistarse con lo
que más quiso en el mundo: aquella esclava nubia. Porque en aquel reino empíreo
habrá cesado de todo punto la llamada del deseo. Lo dijo Cristo: no habrá ni
mujer ni marido.
Habían desaparecido las chicas de tarifa; lo de
chicas es un decir porque en aquella hueste de izas y rabizas con más historia
en la villa de Nix, y que se resistían a jubilarse, porque las cantoneras, como
el obispo de Roma, no se jubilan nunca, de su esquina, porque jamás la
prostitución tuviese una aspecto más sucio y desagradable. Entre ellas, las
sufridas jornaleras del amor airado
había tres abuelas y una bisabuela. No perdían el tiempo jubilados
ociosos que cobraban el retiro en la capital, estaban cerradas las puertas del
Corte Inglés, no se veía a moros ni a polacos recostados sobre el alfeizar de
las jardineras de los tiestos gigantes del área peatonal junto a la fuente
central, retumbaban los tambores de Calenda. La escena tenía un aire como muy
surrealista. Un policía disfrazado de centurión romano guardaba la entrada de
un edificio de la calle La Cuesta. Velaba la tumba incierta de los que asesinó
aquella bomba yanqui-etarra. Un penacho de plumas de avestruz coronaba el
almete, su galea de hierro fundido de Arabia, y en la loriga ostentaba las
fasces y la bipenna de la divisa de su cohorte, con una leyenda que ponía en
latín: Harolianus comes Longini, legio póntica, manipulus
quatordecim ex Panonia (Soy
el centurión Hariolano, acompañante de Longinos, incardinado en la legión del
Ponto, número catorce, oriundo de Hungría). No era una de esas muchas
pictografías obscenas de las que empavesan nuestros muros sino una epigrafía de
innegable valor histórico. Había muchas nubes de variación diurna aquella noche
en el firmamento. Yo me sentía una hormiga a la entrada de un rascacielos. Iban
subiendo por toda la calle faroleros con tanta prisa como si al día siguiente
el profeta Halley fuese a estrellarse contra la tierra. ¿A qué
tanto azacaneo si todos los días son iguales y el turno de la vida es siempre
idéntico a sí mismo? Por muchas alharacas
el mundo seguirá girando sobre su eje. Le faltaba decir que fue testigo de la
muerte de Jesús en la cruz por todos los pecadores. Sí, la lanza en el costado.
Adoramos te, Cristo, y te bendecimos, que por tu muerte redimiste al mundo.
-Flectamus genua, - gimió un diácono.
-Levantaos- volvió a consignar el preboste y por la
extensa cúpula del cielo de aquella ciudad descreída y un tanto paniguada, pero
que tuvo un pasado muy grande, de sede de a cristiandad, resonó un motete, el
mejor de la polifonía del padre Vitoria. Era exactamente el de Caligaverunt
oculi mei. El
llanto verdaderamente fue como tierra a nuestros ojos. Entre la multitud
flameaba el penacho de otro centurión: Cornelio al que Jesús curó a la hija y
también estaba Jairo el hombre muy agradecido. Una mujer, que iba detrás de la
Verónica con el sudario en que se estampó un bello rostro varonil, portaba un
arca de plomo guarnecida de rubíes. Caminaba rozagante con esmero y
parsimonia mirando para los lados orgullosa de su trofeo. La carne sellaba así
el pacto de la alianza. Dentro del cristal había una cosa colorada y carnosa.
El prepucio del Señor¿El
auténtico? Sólo Dios lo sabe pues a los hombres hijos de la mentira su piedad o
su interés les traiciona en estas cosas. Buscan el Grial acaban estampandose
contra los diablos de la red propalando mentiras cálidas en su lenguaje de
perveo que me toca pero son ya muchos
trompazos y traspiés en las tinieblas esperanza de mi vida, amor que tuve
y llamó a mi puerta, no has venido, rota ya la promesa, y viejo y gordo y sin
arrimos, acabé en ludibrio de mis enemigos. No te has presentaste Alquinnhelén. No se ofreció ocasión de milagros ni se multiplicaron panes ni peces. Sólo el
pan amargo que me da mi mujer. Aunque convengo que en estas costumbres
supersticiosas que nos sorprende en el bajar y subir por la rúa del pasmo que
es pina y con bastantes baches mueven a devoción a los ignorantes, la grey
simple. Dan un poco de belleza y de ilusión en medio del charco. Buscan el mar
de Galilea y la piscina probática y acaban en una playa de Marbella con poco
horizonte donde hacen nudismo las matronas madrileñas y los recién casados de
medio pelo vienen de luna de miel desde el brumoso Manchester o la atascada
Liverpool y se emborrachan con coñác barato. Ya nos quedan pocos horizontes.
Pero Dios te ama. ¿Quién te lo ha dicho? Filaterías por la red.
Pláticas y disquisiciones que no llevan a nada. ¿Cómo
lo sabes tú?
Pero mi infancia fue una bella procesión alfombrada
de aroma y pétalos que caían desde los balcones al paso de la custodia portando
el sacramento. Escucho con el oído los himnos de Epifanía. Ahora en la edad
provecta conozco las espinas de aquellas rosas de antaño. La vida ha pasado
factura. Perdió la honda el vaquerillo, madre, y el perdió su senda por andar
a claveles. Se apagaron las lumbreras de JHS. Ya es de noche y se acercan horas
profundas de tinieblas. Suena el gemido en la pared de los lamentos. Dios
nuestro, Dios nuestro, ¿por qué nos abandonaste? Lo del prepucio era una impostura. Lo mismo
que el portal y el pesebre. La fuente donde la Virgen lavaba sus paños higiénicos que hoy denominan tampax. Sólo
nos queda el desfiladero por donde quisieron despeñar al santo de los santos
sus propios compatriotas después de un sermón en la sinagoga pero el cronista
nos dice que yendo entre medias de ellos logró ponerse a salvo. En cierta
manera se hizo invisible. Único procedimiento de salvación para tu padre,
Alquinnhelén, que es un perseguido, un topo en su guarida para los tiempos que
corren, amor. Hasta podría demostrar que él fue el mesías echando la vista
atrás y viendo lo que ha sido mi vida que tiene tantos puntos de contacto con
la suya por el lado de la pasión, persecución y taumaturgia.
Pero en aquel momento rechinó la voz atiplada casi
de eunuco de un príncipe de la Iglesia reconviniendo al coro por haber cometido
semejante atrevimiento. La Pasión de Cristo, dijo el gerifalte en italiano,
caía en lo políticamente incorrecto, un hecho tan lamentable como
impresentable, aparte de confuso e incierto. Su parlamento entristeció no poco
a un sacristán de Burgos, quien se limitó a exclamar en medio de la
resignación:
-Vamos, que todo fue una fábula, que nos encariñamos
con el invento, pero en todos estos siglos no hemos estado haciendo otra cosa
que adorar al santo por la peana.
-¿Y vos qué hacéis aquí?
-Guardar el sepulcro de los Caídos. Porto la
entorcha.
-¿Me das fuego?
-Hoy no se fuma. Se ha muerto Dios. No tengo chisquero
Al poco rato, vino un relevo y cambió la guardia. Lo
curioso del caso era que estando allí de centinela un centurión romano, testigo
de la muerte del Señor en Tierra Santa, no merodeasen a su vera los reporteros
ñoños del Canal Metropolitano para hacerle una entrevista. Esos se enteran de
todo. Por lo visto, los milagros ponen muy nervioso al gran jefe y no
interesan. Añafiles y tambores por la calle Igual y Ferreteros sonaban con más
fuerza. Las ratas gringo- etarras, dirigidos por Pólux y Castor con chapela y
de la casa de los Aizgorris (el uno, un leñador que profesó en un convento de
fraile, colgó la sotana, y se metió a agitador de masas, y el otro un banquero, con conexiones
oscuras en el estado de Idaho, que no tenía agallas para admitir su calvicie y
acaudillaba la tropa de insurrectos y de mambises por los predios várdulos,
bien arropado por el oro que manaba por las atarjeas del Capitolio allá en Sede
Baldea, donde se encuentran los libones
o manaderos de toda el agua sucia que corre por las alcantarillas del
mundo, una versión moderna de los campos de Haceldama y de los treinta denarios
del Judas) huían despavoridas al fondo de las cloacas. Mujeres con velo, muy enlutadas, cubiertas la
cara con una gasa, el gesto compungido, con pintas de señoras del ropero, y
ahilando sus trenos de comadres climatéricas entonaban: Amante
Jesús Mío y un orate dando muestras de evidente regocijo pasaba
los callejones, dándose golpes de pecho y no dejando de repetir con voz opaca: Ya
vienen, ya vienen, ya está entrando la fuerza. Iba siendo hora de que nos
liberaran. No era más que un vagabundo, un hijo de la
intemperie, pero ex ore infantium et lactantium...
-¿Por dónde?
-Están en Gamboa.
-¿Y a ti quién te lo dijo?
-Yo, que lo he visto.
-¿Cuál es tu nombre?
-Me dicen Sciuta, por
ser italiano, como la pasta boloñesa, pero yo me llamo Nicomedes Alarma para
servirle.
-A ver el bando.
-Yo no tengo bando, soy de los buenos.
-¿Quieres decir la contraseña, Sciuta?
-¿Y te parece poca tema lo que está pasando? ¿No es
signo lo que ven nuestros propios ojos?
Quedó maravillado Verumtamen de la sabiduría de
aquel azotacalles. Y convencidos de que no todos los que dicen Señor,
Señor y Amen, Aménentrarán en el reino, pero lo que más le indignaba
en aquel instante era la falta de decoro de las monturas de los escuadrones
corporativos, cagando espeso en plena calle. Las boñigas descendían desde su
cagalar cárdeno sobre los adoquines con lentitud solemne. Al ver aquella
emanación de excrementos no resultaba difícil imaginarse como caerían las almas
de los condenados en el infierno. Como boñigas a puñados.
- A un papa acaban de llevárselo consigo los corchetes
de Pedro Botero.
-No será ni el primero ni el último, que de ese
oficio están repletas las zahurdas de Lucifer.
-¿Es que no hay presupuesto en las arcas municipales
para que a los caballos de la escolta de honor les den un mal astringente con
todo lo que roban los de la gorra de plato? Y ese va con la vara de alcalde ahí
tan pancho y tan beato más que nadie. No
hay modo. Para laxante ya tenemos la televisión o las parrafadas que se marca
el bueno de Walabonso Hache Aspirada, que no quiero la jota que trajeron los
moros, y otros periodistas del ramo. Los
moros de la costa seguían arribando en las naves onerarias fletadas por los
negreros de Sede Baldea los que trafican con esperanzas humanas.Don
Walabonso, muy dado a las tercerías, el gallo de aquel corral de alcahuetería
de pleno derecho. Sciuta no se cansaba de anunciarle desastres múltiples.
-Al plato vendrás, arvejo. A todo cerdo le llega su
san Martín.
-Ya ves.
-Ya me dirás.
-Te pongas como te pongas, es así la cosa y veremos
en qué para,
Era la hora de los peregrinantes que querían
salvarse. Se echaban a los caminos por todo bagaje un ejemplar de los
evangelios de san Juan y se dispersaban como la fuerza absoluta del viento que
arrastra la fuerza de la historia a través de todas las rutas. No se
consideraban esto vagabundo marginales de la ley, ni perseguidos por sus ideas
políticas sino que iban y venían porque creían en Cristo redentor. Sus
recorridos se llevaban a cabo en demanda de una verdad suprema. Los castizos nunca se cansan de protestar. Pero no
había que fiarse mucho de esa verborrea, algo corusca y como hecha para pasar
por altoparlante, de los nixrasilianos, donde llevamos siglos pensando una cosa
y diciendo otra. Tiene tendencias adulonas el chulapo. Mucho cacarear y el
chotis no es más que un baile de importación. Se vive hacia el interior. Nix
Rasilis es un saco sin fondo, pero en eso se diferencia poco de París, de
Berlín, Roma o Nueva York. La llegada de los ramiros estaba cargando el aire de
paradojas. Dicen que le sufragan las potencias invisibles. Ello fue que aquel
día de procesión en el que el pueblo devoto (que la devoción, si da la vuelta a
la tortilla, es susceptible de trocarse en furia desatada, y la multitud en
turbas; ay de vosotros si el populacho brama inducido por los eversores de nuestra
tranquilidad, que han iniciado una revolución en marcha, y los evasores de los
dineros públicos que malogran en la
trastienda, los plumíferos venenosos, y los pisaverdes delante de una cámara veneraban a Nuestra Señora, La Dorada, cuya talla había aparecido misteriosamente
en el resquicio de unos lienzos de muralla que quedaron indemnes a la piqueta
del ensanche y a la debeladora acción de los gabachos, el personal empezó a
darse cuenta de muchas cosas. Don Walabonso no sólo era un burro de carga, sino
también caballo de Troya, dentro, en su panza se ocultaban agazapados fuerzas
de desembarco, ya están los teucros aquí otra vez, con armas automáticas
dotadas de lentes de infrarrojos para la visión nictálope tropas de asalto
nocturno pertrechados con el último grito de la parafernalia. Asistía a los
saraos catecúmenos escoltado por Columba
la Currada y lo retrataban los niños de la prensa rosa y otros seises de la
gallofa luciendo su tonsura de camándula. Podía ir a misa como acudir a una
danza de los siete velos. Se iba quedando calvo ende detrás, por la corona,
pero de fraile tenía muy poco, aunque decían que era Miembro de la Obra. Doña
Columba la Currada le preparaba trajes de adefesio para asistir a los desfiles
de la catasta, las copas de vino español y fiestas de gala. Vista por
televisión, la corte de sus majestades era una fiesta, pero cuando apagábamos
el receptor, no era más que un valle de lágrimas. La tristeza y la depresión
afloraban en las esponjosas confesiones por el móvil a la Escofina Morenaza,
que conducía una programa sólo para miembros de la Tercera Edad por La Voz de
la Espiral, que los castizos habían empezado a llamar Radio Vela Larga Macabra.
Allí las abuelas iban a contar cómo se lo montaban con sus novios después de la
guerra debajo de los chaparros. Se iba al huerto más que ahora. Decía una
gorda: a mí marido es que cuando me toca la mano es que me excito mucho, sabes
maja. Escofina Morenaza aguzaba las orejas como un pertiguero y otra señora
amenizaba la charla. Pues anda que si llega a tocar un poco más abajo, so
guarra. Su éxito de programación se sustanciaba en explotación de los
sentimientos por la mañana; por las tardes, morbo y violencia desangelada y
sexo a todas horas. Los que pudieran, claro es. Aquella ventana iluminada de la Espiral de Horrores
había penetrado en todos los hogares. Se hacía eco de la eversión con mando a
distancia. Era su objetivo que se rindiera el alcázar. Ya en las mejores
familia no se dialogaba.
El Hache Aspirada pronto nos transformaría a los currinches
en jota. Tendríamos que ponernos a correr por la pista de los diccionarios.
Anda. A ver. No podríamos a hacer aquí una etopeya de su semblante, porque la
prosopografía nos conduciría a establecer un parentesco entre la delicada
situación política por la que atravesaba la nación con la conciencia chirle de
aquellos venados. Era la vera efigie del cara dura. Cualquier día de estos le
van a soltar los mansos. Nos pasarán a todos la pluma por el pico, como es
natural.
- Acabarán todos en la cárcel. Ya verás cuando se
les baje. Dudo que nuestros políticos, buena parte del clero y sobre todos
nuestros plumíferos infames y con garras de cuervo, sean personas normales. ¿Por
qué no sacará Zeus Mavorte el rayo que los fulmine para librarnos de tanta
canalla? Mírale que repantigado va el muy cojonudo. Parece un mirlo blanco y
tiene ánima de quebrantahuesos. Ordeno y mando, sí señor. Tú enviaste a la
calle a tus verdugos y diste a los municipales y a los jueces de primera
instancia a que llevasen a todos los vendedores ambulantes a la canasta. Toda
una compañía de guindillas me rodeó impunemente y no pude saltar el cerco.
Adiós mis libros, adiós mis estampas. Se lo llevaron todo, oye. Lo sentí por el
icono de la Virgen de Kazán que me había enviado Asia Safina en una de sus
cartas. Monté en cólera y casi me pego con un guardia. Pero la Grande y Bella
consiguió hacer un milagro. Ella está muy por encima de los funcionarios
madrigados, los políticos de relumbrón y mantiene a raya a las fuerzas oscuras.
Si Ella no lo permite ningún guindilla se le subirá a las barbas, porque
aplastará la cabeza de la serpiente. Que no se me ponga ningún mal alguacil a
tiro. Yo les pido a los corchetes por Dios que no me toquen. Y no me tocaron ni
un pelo de la ropa. A mí también me cupo un día la suerte de sentir la
presencia invisible de la Mujer de blanco. No dormí en toda la noche pensando
en el desafuero del que había sido objeto. No dejé de rezar encorajinado. Madre
del amor hermoso, no permitas que se rían de nosotros.
A la madrugada
siguiente amaneció un hermoso día
fresquito de mayo. Cogí el primer autobús, que es el mejor caballo que
nos queda a los que somos de infantería y no me fui a pasear; me fui a reclamar
lo que era mío a la casa consistorial, entrando por la puerta falsa la que hace
chaflán con la calle Tirocinio y va a desembocar a la plaza del Desdén, muchos
soportales, tiendas de souvenirs, restaurantes donde te atracan, y bares con
fritangas de calamares a dos pesos el bocata, filatélicos, alguna tienda de
boinas en lo que otrora fueran caballerizas, y en el centro la estatua ecuestre
del gran monarca. Su montura, al no ser
tracción de sangre, sino de bronce fundido en fraguas italianas, no vertía
aguas mayores ante el concurso de los múltiples turistas que a todas horas lo
fotografiaban. La maldición de su padre parecía lanzar latigazos fulminantes
contra el plinto. Temo que me lo gobiernen y los gobernaron como les dio la
gana. Era demasiado pío, demasiado crédulo. Quizá medio tonto. Pero de ellos es
el reino de los cielos porque no responden a la provocación ni dan respuesta de
fuego o espada a los agravios. Los mártires no entran en la gloria por la
puerta falsa. Tienen que trabajarse la entrada. Conseguí mi
propósito sólo a medias, pero no hice mi viaje en vano, ya que si no saqué un
alma del Purgatorio, a Prisciliano Consorcio, alias el Sietecartas, que era por aquellas fechas hombre de al lado de
la Gran Concejala, le dieron un importante cargo en el Ente. El bueno del
muchacho que tenía una caída de ojos ni siquiera me lo agradeció. Pero de
ingratos está el mundo lleno. La Virgen de La Dorada hizo un milagro, que estos
rosarios blancos que yo reparto son una verdadera bendición. Vamos, hombre, que
no hay derecho, que me confisquen a mí mis estampas y mis rosarios de forma tan
aleve. Media Nix Rasilis y casi estoy por decir que las tres terceras partes de
aquel país llamado Istolacia se dedicaba al estraperlo, a la venta ambulante o
trapicheaba con las repúblicas hermanas. Era la voluntad de Sede Baldea, que no
nos quería muy bien, el poner de rodillas a los nuestros. Estábamos perdiendo
áreas de libertad a marchas forzadas pero ese había sido un poco el destino de
los istolacios. Cuando
abrieron los portones de la calle del Desdén y ya estaba yo contraatacando y
haciendo pasillo. Inicié mi contraofensiva celestial, girando los goznes de la
pesada máquina burocrática del Prytaneum Consistorial, pero aquel oscilatorio
movimiento de libración no surtió efecto alguno, camaradas. !Dios
mío, nunca me sentí yo peor! !Mira que caer tan bajo!: acabar vendiendo estampas poniendo los libros en la acera en espera de que lleguen compradores! ¿Qué
desea? Tal y tal. Eso no es aquí. De una ventanilla me mandaban para otra.
Había una lista de espera de tres kilómetros que aquel zaguán parecía la cola
del Cristo de Medinaceli. Un pirulero al que le habían confiscado un carromato
decía con su melodioso deje transandino:
-A no preocupar, señores, que no nos lo quitan todo.
Sólo el veinticinco por ciento del alijo confiscan.
-Menos mal.
- A lo mejor devuelven algo. Por ejemplo, si se te
han llevado el carro, luego te restituyen las ruedas o las teleras por ejemplo.
-¿Y el motor?
-Motor no llevaba, señor. Yo voy todavía por la
tracción de sangre.
-Hablas, cholito, justo como un personaje de una
telenovela de Vargas Llosa.
-Ese tiene mucho más dinero que un servidor, aunque
viva del cuento.
Más pólizas,
más burocracias, más papel de Estado. Me cisco en el que lo inventara. Pues
hazte la cuenta de que fue el conde duque de Olivares, el que encerró por un
mal soneto a todo un Quevedo en San
Marcos, y el San Marcos de entonces no es lo que es ahora, un hotel de siete
estrellas, con una sesión a la semana de frente a frente y comida a la carta
sin un calabozo con mancuerdas, pihuelas y todo. Pues un autor de Oxford le
sube por las nubes. Está visto que para ser historiador y que a uno le nombren
y le den premios hay que llamarse Eliot, chapurrear algo de castellano y decir
que los validos istolacios y los indortes son los precursores de los primeros ministros
británicos. Para surcar esta mar arbolada, para transfretar el piélago de
pasiones hay que ser un azor. Olvidemos de las cándidas palomas. !Valiente
cosa!
-Escríbame un pliego de descargos.
Lo escribí.
-¿Y ahora?
-Se le contestará por escrito y en su día.
- ¿ No me devolverán mis pertenencias? Eran
iconos, objetos religiosos, rosarios blancos fluorescentes que irradian una luz
tenue de fuego errante en la oscuridad y que protegen.
-Hable con el alcalde. ¿Es
verdad lo que dicen: que ha visto a la Virgen?
-Sí.
-Y )era guapa?
-Sí.
- ¿Y lo del fuego fatuo?
-Usted sí que un es fuego fatuo, mi sargento. Sólo
le hace falta la sabana y una cabeza de pulpo para hacer el fantasma.
-¿Tiene poderes de adivinanza? ¿Lee
las cartas del taró? ¿La guija hizo a alguien alguna vez?
-Higos tiene la parra del cura. Higos tiene pero no
maduran.
-Déjate de falordias y de pampiroladas y responde a
la demanda. ¿Sufrió su madre de eso que llaman los galenos
agalaxia? ¿Retuvo mientras criaba la leche en las mamilas? ¿Hablaste
igual que Mohamed en el vientre de tu madre y ya en el claustro materno
empezaste de repente a cantar lilailas?
-No, señor, que de tetas y de pornografía explicita
estamos ahítos en este país, pero los senos son estériles. Están ahí para
aparentar y para que la Lebruna los luzca cuando canta, y todos estemos
pendientes de su pechera y de ese pródigo canalillo con que la dotó Dios ¿será
todo suyo o los habrá reforzado con ayudas de silicona? y que exhibe en las
galas benéficas a favor de los hambrientos de Eritrea. Por lo demás, en la
maléfica ligadura tampoco creo. Lo que hice fue poner un tenderete en plena
calle, repartir de limosna estampas y rosarios. Eso no es acaptar ni pedir
limosna, ni creo que me apliquen la ley de vagos.
-La venta ambulante la prohíben taxativamente las
ordenanzas municipales.
-Pues yo lo hice sin mala intención. Soy creyente.
-¿Y no le da vergüenza? Parece mentira de ti, un
hombre con dos carreras y que habla cinco idiomas. Mira que ponerse a vender en
plena calle...¿No le da vergüenza? ¿Con
dos carreras?- insistía el suboficial, aquejado de titulitis, uno de los
prejuicios sociales y manías de grandeza, secuela del morbo de los visigodos,
más frecuentes y con el que desde niño nos marean, hasta convertirse en
tormento endémico, a causa de los intereses de casta por estos pagos pecadores, pero colorada
es toda sangre, hidalguillo, adveraba el Caballero de las Espuelas de Oro,
recalcando sus palabras con morbo. Me dieron ganas de liarme la manta a la cabeza y
empezar a romper diplomas. Si no es por la literatura y porque la utilizo para
juntar cargos contra los prevaricadores me vuelvo loco. Palabra.
-Eso exactamente es lo que dice mi señora, pero yo
no la hago caso. Es muy temperamental. Hay días que se pone contra mí como una
energúmena, una Euménide. Yo tengo que morderme la lengua, aserrar los puños y
hasta me acobardo, porque, de súbito, se me suben a las mentes todas las
amenazas y lutos de la crónica negra que cuentan casi regodeándose los
frecuentes asesinatos de mujeres a manos de sus costillas, esas lenguas en forma
de tijera de las cotarreras de los programa insustanciales que garlan sin
parar. Sale por esas boquitas enjalbegadas de maquillaje toda la freza de esta
sociedad faramallera. Quiero apeldarlas, tomar el tole, pero, desde que cayó el
muro, las huidas son a ninguna parte.
Lo global ha suprimido la condición de refugiado político. A lo mejor
resulta que soy un terrorista y vienen a por mí los gendarmes y me pasean en
helicóptero. Vagar y vagar como un vulgar zampalimosnas. De esta manera de las crónicas de sociedad
hemos pasado a las falordias del monte de Afrodita, a los chisguetes de
discoteca y a los polvos de la movida. Bajo el alar de esta masada,
antiguamente denominada Jáquima, la patria mía (el nombre viene del vascuence, dicen),
ya sólo cuecen desdichas y desfalcos. El azote de Dios no tardará en llegar.
Tan infaustos acontecimientos son cantados casi con un cierto refocilamiento
macabro por las gumías del panel informativo. No quisiera, señor guardia, que
mi nombre se viese involucrado en ese estadillo tan frecuente en nuestros días
como lamentable. Soy Verumtamen, latinista,
filólogo, hombre de bien. Mis manos nunca se han manchado de sangre. Y
aparte de eso están ungidas.
-Pues no para de meterles en la mierda- dijo el comisario
mostrándome una larga lista de papeles, registro de mi acostumbrado paso por
comisaria.
Cuando a las gentes les llevan por vez primera al
cuartelillo, a unos les da por llorar, llamando a su mamá, llevarse las manos a
la cabeza o por contar sus hazañas. Al bueno de Gnadio se le soltó la lengua.
Era de estos últimos. De remate, a todo acaba por acostumbrarse uno.
-No se ponga tan dramático.
-La vida es trágica.
-Hombre. Tampoco es eso.
-¿Cómo que no si la Lupa me trata con el desprecio que
toda hembra siente hacia el castrado? La tengo miedo. No por ella, sino por mí
mismo, no vaya a ser capaz de cometer un acto punible. Sus malos tratos, sus
vejámenes me sacan de quicio. Ya sabe, señoría, que una malcasada es una
herramienta de muerte, un infierno portátil. Y, si un día me calzo con el pie
izquierdo, acabaré poniéndome el coturno de la ira asesina.
-Irá Vuecencia a la cárcel.
-Ya. A la tiorma. A la gefangis, a la gaol, a las catacumbas. Mi vida son las cadenas por eso me
he aprendido el nombre de cárcel en todos los idiomas del mundo. Bajo ese signo
nefasto me parió el destino.
-En ese caso, puerta. Déjela. Tiene dos carreras,
habla varias lenguas, es hombre de mundo.
-Qué más quisiera yo, señoría. ¿Adónde
voy a ir yo a mis años, con estas carnes partidas, con este dolor de ijada que
a veces me llega desde la cintura a la rabadilla? Amén de eso, se me inflaman
con frecuencia los tobillos. Estoy para pocos trotes. En serio, me causan
pavura las noches al raso. Ya no puedo hacer lo mismo que cuando a los veinte
años me fui a París a la aventura cargado con un macuto de infantería que
merqué en una tienda de efectos militares.
Se le subía el gallo. Se conoce que al muy cabrito
le estaba yo sacando de las casillas. Se encaró conmigo furioso.
-No me llames señoría, leñe. Yo no soy un juez sólo
un humilde suboficial de la guardia urbana. Esto no es una sala de audiencia,
ni las cortes generales. Compareces ante un guindilla y a lo mejor antes nos
hemos visto las caras. A lo mejor estamos los dos en el mismo barco, pero lo
que pasa es que yo me aguanto, mientras que tú con tus dos licenciaturas a
cuestas te has convertido en un baldón para todos nosotros. El sargento
debía estar obsesionado por esa pasión hacia los titulillos y diplomas
demoledora, (she was a career
woman) resabio de las cuentas pendientes de la inquisición
y el forcejeo entre cristianos viejos y nuevos que puso en movimiento nuestra
mentalidad sui géneris encastilladas en los principios de un catolicismo
barroco en el que las máximas evangélicas andan prendidas con alfileres. Al
pobre vagamundos y vendedor ambulante le recordaba un poco a la tozuda de su
madre a la que le gustaba mucho hablar de carreras y de embelecos, y de
licenciaturas con matrícula de honor y toda esa inclinación facultativa de la
que hablamos, no para saber sino para ser más que los demás y para colocarse. ¿Por
qué? Porque ella quería ser más. Orgullo e casta se llama esa figura o tal vez
simple y pura comodidad, pero nunca jamás afán de progreso. Y todo para acabar
sin oficio ni beneficio
-Vapula (así llamaban a la mujer que me parió), eso
no está bien. Creo que es poco cristiano la forma como tratas a tu hijo. Dios
te castigará. Ya te pasarán la pluma por el pico.
Madre vapula a Verumtamen lo tenía muy aborrecido,
desde niño. Se pasó toda su vida haciéndole la puñeta, rebajándole ante los
ojos de las gentes, y el pobre aguantaba su acción implacable con mansedumbre y
gesto pío. Iba diciendo: "Con madres de esa calaña como la que a mí me ha
tocado en suerte sobran las madrastas" y
luego, sacando el rosario blanco, pasaba los dedos por los abalorios de
nácar. Cuando terminaba se quedaba
dormido, y en su letargo, en el pasmo de la soñarrera, se acercaba a su Madre
del Cielo que le había dispensado todo el cariño y ternura hacia él de los que
no fue digna la mujer que le parió por una de esas carambolas de la
biología. Los desengaños y golpes de su
vida le enseñarían que las mujeres amamantan, rompen la vajilla, recriminan,
hacen gorrinadas con quien les pete, atendiendo a la llamada del deseo, carecen
de lógica, son todo tubos de complicadas reacciones químicas, pero ya lo de
querer es mucho más difícil. Es para lo que están hechas. Verumtamen con los
padres medievales se preguntaban si tenían alma las mujeres. En caso de ser
cierto, ésta debía consistir sólo en un orificio. Su conclusión predilecta al
respecto se tasaba de esta forma: "Nos dan de mamar, pero no nos quieren y nos mal
gobiernan. Para ellas nunca dejaremos de ser sólo niños de teta cagones,
llorones, no nos zafaremos nunca de esta maldición de oralidad que nos persigue".
- Yo, señoría, no soy más que un pobre alcohólico,
un autor fracasado. Un dipsómano con la tres letras- divorciado, deprimido,
derrengado-. Pongo mis libros al borde del camino. No pido limosna, pero todos
me pisan y parece que quieren humillarme. Si no me hubiese protegido la Virgen
María, ya me habría muerto. Pertenezco a una orden mendicante en estos tiempos
de derroches, desigualdades e injusticias, que es la de la cultura. Me cago en
la leche, yo pago mis impuestos, y el edil me viene con esas martingalas.
-Repórtese, oiga. Pida audiencia con el alcalde.
Fui a hablar con
Cohombro, pero estaba reunido.
-Entonces pida audiencia con la concejala.
-Uy, esa. A buena parte fuiste a dar. Esa sólo da
mercedes catalanas. Cortesías y buenas palabras. ¿Qué
hago?
-Pues, nada. ¿Qué
vas a hacer? Pues, nada. Joderse, como está mandado.
Me aplicaron el artículos tantos, barra cuantos de
una ley que no me acuerdo de
enjuiciamiento criminal. No me daba por conforme. Estos tíos no se quedaban con
mis rosarios.
Había una
paloma, la primera de la mañana columpiándose en la barbilla de bronce de la
estatua ecuestre del tercero de los Felipes, hombre corto de alcances y algo parvo, "Temo
que me lo desgobiernen" pero muy devoto y propulsor en Jáquima del culto a
la Purísima concepción, palma sois excelsa, oh virgen triunfadora. Me
tomé un par de cazallas en una bodega que hace esquina a la Plaza de Decanos
con la calle Salsipuedes. Valor, hijo, me dije. Te enfrentas a todo el aparato
administrativo. Do not take a
no for an answer. No te rindas.
(Qué
más quisieran ellos que verte hecho picadillo! Cuélate por la puerta falsa como
cuando ibas al campo de las Margaritas en Getafe y te hiciste amigo del
conserje Pirulo que te dejaba pasar, y así diquelabas a placer. Todos los
encuentros gratis.
A mí siempre
me han parecido todos ellos personajes dignos de Dostoievski. Muchos de ellos
traen mirada de asesinos. Una enorme estantigua de locos repúblicos se había
metido a la procesión a acompañar el paso. Está claro que lo importante es que
te retraten. Chupar cámara, ser caldo de cultivo del Haronía (revista ilustrada que no ilustre), o del Matarratos
para tarados, pura pornografía mental cuyo redactor jefe es un
amigo mío que se llama Paco, y vender como alcahuetería tu propia carnaza.
Cinco millones del ala por presentar un coñac de marca. Cuando parla Coruña ha
de guardar silencio Puente Deume. He dicho que te calles, Laural. Que te calles
tú, Alicantinas. Ya es oficio muy redituable por cierto a la sazón fiscalizar
honras y ser indagador de vidas ajenas, y ahí los tienes a todos y a todas
garlando embelecos por la caja radiante heridos y como traspasados por el rayo
de un cierto fulgor monaguesco, lenguas descosidas. Por la boca muere el
pez. Ahí está esa redola de tíos y tías,
brujas con su cofrades, dándole duro que te pego, igual que las brujas de Monte
Pejín, lunes y martes, miércoles, tres, colocándole chepas a los enemigos, y
aguardando a los jueves que salen las revistas. No paran las lenguas viperinas.
Juliano el Apostata, sentándose en la plataforma rodante de los videoadictos,
ha devuelto las antiguas basílicas a los herejes y los templos de Jupiter al
demonio aunque no pudo devolver según sus pretensiones el de Jerusalén a los
hebreos aquejado por el mal de Babel. Venciste, Galileo. Han instaurado otra
vez el culto al cuerpo, sumidos en los blandos halagos de la carne perversa.
Don Frutos y Don Walabonso eran lobos de la misma
camada. Toda la cuadra está con cagalera y el capitán de Dragones lo mismo. Un
húsar se cuadró marcial ante el burgomaestre que se llamaba Cohombro y que
verdaderamente tenía la cara de pepino.
Nunca alzaba la voz, hablaba sibilante
expulsando el aire a través de su boca muy pequeña y como encajonada,
sin mover un músculo, sin descomponer el gesto, como aquel prefecto, un tal don
Marciano Monroy que tenía la mano tan larga y que le propició tantos sopapos
cuando era seminarista. ¿De donde salió ese cabrón? Creo lo trajeron de
Valladolid. Pero cuanto más callado más
temible. Metía unos puros que aquí te espero. ¿Quién
lo iba a decir con esa cara de rey del pollo frito y de mosquita muerta? Le
salía un tonillo de pito, pero hay que andarse con tiento y no fiarse de las
apariencias, que son tataranietos de los inquisidores. Su mala leche y el mismo
orgullo de tecnócrata habían hecho de su mandato un tiempo eficiente. Nada de
insinuaciones lascivas o revolucionarias aconsejando a sus pupilos el estar al
loro, o cualquier otra ordinariez que se le parezca. Don Frutos Cohombro
Perales no se andaba por las ramas. Había inundado la ciudad de inmobiliario
urbano, había hecho peatonales algunas arterias viarias que estaban muy
congestionadas. Activó los arbitrios
municipales de toda índole y la grúa y el cepo, terror de los conductores,
fueron, más que nunca, una amenaza.
Sin embargo, la oposición se tomaba a broma los
desvelos del burgomaestre. "Ése no es un cohombro, sino un nabo; no es un peral,
es un camueso". Escuchar tales impugnaciones, a su juicio injustas,
le cabreaba. Había pensado en huir, marcharse al desierto como los conversos, y
encontrar un agujero, una socarrena en la pared, donde meterse allá en el nido
de los silencios. Pero se constreñían
las esperanzas. Para tipos como él no quedaba ni un clavijero. Me da coraje lo
que me dicen, oye. Hay que ver lo injustos que son, pero a cada vaca su
cencerro, que decía Salomón. Eso me suena a colección de cromos. Ése lo tengo
repetido. ¿No habrá pasado por aquí la reina de Saba? No,
señor. Su majestad la emperatriz no viene en mi libro y vete tú a saber si en
realidad de verdad siquiera existió. A mí me ocurre lo que al primer munícipe
en la coyuntura del último otoño del milenio, que bebo los vientos por la verde
Erín.
En Irlanda me
amaron y allí fui alguien. Todo lo contrario que en mi país que para mí tuvo
mal fario y es gafe. Cambiaría todo el oro del mundo por un rincón para dormir
en Derry por los alrededores de la taberna de Sean MaCarthy, que era muy amigo
mío allá por los felices años sesenta. En cada hoja de los robles del jardín de
mi barrio veo un ángel blanco. En aquel tiempo yo iba por los pueblos
irlandeses con una guzla y todo el mundo me creía un fantasma que había brotado
del fondo de las aguas del Canal, trepando por los formidables acantilados de
Limerick, que se alzan a doscientos metros sobre el océano, alma de viejo
galeón rescatado de entre los pecios de
la Armada Invencible. Se me escuchaba atentamente y algunas mozas de pelo
encendido y de ojos verdinegros suspiraban de amor por mí.
- Ah The Spaniard!
He is nice, isn´t?
Algunas veces depositaban en el cuezo algunas
monedas. No soy un fantasma, ni siquiera el Monstruo de Lago Ness, les decía,
sino un amanuense de la vida que con la aplicación que le permiten sus
borracheras y a intervalos, escribe sobre el aire palabras que son como torres
sobre el viento, que luego se derrumban. Aparentemente carecen de sentido,
pero, luego me las traduce un serafín.
Cuando el ángel les da la vuelta, se transforman a letras de oro y quedan
grabadas para siempre en códices miniados. Hago constante la glosa del
Apocalipsis. ¿Tú crees que de literatura contigo pan y cebolla
serás capaz de vivir? decía la voz de la razón yendo a lo positivo y al grano,
pero como yo por aquellos días era un romántico trasquilado no me hacía cargos
de tan saludables advertencias, tenía la cabeza a pájaros, era joven y estaba
enamorado. No es que crea en que esto pueda, ni mucho menos, dar resultado, mas
(en lo
que durara!
"Carmina aurum
non dabunt"(oros y
versos son enemigos), asmaba el clásico y no asmaba mal, porque a Horacio no se
le escapa una, pero me lo paso bomba escribiendo tan pulido y aseado. Ya he
terminado de esta forma varios cantorales. El ángel que me acompaña dice que
son valiosísimos. Es tan bueno y comprensivo este ser celestial que muchos
días, cuando el lúpulo de las tabernas de MaCarthy o de O´Duffy (todos los
chigres de ese país tienen nombres muy líricos, y un arpa por enseña) se me
había subido a la cabeza, se hacía cargo de mi rabel. Empezaba a tocar solo ante la estupefacción
de los viandantes que no podían dar crédito a sus ojos, aunque Erín sea un país
mágico (lean a Cunqueiro). Caían más monedas al cepillo. Los lirios del campo
no se cuidan de qué comerán o con qué se taparán. Evangélicamente los imito. Me
conformo con la parte alícuota de niebla en mi redondel. La vida no es más que
un poco de humo que se disuelve en el aire. Esto me parece que nos sirve de
consuelo a los que lo pasamos mal en este mundo, pero garantía absoluta nunca
tendremos de que existe un plus ultra no la tenemos. Ya no tengo otro remedio que machacar a Shakespeare: "Life is a tale
full of sound and fury told by an idiot". Esto es: el ruido, la furia y el tonto del pueblo. A
eso se reduce el argumento de esta paráfrasis absurda. A veces vienen
parafrastes hinchando el perro- el que más ladre, Vargas Llosa y maricón el
último- pero todos estos cholitos grafómanos vienen a decir lo mismo, aunque
les den el Cervantes, oiga. Aquí nadie
tiene derecho a estar seguro de nada. Jupiter de vez en cuando me bombardea con
su mirada y envía a Erifos el de los pelos ensortijados y los ojos de avena.
Con sus embustes y haciendo caer sobre la tierra a una lluvia dorada (nada
tiene que ver esto con un anuncio porno en las páginas del Cosmos,
órgano de la desinformación y el desenfreno patrio, ese del que es director
Walamboso Hache Aspirada, amigo del Gran Sobrestante, ese que no da la cara,
capullos) sedujo a la virgen Dánae. En penitencia, el amo de los vientos les
puso el castigo de Sísifo, colocó a Iction en una rueda radiada de serpientes,
y a cambio nos dio contiendas, enfermedades, moscas y plagó la tierra de
mujeres. Ya está visto que hasta los dioses -randy buggers- no son
lo que se dice un modelo ejemplar que debamos imitar los humanos. Empezando por
Jupiter, Zeus, el gran dios falso que ha dado por lo menos el título al
verdadero, que como al falso llamamos Deus, y quis sicut Deus, proclama el
arcángel, pues tenía un comportamiento de cretino machaca arras, digno de
aparecer en un programa de tarde con Alicia la Vasta, esa personalidad
mediateca que basa sus morbosas intervenciones televisadas en preguntar a los
españoles que cuantas veces, y cómo y dónde su parienta se la jugaba, pues
Jupiter se lo montó con Alcmena, mandó a su esposo Anfitrión a la guerra y el
muy bellaco la hizo suya en su propio tálamo mediante un engaño, a los nueves
meses nació Hércules. No fue un comportamiento muy razonable que digan,
digamos. Ellos en el Olimpo practican el acoso sexual. Y si esto hacen los
rabadanes, el gañán no se va a quedar cruzado de brazos. A veces escucho gritos
demoledores en el subconsciente. Braman las Euménides, se afanan las danaides.
El tronido de la diosa hace tambalearse a los propios alcázares del Pentágono.
Papá, ven en
tren. No tienes que probar ni una gota de alcohol, Verumtamen. Eso es veneno
para ti. Tienes que combatir con razones las injurias. Y a ti te han puesto de
pus y de sangre. Para sobrevivir tuviste que hacerte pequeñito y, arrimado a los
pasamanos de una tasca, ya no tenías ningún peligro. Dejaste de ser un enemigo y
una amenaza. Si asomas el colodrillo por entre los resquicios de la tapia, con
toda seguridad te cazan. Lo hemos silenciado. Que coma hierba, que sea un
nombre nulo. Su imaginación era un volcán efervescente.
-Eres un primavera. You think too much.
-Really?
-Pues, sí. Lo mejor en verdad para ser feliz es
vivir y no pensar.
Quedó exhausto y maravillado de su parlamento, pero
cuando cogía carretilla se embalaba.Aunque no era demasiado creyente, las procesiones no
se perdía una. (Qué alcalde más figurante, valgame Dios!
-Dicen que es sevillano fíjate.
-Como el Conde Duque, y por eso aspira a dominar
al mundo.
-Tiene una mujer muy chula de ojos grandes,
preciosos y la cara triste como vaciada en porcelana, que recuerda a la
Macarena.
-Pues mira tú por donde a ver si va a ser la misma
-El potro de tu imaginación desbordante ya se va a
la empinada. (Qué cosas!)Tú ya
sabes a quien me recuerda la señora del burgomaestre?
-No me lo expliques. Lo conozco. Sé que eres pájaro
de un solo nido. Sólo se ama una vez.
-Marañón sostiene que eso es síntoma de virilidad. Y
que el Tenorio era marica, un impotente que tenía que resarcirse de su
impotencia haciendo cada noche una conquista. Amaba para la galería. En realidad
se amaba a sí mismo tan solo.
-Pues la ciudad se debe de haber llenado de maricas
con arreglo a eso que dice el insigne doctor.
Se puso a recitar unos versos del drama de Zorrilla:
Yo a los palacios subí; yo a las chozas bajé y en
todas partes dejé memoria infausta de mí.
Don Juan de Mañara, contra lo que piensan muchos,
llevaba dentro de su ampuloso chambergo rozagante de plumas de avestruz. En
realidad de verdad, tan sólo era un ala triste, un mercenario de capa caída,
cañón sin afuste. Pólvora en salvas. Eso les pasa a muchos. Se les ha caído la
carrillera.
-¿Que se le veía el plumero me quieres decir? Un
tenorio con plumas como Doña Bibí?
-Justamente.
No en balde llaman a Marañón el Salomón
de nuestra medicina. No se le escapaba una. Para diagnosticar una
enfermedad se fijaba en la configuración de los rostros. Cejas muy juntas,
loco. Frente ancha, inteligencia despierta, pero hombre engañador. Descubrió
las relaciones de la sífilis con la diabetes insípida, y la forma en que le
crece al varón el vello pubiano entre las ingles para determinar los grados de
masculinidad de un sujeto. Si esa mata se desparrama hacia arriba en forma de
vértice, señal de potencia sexual; en cambio, si forma como la base invertida
de un triangulo isósceles, afeminado al canto.
-Ya me estás preocupando, tío.
Había dejado Verumtamen de tener relación con
mujeres, y vivía lejos del baticoleo de la cosa pública, ese poso de amargura
que siembra de inquietud y de tristeza tantas vidas. No es más que la sombra
del instinto reproductivo, el cepo que lleva a hombres y mujeres al garlito. La
castidad que le parecía inconcebible en la juventud le había venido sola. Llegó
a ella sin esfuerzo por un proceso natural. Si tú la dejas un mes, ella te deja
un año. Los gallos habían dejado de cantar en los almiares, el tábano del deseo
había perdido su aguijón y, muerto el perro, se acabó la rabia. Aquella
inapetencia prenunciaba, sin embargo, el gélido sepulcro. Habitaba un cuarto en una pensión de la calle
Marilén y era feliz. Había vuelto a decir misa en latín en aquel altarcito del
aposento que la señora Amelia le había preparado con rosas de plástico y un
mantel muy limpio, sobre el que se alzaba un crucifijo de calamina y la talla
de una Virgen románica que se encontró en una poubelle o
pábulo (los franceses son finos y relamidos hasta bautizar las cisternas y
contenedores de la basura con un nombre tan pulcro) de la calle Lignitos.
-¿Y estas misas valen, don Gnadio?
-Sí, hija. Como otra cualquiera. Yo soy sacerdote
según la orden de Melquisedec, por mucho que no le guste al obispo.
-¿No será usted hereje?
-No, hija, no. Que voy a ser. Pierde cuidado. Cuando
yo consagro hago la eucaristía con tanta validez como el Papa. Otra cosa es que
esta consagración sea lícita.
-Pues consagre bien. Sus misas gustan a la
gente. A las de las otras iglesias no
van. Poco a poco tendrán que ir echando el cierre. Además, este barrio ha
dejado de ser cristiano, padre Gnadio. A Cristo lo dejan solo, adoran al
dinero, y tienen por sacerdotisa a Hécuba Piños, la que oficia todas las mañana
ante el ara de Afrodita.
-¿Y esa quién es?
-¿No la conoce? La Turquesa del Encuadre. Lo del
encuadre debió ser porque es toda una real hembra por lo bien plantada y lo de
Piños por sus protuberancias odónticas. Además, tiene el culo en pompa y
mediatiza, vaya si mediatiza. Es todo un veneno de mujer. Cuando se pone los
puños en los cuadriles y se cierra en jarras, no hay chulapo que la tosa.
-Muy echada para delante, querrá decir, usted, y muy
señora de su casa. Hécuba Piños, la verdulera médium aunque tenga a su
disposición toda una caterva de los mejores alfayates parisinos, loba
capitolina a cuyas ubres maman Rómulo y Remo, Pólux y Castor y toda una
cuadrilla de princesas y de actrices descolgadas a cuyas hijas procura colocar
lo mejor que puede, va de reinona por la
vida, astro rutilante, que se muere por el bien parecer.
-Eso es, pero un diablo de mujer. Se ha cargado ya a
siete maridos sin contar al primero que, sabiendo de cuernos, se tiró por un
balcón. El pobre prefirió la tumba fría al corral de bueyes de cualquier vacada
andaluza. No consintió que le echasen los mansos porque era una eral con casta.
-No fastidies. Esa historia me recuerda a la de la
bíblica Sara.
Doña Amelia le trataba con harto respeto y miraba para
él con ojos soñadores como si estuviera viendo a un profeta salvador que
anuncia calamidades y redención.
-¿Tú sabes bien lo que significa la palabra profeta,
mujer?
-No, señor, pero dígamelo v. m. que sabe tanto.
-Pues quiere decir profeta el que está mordido por
la inteligencia divina y el espíritu de Dios hace que rabien los corazones. Por
eso, los profetas siempre hablaron en nombre suyo. Hoy sigue habiendo muchos,
aunque no se ven.
El pueblo estaba cansado. Mostraba en el rostro la
tristeza de aquellos que se sienten conscientes de haber sido engañados. Sobre los veladores del Estibadio o Café de la Pompa
había sostenido largas discusiones acerca de este fenómeno, de la tolerancia
que es tiranía disfrazada, de la mentira sistemática que utilizan como un arma
arrojadiza los que ostentan el poder, pero ya le aburrían aquellas discusiones
de poetas muertos. El único personaje digno de confianza era el cerillero y así
y todo también debía de tener su ventanuco al cierzo.
-Esto no es un
Estibadio sino un humilladero laico. Debieran de rebautizarlo o
colocarlo el nombre de Valle de los Caídos. El dueño debería de cerrar el
negocio y sustituir la cervecería por una tienda de ataúdes.
-Tú deliras, Verumtamen.
-Hombre, muy bonito. Pero ¿no
habéis traído vosotros la libertad de expresión? ¿No se
puede decir lo que uno buenamente piensa?
-Para algunas cosas no- decía tajante uno que era
actor. Tenía el perfil de romano. Había trabajado en el reparto de algunas
adaptaciones de novelas de Galdós y de Gabriel Miró para la televisión.
-Si tú lo dices, pues estamos listos. Apaga y
vayámonos.
-Te voy a decir lo que tú eres -proseguía el cómico
bastante cargado de punto-. Tú eres un lebensracher, un enemigo de la vida como todos los de tu calaña,
aborrecedor de la especie humana.
Vio que era inútil discutir con semejante personaje
y se alejó. Sacar a la patrona en procesión era un acto cargado
de simbolismo. Iba por las calles céntricas del casco viejo bamboleandose (bajo
las andas y ocultos entre el paño y la cenefa se afanaban los palafreneros
penitentes que cargaban con la carroza sobre los hombros por promesa) entre
ramos de flores y exhalando un perfume de bendición sobre los muros leprosos de
los barrios derrotados, allí donde el lujo, el comercio y la mendicidad compartían
espacio.
-Mírala qué guapa va. Tira para ella un beso,
corazón.
Una madre aupaba en brazos a un niño de cuatro años
al tiempo que formulaba un deseo. El pequeño miraba enrededor con ojos asustados. Acaso no cupiera en
la mente por sus cortos años todo aquel ambiente cargado de simbolismo. Pasear a la Virgen se hacía ya en la edad media, si
sus moradores atisbaban algún peligro de invasiones, pestilencias, sismos, o
advertían ese clangor como de hojarasca pisada por los bosques del otoño que
siempre se escucha cuando Dios está disgustado con nosotros. Siempre se
hicieron aquí rogativas para impetrar la clemencia del Todopoderoso. Todavía
han de resonar los ecos de las místicas imprecaciones por las rúas de Areneros,
la Concepción y El Igual. Ciertamente, el tiempo no es sino algo convencional,
como un verso de Neruda, que habita tan sólo en la imaginación, pero la fecha
del año dos mil la teníamos todos en la cabeza. Cristo, escúchanos. Dios Padre
Celestial, atiende nuestros ruegos. Virgen Poderosa... Estrella matutina...
Espejo de Justicia... Trono de la Sabiduría... Ora pro nobis... Ora pro
nobissss. El clamor del silabeo ritual se perdía en el albeo de la calle. La
diosa fortuna iba a parir a un hijo muerto y ese niño que se asfixió en la
placenta no era más que el símbolo del término. Ha llegado el tren a la
estación de su destino. Los viajeros embarcados en una goleta adonde les
subieron sin pedirles parecer van a rendir viaje. Pero, también, el clamor de aquel milenio recién
nacido y recién trucidado por Herodes era como un día de Inocentes. ¿Quién
sacaba partido de cuanto se propalaba en los mentideros de la corte de sus
majestades, Gaón y Leda? Las grandes
superficies, las firmas publicitarias y la Cisura Hécuba, una de las danaides
comerciales, adonde van a par todos nuestros ahorros, pero también Júpiter
condenó a morir a Creso haciendole comer sus mismos tesoros. A algunos incautos
de nuestra época, sin saberlo, les espera el mismo castigo que al rey de Lidia:
reventar ahítos de riquezas. Que se sepa, el oro siendo tan apetecible no
representa un manjar comestible.
-Vivimos en una era de lo venal. Aterriza de una
vez. Si no sabes comprar o vender no perteneces al supo de los elegidos.
-Por eso hay tanto venado a las puertas de las
comisarías- dijo la voz del espíritu tratando de hacer un molinete
literario, una metonimia sin demasiado
acierto.
Los pavores del apocalipsis se habían convertido en
reclamo para la venta de productos. Como si no tuviéramos bastante con el paro
generacional, la violencia hogareña, el amor libre, el deseo inverso, las
madres solteras a las que ya no cabe recetar la píldora del día después, los
hijos ya crecidos haciendo el gandul en casa, donde se han hecho los amos, el
sabor a ti, los títeres animados, el Sida, la guerra de Chechenia (Grozni, por
haber petróleo, destapó la codicia de Hitler y fue la roca Tarpeya donde se
descalabrara su régimen que la codicia rompe el saco, sépanlo los informantes
desinformados que nos atiborran de noticias desde las páginas de Cosmos dirigidas por los babosos de Walamboso y de Columba la Currada, téngalo presente los gerifaltes de Sede Baldea y Supravia, eta a todas horas, la frase
hecha, la mentalidad pret a porter
ready made, los dramones cursis del Ginés Garfios, alias cara de
palo, antiguo director al que le condecoraron con un óscar, the winner is, ora pro
nobissss, cría fama y échate a dormir, la verdad es que está uno hasta los
felpos de tanta estatuilla, de tanto ir haciendo el ridículo por ahí, con tanto
autor internacional, tanto Tony Flag, me da un soponcio cuando canta ese
mafioso de Miami de voz tontorrona pero de oro al que llaman Coco Churches, tan
carpetovetónico que bebe la coca con cola por el piporro de un botijo pero al que se le ha acabado el carrete y ya
sólo vale para ceroferario adulador del Cine Matón con grandes repartos, lo
políticamente correcto, el cobrador del frac, la bulimia que nos devora y que
no es más que una manifestación de nuestro propio fracaso en la vida. Curamos
las depresiones camino de la nevera. Nos quieren encasquetar la idea del fin de los tiempos. Nos quieren
vender la burra mal capada; un operador turístico anuncia viajes en vuelo chárter rumbo a
las almarchas de Jerusalén, al Valle de Josafat para coger sitio de privilegio y presenciar el espectáculo
del Juicio Universal. Por una localidad de tribuna en los balates del Jordán se
pueden pagar hasta cien millones de pesetas. El dinero es muy laminero y
hoy televisar en directo tu propia
muerte o tu ejecución se cotiza a peso
de oro. Las leyes del mercado todo lo arrasan. Ni a la muerte ni a las
creencias respetan.
-¿Se va a acabar el
mundo?
A esa pregunta contestaba nuestro personaje con otra
ídem de lienzo:
-¿No le parece que está tardando mucho?
-Pues a ver si explota esto de una vez y nos vamos
todos a tomar viento bajo las farolas de algún enclave de Sirio, Andrómeda o de
cualquiera de las dos Osas, que cuanto más lejanas sean las constelaciones,
mejor. Así os pierdo a todos de vista. Creso murió del atracón de sus propias
joyas y a Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba, le mandó Baco que se bañase en un regatillo, el arroyo Pactolo, que desde
entonces porta arenas argentíferas. De la misma forma, las Pléyades se
convirtieron en luminarias del firmamento después de suicidarse. No hay muerte
que pueda llorarse tanto a lo largo de los siglos como la de dos diosas. Todas
las noches caen sobre el mundo en forma de luz muerta las lágrimas de las dos
hermosas olímpicas condenadas a llorar sobre las cabezas de los hombres.
-Tú no eres más que un misántropo, hijo mío. Arisco,
desecha tu atrabilis. Cuida tu aflicción.
Pensaba que el reloj de la plaza el Amparo empotrado en su bonito mirador a cuatro aguas
no era más que un ente de razón. Tenía la misma caída de ojos, si los
relojes pudieran mirar, que aquel al que
le regaló el rosario blanco y le dio suerte y
le nombraron Super director. Tenía la cara recién lavada. Había conocido
bastante relojes testimoniales a lo largo de su vida (el Reloj de Fairfax en
Oxford, el Papamoscas burgalés, el Big
Ben y la torre Eiffel, los relojes de arena en los exámenes de oposiciones a
canonjías) pero aquel era el que le resultaba más familiar. Ninguna sonería en
los cuartos de esfera mejor que aquél. Su libración era de las más perfectas. El centro topográfico peninsular, la vieja
Dirección General de Seguridad. Todos los relojes de su vida. Todas y cada una
de las cárceles y destierros. En eso pensaba en aquel instante. Ajena a sus memorias y remordimientos, la orquesta
de la Guardia noble seguía marcando el paso y atacaba Marcial
tú eres el más grande. Un sargento mayor barrigudo y petizo que apenas se
podía acordonar los botones de la guerrera ponía mucho esmero en la
interpretación, aplicación y discernimiento.El alcalde del pelo engominado seguía tan sonriente
y diserto. Su cariz anunciaba que era hombre satisfecho de la existencia. No
hay que fiarse mucho de las apariencias. A lo mejor, el hecho de que encabezase
aquella manifestación de fervor popular no sería óbice para que la procesión
fuese por dentro. Ganaremos las elecciones, iba
pensando el doctor Cohombro en el crítico instante en que zas, el caballo se
puso a mear. Miró para el tendido, pero tanto los espectadores como los
procesionarios no pudieron disimular un gesto de fastidio. Una niña de tres
años agitaba alborozada las manitas y con lengua de trapo chicoleaba la
necesidad fisiológica del noble bruto:
-Mira, mamá. Está haciendo caconas.
Venían por detrás cubriendo carrera dos hileras de
seminaristas, unas con roquetes y otros con sobrepelliz. Un subdiácono haciendo
de fámulo episcopal traía recogida entre los brazos el halda del señor
cardenal, un purpurado de buen bife y una sotabarba espesa y profesoral la cola del obispo. Era
procesión de capa magna. A renglón seguido, un clérigo de capa pluvial rociaba
agua bendita sobre las cabezas de la plebe devota. Varias beatas recibieron la unción lustral con mal
disimulados aspavientos de fervor y se persignaban devotamente como si aquello
fuese la rociada que les abriese la puerta del castillo de las Bienaventuranzas.
Sin embargo, un estudiante de Económicas observaba al pope con gesto mohíno.
-A ver qué va a pasar con esta burla. Padre, a mí
no. Yo no creo en Dios. No me bautice.
-Pues por eso mismo, hijo. Por eso mismo.
-Basta ya de exorcismos. Bien común.
De poco le sirvieron sus repulsas. Le cayó en plena
cara un cubo de agua bendita. El eclesiástico, exasperado por las
intemperancias del hereje o del caradura, volcó casi encima de la comba de las
cejas todo el acetre. Las beatas llevándose los dedos a sus labios macilentos
le ordenaron silencio:
-Chist, joven, un poco de respeto. Dios va en ese
trono.
-Yo no veo a Dios por ninguna parte. Soy ateo.
-Pues está ahí- le increpó un teísta con cara de
pocos amigos. Iba subiendo el tono de la conversación. Pronto tendríamos el
lío. Todos sabemos cómo acaban siempre los litigios de fe.
-Si tú lo dices.
El estudiante de Económicas era de los tenían
alergia al agua bendita. Los sietes sacramentos le parecían una engañifa y se
pasaba los exorcismos por la taleguilla. Sin embargo, se había chupado todas
las procesiones. Las de la Semana Grande, las del Corpus, las de la Paloma y
las de la Purísima. Todas eran lo mismo, pero daban espectáculo de balde y no
había que sacar entrada como para ir al futbol.
-A mí lo que más me gusta es cuando pasan las
manolas. Esas señoronas tan dignas, castas esposas. Alguna de ellas tiene más
de un revolcón.
-Ya están aquí las manolas, niños.
Con peineta y con mantilla el rosario con abalorios
de plata y el corpiño están como muy masoquistas. Humor negro. Carne de deseo a
la española. Parecen sacadas de un libro porno de esos del arte de la
disciplina inglesa. Les cuadra guiñar un ojo.
-Eres un guarro y un blasfemo.
Pero el estudiante seguía erre que erre, y cada loco
con su tema.
-Que te aspen.
-En esta vida ha de haber de todo.
Recordaba sus procesiones, las de Jueves Santo, bajo
la luz de la luna, asomada al balcón de la Canaleja, como queriendo aspirar el
aroma de las guirnaldas que alfombraban las andas de los pasos y escuchar el
lancinante quejido de las saetas, pasión honda entre el rumor del río
Rasemir. La ciudad, vestida de luto y
una siembra de cruces ante las murallas vigiladas por esas pupilas de la noche
constelada, que son las estrellas, enjarjes iluminados en la bóveda celeste,
balcones al infinito que trascienden los planos reales de espacio y tiempo,
montaba la guardia de torres como enhiestos lábaros alzados a la cima de los
cipreses encaramados y atentos vigilantes en las colinas. Al pasar sobre los
adoquines las cadenas penitenciales emitían un sonido cantarín, brumosa letanía de culpas
inconfesables. Desde las aceras los mirones fijaban sus ojos en los nazarenos
de los pies desnudos arrastrando bretes, pihuelas y eslabones. En sus rostros
se pintaba la conmiseración, la duda, la incredulidad y el deleite. Los
conventos abrían sus puertas y por el rastrillo de las tres cárceles abandonaba
un preso su celda camino de la libertad. Amaba la Jáquima errante, poblada de
castillos encantados, de minaretes con perfiles de media luna coronando el
chapitel y de ínsulas baratarias, que de
esta forma resultaba el país del irás y no volverás, pero siga la linea,
penitente, vamos en que estás pensando, zoquete, continuidad. Pues es verdad,
señor capataz. No me había dado cuenta. Se me iba el santo al cielo. El Hermano
Mayor agitaba el borde de su manto con mala leche como si fuese una fusta y
golpeaba los adoquines con su bordón de plata como advirtiendo a todo el mundo
aquí estoy yo. Parece que vas en Babia. Nada de miracielos. Los ojos bajos, el
gesto compungido y remiso. El cofrade mayor mandaba con la insolencia de un
arráez. Los penitentes no eran penitentes sino condenados a galeras. Pues vaya
un tío. Parece una pulga subida a un
elefante. No hay cornacas más temibles y fastidiosos. La fusta, hijos. Latrasto
no trajo los lirios acostumbrados sino el cachetero, las tenazas, el pilori y
los cepos envenenados. Subete al monte y escampa bonanzas sobre nosotros, Dios
clemente y encumbrado.
-¿Puedes con tanta cruz?
-Puedo.
-¿No necesitarás un cirineo?
-Ayudantes por ahora no. Gracias. No soy un
marginal, ni un perseguido. Hago todo esto por amor a Cristo.
-Pero la chola no te rige.
-Prosigo en la demanda de la verdad suprema.
Cada Semana Grande trataba de poner en práctica las
enseñanzas evangélicas. Es una filosofía donde las medias tintas no caben. Si
quieres conseguir la vida eterna, abraza tu cruz y sígueme. Vende todo lo que
tienes y dáselo a los pobres. Así de drástico. Los pulsos de la ciudad se
paraban por completo cuando aquel nazareno clavado al madero la melena caída
sobre las sienes doloridas y faldellín al viento subía las vargas de acceso al
casco urbano, por la ronda de la Muerte y la Vida. Era una sensación
indescifrable como fuera de contexto.
-Tú no eres secta, ni te muestras doctrinario, pero
posees un sentido estricto de la moral cristiana.
Subía por las dos Castillas, bajaba por
Despeñaperros. Aragón le acogía en sus
yermos de trapa con los brazos abiertos y recalaba en todos y cada uno de los
monasterios fantasmales, cubiertos de hiedra. Los tambores de Calanda tocaban a
muerto. Todos le tomaban como un santón. Entraba en las moradas y dirigía a los
que le acogían siempre con el mismo saludo. Las campamas de la Velilla se disparaban solas desde los ojos abiertos de las espadañas esspañolas
-Paz a esta casa.
Si no os quieren recibir que aquella paz que dais
vuelva a vosotros. Algunas buenas mujeres, las amas del cura, las monjas
clarisas le atendían solícitas, y Verumtamen les regalaba rosarios, imponía
sobre sus cabezas las manos y las enfermedades abandonaban al punto sus cuerpos
doloridos, entraba paz en sus almas. Una de ellas, la hermana Popada, llegó a
enamorarse de él platónicamente pero nunca lo dijo. Era una abadesa que vestía
con una manto azul color Grozni, los ojos muy separados y los pómulos angulosos como los de una calmuca.
-Popada, reza por este pecador.
Sus plegarias, que la religiosa dirigía
constantemente a las alturas, debían de ser agradables al Celador supremo,
porque el pobre peregrino salía a flote en medio de sus naufragios, las
celliscas y los truenos pasaban sobre él como si nada, no representaban ninguna
amenaza las visitas a las tascas donde siempre hay un filo de navaja cabritera
que se agazapa, y el ir y venir de los burdeles hebetados de miasmas y del
muermo del mal francés o las cagaleras de la sífilis le permitía entradas y
salidas indemnes. Un hombre que permanecía unido a Dios las veinticuatro horas
del día mediante la oración hesicasta (una frase constantemente repetida: Kyrie
eleyson) se sentía con fuerzas suficientes como para bajar
a los infiernos y no quedar atrapado en el fiemo de viscosidades del Leteo. Sus
niveles de conciencia que giraban desde el punto alfa a la purificación del
karma lo mantenían en un trance. En cada una de las personas que encontraba en
su camino veía un aura.
A unos les recomendaba el ayuno.
-Arroja la toxina que constriñen de venenos tu
organismo, suelta el ataharre de las riendas que tiranizan tu espíritu, abre
las cajas de los nidales y surgirá la paloma blanca. Nada de drogas, ayuna,
hijo.
Pero con otros era distinto y prescribía como
remedio el vino que cura las enfermedades del psique. Conservaba un magnetismo
su mirada, tenía poderes, veía por fuera y por dentro. Era el karma, algo que
se desprendía de su ser, dejando colgados como en las redes de una telaraña
invisible aquellos a los que miró. Popada se convirtió pronto en valedora celestial de
aquel mendigo de las parameras, un mendrugo en el zurrón, las Escrituras a
mano, un rosario con los dijes de petalos de rosa, y un frasco de agua bendita
contra la tentación y los ojos fijos en el horizonte, porque la verdad es
única. Para acceder a ella hay un solo camino que muy pocos conocen. Era
consciente Verumtamen de que Dios se alza como valedor de la inocencia. Podía
convocar a los muertos, tenía el don de hacer milagros. Se escabullía de los
perseguidores.
Al llegar a un lugar decía: Paz a
esta casa.
Si ellos la recibían, el amor descendía sobre la
morada hospitalaria en la cual era acogido. Mas, si de lo contrario, se lo
desdeñaban, el buen deseo regresaba al bendito, que se sacudía allí mismo el
polvo de sus sandalias y proseguía su camino sin más alharacas. Unas manos
invisibles pulsaban las cuerdas de ese insólito instrumento que es el alma
donde se toca día y noche el preludio de nuestro destino.
-Mi paz os doy, mi paz os dejo...
-Paz a esta casa.
-¿Adónde vas?
-Marcho sin un objetivo real, pero quiero rendir
viaje en Samarcanda.
-Eso está lejos.
-En el Caúcaso. Voy camino de Grozni, el refugio
final de los viejos creyentes.
-Hay guerra allí.
-Yo haré enmudecer las bocas de los fusiles. El
armisticio no está lejos, pero antes tendrá que venir un tiempo de expiación.
Cuando se termina una ruta, esto quiere decir que otra está a punto de comenzar.
Hablaba en clave, utilizando los ambages de los
staretz predicantes de la verdadera Ortodoxia. Guardaba su pecho como un viejo
talismán que a su vez le servía de defensa un texto de los evangelios
sinópticos, pero sus niveles de percepción no estaban en conflicto con los
arcanos de la sapiencia hermética. Thoth, el dios egipcio con cabeza de ibis y
cuerpo de hombre, inventor de la escritura, y actuario del pensamiento
olímpico, pues era el escribano de Zeus que levantaba acta de sus reuniones con las demás divinidades,
y que escribió el libro más antiguo que se conoce, el del Papiro Thoth donde yacen las claves que explican el universo,
eran uno de los puntos de referencia.
-Tiene -tronicaba para sus adentros- que haber un
punto donde se reconcilien los saberes prohibidos y la Vulgata. El Galileo fue
el enjarje de la bóveda abismal del edificio trinitario que construyó Hermes
Trimegisto. Sus enseñanzas trinitarias ya estaban catalogadas treinta siglos
antes del alumbramiento de Belén. El anuncio de su venida estaba escrito en las
estrellas. Y fueron tres magos caldeos los primeros que vinieron a prosternarse
ante él, si bien los suyos no le reconocieron, y Herodes quiso matarlo.Se había
emasculado por a mor a Cristo como los buenos skopzi del
misticismo ruso, como el monje Sergio que retrata Tolstoi quien prefirió
cortarse el muñón de la mano con un destral antes que consentir a la tentación. Los pájaros del camino gritaban amen,
amen, amen y en las quintanas y alquerías se escuchaba como
una detonación triunfal, un grito de resurrección, el canto del gallo. Era el
anuncio alectórico de la llegada del peregrino. Soy un cristiano viejo, un
antiguo creyente, pertenezco a la Hesperia de antaño. La sociedad me declara
ahora mismo material sobrante. Entrada la tarde, vio un petirrojo que a su lado le
seguía posandose de rama en rama y cantaba en inglés algo que le era
entrañable. Proyectando en sus vibraciones
telúricas aquel torzal encaramado sobre el real laurel de Oreanda, proclamaba
al viento la nostalgia del amor infinito que sintió por aquella mujer que
llevaba el cielo en los ojos y toda la seda de Arabia en su piel:
- I am a robin. I am a robin from Hornchurch. And I
bring you news from your girl
-Where is she?
-She is dead, I am
afraid
-)Y los muertos dónde van, eh?
-I don´t know,
good pilgrim. No sé.
En los corrales de las Luiñas anunciaban con poderío
los gallos asturianos, los más bravos y solemnes mastos de las Españas.
Mediante su algarabía de triunfales quiquiriquíes llegaban vibraciones de otro
plano muy superior. !Oh amables espectros que llenan de sentido la vida
de un hombre olvidado! Una voz le anunciaba secretamente al peregrino que los
que mueren en el Señor no mueren eternamente.
El canto del gallo le afianzaba en tal convencimiento. Promesas del
credo que no permitirán la engañifa y las trampas saduceas. Todas esas
tahurerías de las novelas de los nuevos autores. Avanzaba con él una muda
procesión de guerreros de piedra.
-Tu perteneces al mundo de antaño. Llevas en el alma
el divino caos del que todo surge y se entrelaza como la trascoda del arpa o
del violín.
-Oigo sones.
-Así tendrá que ser.
Un mirlo se había posado en las quima de un enebro.
A lo lejos se divisaba la ruinosa
atalaya sobre el cerro y el camino que serpeaba en su demanda.
-¿Cómo se llaman esos raigones de muro?
El sol de la tarde jugaba a emitir lucero desde las
torres desvencijadas. El porte de la cruz seguía siendo de oro macizo y tan
escarpada que a ella no podrían acceder nunca los ladrones. Ni los furtivos
cazadores de almas, ni los pastores lobos disfrazados con piel de cordero.
-Fueron parte del claustro de un monasterio dedicado
a Santa María.
-Cisterciense, por supuesto. Un verdadero bastión de
la cristiandad. Se han derrumbado antes de que lleguen a él las reformas pero
un día resurgirá.
-Nuestra fe no es tiránica, pero los periódicos
están haciendo una caricatura de ella. Es un acto libre que respeta la razón.
Los libelistas al uso la están dando, en cambio, la vuelta.
Sobre una piedra le llamó la atención el texto de
una inscripción vieja en latín: "Hispanos Deus aspicit benignos". Era una frase de Prudencio el panegirista.
-Por desgracia, la Iglesia de hoy entregada a sus
enemigos por un primer páter que vino del frío y es un caballo de Troya en
lugar de baluarte ha dejado de ser pósito de la sabiduría. El síndrome del
templo vacío... que no era un padre primero sino el último de los padrastros y
le seguían llamando pepe, esto es papa. Padre putativo.
-Ya. Quizás sea todo eso porque ha llegado la hora
de las tinieblas.
-Ahí está el verdugo con su cachetero. Viste todo de
blanco, pero debajo del manto oculta el mandil verde del matarife. Se mofa de
lo más sagrado, hace causa con el enemigo. No es que el que se mueva, no sale
en la foto, sino que aquel que bulla lo envía a salud mental. ¿Dónde
se ha visto un papa feminista, un pontífice romano que haya dicho que Dios es
hembra, y que se haya arrodillado ante el Muro de las Lamentaciones para pedir
perdón a los judíos por haber matado al Salvador? Está loco. Por condescender
con los Rosacruces de la familia Escudo Púrpura, muñidores de todas las
guerras, declara abolida la crucifixión, y proclama dogma de fe al Shoah. Trata
de congraciarse con los vencedores. Voló a Jerusalén para impartir sus
bendiciones urbi et orbi al nido de las víboras.
-Han acabado con el hilomorfismo. El mundo ya no se
compone de materia y forma. Es sólo materia.
Aun quedaban muchos rabos por desollar, pero ya
entonces presentíamos que la concepción del mundo que no se enseñaron estaba
próxima a rodar. El sistema ya no correspondía a la realidad de aquel momento.
Nuestra forma de pensar se estaba haciendo añicos. Habíamos sacrificado la
horizontalidad a la verticalidad. Sin embargo, yo me sentía por aquel entonces
vencedor de nubes y de brumas. El jefe de avanzadilla me advertía contra los
postulantes, pero yo me preocupaba por aquel entonces de minucias. Meaba igual
que un padre de la Iglesia.
-Os educaron mal. Te decían: Para
una buena educación sexual nada mejor que el miedo al infierno y una
alimentación a partir de féculas. ¿Pureza en los seminarios? Nada mejor que el terror
al infierno, judías verdes y sopa de fideos, pero me parece que esta educación
tenía poco que ver con el Espíritu Santo. ¿O sí?
-Eran una corolario de nuestra imbecilidad
dogmática.
-Ahora todo ha cambiado.
-Hasta el concepto del pecado. Y la estupidez es
como el gas. Ocupa todo el espacio disponible. Ahora por el contrario nos
encontramos frente a un ambiente pan sexual y sicalíptico. Allí me hicieron
alcohólico. Un año más y hubiera acabado en marica. Sin embargo, fue mi lote
elegido.
Caminaba, ya rebasado el ribete que separa a las
Luiñas del Uncín y no hacía más que recordarme de aquel primus páter de la
esclavina blanca, buen actor de gestos maximales pero con una voz como con
ronquera y de timbre muy desagradable. Sobre todo cuando decía aquello de queridos
hermanos y hermanas. Este no
quiere a nadie. He sounds funny and he
sounds phoney. Definitivamente,
de la piel del diablo, no es más que un farsante. Intrinsecus sunt lupi. Flaverunt venti, y las hierbas de los prados recién segadas alzaban
sobre sus regazos maternales la copa prodiga y trinitaria del trébol, mientras
los maizales de la llosa contigua a la casa empezaban a enverar bendiciones de
granazón en verdes y amarillos excelsos. La peregrinación le curó a Verumtamen
sus langores. Et inimici hominis
domésticus ejus.
Iba por el mundo con la mano seca y arrastrando su
cojera de místico bordeando los caminos ígneos, enfrentándose a la incredulidad
de sus paisanos (ese era el drama) que al verlo al frente de las masas,
haciendo milagros, se preguntaban si no se llamaba María su madre y eran sus
hermanos Jacobo, José Simón y Judas. Tuvo que pechar contra los prejuicios de
los nazarenos. Et sores ejus nonne
apud nos sunt? Hubo que pasar el freo. Habete fiduciam, ego sum, y apareció de pronto Jesús caminando sobre las
aguas, y no se cansó de repetir durante aquel tiempo: guardáos
de la doctrina de los fariseos y de los saduceos. El
pp viajaba al frente de ellos. Era el jefe de su facción que no pretendía
volcar la cruz y poner la religión del revés auspiciados por sus judigüelos
marchantes y asentistas de medio pelo, sus ministros todo terreno y sus
sátrapas, salpicando la inocencia de culpas postizas, llenando la imaginación
de simulacros, trayendo el fiemo (que a
todas horas, el postre; a la bestia le gusta regoldar calamidades y revolcarse
en el fango, porque lo que aquí más vende es el morbo) y cerrando las puertas
del cielo a cal y canto y abriendo por el contrario las del infierno.
-Él va a Jerusalén a pedir perdón a los fiscales que
otorgaron el deicidio, y tú marchas camino del Oeste. Busca el canto de los ángeles del pórtico de
Compostela.
-Es lelurión, falso arcipreste, enfrascado en copas.
-Dirás Don Opas.
-¿Y a qué va el obispo de Roma a todos esos sitios?
-A retratarse. Sólo a retratarse a tocan. Es la hora
del lobo. Con él viaja una escolta de rabinos, de obispos libeláticos y de
cardenales impostores de la curia.
-A mí más que sicofantes lo que me parecen son
capones recién salidos de la jaula de un corral de palomos blancos. Queda mucha
tela por cortar ya que sobre ese gallinero que es el Vaticano no está dicha la
última palabra. Muchas sorpresas se llevará más de uno el día del juicio
universal.
Tuvo que pensar en Ivan Ibañez, aquel pobrecito
habitante de una ciudad dormitorio, ilota en la casa de la que no era sino
señor y de la que entraba y salía con las orejas bajas, expuesto a los
improperios de la Euménide, los insultos de las hijas o los palos del
primogénito. Aquella esperpéntica familia era un auténtico modelo paradigmático
del extremo al que habían ido a parar las cosas por conducto del parlamentarismo
guirigay, mentiroso, truculento y cañí. El esposo y marido maltratado, lleno de
agobios, vivía encerrado en una mazmorra en el garaje rodeado de sus queridos
libros, esa galaxia de papel que nos lleva siempre por la vía láctea de los
sueños hacia el infinito rescatandonos de esa maldita mujer con la cual,
convertidos en letra muerta, ofuscados o sonámbulos, nos casamos. Nos podréis
insultar, traidoras, poner nuestra honra al retortero, decir que somos flojos o
borrachos, y protestar acerca de cuanto sufristeis, pero esta escala de Jacob
de la literatura nos lleva al cielo rescatandonos de las llamas de estos
infiernos portátiles en los que queréis chamuscarnos, los hijos crecidos y en
casa, bien alimentados, que le han cogido el gusto a la nómina. Ellos se quedan
y nosotros nos vamos. Lo que ocurre bajo el cetro del rey Gaón y de la reina
Leda por estos pagos no se vio jamás. Esto se ha convertido en el país de las
maravillas, del irás y nunca volverán, donde amamantamos a la prole hasta
pasados los cuarenta. Vosotros, duro quejaros de la prensa del meneo y disteis
en el bulevar del cotorreo. Camándulas, así no se puede vivir. Raza de víboras. Mientras Gaón I y Leda, la Gálata, moraban en sus
palacios, el sanedrín emplazando las baterías y eligiendo lo mejor de sus destacamentos aptos para la guerra
psicológica mandó sacar a las liebres encamadas. Eran tan fieras que en defensa
de sus lebratos que hicieron frente a los galgos y hasta les acogotaron
incluso. Detrás de él siguieron los perdigueros, pronto perdieron el rastro.
Los hierofantes del Consejo Oculto no pusieron a parir a las mujeres, sino todo
lo contrario: las ominaron con la peor de las condenas, esa que desparrama la
función genésica impidiendo concebir, con la ligadura- hasta la misma palabra
tiene mal fario de trompas, pero mientras las mujeres de las Hespéridas
mandaban hacerse por los tocólogos raspados de matriz, las lechigadas de las
conejas, por lo innúmeras y frecuentes, pronto llegaron a ser temibles. No
dejaban de crecer. Se consumaba así un castigo bíblico. Nos abarrotan, nos invaden. Ya llegan,
presidente, y esa fue otra. La explosión demográfica se convirtió en la octava
plaga que sufrieron los súbditos del faraón, en este caso, los vasallos de sus
majestades don Gaón y doña Leda. Un correctivo divino a vuestro egoísmo. Para
que os vayáis preparando.
-Y ¿cómo están tus harenes, Majestad?
-Colmados de esclavas recién llegadas del tercer
mundo (colombianas, centroeuropeas, rusas) pero hay mas oferta que demanda en
esta tierra de pecadores. Muchas de ellas, esterilizadas y ellos, eunucos.
-Malo.
-Según y como. Aquí nos lo pasamos a lo grande. No
hay más que escuchar a ese escritor de thrillers.
-¿Pues qué dijo?
-Que hay que follar todo lo que se pueda.
-Muy moralizador ese chico.
-Es millonario. Gana dinero a espuertas, pero esos
son los que triunfan en esta corte llena de gente vasta. Cuanto más grosera más
la encumbran.
-¿Y tú por qué no haces lo mismo, nostramo? Deberías
tomar la iniciativa, en lugar de pasarte la existencia lamentándote.
-No puedo. No puedo.
-¿ Es la Gallina que canta después de asada? (Bah,
paparruchas. No me vengas tú ahora con
que eres impotente.
-Media Hesperia se siente impotente de la otra
media. Por eso acaso nos matamos. Por rencor.
-Sois cristianos.
-Eso nominalmente, pero aquí nadie cree ya en nada.
El eretismo del hermeneuta, así como su curiosidad,
por una vez estaba tocando fondo, lo que no fue óbice a que con mayor denuedo
siguiera la cadena de sus razones.
-Desde ahora ya no os declaro marido y mujer. Este es mi veredicto: vosotras seréis
machorras, y vosotros, impotentes.
De las profundidades del Leteo y de las cavernas de
la laguna Estigia no pararon de saltar liebres hasta tal punto que la tierra de
los conejos pronto empezó a repoblarse de estos mamíferos lepóridos que, a
diferencia de sus hermanos de especie, no vive en madrigueras sino que se
encaman a la buena de Dios. Como las mujeres no parían, tendrían que hacerlo las
liebres y las conejas. Por el sur, cruzando a nado el Estrecho, o en almadías
arribaban todos los días a las costas centenares de rifeños huyendo del sol y
el hambre africanos, decían los escoliastas, pero traían oculta en un armadijo
de proa la bandera verde de Mahoma y un retrato de Abdelkrim y otro de
Almanzor. Somos los sucesores de los
almorávides. El moro sabe esperar. Un joven político de Nix, que se llamaba don
Porcionero Porción, de bien pobladas cejas, cantaba las delicias del mestizaje.
Aquí lo que conviene es mezclarnos unos con otros. Viva
don Porcionero Porción, tribuno de la patria, el hijo de ser quién vos quien
sois, acogedor de calamitas, que abría la puerta al moro de rondón. Hécuba
Piños Puños, la bien puesta y plantada, y Columba la Currada jaleaban su
proposición.
-Y ahora que estamos todos reunidos viva la madre
superiora.
Dicho esto, Porcionero Porción se lió a construir
mezquitas como un descosido. Las iglesias católicas quedaron desiertas. Cristo
fue declarado persona non grata a efectos de un bando del Sanedrín que obtuvo
el nihil obstat de Roma. Era una invasión perfectamente preparada desde las
covachuelas del Departamento de Estado, con visos de maniobra filantrópica, y
un castigo por los pecados de una nación aquejada del morbo visigótico, que se
acordaba de don Rodrigo, su cava y su sombra, traicionado por aquel obispo
felón llamado don Opas, el papa de los españoles en aquella aciaga hora, que
también condenaba en sus sermones la xenofobia y el racismo, pero resulta que
por dineros y presiones se entendía con el agareno bajo cuerda. Fue merced a su
perfidia, a su perjurio, a su inadvertencia, o lo que fuera que empezó el
sacomano. No se podría rechistar. Un grupo de ciudadanos beneméritos tuvo la
osadía de presentarse a parlamentar con el delegado gubernamental, virrey de
pacotilla, espantapájaros federal, en su palacio virreinal recién inaugurado y
que le había costado al contribuyente sus buenos táleros, que a ver qué pasaba
con tanto guiri, don Porcionero Porción les dio a los que protestaban en to los
morros con el libro de la Constitución. En efecto, era tan avieso que permitió que se
repartieran entre todas las vírgenes y mozas en edad de merecer de aquestos
reinos un pirulí con radio galena a pilas para que por las mañanas escucharan a
la reina fondona, buenas cachas, bien se conserva aunque hay días que no está
tan radiante, le salieron perigallos por el pescuezo, madama Cuadriles, Hécuba
Piños (que se escribe con hache de how are you) y así todas, a chupar del bote. En un apuro, podían utilizar dicho objeto de
consolador. Todo con tal que no quedasen encinta. Si tras algún desliz daba en
preñada una, se la enviaba a abortar a Londres.
-¿Y ahora qué?
-¿Es que no os gusta chupar del bote? Todas con buenas pagas, hasta un maromo y una
opción de cambio de sexo a cargo de los presupuestos y aun así no os veo muy
conformes.
-Pues no. Aquí lo que queremos es uno como ese que
dicen que es conde.
-Y a fe mía que nada esconde.
-Sea él quien nos acueste y nos levante. Queremos un
hijo suyo, que venga el conde y nos dé el chupa chips. Pague el gobierno. Que
haga con nosotros lo que quiera, incluso madres.
-Oye rica que madre se escribe con m de mierda.
-Y eme de muerte y de matrimonio. Pero por favor no te pongas a esgrimir tus
facultades. Podrás sera manca de las trompas de Falopio, que te las has ligado a
que sí, pero la lengua la tienes muy larga.
-¿Más larga que el pene de ese novio italiano con el
que sueñan las viciosas españolas este verano?
-Tres centímetros, serrana.
-Barrunto que os va a poner perdidas, hijas de mi
vida.
-Con barretas, boceras y todo seremos capaces de
alzarnos con la exclusiva. Ahora mandaremos nosotras.
-La madre que os parió. No tenéis remedio.
-Parir dices. Esa palabra ni por pienso. Dar a luz no
se estila. Es peligroso para la salud. Hijos los que nos permita la nómina y
todos en adopción.
Por tales denuestos se colige que se habían vuelto
infames las señoras. ¿Quién era la que a estas mujeres tan pudibundas y
castas, antiguas alumnas de las Teresianas o de las Damas Negras, que fueron
educadas en colegios de pago, y eran como muy tímidas y modositas, les había
comido el coco? Iban para santas y acabaron en mesalinas. ¿Cómo
pudo suceder en el curso de tan pocos años ese vuelco en la mentalidad y en las
costumbres?
-Hécuba Piños, eres toda una circe. Un día las vas a
pagar todas juntas. Te las darán todas en un carrillo por guarra y jacarandosa.
-Por mí que se vendimie - contestaba aquella
agustina de Aragón de los platós, comisaria del nuevo orden.
Verumtamen sólo se lo explicaba mediante la parábola
del sembrador. Salió un hombre al campo y sembró trigo, pero luego vino el
enemigo y desparramó cizaña y la cosecha se malogró.
Con su amigo Ivan Ibáñez habían discutido sobre el
tema arrellanados detrás de los veladores del Estibadio, de la Taberna de Agustinos, o en el Café de la Pompa, de los
que eran asiduos contertulios, sin llegar a una conclusión evidente al cabo de
consumir jícaras enteras de calimocho y
jarros de esa cerveza infame que se despacha en las tascas de la ciudad
de Nix, cuyo viento, siguiendo el dictamen de la paremia al uso, es lo que dice
la gente, que no sabemos si será verdad, tumba un hombre y no apaga un candil,
lo mismo que su morapio alborota el cerebro y deja los higadillos hechos polvo,
y más de una frasca, y más de dos, de tintorro nos habíamos echado al coleto él
y yo. Queríamos arreglar la patria y acabamos todos igual que piezgos. Nada,
que no hay salida. Esto no tiene solución. Por todas las barriadas, los centros de acogida, los
estudios de grabación, que habían sustituido a los púlpitos vacíos, los estados
mayores, sólo se escuchaba una frase que cual grito de guerra sonaba en lo alto
y en lo profundo, en lo ancho y en lo largo, por tierra y por mar, fuera, en
los corrillos, y dentro de las conciencias: Hijos
sí maridos no. Subía por la calle mayor toda una turma escogida
con lo mejor de cada casa y yo en mi ardura veía de nuevo a mi patria bajo el
yugo extranjera, las aras de mi iglesia profanadas y todo aquello por lo que
luché y todo cuanto amaba puesto del revés, mi arca de Noé flotando en aguas
válidas. ¿Durará mucho la fiesta de las encenias? Tanta
vacación cansa.
-Todo se hizo por su orden, todo quedará bien.
Vivimos en una sociedad lúdica.
Era, pese a
las seguridades oficiales, una exhortación a las barricadas, a una lucha
interior, calzada de guante blanco, que nada tenía que ver con los descamisados
de antaño. Representación simbólica de aquel estado de cosas prenunciando un
mundo nuevo eran los cuadriles de Hécuba Piños, hercúlea, bien pagada de sí
misma, todo en su sitio, porque, aunque pequeñita, era hembra bien plantada:
las mamas, los ovarios y los colmillos, todo a la vez, una asidua de las
pasarelas donde la moda de temporada hace sus exhibiciones estacionales -en
todo tiempo, incluso en invierno, pasaban maniquíes en bañador- y desfilaban
cimbreándose juncal por las catastas aplaudidas por la jet, contaba con un
ropero que nada tenía que envidiar al de la reina de Saba y más cajas de
zapatos que doña Imela Marcos, pero su elegancia retaca maravillaba a los
cronistas, que una buena capa todo lo tapa. Bajo color de esas apariencias de
diva se ocultaban los bajos instintos de las barricadas. El alma la reinona de las tardes y las mañanas la
tenía de miliciana vulgaris, y las inclinaciones, hetairas. En un pase de
modelos una comadre la llamó bruja curuja. Dios la que se armó. Las dos se
enzarzaron por el moño, ocurrió en el revellín de Ceuta o en el Alpichel de
Málaga, que no estoy seguro dónde fue, pero lo que sí me consta es que ambas
comadres se zurraron de lo lindo. A la Piños le libró de perecer abucheada uno
de sus escoltas. Porque su asaltante, una baturra, por poco la arranca las dos
tetas de un mordisco. La corte de
los milagros del rey Gabón y de la reina Leda era albergue de meretrices
camufladas. Un inmenso burdel bajo cuerda, un baile de candil de llamas
apagadas. Con decirte que el propio monarca tuvo de mantenida a un tal Barbara,
la domadora la llamaban, porque domaba leones, claro está, y tigres y pardos,
todo lo que la echaran. En uno de los juegos de cama cometió la osadía de meter
a su regio amante en una jaula de donde tuvo que ser liberado por los
zaguanetes de la Guardia Mora. Vino su marido de trabajar, los cogió en faena y
se preparó un buen cristo, no creas que no, pero como dice el refrán allá van
leyes do quieran reyes, llegaron manitas de los servicios secretos y como los
fontaneros del Watergate aniquilaron todas las pistas. Nada de tales escandalos
palaciegos los recogió la prensa de bulevar, tan garrula y parlanchina para
otras cosas.
-¿Y eso cómo lo sabe, cortesano, si aquí se guarda una
discreción supina y todo se hace a cencerros tapados? Todas las noticias que
salgan de palacio han de ser blancas ¿No lees los periódicos? Esta democracia se
soporta sobre una estípite de vanidades, cotilleos, fútbol y toros. Pan y
circo.
-Caray con los Borbones.
-Ya los males con los Austrias empezaron; también
entonces era la cosa por el estilo.
Decían todas -ya digo- ahora mandamos nosotras, y
miraban para el tendido con un golpe de cadera muy coquetón, como el maestro de
lidia que reta de lejos al eral de la suerte.
Encerraron a los maridos en las tabernas para que se muriesen de
cirrosis y ellas buscaban macho entrando en los nidales desprovistos de
vigilancia y se aselaban, gallinas cluecas y viciosas, con los maslos de las
mejores polladas. Fuera sacramentos. Y al marido, palo y mala vida. Eso, como
mal menor, puestos que no pocos desdichados eran puestos de patitas en la
calle, o, emasculados las vergas en rodajas, acababan hechos cuartos en frascos
de formol. Querían convertir al varón en
jigote. Una vez en la redoma no podrían
llamarse a parte en la tan traída y tan llevada violencia hogareña.
-Mirad esa piltrafa. Un día fue hombre. No sé para
qué lo queréis.
-Hay que ver cuanta carnaza nos echan en el duerno
de la tele.
Pero esto formaba parte del gran diseño del nuevo
orden. Las herederas de las milicianas anarquistas de las barricadas hoy eran
palmitos lindos vestidas de abrigo de visón, mujeres de rumbo, muy atalajadas,
conductoras de mítines anti masculinos, siempre dando el sonoro y
escandalizando a la población con los mismos casos de violencia junto al fogón.
Pues en Lebrija uno troceó a la parienta y los cachos los metió a enfriar en la
nevera, y en Palencia, otro cornudo, se llevó por delante a toda la familia. Un
ataque de enajenación mental. No me vengas con historias. Oído al parche,
cuando aquí a uno le mientan a la madre o le ponen en duda la contundencia de
su virilidad, que aquí, aunque nos cuelguen, todos de compañones, andamos muy
holgados y llevamos como el que más. Eso siempre lo ha habido y lo habrá. Se
notaba que al propalar por el efecto de la carambola mimética, sucesos tan
lamentables se buscaba un punto de mira: dinamitar la familia y a las urracas
que los cantaban complacidas desde la fascinación y hechizo del glamour (la
palabra la puso en circulación Julián Marías, hasta la brutalidad convicto y
confeso anglófilo, y un sofista con pujos de filósofo, trasnochada carroza
krausista) que era un gusto, pero a todas ellas se les veía el plumero, o,
mejor dicho, les asomaba por entre las enaguas el gorro frigio, el píleo de
antiguos esclavos, la horca y el falce revolucionarios, el mono y el máuser de
milicianas o nietas de aquellas anarquistas trotaconventos.
-¿Dónde están vuestros esposos?
-Hechos trizas- contestaban a una- Los abrimos en
canal. Hemos consumado así un plan de venganza. Es barato el escabeche hogaño
aunque las criadillas de gocho estén por las nubes. No pocos en su infortunio
acuden a todos los remedios incluso a electuarios preparados con colmillo de
rinoceronte y toda clase de potingues, y ni así se les despalma.
-Necias. A vosotras mismas os estáis haciendo daño.
-¿En qué nido desovó la caracola? Dígannoslo.
Se hablaba mucho por aquellos día de ingeniería
citológica y de partenogénesis, de
unidades familiares en singular, donde no hace falta el concurso masculino para
la transmisión del esperma. Un visita al tocólogo, una simple inyección y ya
está. Las feministas, con tal de dar guerra, su manía, tirar cantos contra su
tejado, desmangar la naturaleza y separar lo que Dios ha juntado, y, sobre las
lomeras de éstos, tristes los hastiales y desvencijados los aleros, voznaban
los cuervos y los ánsares sapienciales crascitaban, estaban haciéndole un flaco
servicio a ese odio a la vida, por otra parte, tan moderno, que arranca del
grito de rebelión proferido por aquel ángel que dijo: non
serviam. La táctica era, ya digo, desuncir yuntas y quemar
yugos o dejarlo sin gamellas, mandar al matadero a los bueyes, quemar el carro,
y, desjarretando a los aurigas, sumir en la indigencia a medio mundo, licenciar
soldados, convertir en esquineras a nuestras vírgenes. Pero eran cucos. Todas estas virguerías las hacían
bajo cuerda, porque la norma del sistema era, insisto, informar desinformando,
crear angustia e incertidumbre entre la gente ignorante mediante la
manipulación a rajatabla de lo divino y de lo humano.
- Se están enconando los ánimos. No me moriré sin
ver en llamas las grandes sinagogas. El sanedrín les manda las teas. Quieren
pegar fuego al mundo y ellos terminarán victimas de su propia sarracina. Por
lana irán y piden que se les trasquile a estas malas ovejas de Israel.
Se acabó lo
que se daba y todos a acaptar por esos
caminos de Dios, mientras el mapamundi se llena de nuevos estados fantasmas
como Sealand, que no existen sino por añagaza y reclamo de evasores de
impuestos, envenenar las mentes de las buenas mujeres por nuestra prensa
cotarrera y cursi, como el Matarrotos auténtico matarratas del espíritu, Haronía (revista ilustrada que no ilustre) y otras prensas
de subido abolengo amarilloso, pedestre narcisismo que eran testimonio claro
del encanallamiento de toda una sociedad que trataba de copiar modas
anglosajonas con fantasías monaguescas y otras perversiones que me reservo. El
resto es todo sin sustancia: bardanza y holganza. Una pena que su amigo Paco,
un buen periodista, hubiera ahorcado sus saberes profesionales en aquel
sumidero de carnaza envuelta en fina lencería, que no es perversa, es peor que
perversa, es cursi, aunque él dijera que le daban a cambio una pasta gansa.
-Nos envían al asilo, nos rompen los carnés, nos
mandan a pedir limosna.
-Sí, hijo, sí. A este paso pronto arderán muchas
sinagogas. Iskra a los conventículos del anticristo.
-(Viva Sealand! Y salga el sol por Antequera. No es
más que una plataforma derelicta en el mar del Norte, pero cuenta con un
nutrido cuerpo diplomático. Balcanizaremos Europa, aviso.
-Ya. Sus majestades (hasta el nombre lo pronuncian
con unción los pelotas) Gañón y Leda han pignorado la herencia de unidad
conseguida a base de tanta sangre por dos antecesores suyos en el trono. Costó
tanto llegar a esa unidad, que ahora nos desbaratan. Dios se lo demande.
-A mí, cuando lo pusieron una yamulka sobre el
occipucio y lo sentaron en el banco de una sinagoga, ya me dio en las narices
un tufo de adafina, pues este rey me recordaba otro de triste memoria en
nuestra historia al que también emplumaron la nobleza castellana por conducto
de los judíos y cubrieron de burlas con un pelele de carnestolendas.
-Pero todo eso tiene un precedente en el Atrio del
Pretorio en las voces que clamaban: ¿No eres tú el rey de los judíos? Todo los alardes que realizan en plan de mofa
tiene una lectura diabólica. Anás es Anás y Caifás es Caifás, su edecán y su
diácono, como Dios es Dios.
-!Jesús, con quién nos estamos jugando los cuartos!
Mal está la cosa, pero no pierdas comba. Escucha lo que dicen las comadres.
Una decía a la vista de los maridos convertidos en
jigotes dentro de la redoma, colocándose en jarras mientras apretaba sus puños
amenazantes.
-Exigimos nuestros derechos y no nos dan. Queremos
que nos den.
-Danos y danos hasta que no te conozcamos.
-¿Por donde?
-Por los diez orificios del cuerpo humano. Por
delante por detrás, por arriba te mamamos y por el culo te cagamos. Que nos la
metan por el ombligo hasta donde llegue, por la nariz y hasta por las orejas.
-Vicio es lo que tenéis. Sois unas perdidas y unas
crápulas.
-(Toma ya! (Putas en Toledo, ensaladeras de Valladolid y
pucheros a la luna de Valencia! El mejor invento, la máquina de follar.
-Callen las perversas.
-Eso es; queremos que nos den y que nos pongan.
-¿Para atrás y en borrica como a los reos de lla Inquisición?- soltó un
chistoso de fácil carcajada rufianesca.
-Te equivocas. Queremos un piso en Nix, apartamentos
con ventanas al océano y salir todas las semanas en las páginas del Haronía.com a
todo color. No nos importa lo que digan de nosotros y si nos ponen o nos dejan
de poner cual digan dueñas, el caso es copar las portadas de la prensa sural. Sexo es poder.
Y coreaba la otra, una Melpómene atalajada de un
terno de una blancura deslumbrante, que en su día debió de pertenecer a un
ángel malo antes de la caída, y que no era otra que la verdulera que pasó a
dominar el ámbito de las comunicaciones radiales, Hécuba Piños, sacerdotisa y
médium del feminismo para andar por casa
con más furia:
-Desde hoy, igualdad en todo.
-¿Y qué demandáis, si se puede saber?- inquirió un
pobre viejo atemorizado que debía de ser el fideicomiso.
-Que las vergas se vuelvan crijas los coños verijas.
-Un cambio de sexo, vamos.
-Eso es.
En todo lo que decía la secundaba a la comadre otra
de las de su calaña, a quien llamaban Montserrat la Regalada, y que ni decir
tiene que era catalana.
-¿No os conformáis con las películas de Atresnalar, al
que acaban de dar un Iscar y mira que hizo el ridículo en el rostrum de los
galardones, ni con la melena al viento de la Gran Bibí? Todo me huele a
maricones en este país. La bardajería no tiene fin, ay Dios mío, qué será de
nos?
-Nosotros hacemos lo que nos pide el cuerpo. Unos
súcubos y otros íncubos. El uno bardaje, y el otro bujarrón. Arriba y abajo. El
uno da y el otro toma. Para delante y atrás. Es la vida sexual un juego de mete
y saca, pues así está escrito.
-Todo vale. Robar, matar. Sois deterministas.
-Deterministas o voluntariosas lo mismo da. Vivimos
a la sombra del Gran Bibí, queremos nuestros derechos puntuales.
- El erostratismo os pierde. Dais años de vida por
salir en los periódicos.
- Si no eres famoso, si no hablan de ti, aunque sea
mal, es que estás muerto, cariño. Y nosotras no queremos criar moho. No valemos
para monjas.
-Lo que os haría falta, bigardas, sería una buena
doma de lomo.
-Una doma de lomo ¿y qué
es eso?
-La albarda y la cincha, el pretal y la tarria. Sobre
eso, una buena fusta.
-Bah, que anticuado eres. A eso lo llamaban
disciplina inglesa nuestros mayores y a nosotras no nos va la marcha.
-Tratáis de enmendar la plana a la naturaleza,
desuniendo lo que unió el creador, poner contra las cuerdas a la biología. No
sabéis lo que hacéis, insensatos, blasfemos.
-Violento. Machista. Fascista. Pinchemón el mamón.
Le habían llamado de todo en esta vida pero pinchen nunca. Pinchen, pinchen, picha brava, leches fritas, pollas al churrasco.
-Era lo que faltaba. Cuando no coinciden los
pareceres en este país, que es de estirpe inquisitorial, siempre acaban
llamándote eso, y eso no es lo que significa, sino lo diferencial.
-Para vosotras el que proclama la verdad es un
arrebatado, un impolítico, un forajido. Tenéis buenas tragaderas. Refutáis la
autoridad. No reparáis en la gravedad de los hechos.
-No reparamos. Tú no andas bien de las cocochas; lo
que necesitas es que te operen, un cambio de sexos, jolines, y todas juntas y
unidas abrazaremos el camino de la inseminación. Te haremos madre, al
prorrateo.
-Me parece que estáis buscando bronca, machorras
discípulas de Safo. Ya me estáis cansando con cantinelas, bolleras de mete y
saca, y tortilleras de quita y pon. A mí
marica no me lo dice nadie, te enteras
-Eso es- conminó desde lo alto de la corrala
hertziana una antigua buscona, muy dada a las manifestaciones cotarreras, a la
que acababan de dar el velo de sacerdotisa feminista- lo que queremos: que las
vergas se hagan crijas y las vaginas
carajos. Te advierto que ahora tenemos la sartén por el mango. Llevamos
los pantalones. Hemos ganado. Hasta el obispo de Roma nos es adicto. Además,
Dios es hembra.
-Ese papa chochea y judaíza, pues, no contento con
ir a besarle la mano al Protocanalla en Sede Baldea, se ha prosternado ante el
Gran Rabino. ) Dónde se ha visto una bajada de pantalones
semejante en un padre de la iglesia?
Era un canto de guerra, el ijujú de Semiramis. Fuego
al muñeco. Jaque mate al macho. He aquí a la sinagoga volviendo por sus fueros,
y decían que estaba vencida. El rencor estallaba en la calle, ríos de bilis
anegaban las plateas, y los cuartos de estar se convertían en infierno, el odio
reconcentrado marca, cual agujas de un reloj infernal, la hora de todos. No hay más cera que la que arde. La
abeja ática señorona y regenta, gobernanta y gran jefa mañanera domina
los intelectos con sus escuadras de perailes. Me queda, la verdad, como algo
jamona. Le sobran modelitos. Debe tener
buenas aldabas, mira que escupe odio la tía por su boquina de pichón, por esos
labios de silicona, y aparte de aferrada está forrada, sólo firma contratos
blindados, pero al enano aragonés tampoco hay que perderle de vista, pues va de
listo por la vida, se las sabe todas. La actualidad se ha convertido en el gran
carnaval de la revancha. Se vive no ya sólo para recordar sino para odiar lo
recordado. He aquí que un enano y una jamona son las piedras basales del
régimen. Si ponemos en medio de los dos a Zocodover gran cineasta patrio,
matachín tayacán, tendremos cama redonda. Ellos son los únicos con derecho a
opinar de lo divino humano en esta nación triste y desgañitada, quizás con
derecho a voto, pero que ha perdido, pues se la arrebataron, la voz recia y
sonora de Juan Español. Cuando no nos
llega con monsergas ese várdulo que no tiene salero ni para aceptar su propia
calvicie, pero es capaz de amargarnos la velada con toda una secuencia de
explosiones a cámara lenta, pues aterriza en Nix con ínfulas de
plenipotenciario del poder cosario, porque está en nómina de los herederos de
la voladura del Maine. Los que hicieron saltar aquel acorazado por los aires y
colocan bombas lapas en los bajos de automóviles de ciudadanos indefensos son
lobos de una misma camada. ¿Cómo es que tuvo continuidad el tupé de Sagasta en
el recorrido de don Castor o la desvergüenza inmoral del presidente Simpson en
las catilinarias jesuíticas del ex cura
cutre Pólux, al que apodan
Terminator clamando una vez más aquello de delenda
est Hispania? Amenaza con exterminarnos. Sólo se las da de valentón
porque está bajo el halda de los americanos, que andan preparando por aquellos
montes una guerra parecida a la de Supravia. Los que hundieron el Maine aquí
siguen teniendo bula y ejerciendo de matarifes jiferos, encuentran corifeos,
delegados y subdelegados aduladores por todas partes. Han apostado soplones y
submarinos en las cantinas, en las redacciones y en los consejos de
administración. Siguen empleando la misma táctica de tierra quemada que
emplearon en el noventa y ocho. Parece ser que les surtió efecto, aunque no
puede decirse de ellos que sean muy originales. Pero como llevan la voz
cantante lo que ellos quieren que sea será. Nuestra brújula se ha vuelto loca.
Le pasa lo que a la paloma borracha de Alberti, que se equivocaba. Por ir al norte
fue al sur. Creyó que la mar era tierra, y montaña, la hondonada. Así estamos
desatinando de por vida. Estáis todos trompas. You are wrong. Vous êtes trompés, advierte Ariadna desde su bastidor. Estampaba su rabia contra las paredes. La sensación
de impotencia lo embargaba. Todo me sale mal. La desdicha se cobija bajo mis
alares, pero nada puedo hacer. Sin embargo, ahí tenéis a Pol Pit, el
comentarista del quinto, caldo de todas las salsas que se han cocinado por
estas lumbres, ese que pinga de una acrotera, convertido en genio por una de
esas veleidades que con tanta frecuencia se dan en la vida. Era el que le
arrimaba las putas a Serafín Pérez Plumero y por eso le dieron un puesto en el
panel hertziano. Tiene derecho a opinar, a escribir donde le dé la gana,
pagándosele a precio de oro las colaboraciones. Y ahí lo tenéis con un puesto
de contertulio en el espacio de Hécuba Piños, reina de las mañanas, un espacio
en esta galaxia, que le reditúa sus buenos devengos y, además, le da un nombre.
Antes, estaba enchufado en otro programa que llamaban La Voz
de los Pajares, propietario el ciudadano Pío Lesmes, esto ya es el colmo, pero
surgieron sus más y sus menos con el caudillo de ese espacio que suena de costa
a costa y de arriba abajo, y que empaña el ánima de tarazón entre los
radioescuchas y a su teniente de dólares mondos y lirondos, pues está visto que
está es la hora de la confusión y de las tinieblas, pero también la de los
Midas que informan y desinforman, que cabrean y acojonan, aburren y entretienen
gracias al morbo sin ser graciosos. Ya peina canas el tal Pol y conserva su viejo
aspecto de león de la Metro. Le miras y te recuerda el maquillaje de los
protagonistas de aquellas películas en los que el paso de los años se signa con
una pasada vertiginosa con la cámara sobre los tacos de un calendario o unos
polvos de talco o una miaja de bicarbonato junto a las sienes, y el pelo negro
de una escena se trueca en barbicano en la siguiente, pero no está encorvado y
sigue siendo un hombre elegante. Al tiempo
que bazucaba el moyuelo a don Serafín, para tenerlo satisfecho, mientras hacía
de mesnadero y de correveidile en París del Asesino del Piles. Se le iba la
fuerza por la boca en lagoterías pero a todos les caía simpático. En cambio tú,
ñiquiñaque, no has hecho otra cosa que quejarte y viltrotear como un arlote,
siempre cogiendo el tole, como los inadaptados, los descontentos. La razón de
tu fracaso la tienes tú, que estás enfermo, no eches la culpa a nadie. En todos
los sitios donde has trabajado nunca caíste en gracia, te rodeaste de enemigos,
y siempre te despiden. Metetelo bien el
molledo esto que te digo. No eches balones fuera. La culpa es tuya. No busques
pretextos en que esto va muy mal ni en los judíos. Dejate de lilailas y entra
en razones. Cesa de tus engurrios. Sé flexible, diserto, sagaz. Cada mañana al
salir de casa ponte un abrigo o despojate de la chaqueta, y mira con atención
para la veleta para saber de qué lado viene el aire. Pol Pit mudó de traje a
modo y conveniencia cuando le apetecía. Este es un país de oportunistas, los
lamerones hacen chazas. No hay que creer en nada, pero hay que aparentar tener
fe, estar a la última, disfrazarse e imitar al camaleón. Tu amigo está donde
está porque carece de escrúpulos, por haber hecho la higa a todas las
ideologías. Fue anarquista y comunista, cantó la palinodia de los maquis en la
serranía de Cuenca, y sin solución de continuidad entró en la nómina de
sindicatos, quemó incienso en su loor y fue turiferario del dictador, dijo que
Londres era un campo de concentración. Luego fue demócrata y millonario. Sin
embargo, tú eres un muerto de hambre. No te quiere nadie. Ni tu madre, ni tu
mujer, y tus hijos te escupen a la cara.
No te rindes. Te cobijas en tu casamata donde se agazapan tus ideas y
tus recuerdos. Pol se solidarizaba con Pólux.
Pedía la independencia de los asesinos, colocándose de la parte de los
pistoleros. Lo que le pasa es que la camisa no le llega al cuerpo. Tiene más
miedo que vergüenza. En punto a vergüenza, no se puede decir que fuera su punto
fuerte. (Bah,! qué más da! Todo se perdona excepto la
insolvencia. Todo cabe. Tenemos todos buenas tragaderas. La clave del éxito de Pol Pit y de tu fracaso es que
siempre hay que estar con el poder, aprovechar las ocasiones, la contestación
sistemática nos lleva al exilio y al extrañamiento. Por eso, porque sabe
manejar el cubilete, viste la camisa adecuada haciendo juego con el color de la
corbata, se busca sus apoyos, sus tanganillos, Pol Pit se ha convertido en la
vera efigie del triunfador. Eso sí, tan canalla como siempre. Ha traicionado y
vendido a sus amigos, pero ahí le tienes. Por lo visto le hizo mucha gracia a
la señora del presidente, Doña Carmen Collares a la que colmó de adulación,
siempre se descuelgan con retahílas que gustan a las damas, y a la mujer del
Carlitos, como todas, le privan que la laman el culo, pero las cosas le van
bien, le sobran colaboraciones, lo llaman para presentar libros de autores que
empiezan, suena su nombre en las revistas, su mujer no le es infiel, y le
sobran muchas tardes veinte mil duros para ir a jugarselos al casino de
Torrelodones.
Por la pascua, las noches que Cristo resucitaba, no
se hacía conmemoración significativa. Bramaban las radios, cual vírgenes
necias, porque aquí la prudencia se reserva sólo para lo política, en otras
esferas se implanta el todo vale, de la Hesperia de la Vuelta de la tortilla y
de la sartén por el mango. Sólo nos
mueve un deseo: volcar la cruz.
-Pues ahora sí que estamos listos. Aquí se deshará
la herencia de Isabel y Fernando.
-Gol en Mendizorroza, penalty en Las Gaunas, tanganea
Redondo, galopada de Roberto
Carlos.
Habíamos aprendido la lista de todos los campos de
fútbol, cuando proscribieron por decreto se enseñara en las escuelas la
retahílas de los reyes godos que ya no servían para nada pues dejamos de cruzar
apuestas con nuestro orgullo nacional.
Hespérida ha dejado de ser católica y algún listo apostillará por lo
bajo aquello de afortunadamente y con fundamento. El
régimen democrático se consolida a base de patadas millonarias al balón, pan y
circo, prensa de bulevar, bailes de candil. Los embarques de la jet en el
reactor de la noche de liviandades, faz cansina y casquivana. El siglo futuro.
Esa rubia de las dos está bien de ancas, pero me parece que tiene los ojos un
poco fríos. No es mi tipo. Hay beldades que no me dicen nada. Todas ellas son
mozas escogidas. Desterradas las vestales, ocupan el Partenón de las vírgenes,
son las nuevas diosas, culto al cuerpo. Debes de ser tú, que estas para pocos
trotes. Aquel año una leva de descamisados del Ejido se
desplazaron a Sevilla para causar tumultos durante las procesiones. La autoridad
salió por peteneras alegando no sé qué historias acerca de un juego de
rol, pero los verdaderos alborotadores eran topos que pagaron las sinagogas
yanquis, como que ese día se cumplían poco menos de veinte siglos de que
mataron al Señor. Ahora volvían con sus alegatos, sus mohatras, el eterno ¿quién
yo? Sus
coartadas. Al amo de Sede Baldea, que había declarado al Galileo persona non
grata, y políticamente incorrecto, para transformarlo en un Jesús gringo, hecho
a imagen de sus gustos tele predicadores, de adventistas del séptimo día y de
parrafadas behaítas y estudiosos de Isaías
a lo Billy Graham que propugnan una conversión de los cristianos al
mosaísmo, no le gustaba la superstición ni los aspavientos macarenos. Brillaban
los alfanjes. Debajo de la chupa estaban escondidos los filos de la cimitarra.
Abajo las procesiones. Juegos de rol dices. La prensa tan bien informada
desinforma y sólo habla de las cosas que no interesan, crispan o aburren. Los
costaleros abandonaron los pasos, dejaron por el suelo los penitentes tiradas
las cruces y los acólitos, turiferarios con el incienso y ceroferarios con los
blandones tomaron el olivo y algunos cofrades se desprendieron de sus cíngulos,
y tiraron el capuchón al Guadalquivir en una madrugada de pavor. Muchos
pensaron esto es la guerra, ya están aquí y no
era cuestión de dejarse el pellejo por una mala saeta y no estar presente en la
feria de abril. El ambiente de confusión que sobrevino recordaba la misma noche
del prendimiento que el pío alarde rememoraba al lanzarse a la calle con sus cristos dolorosos al hombro. A Cristo volvían a
dejarlo solo, como los apóstoles en Getsemaní cuando se presentaron las turbas.
Todo el mundo cogió el tole.
Estaba escrito. Omnes fugerunt. Los acontecimientos de la madrugada hispalense en
contra de los que aseguraron los medios, no fueron del todo fortuitos ni el
resultado de una alborada loca de cuatro mozalbetes aburridos que habían
abusado de la manzanilla o fumado unos canutos de más; respondían a una
intención premeditada y aviesa, aunque la maripavas con un guiño de ojos y una
leve insinuación a la sonrisa tratasen de matizar la levedad del suceso. Estaba
claro que semejantes manifestaciones pasionistas a estas alturas del tercer
milenio estaban fuera de órbita. Las procesiones pertenecían al ámbito de un
pasado negro, los penitentes recordaban al Ku Klux Klan, qué miedo, según decía
una crónica de la corresponsal del New York Times, apellidada Fucus (zorra en
judeo alemán). Quien manda, manda.
En Madrid pasó algo parecido. Algunas cofradías no
se atrevieron a salir o acortaron el trecho de su recorrido por miedo al
ambiente enrarecido. Bandas de chinos y magrebíes se enzarzaron a palos,
mientras desfilaba uno de los pasos, por el control de la Gran Vía. Un moro
empapado en cerveza, irreverente y poco comedido, por no decir fanático con
todo aquello que no está en el corán -)es
esta la tolerancia que nos quieren meter por los ojos las altas instancias?- se
acercó a una fila de nazarenos y le metió mano por debajo del hábito para ver
qué había. Era una señora y empezó a dar gritos. Nadie de los que presenciaban
el alarde de disciplinantes desde la acera movió un dedo para ayudar a la pobre
mujer ni defenderla de su atacante. El
mismo pánico que en Sevilla. Menos mal que había policía por allí cerca y se lo
llevaron al cuartelillo donde lo soltaron al cabo de dos horas, cuando se le
pasó la mona.
Una retención hubiera sido ilegal. Se hubieran
echado encima los periódicos esgrimiendo alegatos xenófobos y los cantamañanas
y corifeos del sistema se hubiesen rasgado las vestiduras. El Umbral, sin ir
más lejos, aunque ya está viejo y le rila la mano del tembleque, hubiera
enhebrado uno de sus panegíricos progres y media nación se habría tenido que
tragar los libelos de un tal Pimpollo Hijo de Tal, campeón de los tránsfugas.
Al pobre guardia se le hubiese caído el pelo, después de que sonasen por todas
partes gritos habituales contra la superstición, el nacional catolicismo y
contra el Gran Almocadén, baluarte de la fe de un pueblo que, por lo visto y a
decir de los consabidos zoilos y aristarcos que reparten el juego en nuestra
cultura, tuvo la culpa incluso de las procesiones. Estaban los ánimos de los
indígenas por los suelos y la moral del enemigo, fuerte, ad utrumque paratus.
Si un cristiano hubiese hecho lo mismo en la Meca,
el resuello en sus pulmones no hubiera durado ni tres minutos. Habría caído
víctima de un linchamiento muriendo en manos de los seguidores del profeta que
no soportan este tipo de bromas con su religión. O sino que hable Istmo
Margrave, el Hijo del Mal.
Sin embargo, según Carlitos Bigote, en las Hesperias
todo iba a pedir de boca. España va
bien.
Cada vez se le iba poniendo más cara de payaso. Sólo
le faltaba la caña para ser una perfecta réplica de Huta el Montero Mayor. )Moros
en la costa? Ni mucho menos. Ya vigilan nuestras procesiones, consumados los
objetivos de la operación ASweep in@, un barrido demográfico, un movimiento de pueblos,
cáfilas étnicas. Cada vez, más demócratas. Ladraba bien el perro chico debajo
de las patas del mastín de dientes en fila. Nos apuntábamos a todas las movidas
y siempre estábamos con el atillo preparado para mandar a nuestros a engrosar
misiones de paz armada.
En esto, cuando, tras aquel incidente de las pandas
infieles y pasado el revuelo que con el sofaldar a la pobre nazarena se
preparó, más impresionante era el silencio de los fieles que iban en pos de la
imagen del AMoreno@, volvió a sonar una estentórea carcajada, al pasar
cerca de las puertas del Corte Inglés. Fue como un estruendo. Otra vez los
ánimos volvieron a encogerse.
-No si de remate no nos van a dejar que paseemos al
Cristo en paz. )Qué fue eso?- exclamó un vejete.
-Mahoma que peyó- le contestaba un chistoso por
fuera- a lo mejor es que acaba de hablar en el vientre de su madre la mora
Aixa.
Al jefe de los anderos le dio un ataque de risa. Un
hermano mayor haciendo sonar su vara de cofrade sobre el pavimento pidió
recato.
-En fila, penitente.
No te distraigas, sigue la linde. Un poco de respeto, por favor.
Una moza que en aquel momento había mandado parar la
comitiva para entonar una saeta hubo de abandonar el encaracolado del balcón en
cuya barandilla apoyaba las manos. El profeta se había ido de bastos. Había
vuelto a levantar su pendón verde por las estrellas calles del viejo Magerit
que no era sino una corruptela cacofónica del Matritum o Templum Matri romano
pero ahí nos las den todas que la mentira se acoge y a la verdad se la
destierra, que ahora se llamaba Nix Rasilis, pedía las llaves del castillo
famoso que por lo visto un día le pertenecieron. Quería vengar a su antepasado Boabdil. Iba
otra vez de taifas. Volvíamos a estar en las mismas. Buena pascua te dé Dios,
Madrid, que te quedas sin gente, de cristianos, quiero decir, aunque sigas
siendo acogedor y hospitalario con el extranjero.
Los pedos del profeta son un signo que anticipan
siempre la llegada de una nueva guerra santa. Aquí seguimos mientras tanto
nosotros con nuestras cuestiones acidalias que recogen las horruras y miasmas
de las tómbolas. Cien mil duros por salir en pelota viva ante las cámaras y
cincuenta millones de una sentada por hacerlo con el conde que todo lo enseña y
nada esconde. Fue la guinda, el ápex, la coronación de un ambiente sicalíptico,
de un país gusanera con macas en la piel cancerosa, el no va más del
erostratismo venal. Se nos subió de pronto la eretina morbosa y todo acabó en
eretismo y en ergasmo, que nada tiene que ver con orgasmo. Nos han envenenado.
Hemos de beber en una copela nuestras propias cenizas, si queremos purificarnos
que lo veo difícil.
Por el otro frente la tamborrada seguía su curso
impertérrita y algunas buenas mujeres se santiguaban mirando con ojos
anhelantes para el jesús, vestido con una rica túnica violeta, con bordados de
oro, luciendo una impresionante peluca que perteneció a un hombre, en el que se
le veían caer los rizos cubriendo el rostro macerado y que no era por lo menos
sintética. No bendecía, pues llevaba las manos atadas con un cordel. Sus ojos se ensimismaban contemplando una
distancia que sus devotos de los Primeros Viernes dicen que es el recorrido del
gran perdón.
Empezó a llover. El cristo quedó quieto en medio de
una estampida de gentes que se esparcían en todas las direcciones como
impelidas por una carga de caballería. Lo taparon con un plástico. Rayos de
granizo que caían oblicuos habían iniciado los primeros movimientos de una
danza a partir de carreras y de pedriscos. Algunos de estos meteoros eran del
tamaño de huevos de golondrino.
Una paisana de mediana edad quedó agarrada a los
faldones de la carroza, gritó:
-Ya veo, Jesús mío.
Se había producido un milagro. El Señor acababa de
pasar dejando una estela de sanación y bienaventuranza.
Sin reparar en ello, y menos pensarlo, eran de
arribada los días soleado de la Bestia. Con enojo soplaban las furias del
averno. Ahí las tenéis en acies
instructa las escuadras formidables, las formaciones compactas.
Se muestran arrolladoras. Serán implacables. En plena sobrevienta del
Paráclito, nada queda en pié porque el Espíritu todo lo arrasa y los
transforma. Construyen una armada sin fisuras y su ariete golpea las puertas de
bronce de la ciudad alegre y confiada. La fuerza del bezón, que bate nuestros
muros, rompe ya los ataires. Vivimos bajo el signo de Aries. No hay socarrenas
ni credencias en la pared, ni un triste clavijero al que agarrarse, un urce
colgante que asir en la caída; vamos donde la ley de la gravedad nos lleva.
Llegan, ya llegan, presidente. Por todas
las partes se cuela un viento de liberación. No tenemos estribos en que posar
nuestra invalidez. A pesar de todo, no permitáis que esas merdellonas os llenen
del pringue lascivo. Mantened a raya vuestra castidad, fieles servidoras y
sacerdotisas del templo de Vesta. Vigilad y orad.
En marzo del año dos mil, año infausto del triunfo
de la Bestia, después de los comicios en los que Bigotito Cornejo, que habíamos
criticado mucho al Gran Filipo, ese que se nos presentó con aires de gañán y
que recordaba un poco a los vándalos enarbolando amenazante el pavés como un
gran puño que descargaría sobre nuestras cabezas hasta que a Hesperia no la
conociera la madre que la parió, pero Bigotito Cornejo era mucho peor porque
consumó la obra de desmontaje de la catedral que el otro iniciara, revalidó su
mandato- reapareció en el balcón con su mujer Carmen Collares, y por detrás Pol
Pit bailandole el agua, hemos ganado, y a buenas horas mangas verdes, lo próximo
se heló en ciernes, americanos os recibimos con alegría, Sicosis. Bigotito
Cornejo sonreía con cara de liebre, tenía la gracia y la habilidad del perrillo
de aguas ladrando bajo la barriga del dogo- empezó a gestar un plan de
escapada, buscaba ya la querencia del norte.
)Una
depresión? )El desamor? Quia. Sólo se puede hablar en puridad de
depresiones barométricas. Así se llama a los valles en artesa, a los desniveles
y a los hundimientos de terreno, según se entiende en pedología y en
topografía. Esa maldita expresión es un anglicismo que cubre de enojo y de
engurrios la vida moderna. No hay tal.
En cuando a amores y desamores, desengañate, Gnadio,
pues visto lo que le sucedió a Ivan Ibañez en un bar de carretera, habrá de
sospecharse que es tan ya vacuo concepto la palabreja, vago comodín de nuestros
desencantos.
No sabremos nunca lo que le pasaba puesto que el
alma de Verumtamen era cosa hermética, pero habría de sospecharse que se
trataba de acidia primaveral. La tristeza viene y se va como la alergia. El
alguarín tras el garaje que había habilitado de escritorio, oratorio, fumadero,
biblioteca, garita de escucha, y observatorio astronómico para contemplar las
estrellas, recibía la luz rastrera del alba a través del montante de un
ventanuco que daba al jardín central de la urbanización, donde ya entramaban
las ramas de los chopos y campeaba gloriosa la enredadera sobre los sauces.
En el centro del corral volvía la primavera también
al tronco del abedul totémico y era talismán de veneración este arbusto, porque
habiendolo tomado de uno de los bosques sagrados que hay en Asturias, entre los
gollizos del monte Pascual y las breñas de San Agustín, que dan la última
escolta al Uncín antes de su abrazo con el océano por la mar de canchales de
Artedo, siendo no más un exiguo renuevo, una tarde de agosto de los ochenta, lo
transplantó a la Despernada y embarbó como por milagro sin acusar merma
por los calores y el cambio de terreno.
Ahora exornaba el muro de la pared que mira al jardín. También agarraron dos
laureles y un castaño del Cantábrico. Las tapias se emboscaban en una
guarnición de jazmín y madreselva.
Anclados en aquella habitación en los bajos del
edificio tenía caminos y puertas, miradores, atalayas, que llevaban al plano
infinito, la heredad inalienable de un alma, una razón de ser y de existir.
Aquel era su universo y su medida, las glorias, memorias de una existencia
recatada, su divertido titirimundi, el cosmorama panóptico que le acercaba una
visión de las cosas a través de los libros, las radios portátiles, los retratos
amados y los objetos acaparados que le ayudaban a recordar instantes y
personas. Era de inclinaciones fetichistas, creía en el poder que despiertan
los objetos conservados como reliquias de un tiempo que no volverá.
La onda corta
y los varios receptores licitaban el acceso a otras atmósferas transformándose
en ecos de una caja de resonancias maravillosa. Abría las cancelas de la fase
alfa. No era el cascarón vacío, sino la vivificante cámara donde se produce en
cada ocaso y en cada madrugada unos particulares oficios de sus propios
fatamorgana. No hacían falta otros sacramentos. La administración de los
sagrados dones corría a cargo de una singular eucaristía interior.
Por allí
entraban las ideas de la estepa y alzaba el gallo un ruiseñor maravilloso
políglota y multiforme. Si el ojo es el sentido más rastrero y cabal que
tenemos, el de lo pecaminoso y el de los espejismos, a través del oído se abren
de par en par las puertas del adentro. Uno de sus efectos más significativos es
la psicorracia (liberación del alma), como resultado de esa agonía que libran
en el éter las ondas hertzianas, el universo por el que vagan los espíritus,
allá donde el amo americano no mandan, ni tampoco el anticristo, pelleja blanca
y quiroteca de piel de cordero, pero colmillos de jaguar, nos causa bochorno,
porque anuncio a toda la cristiandad que en el Vaticano ya no son de los
nuestros, se pasaron a Clinton con armas y bagajes.
Crecían allá afuera los rosales y hasta un lilo que
compró en el vivar de la Despernada el año 85.
Los transistores para la escucha de estaciones
lejanas conectaban con una realidad que se acercaba al mundo de los sueños,
alejando de aquel ambiente chato, carnavalesco y ágono de ilusiones, de la
hostilidad decepcionante y amedrentada de lo que denominan democracia, que no
es sino un totalitarismo. Pólux,
tratando de esconder su calvicie y Castor arengando a las mesnadas
yanquitarras, clamaban por la independencia y el fuero. (Insensatos
trabucaires vaticanistas, hijos todos del Pretendiente, peseteros del dolar,
así os sepulte en el infierno un diablo que tuvo por nombre Carlos séptimo!
Todo aquello con sus novedades, alifafes y
garambainas, como las urbanizaciones, y la píldora mágica, el viagra, habían
sido implantados por el Nuevo Orden. Siempre debería ser así la vida del topo,
del exilado interior. Sin embargo, el apóstol nos exhorta a vestirnos de la
armadura de dios. Hemos de aguantar contra los adalides de las tinieblas del
mundo, y que su grata misericordia recobre la delantera. Per orationem et obsecrationem, orantes in omni
tempore in spiritu et in ipso vigilantes omni instantia. Obsecración,
bella palabra. Invócame y yo te liberaré. Orad sin intermisión, recapitulaba
siempre el salmista.
Verumtamen iba escalando por los abrojos la senda
del monte de la perfección, su honra y su buen criterio enterrados bajo los
basilares del antiguo amor, que también se llamaba María.
Infinitas veces había tratado de huir, agotadas las
posibilidades de solución, para llegar al mismo punto de partida. Tú no tienes
solución, vete a un médico. Morirás como un perro. Tenía que subir la cuesta
amarrado a frases que eran pinchos y clavos, al fin y al cabo el cerco de su
corona de espinas. Su Gólgota se llamaba la muerte civil, pero allá estaba el espíritu
que lo ataba como una argolla circular a sus propias rejas. Mira, no te me
despistes, bordonero.
-)Qué hay de cenar?
-Gallofa.
Tenía que entablar palique con su propia conciencia,
y de estos soliloquios sin hilván están naciendo estas analectas, mosto pasado
en el trujal de mi memoria. Los cuévanos de la vendimia de mi vida no son
capaces de abarcar ni de contener tanta malparanza y fastidio en los alijares y
campas del desamor. Un hombre solo escribe. Cuando hay dos hacen la guerra o el
amor y gritan.
-Soy bordonero y )qué
pasa? Voy camino de Santiago de Galicia, retaguardia de las Españas, punto de
arranque de la cristiandad. No sé si creo ya. Señor, que crea. Devuelveme la
antigua fe.
Era aquel alguarín cárcel de sus libros, paraíso de
sus sueños, sagrario de sus manuscritos literatos y gaveta de autor siempre en
ciernes. Nunca llegarás a misacantano. No pasarás de seminarista, camarada.
-Tuve mucha vocación, pero me rechazaron.
Se quejaba de la esquivez del destino y de la
incomprensión de los suyos pensando que sólo en el cielo, o en el infierno,
podría dar a la estampa sus obras completas.
-La vida te ha jugado malas pasadas, pero que conste
que no eres el primero ni el último. Publish and be damned, frase hecha que nos define quizás a los periodistas
y a los escritores de a montón.
-Eso lo decía Lord Thompson de Fleet Street, uno de
los hombres más ricos del mundo.
-Y también de los más tacaños.
-Creó un imperio en Canadá, llegó a poseer la cadena
más importante de periódicos de habla inglesa. Su heredero es Rupert Murdoch,
ese judío australiano.
-)Lo enterrarán también en el monte de los Olivos como
a Maxwell, el otro gran midas de las comunicaciones?
-Esa viene siendo la costumbre.
Las lomeras de los libros con su voz callada (a
ratos carcajadas y a veces gritos desgarrados de dolor, quejas del desengaño)
intentaban disuadirlo de lo absurdo de la peregrinación.
-Entra en razones, no seas bobo. Si te largas lo
perderás todo y )adónde vas a ir tú a tus años? No tienes la piel
para sopista. Que se vaya ella.
-Soy un zángano.
-Ya lo sé pero tu paga no hay quien te la quite y,
además, a ti te ocurre lo que a tantos y tantos españoles: no dan un palo al
agua.
El milagroso icono de san Nicolás, enviado desde
Rusia, un Pantocrátor así como el retrato de la Madre del Verbo Encarnado, la
que fue en la tierra humilde esposa de un carpintero nazareno, tallada por un
yurodivi de Novogorod, y tenida por milagrosa puesto que fue el rostro que él
tuvo la gracia de contemplar a través de los fresnos borneados, en el
firmamento de la montaña de los Abantos una tarde del trece de mayo del 95, le
empujaban a perseverar. Ten fe. Dios te protege. Aquel atardecer de primavera
se te dio una señal. Eres un monje y ésta es tu celda. Aquí se reclinan tus
oraciones y de este altar parten tus himnos de expiación.
Una lamparilla perenne lengüeteaba en la penumbra al
pie de las sagradas imágenes. Sentía él su protección, la de la dulce señora.
Aquel suceso lo trataba de olvidar pero pesaba siempre sobre sus actos. Se
había enquistado cual auto reflejo en su memoria.
San Nicolás bendecía a la bizantina con dos dedos
extendidos. En su mano izquierda, sostenía la bola del mundo. Brillaban los
rubíes en su casulla de oro macizo.
En una bolsa de deportes guardaba las grabaciones de
las misas ortodoxas celebradas durante los ochenta en Atenas, Kiev, Moscú,
Helsinki, Belgrado, como un troje sagrado, cuyas emanaciones sonoras hacían
descansar el alma haciendola vagar en noches triunfales de Pascua, cuando
apunta ya la primavera. Torrentes luminosos, como una catarata de energía
beatífica, brotaba de las cintas que eran la exaltación clamorosa de la polifonía. Sonidos que
restañan las heridas del alma y transfiguran al henchir el corazón de anhelos de
eternidad.
)Por
qué sufro? )Cómo es que moro en esta tierra de rencores y vivo
inmerso en la monotonía rutinaria? Habiendo soñado tantísimo y buscado la
cumbre, me hundo en la sima. A esas preguntas aquella música daba una respuesta
en claves mágicas. Eran la proyección de su vida idealista enterrada entre
libros que ya no leía nadie. Crepitaban sobre el raso de aquel sotabanco, la
buhardilla del poeta, la torre de marfil donde se acogía a sagrado, alientos de
trascendencia.
Oía una voz que dijo:
-Yo te rescataré de las garras de Erifos.
Un ángel de blonda caballera y rastro dorado pintó
de nubes la pared. Vio una niña el rostro cubierto de efélides. Ya sabes quién
es. Te llamarán por siempre All Queen Helén. La faz luminosa que ahuyenta las
tinieblas.
Violines de ausencia lloraban aquel rostro. Era una
sinfonía en tres dimensiones que conjugaba los tres tiempos. Entre vayas y
veras sentía Verumtamen una dicha embarbar como el esqueje de una árbol
transplantado en la almáciga, un ejido de sueños que riegan por privilegio las
lágrimas de la añoranza. Yo temía un amor, All Queen Helén, por el cual me
sentía participe del cosmos, y coadjutor en la tarea de crear el mundo todos
los días. Todo aquello me brindó un ojo mágico para mirar a través de la
cerradura de la ilusión la tarbea iluminada por una tarbea incombustible donde
crece la dicha y no cabe el llanto, ese lugar que el Redentor tiene aparejado
para los que portan su cruz allá en las moradas celestiales. Sólo eso me
sostiene aunque hay días en que dudo. No sé. Todo me parece un absurdo, incluso
mis propias creencias. En el término de la Despernada, surcado por dos cauces
fluviales y un paisaje tapizado de encinas y de carrascas, se eleva un castillo
roquero del siglo trece, estilo mudéjar, desde cuyo torreón se otea un paisaje
de dehesas encendidas de una luz interior como en la pintura de Velázquez,
adusto cinturón de Madrid que inspira canciones báquicas. Todo tiene un color
ópalo. Aquí en dos semanas del mes de julio quedaron sepultados setenta mil
hombres. Quizás a esa causa infausta se debe que la configuración de la
contornada posea un aspecto lúgubre y fantasmal. A veces a través de los
trigales y de los escalios, a punto de dar su última cosecha, porque estos
terrenos están siendo sujetos a la presión calificativa de las inmobiliarias, algo
en el aire recuerda a los muertos. Es una presencia callada, pero densa que
impla las colinas que hace gemir el viento. Las encinas, los añojales entonan
un responso por los caídos. Los caballones parecen túmulos y las antiguas
parideras que pasaron a ser luego casucas de los chatarreros que durante años se ganaron la vida a la busca,
requisando el metal de las espoletas, parecen túmulos. Recoger plomo y metralla
y hacerse con las helgaduras y miasmas de cobre que suelta la munición
destrozada fue lucrativa profesión en
posguerra, aunque peligrosa. Algunos chatarreros dejaban la vida en el
intento, o una mano, una pierna, un ojo.
Brotando del interior llega una voz lúgubre como el de un canto
epicedio. Desde los surcos se elevan jarchas silenciosas y espectrales. Es lo
que sintió muchas veces Verumtamen y lo que siento yo que me pateado de cabo a
cabo las mochas. Hay la mocha grande y la mocha chica y en el comedio de ambas
suertes una loma donde se alza una atalaya y un repetidor de televisión, así como
la alberca y los pozos de los antiguos depósitos del agua. En este lugar se
riñó la más encarnizada de las batallas
al transcurso de la ofensiva sobre Brunete. (Dios
mío, cuántos muertos! Nada menos que dos centurias de Falange, una bandera de
la legión y varias unidades de blindadas de las brigadas internacionales y una
sección de guardas de asalto perecieron en vísperas de la fiesta del Apóstol de
1936.
La faz de Floro Sanz, que apareció en su carricoche
accionado por pilas - se lo habían
traído expreso desde Alemania y era muy cómodo, no tenías que empujar las
ruedas, pulsar un botón a manera de timón que el beneficiario de aquel invento
último modelo para ambular y desplazarse- parecía la de un espectro. La plaza
del Arrabal se nos brindaba como un inquietante escenario mágico con sus
soportales, la acera amplia y los morrillos, impresionante escenario en el cual
todo lo llena la fachada del templo de santo Domingo de Silos. En Arévalo nunca
hubo dominicos, explicaba el cura don Serrano.
-Yo me llamo Florentino, pero me dicen todos el Cojo
de Mamblas. Soy mutilado de guerra.
El pelo echado hacia atrás, todavía espeso y entre
cano, la mirada de aguila caudal, de ojos vigilantes, el continente adusto y
pirrónico. Se le podría tomar como un severo Licurgo, seco más que un cuáquero,
si desde que dejara de fumar, no tuviese por costumbre chuperretear caramelos,
no hacía otra cosa en todo el día. Los dulces los mascaba, los ronchaba o se
los daba a los chiquillos.
Un obús le segó la pierna izquierda a cercén el
primer día de la batalla de Brunete.
Casi ni me di cuenta. Recién
desplegada toda la centuria, andaba como despistado y falto de sueño, porque
había pasado una noche de traqueteo. Nos llevaron al frente desde un camión.
Hoy va a hacer calor, Floro. Sí, pero es lo suyo. En plena siega estamos y aquí
por lo que se ve- dijo echando un vistazo de forastero a los campos de
Quijorna- se les encamó la mies. No les ha vagado a segar ni a recoger. Este
año se pierde la cosecha. Si sólo fuese la cosecha...
Fue en ese momento cuando escuchó el grito de un
cabo: Acuerpo a tierra, todos al suelo@.
Sentí primero calor, luego un frío algente envolviendo todo mi cuerpo, y algo
que se tronzaba, que, habiendo estado regado por el río de las arterias, quedó
desvinculado y yerto. En un instante se me apareció como en un fucilazo toda mi
vida pasada. Vas a morir, Florito, me dije. Sólo me atreví a proferir un grito:
AAy,
Virgen de la perpetua angustia@. De pronto me vi izado por los aires. La explosión
fue tan violenta que se llevó por delante toda la albarrada de adobes y de
sacos terreros que habíamos construido. Disparan los ribadoquines escoceses. Es
la columna Walter de los internacionales. Hijos de mala madre.
No me enteré de más. Cuando desperté, estaba en la
camilla de un hospital de primera sangre en Talavera y al lado de mi estaba el
páter del Regimiento de San Quintín:
-Ha sido un tiro de suerte, hijo mío, pero a lo
mejor hay que cortar.
-El )qué, padre?
-La pierna.
Lloré a lágrima viva maldiciendo mi suerte. Si me hubiese estado quieto cuando vinieron
los de reclutamiento pidiendo voluntarios para el frente, si me hubiese llamado
a parte sin darmelas de macho, a lo mejor hoy no era cojo, pero estaba escrito.
Aquella bochornosa mañana de julio marcó para mí el principio y fin de la
contienda. Había una gran desorganización y en medio del jaleo muchos no
sabíamos adónde ibamos. En la vida habíamos visto un fusil ni una triste
escopeta y las armas que nos dieron, o era de la guerra de la Independencia, de
aquellas de avancarga o carecían de munición. Luego vinieron tres años de
peregrinaje por hospitales. Del que me acuerdo bien era el de Avila. Había una
enfermera muy guapa que me hacía las curas. Nada más tocarme aquella moza con
sus lindas manos acariciadoras y mirarme de soslayo con sus ojos celestiales,
el sexo apagado resucitaba, se me levantaba todo mi cuerpo hasta la propia
pierna que me segó en el obús, quería latir, echar para delante. Gracias a ella
no me vine abajo, pero nunca e vuelto a Quijorna, que es para mí un lugar
maldito. Los hados aquella mañana no me confirmaron en la dicha de los
escogidos, sino todo lo contrario; a partir de ahí se desencadenó sobre
nuestras cabezas la malandanza.
Los senderos de la mística, al igual que los de la
milicia, son escabrosos, pero cuando se tienen veinte años casi se desconoce la
ruta y el camino que sólo se intuye. Uno es inconsciente del precipicio sobre
el que se ciernen nuestros pasos. En tiempos del almocadén victorioso recibí
todos los honores de caballero mutilado y hasta me dieron un empleo: factor del
tren metropolitano y fui puesto al frente de una garita donde se expedían
billetes. El almocadén no tenía que haberse muerto nunca. No me importó
servirle ni derramar la sangre por la causa que defendía nuestro jefe, el cual,
desparecido, mudó nuestra fortuna con la llegada de los renuncios y los cargos
de vindicta. Los derrotados pasan factura. Entonces no tuvieron cojones,
perdieron, y ahora nos vienen con reclamaciones y monsergas.
De caballero mutilado, fijate, he pasado a ocupar el
puesto de jodio cojo. Nos han rebajado de categoría. Nos degradaron sin
respetas ni alcurnia ni méritos de guerra, derechos adquiridos, tienen sartén por mango, se han arrogado la
ley, aunque todavía su versucia no les aconseja alacridades y andan con tiento
para con nosotros, conscientes de que, si otra vez nos liamos a tiros, otra vez
perderían el sombrero y saldrían de naja, con el rabo entre las orejas. Deben
de ser los hados hespéricos los que están de nuestra parte aunque nos hagan
sufrir.
Florentino era un místico en realidad y esa santidad
suya, de la que no hacía alardes, lo había convertido en un gran intuitivo.
Conservaba toda la hiper lucidez de la iluminación interior. Me llaman el cojo
de Mamblas pero yo nací en Ontiveros como el fraile reformista, a veinte
minutos de acá en el coche de línea. La Dorada tendió los pliegues de su manto
tejido en los batanes célicos con tisúes de misericordia y quedé a salvo, pero
no es que se lo tenga que agradecerselo mucho, la verdad; mejor hubiera sido
que el tiro me hubiese dejado seco, la vida que he vivido no se la deseo a
nadie.
Hombre, no te quejes. Tu buena paga, y tus buenos
cigarros puros hasta que te dejaste la cigarra, de tarde en tarde una visita a
los monumentos.
-No, señor. Yo nunca lo probé. Muero cojo y virgen.
-)Qué cosas tiene Vm, Floro.
-Pues si te digo que es de lo único que se me va
algo de ansia, y ahora me arrepiento. Tenía novia para casarme y con lo de la
pierna también la perdí. Luego me acobardé. Yo no estaba en condiciones para
apeldar con responsabilidad semejante. soy muy mirado para estas cosas.
Su aspecto era el de sacerdote, pero había perdido
la fe. Su usura le llevaba a decir verdaderas barbaridades de la monja que lo
cuidaba. Yo luché por defenderlas, yo perdí la pierna por su causa y ahora he
descubierto que todo es una engañifa. Sólo tienen un altar para el dinero y
profesan la avaricia por religión. Ojalá aquella bomba me hubiera cercenado no
ya la extremidad inferior, también el cuajo.
-)Cuántos años tienes, Florentino, cuanta luz ha caído
derramada sobre esos ojos de autillo?
-Ochenta serán los próximos que cumpla.
-Hay que tener resignación. Ya sabes: el dolor
purifica.
-Esos son bobadas. Las penas te vuelven o más
gilipollas o más hideputa. Yo soy conozco, lo reconozco, pero la pata chula me
ha convertido en un cabrón con pintas. La arcera a las que nos sube la
desgracia a los imposibilitados no es un coche de punto. Cuanto más viejo, más
pellejo, y cuanto más lacerias, peor. Nuestras mermas y nuestra llagas van en
contra de la armonía natural. Está claro que cuando era joven e idealista no
pensaba así, pero una vida arrastrandome con muletas o sobre una silla de ruedas me hicieron cambiar
de opinión.
Hablaba las cosas como son con la impasibilidad
objetiva del profeta que se ve a sí mismo como un pelele y su acento rotundo de
perdedor era apodíctico y convincente.
Mi pierna quedó enterrada en un trigal de la Despernada, caray con el
nombre, pero en la teología hay númenes y claves que explican el decurso de los
acontecimientos, era un aviso, me la arrancó mi infortunio o los hespéridos
dioses vengativos. O, a lo peor, porque así estaba dispuesto que pasara a
expensas de la pura casualidad. El sol de aquella llanada azotando de firme los
caballones, los surcos y las tenadas, habíamos ido a guarecernos a la querencia
de una paridera, y fue allí donde nos cascaron los artilleros de la columna
Walter, qué vendrás a tomar el té con la reina, quia, y el vino de Navalcarnero
tampoco me peta, desde entonces no lo pruebo nunca y cada vez que se cruza un
inglés en mi camino me pongo malo, )qué vinieron a hacer aquí aquellos valentones
brigadistas? )qué se les perdió en nuestro suelo, me cago en
su reina? Después me dieron la laureada.
La gloria sucede a las cenizas y mi pierna la enterraron en el osario del
cementerio de Brunete, según me dijo uno de mis camaradas que de aquella salió
teniente. Era mi quinta angustia. No he
nacido para otra cosa que para ser cojo )qué te
parece? Vivo una residencia del Barrio Húmedo pero un día fui un héroe.
Florentino, tú dispara, decía el compañero. Ya vienen, ya vienen. Joder, )por
donde? No los he visto. Malditos rojos.
Hablan el chauchau pero cuando tenían que decir un taco blasfemaban en romance.
Así eran de pistonudos. Los moros, en cambio, nunca juraban. Se limitaban a
sonreír o lamentarse sentados en cuclillas aferrados a la Anovia@(el
mosquetón), aceptando, fatalistas la voluntad de Alá.
Me llevan en la arcera como llevaban a los
sacerdotes de Júpiter ya ancianos, envueltos en su laticlavia, y paso los
puertos en mi carruaje de lisiado y las
montañas. Cruzo los gollizos de la paramera con sus gargantas allí donde el
paisaje se descuelga con trazas de cíclopes y atlantes, que un día fueron
colonos de este mundo, sus cuchillares y sus gargantas. Me atizaron en Brunete,
me dejaron renco, lo mismo da, y ahora queréis que yo sea amable, que os sonría
a todos al pasar. En la iglesia me sentaba en el banco de las autoridades, y el
monaguillo, nada más pronunciar aquello de Adigan
ustedes la confesión general@ me venía a darme a mí el primero el agnusdéi de
plata y luego la epacta. Yo creía que los curas incluso me iban a donar a
perpetuidad una hornacina en mi parroquias de Mamblas como mártir de la causa,
pero me engañaba. A nuevos añalejos, otros trebejos, y otra iglesia, otro
santoral. He dejado de ser caballero mutilado para englobar el suerte de los
jodidos cojos que arrastran su pata de palo por los caminos de la patria. Me
han bajado a tercera división. Pero los santos estamos en la obligación de ser
amables, en la vida quejarnos. )Me escuchas, te estoy hablando, librero de los
cojones?
-Te escucho, Florito, aunque tengo que estar al
santo y a la limosna. Ya vemos lo ingratos que somos, los libros en los que tus
gestas se propalan no los quieren nadie.
-Toma porque no es más que literatura. Mentiras y
gordas.
-Mucho más mienten los de la política.
-Pero ahí están. Siguen haciendo el despeje plaza.
Carlitos el del bigote y la sonrisa de conejo ha nombrado nuevo gobierno. Tres
ministras van a tres carteras ministeriales. Evacuó consultas con Hécuba Piños. Sería impolítico no ser
feminista.
-Vanidad de vanidades. Aquí no superamos el atasco
de la frase hecha: Aentran los de Arrese, salen los de Solís@.
Hablaba con convicción aunque sin apresuramiento. Le
resultaba difícil entender el por qué de su abandono. Buscaba el hilo de
Ariadna entretejido en la caótica pleita de las vidas de cada cual y allí se
perdía al no encontrar sino absurdos.
Su pierna quedó enterrada en un llamazar de la
Despernada. Nada tenía ilación ni lógico, nada en su vida casaba con nada, al
echar la vista atrás, que el futuro no le asustaba; no le quedaba futuro. Había
nacido para renquear y ahora vivía en una residencia de las hermanas de los
pobres cerca del barrio húmedo. La muerte no tardaría en llegar.
Cada vez que iba a Arévalo me abría las puertas de
su corazón de par en par, antes de echar la cortina para siempre.
-No puedo ver a la puta monja.
Su salud física había entrado en barrena de resultas
de un accidente que tuvo en el seiscientos tras el cual quedó averiado de la
pierna sana. ( También es mala pata! Como le dijeron que a lo
mejor se la tenían que apuntar nuestro amigo se lió a juramentos, no como un
silla ruedas de la tercera edad sino con la vehemencia de un recién entrado en
quintas.
-Cago en tal, yo no paso por la toza otra vez más.
Antes me mato.
No eran bravatas aquellas palabras sino ciertas
amenazas de suicidio. Al poco la emprendió con la novicia que le cambiaba los
apósitos a la que acosó sexualmente e hizo proposiciones deshonestas:
-No hay infierno, sor Dominga, y, como el cielo está
vacío, quien nos priva a usted y a mí de pasarlo bien. Mire cómo tengo el
cacharro, hermanita.
-Muy ruin, Florito.
-)Es que los ha visto mejores, tía zorra?
A sor Dominga se le subieron los colores a los
mofletes, miró para el techo con un gesto de resignación. Cuidar a los viejos
rebeldes se había convertido en la más dura prueba de toda su carrera
religiosa, una prueba que le deparaba el cielo. Estuvo por contestarle que si
seguía con sus tercas guarrerías le iba a limpiar el culo su madre, pero, en
vez de tal exabrupto, siguió con la tijera, la gasa y la pomada.
-Los he visto- repuso la religiosa, que era de armas
tomar y muy desenvuelta, ya que tras lo del concilio en las congregaciones
cortaron la tela del hábito hasta la rodilla, y sustituyeron la cariñana
rigurosa por una simple cofia. Resultado: quedaron más feas y las abadesas
dejaron de gozar de aquel atractivo sexual de los evos pasados, aunque se
cuenta que en ciertos conventos progres la religión no es lo que era, y se alza
la mano para que algunas claustrales utilicen la píldora anticonceptiva y
puedan ir a las discotecas.
-Vaya, vaya, así que tú también te diviertes y le
sacas partido a lo que de bueno nos da la vida.
-Soy enfermera, pero la mujer se queda en esa puerta
y aquí sólo pasa la monja. Tendría que tener cuajo.
-Haga su labor, hermana, pero le ruego que no se le
vaya la mano con las tijeras. Aunque desvencijada, no me queda otra.
Era el más díscolo de toda la residencia y habían
amenazado con expulsarle del centro, pero él decía que si no lo hacían no era
por caridad sino por dineros. AMe dejo aquí todos los meses mis buenos miles de
duros@. Chocheces de Florentino.
Yo veía en sus ojos color tabaco una tristeza
destructiva y a través de los bifocales la mirada del mutilado enfocaba hacia
un punto inconcreto de una desesperación antigua, algo que no tendrá solución
mientras el mundo sea mundo, porque esto no se arregla. )Adónde
se habrá metido el maestro de justicia? Era una desesperación que yo también
compartía. Sin reparar en ello, me estaba convirtiendo en el hermano de aquel
veterano de una guerra en que se proclamó vencedor pero al que una postguerra
larga, tediosa y envenenada de odios, había señalado como perdedor al albur de
aquella bramadera infernal. Yo también era un vencido cuando cada martes metía
en mi coche un par de maletas de libros de
calidad, colocaba los apeos o burros para montar el tenderete y los
exponía bajo los soportales de la plaza. Me daba cierta vergüenza al principio
pero luego al caer de las pesetas -tan sólo en una ocasión no vendí ni un
ejemplar- me desembaracé de ese reparo.
AAquello
ya pasó, tuvo su tiempo, era bueno para entonces, pero ya nada@. Y se
presentaba Florentino en el carrito de su derrota, mirando para mí con ojos
observadores, casi amenazantes de mochuelo de las encinas, como una especie de
arcángel maléfico, heraldo de la desdicha y de la nada que nos circunda.
-Libros )para qué? No hacen ninguna falta. De grado los
quemaría todos.
Había en sus gestos una grandiosidad trágica, algo
que recordaba al panteón de los Inválidos de París o a las murallas de Ávila. AA
través de esa mirada con que bieldas mi nostalgia por algo que no pudo ser@.
-Tu fracaso es mi fracaso. Yo también he sido como
tú un soñador, un falangista.
-)A qué vienes a este pueblo?
-A reclinar mi alma. Es la que más amó, nuestra
reina, la reina de España. Aquí se fraguó la unidad nacional que intentan
malograr los de la infausta clase política. Si te cuadra, puedes entender que
no me mueve a subir hasta aquí el ánimo de ganancia ni el lucro. Esto es el
principio de una hégira, de una peregrinación cargada de simbolismo místico.
Se cuadró ante mí incorporandose sobre el hule de su
silla de ruedas automotriz, finchó un tanto los carrillos y en ese momento mi
interlocutor dejó de ser un autillo que yo conocía para adoptar el careo y las
maneras de una clueca. Parecía una fantasmal nave romana que surcara los
océanos sedimentados de la meseta (otrora Castilla fue mar) dejando un surco
rozagante de espumo tras el aplustro de popa:
-Aquí no hay nada. Sólo retórica. El sepulcro de
María de Guevara está vacío, la casa de
doña Germana de Foix, hundido, lo mismo que el palacio del contador Cuéllar,
donde vivió el alcalde Ronquillo y que estos legaron a los jesuitas para que
estableciesen su primera sede central en la tarraconense.
APingües
et bona pota@. Me imaginé a la segunda mujer de Fernando de
Aragón de banquete en banquete y con tanta inclinación al traguillo que dormía
con una jarro de mosto entre los dedos y la tenían que recoger por los
pasillos, estaba como una cuba y a aquel joven vizcaitarra algo inquieto que
fue del cortejo de los seises, una recomendación del duque de Nájera lo trajo a
la corte de Isabel de Castilla, fue pendenciero y algo enamoradizo, nada
comunero y caballeresco de mentalidad. Conseguiría por su carácter escasas
amistades, ya que era retraído, orgulloso y pagado de sí mismo.
ATú
tienes la cifra que me clava a estos tesos circundados por la tristeza clara de
las vegas de dos ríos, Arevalillo y Adaja. Me llenas del ansia de España@. ABah,
retóricas que pierden mi alma@.
-Mi lesión fue un sacrificio baldío. -dijo el Cojo
de Mamblas- (Mira que haber ofrendado yo mi vida para esto! Pero
la culpa la tienen los curas. José Antonio, que fue mi líder, vio el peligro y
ya postulaba una iglesia nacional, independiente de Roma.
Sus palabras de un brío lapidario expresado en un tono de voz angustiosas
valían tanto como el vaticinio de un profeta del desencanto y yo venía a la
villa de los siete linajes a perderme en su historia empapado del espejismo de
una gran danza heráldica de boceles, riostras, barras siniestras y lambeles de
bastardos y segundones, roeles y escusones, emblemas de la guerra, el coraje y
el valor. Sin darme cuenta me dejaba abrevar por una quimera. Con mis libros a
cuestas volvía a la caza de seres fantasmagóricos: el aguila de dos cabezas, la
hidra, la sirena, la arpía, el unicornio, el ave fénix, la esfinge y el
centauro.
Las baladronadas de aquel pobre mutilado, de una
residencia de la tercera edad, eran las voces, la prosa sin peinar, el
trasfondo de la poesía que otros proclamaron, de los caídos por Dios y por
España. Todos mis blasones se derrumbaron con lo que me dijo Florentino. Sin
embargo, aquel paisaje berroqueño que rodea a la plaza, y que nunca me cansaré
de mirar, deformado por mi entusiasmo por la arqueología y mi vocación
romántico por el pasado, sin lograr abarcarlo plenamente. El emanantismo castellano, esa constante
advertencia trascendente, se nos escapa, aunque nuestra religión tapizada por
encima de catolicismo barroco encubra las verdaderas adherencias ancestrales
del culto sincretista y pagano.
En el antiguo emporio de los arévacos he sentido con
frecuencia que mi verdadero dios no es el que es grande en el Sinaí sino Baco,
puerta de Jupiter, y mis constantes visitas a las Angustias, abuela venerable
atalajada de rico manto y siete cuchillos de oro al pecho, eran una excusa para
venerar a Cibeles, pero no lo encontré de aquella endecha: mi amigo Floro el
falangista acababa de matarse.
Querida Pickle: Ya
ves. No sabía como llamarte, hija donde quieras que estés. En cualquier
caso, me dispongo a realizar este ensalmo epistolar en la esperanza de que por
un milagro de la telepatía, o una de esas casualidades, de esta sociedad
confluente, afluente e interactiva, que nos embarga (verdaderamente, nunca ha
estado la gente tan lejos y tan sola en medio de tanta comunicación) escuches
las notas de este clarín desafinado o melodía sin compás con que convoco a las fuerzas telúricas.
Siempre tiene esperanza el naufrago al arrojar a las olas la botella. )O no?
Yo te saludo desde el umbral de mi senectud. No
quiero un campo epinicio pues lo de Amorituri@ se lo dejo para mis enemigos, sino una loa a la
vida, y un canto al amor, que quede para la posterioridad, aunque, sin
alharacas, ni excesivas pretensiones. No he sido un hombre acomodaticio, ni
poeta laureado, ni ando con las camisas y los vuelos de los capotes del revés,
siempre, al sol que más calienta. Bogar contra marea no proporciona más que
sinsabores, hundimientos y derrumbes. Pero, con todo, me considero un elegido
de la Fortuna. Fui de los pocos que conocí el Amor.
Presiento en
todo esto algo anormal, una judiada que vino a hacerme el Destino, o mi Mala
Pata. No fue justo vivir en este
alejamiento de ti. La vida por ese cabo me ha tratado bastante mal. Pero (qué se
le va a hacer!. Ya no hay remedio. Por mi mala cabeza acaso lo merecí.
Pickle
D´Onion (capullito de cebolla), tan francés, fue un nombre que salió de labios
del abuelo Gaspar, porque es lo que parecías la primera vez que te vimos: un
capullito rojo al poco que te trajeron de la maternidad de Croft West, allá en la provincia del Ásciro.
Dios sabe ahora )por dónde andarás?
Tu madre tuvo
un parto muy largo y laborioso - no precisamente una hora corta - y tu padre
aquel día se impló a cerveza negra en una taberna de Eboracum, para no faltar a
la costumbre. Ese malhadado hábito, esa funesta inclinación que llevo dentro,
que a veces es como si un diablo viniese y zas, te vas abajo; de repente, se
apodera de tu albedrío, sientes cómo la
mente se atora, el entendimiento se
nubla, dentro de una laxitud muy rica y agradable, al principio: al final, un
suplicio. La voluntad se me embota. Ese duende que llevo dentro empieza a
gritar cosas raras y a reírse de mí haciendo momos, en un alarde de carcajadas, que son como estampido, que se
clavan adentro igual que puñales. Es el delírium tremens. )Nunca
has escuchado las risas estentóreas de Satanás?
- Estás
condenado. Ya no podrás salir jamás de esta. Ya no te me escaparás. Eres mío
para siempre.
- Dios mío, no voy a probar ni una gota nunca.
Pero a la semana siguiente, al mes, o al año,
vuelves otra vez al trago. Erifos va, y
te da una de sus peligrosas palmadas en las costillas. Siempre se sale
con la suya. Le encanta hacer sufrir, porque tiene bastante de masoquista, al
perdedor. Es un abrazo de Judas con redoble. Un beso mortífero. Acabas viendo
una jauría de sapos y culebras en el fondo de la copa que estás paladeando.
Notas asco, pero, al cabo vuelves. Los médicos te dirán que eres dipsómano,
puesto que aborreces el espíritu fermentado, pero se trata de un aborrecimiento
parcial, intermitente. No buscas en la bebida el gusto sino los efectos. En el
fondo, lo usas como una especie de suicidio a rachas, porque te falta valor
para arrojarte desde un sexto piso.
Este diablo
que me domina lo llaman Erifos (que en griego viene a ser lo mismo que cabrito).
Erifos es un huracán que sopla sobre los páramos de
mi mente, sin que, una vez desatado, sea capaz de controlarlo.
Más que cabrito yo
llamaría cabrón al tal Erifos, porque es mucho lo que me ha hecho sufrir
con sus alharacas infernales. Hace momos en los adentros. Me gustan sus
mohatras, pero al sumirte en sus halagos entras en el mundo de lo falso. Te vas
deslizando hasta el abismo.
Tu madre, que
fue lo mejor que me ha ocurrido en mi vida y debió bien conocerme - ella me
amaba, y el amor, que allega conocimiento, a veces es ciego, otras,
clarividente y sabio en el despliegue de ese conocimiento que trae consigo
aparejado dolor, porque el amor es la
suprema fuerza del mundo -mucho debió de sufrir cuando Erifos se apoderaba de
mis entrañas; hizo una radiografía que retrata mi modo de ser, que ni clavada: AThere are two
Genadies I know. The nice one and the bad to worseA.
Nadie como ella supo pronunciar mi nombre: Genady.
Genady.
El sueño voló. Sólo queda un nombre, All Queen, y es
el mío: Gonete Verumtamen.
Tal
sentencia me define de forma inapelable en las dos personas que conviven en mí.
El puro, y el indeseable. Dentro de todo esto debe de haber un ángel y un ser
infernal, pero no soy yo, cuando esto me sucede, sino el canalla cuyo nombre no
quiero ni mencionar que, al enseñar la pata, todo lo tumba y arrasa. Padezco
asimismo traumas de doble personalidad. A veces la pugna, porque sendas
tendencias andan siempre a la greña en lo más íntimo de mi ser, es tan intensa
que me desquicia. El alcohol es un tirano de hábitos en círculo, que me mira
con su ojo de Cíclope. AIt is a round abad@.
Montas en el caballito desbocado y no sabes dónde acabarás. Te encuentras
justamente pegando vueltas en un maldito tiovivo. Besas al jarro, y luego
vienen los golpes, trillas la parva y te mareas. Eres el molde mismo del
laberinto. Todas las calles se entrecruzan. Todas las farolas son hermanas,
cuando te mareas, y los caminos son los mesmos: no conducen a ninguna parte,
cuando te aferras al volante y la mirada parece que se abocina a la entrada de
un túnel oscuro. Suben y bajan los monstruos por tu cerebro, unos tienen cara
de cerdo, otros son perros y ves doble. Ya estoy harto de tanta maldita
diplopía.
Lo he intentado todo: Alcohólicos Anónimos, colocar
un diente de ajo o una rama de dragontea, que pone en fuga al demonio, o
atiborrarme de tronchos de berza y matas enteras de betónica, hierba esta de la
que aseguran que el que le probare jamás será vencido del vapor etílico, por más
que libe. Dionisio es de entre las deidades del Olimpo la más traicionera. Yo
lo sé por experiencia propia. Su legado, Erifos, ha conseguido lo que nadie
pudo hacer con tu puñetero progenitor, dulce All Queen: meterme en vereda. Sin embargo, necesito beber. En los grandes
días, y en los mínimos. En las epifanías maravillosas y en las cárceles
lóbregas. En bodas y en bautizos. No te creas, All Queen, que es moco de pavo,
ni grano de anís, cuando tiran de mí en dirección contraria los dos vectores
anímicos.
Poor Genady. He is getting old, and fat, and
toothless. Living in exile. With a wife who is not his wife, and with sons
which are not his own. The only thing he does passable is getting pissed all
the times.
Pues en esas estamos, que uno no sabe ni qué decir
ni que pensar, pero esta flojera de voluntad que Dios me ha dado me subleva.
Las palabras de tu madre- recuerdo todas sus frases,
todos sus gestos, excepto lo relacionado con aquello que tiene que ver con los
sentidos, porque el amor nuestro era un amor del alma, algo que nos se agarra.
Aquellos que tenga las potencias volitivas embotadas por la carne jamás lo
podrán entender, porque detrás de esta historia que yo te quisiera contar
descabezadamente y a coletazos soy consciente de que me dejo en el camino
jirones de piel y habrá cosas que no pondré porque no seré nunca capaz, porque
los sentimientos causan dolor y los de la amada mucha más, pues son como un
espasmo, y forman parte del alijo que el ser humano se lleva consigo a la
tumba. Algo tan puro y tan excelso como de aquel sentimiento del cual los dos
comulgamos nos sobrevivirá. Y está, ciertamente, en la sonrisa, esa sonrisa de
iconostasio o de madona en majestad desde la cual tú me contemplas a todas las
horas, porque aquella foto que me mandaste en el año 87 en la cual estabas en
un jardín rodeada de flores, representa para mí no ya un valioso recuerdo,
sino, plenamente, un tesoro vivo.
Algunas veces
siento tanta piedad por mí mismo que llamo a la muerte a voces. Ella sería la
única capaz de desembarazarme de ese A bad
to worse A anunciado por el rostro de la voz amada, que me
conocía a la perfección. Yo diría que proféticamente. Liz, where are you
now, dear. Qué habrá sido de ti, mi amor.
Dentro de
unos días va para veintiocho años de aquella feliz fecha una muy fresca, casi
helada mañana de mayo en que tú viniste al mundo. A lo mejor no te gusta eso de
A
Pickle D~Onion A, que del todo no sé cómo quedará en inglés, pero en
español suena a algo, aunque, por dicho de eso, te participo que me gusta más
que la sobrehúsa con que te empezó a llamar el abuelo el nombre que te pusimos
cuando te bautizamos en la iglesia católica de la vieja Eboracum, puerta casi
de por medio de York Minster: All Queen Helén. Es un nombre homérico.
Resplandeciente. El único que te merecías tú. Desde aquella fecha eres para mí,
sin ninguna licencia parabólica, la toda brillante,
toda reina (que
es lo que en griego y en anglosajón los dos nombres que te puse quieren decir).
Te bautizó el cura entonces, pero a lo largo de toda mi vida yo te he bautizado
con mi tesón y con mis lágrimas. Tu recuerdo viene a ser en mi memoria como un
Jordán de aguas purificadoras, que me liberan de toda la mierda que ha habido
en mi vida. All Queen Helén, alguna vez tú sabrás lo que con esto quiero decir.
Entrarás en el arcano de los misteriosos y serás sacerdotisa de luz. Mi
pickle d´onion.
Hoy a
lo tonto me he puesto a escribirte esta larga carta o serie de cartas, que tú
claro no leerás, pero me consuela, que esto de escribir viene a ser un
exorcismo, un resorte en la desdicha, otra verdadera forma de vivir. Óscar
Wilde decía que el arte de la escritura es la consumación de una profecía.
Siempre es acicate la escritura en que
se ponen en danza ocultas fuerzas cósmicas. Tengo para mí que este ritual
mágico y memorialista de cartas que se dejan caer y no se envían aplacan la
dureza del corazón del destino a cuya vara estamos sometidos los mortales. Yo
presiento tener la corazonada de que estás viva y me aguija en la tarea la
cuasi certeza de saber, siquiera por
barruntos, que te encuentras en alguna parte, en algún lugar, aunque no quieras
saber nada de mí. Bueno te engañas Dont
tell me fivs, as your mum used to say, when we courted Porque sé que en el fondo debes de pensar en mí del mismo modo
que yo pienso en ti. La fuerza de la sangre atrae con misteriosa potencia.
Mentiras piadosas. El hermoso cortejo, casi increíble para ese amor maravilloso
del que tú fuiste el bello exponente. La bella palabra madre. Yo me sigo
moviendo en esos parámetros del idealismo romántico. Hoy casi parezco un
extraterrestre. Que viene hacia ti y actúa en videncia. Vengo al río Jordán de
mi vida. Quiero bautizarme de amor y, de tal forma, he de plantar sobre mis
hombros el blanco indumento, la excelsa veste de los elegidos al Amor. Trato de
regresar al Paraíso del que fui expulsado por una depresión nerviosa un día
terrible de la primavera del año 72. Los hechos ocurrieron un diecisiete de
marzo. Hay meses nefastos cuyas fechas ahorcan nuestro destino. Petrarca
conoció a su amada Laura el 6 de abril
de 1327, un viernes santo en la basílica de Santa Clara de Aviñón.
Otro seis de abril de 1347 la amada del poeta
fallecía como consecuencia de la peste.
Yo conocí a tu madre un veinte de enero de 1967,
pocos días antes de que ella cumpliese veinte años, pero de ese encuentro
significativo haré cumplida relación por menudo páginas adelante, if God
spares me, que decís vosotros los ingleses. Esos rostros,
esos días, ese invierno de Hull se ha quedado grabado en mi memoria a cincel
indeleble.
No hay un
día que se me pase sin pensar en algún momento en ti. (Qué
cosas! Sin embargo ) Sabes? Eso consigue hacer un poco más llevadera la
existencia que es por otra parte un tanto anodina y sin color. Hay poco
aliciente y menos ambiente. Soy un hombre colgante, el dangling
man de una bonita novela de Herzog, el escritor neoyorquino que trata de la espera a ser
llamado a filas de un mozo del reemplazo de 41. Es el hombre que pinga sobre el
abismo, ajeno a su suerte. No sabe si lo van a matar. Desconoce si lo
declararán excedente de cupo. Barzonea por las calles de su barrio sin apenas
qué hacer. Se echa algunas novias. Lee ciertos libros. Se impla de vino peleón
eso que denominan los gringos A bourbon@. Para combatir el aburrimiento y la incertidumbre
de su vida visita algún burdel. Ello no le hace menos desdichado. Pero este A
hombre colgante A es mi autorretrato. Yo soy el A
dangling man A. Un hombre apático de andares cansinos, los ojos
que miran perezosos, como si mirar estuviera trascendido de disnea, harto de
ver siempre lo mismo, cansado de idénticos golpes. Gandul
que no has hecho otra cosa que lamentarte en la vida. Eres un ser... So ser.
Cacho perro. Eran
las palabras de malquerencia que tuvo para conmigo la que dicen que me trajo al
mundo. Porque La Visi aparte de que me maltrataba de niño, que mi infancia
fue un calvario de humillaciones, postergaciones y de sufrimientos, profería de
mí tales burradas y otras por el estilo, que en este país en el que eché mi
primer alhorre y donde empezaron a medirme muy temprano las costillas, las
mujeres son muy duras, que, por dicho de eso, la catolicidad no está reñida con
la crueldad y la vida es a la vez primaria y complicada. Porque debajo del ala
blanca de la paloma se esconde la garra colorada del buitre. Sólo dos mujeres
me dieron ese cariño del cual siendo yo
huérfano desde la cuna. Tu bendita madre de la tierra: la dulce Elizabeth y tu
bendita madre del cielo - que también lo ha sido mía como lo será tuyo siempre
- María de Nazaret. Su predilección y su favor de esta Gran señora Nuestra es
lo único que te puedo legar por herencia. Ella guiará tus pasos hasta la hora
de la muerte.
Por las
trazas, pues a uno no lo van a dejar aquí para simiente, yo aguardo la llegada de
una Dama inexorable que no jamás falta a
la cita. Que más quisiera yo que darle plantón A nadie perdona ni olvida.
Ninguno se le escapa sea pobre, sea rico, bueno o malo, hermoso o desagradable,
negro o blanco, hombre o mujer. Ya me entiendes a quien te digo. Toquemos
madera. Soy un jubilado o prematuro anciano de la España fin de siglo. Me han
dado por inútil total con lo que me asiste el derecho de un cien por ciento de
paga. Que España, por mucho que nos quejemos, y sus enemigos de adentro y de
afuera, gusten de colocarla en berlina, no es un país que esté tan mal. Aquí se
ha vivido mejor que en ninguna parte. Queda un rescoldo de justicia social que
los laborantes como tu madre y yo nos ganamos a pulso. Hombre, el mundo no es
perfecto, pero Dios bendito está arriba. Pero esa inquietud, ese desasosiego,
ese afán de conseguir y de burlar, no nos deja a veces sosegar. Todos los
pueblos tienen sus virtudes y sus defectos.
Dicen
algunos que estoy loco. Puede que de eso algo haya, pero no estoy del todo de
acuerdo con el diagnóstico. Sin embargo, y mira que es axiomático lo que dicen
que no hay mal que por bien no venga, el veredicto inapelable del loquero ha sido válido para recabar un sueño que
acaricia el deseo de todo mortal: vivir sin pegar golpe. Razón llevaba tu madre
cuando me decía:
- My
dear husband always lands on his feet.
No pronunció, la verdad sea dicha, una frase tu
madre. Formuló un augurio que se ha cumplido al correr de los días. Aterriza
como puedas. Lanzate al vacío de una vez ) Será
verdad que he nacido de pies? Por las trazas, mis descomedimientos insensatos
hubieran sido capaces de dar con mis tristes huesos en presidios. De galeras me
libré. No he cometido asesinato aunque estuve en medio de alguna que otra pelea
fruto de mi talante exaltado y colérico, pero la Virgen no permitió que mi
desesperación me hubiese arrastrado al orcum infame de los precitos. No sé de qué me quejo. Estoy en mi
casa tan ricamente escribiéndote oyendo entonar su melopea a los ruiseñores de
la urbanización en el jardín trasero. Tengo una mujercita que no es
precisamente un dechado de perfecciones ni de delicadezas - esa batalla la her
perdido desde aquella mañana del 17 de marzo cuando fui expulsado a ese lugar
de fastidio y de malas caras que se llama la Laguna del desamor - pero mis
hijos comen. Tengo todo el tiempo del mundo para escribir y leer que es lo que a mí verdaderamente me
entusiasma. Soy un parásito a costa del erario. Así y todo, estoy disconforme.
Me pimplo por los bares de mala muerte. La dulce Virgen me ha ahorrado el
suplicio de más de una puñalada, porque, ebrio, pierdo el control y no sé lo
que digo ni dónde estoy.
Soy un
perdedor, ya lo sé, pero un perdedor sin culpa. Mi suerte me la he labrado yo
solito. Esta cara de abad gilipollas la he ganado a pulso por mi falta de
discreción y sobrada inconsciencia. Vinieron las lamentaciones y aquí estoy yo
dandome de bruces contra el muro. Ten misericordia de mí, Alquinnhelén.
Perdóname por haberte abandonado cuando tenías sólo dos años. ( Dios
Santo, cien vidas que tuviera, nunca sería capaz de expiar esa culpa! Estoy
arrepentido. De verdad que lo siento pero el psiquiatra de turno me ha dicho
que yo no llego a ser responsable de mis actos. Por eso me expulsaron del
trabajo, mis hijos me desdeñan y Lamialuba me da perra vida. ) Has
oído hablar de mujeres maltratadas? Pues, si yo te dijera que existen
paralelamente maridos maltratados, yo estaría en ese cupo. Todo es al mismo
tiempo muy sencillo y muy complicado. Virgen Santísima, te doy gracias por
haber salvado a este pecador de todos los castigos que merece. No tengas en
cuenta mis miserias sino tus intercesiones ante Dios, que para eso eres Madre
del Salvador, y madre de todos los creyentes. Amén.
Ciertamente
no le puedo estar más reconocido al régimen democrático y al gobierno de Su
Majestad Juan Carlos I. Tengo todo el tiempo del mundo para soportar el nagging de la parienta, que menuda es esta Lamialuba que ese
es un nombre de pila, (muy poco se parece a tu madre, la bella Elizabeth Howells, a la que tanto amé, y echo
de menos tanto como a ti, y tampoco hay día que viva sin un instante para el
recuerdo porque si en Liz encontré la ventura y la dicha en Lamialuba, que hace
buenas migas con la Visi, que parece que andan a partir un piñón y parecen
salidas de un molde para cumplir un funesto designio sobre mi persona, pobre de
mí, pero, Dios sea loado en su augusto trono de estrella que a ninguna ni a
otra reconozco por madre y esposa) escribir y leer.
Si no fuera
por los libros y el consuelo de las bellas letras, y el recuerdo de aquel amor
de juventud y del cual tú naciste, y
del que tú eres un bello exponente, porque la fotografía que me mandaste en el
86 al cumplir los 16, ampliada, preside la pared de mi escritorio, a lo mejor
la vida no mereciera vivirse. Bueno, sí; están las rosas que, por cierto, ya
han coronado por aquí. Todas las mañanas, cuando me levanto echo un vistazo al
pequeño jardín para mis rosas fragantes y para mis tiestos. Es un leve toque de
poesía que me libera de la vulgaridad y la ramplonería que hoy por todo el mundo impera. Sin embargo,
este moscón les puede con sus jeremiadas de cuerpo presente, con sus exabruptos
y retahílas.
Un bello
amor, que no un buen morir, toda la vida
honra. El idilio que vivimos tu madre y yo fue demasiado puro para que el limo
de esta tierra lo contaminase. Hoy en el
recuerdo es una sombra etérea. Hay pocos hombres y mujeres que ya con un pie en
el peldaño de la escalera de un nuevo siglo que adonde nos llevará, cualquiera
sabe, sean capaces de decir lo mismo.
Aun ni sé como hoy once de mayo, que por cierto es
el cumpleaños de CJC, uno de los autores por los cuales siento a la vez más
admiración y repulsión. Yo le hice en el 72 una buena entrevista. Tengo A La
Colmena@ por él dedicada y una foto en la cual nos
proyectamos los dos estantes hacia la cámara cada uno mirando para distinto
lado. Es a la vez divino y soez. De una ternura y una circunspección notable.
Lo que más me sorprendió en su persona fue que hablaba en el mismo tono y se
expresaba en los mismos giros que mi pobre padre, esto es tu abuelo paterno al
que tú nunca llegaste a conocer, pero él a ti sí, que te tuvo varias veces en
brazos y uy que voces pegaba para su nieta cuando vinimos de Londres a pasar un
verano para que mi familia te conociera:
- Hija,
hija. Mi bollo de oro inglés. Mi mantequina de Soria.
Cela es el
talante. el talento y el contrapunto.
Así, a secas. Es la inteligencia y la agilidad de lengua para dejar en
el sitio a cualquier interlocutor. Lo admiro. Hay que reconocer que es un tío
muy listo; porque en una profesión en la que los más criamos caspa, desdenes y
desconsideración y los mayores fracasos, él no sólo se hizo famoso y
archimillonario. Eso sí, diciendo siempre lo mismo o casi lo mismo, pero lo
sabe explotar. Un profesor mío cuando estudiaba bachillerato que me suspendió
por cierto y no se lo perdono aunque lleve ya muerto hace muchísimos años, y
por todo lo falangista y por todo lo hombre de Elola Olaso que fuera, decía:
- Sí. Sí.
Muy bien. Pero Cela no es novelista.
- Pues
amén.
- Es un
manierista.
- ) Qué
es un manierista?
- Será todo
lo que quiera, Sr. Magariños, pero ese gallego de Padrón maneja el castellano
tan estupendamente como usted el latín.
Por llevarle esa contraria, pues que me puso en la
lista negra el tío. Fíjate. Que en este país unos nacen con ventura y otros
ventrudos, que siempre les persigue tanto la desgracia como el dolor de tripas
de estos hijos pródigos de la Fortuna, y yo he sido algo escarolo. Un escarolo
es lo que soy, que siempre mi madre lo decía, y ahora me lo dice la parienta,
oye, ) me escuchas? Que tu padre no ha podido hurtar el
cuerpo a la desdicha. De niño maltratado he pasado a marido al que le faltan al
respeto. Todos se me suben a las barbas. )Qué
pinto aquí yo? Ya me dirás.
Por decir la
verdad me han sacado los perros. Me han echado de tantos sitios que ni se sabe.
Todo por esa bendita manía de no dar el brazo a torcer, caray. Y por escarolo
me pasan a mí todas estas cosas.
Yo no sé, Alquinnhelén, cómo diantres al cabo de
tanto tiempo (te estoy hablando del otoño del 62) saltan aquellas memorias
hirientes y todos esos nombres a la palestra. Pero quiero contar la vida de tu
padre, del que te enajenaron sin yo comerlo ni beberlo, que aquello causó un
trauma en mi vida del que no acabo de recuperarme, puesto que mis males
psicológicos nunca se terminan. Que el mundo se me vino abajo y estuve a punto
de suicidarme. Pero ante estas cosas de la vida sólo cabe paciencia y resignación.
Aquel Antonio Magariños, que tanto pisto se daba,
director del Ramiro de Maéztu que se parecía a Antonio Elola Olaso. Aquí hay
que parecerse al jefe. Ser como el jefe, porque es una costumbre inexorable
entre los fascistas el que hay que contrahacer en todo al que más manda, hasta
el punto de ser un sosias espiritual suyo y, si físico, mejor que mejor, pues
no es más que el nombre de un polideportivo. Y yo no voy a decir una misa por
él, aunque Dios lo haya perdonado, que no le guarde ningún rencor, pero fui mi
primer gran batacazo, y a lo hecho pecho, que al pobre don Antonio ya se lo
habrán dicho de misas.
Era una eminencia en latines, sin estar a la altura,
claro es, de aquellos profesores que tuvo yo en el seminario. Un Valeriano
Pastor, un Anastasio Vallejo, un Dionisio Yubero, hebraísta conspicuo que llevaba la cátedra de
escritura. Todos ellos en lo que respecta a la lengua de Cesar superaban al
Magariños, aunque sin darse tanto pisto. Aquellos curas sí que sabían un huevo
de latín.
Pero yo he sido un tanto escarolo. No he sabido
aprovechar las oportunidades. Porque dicen que no estoy bien, querida hija.
Esas obsesiones que se me meten. Esa falta de tacto y de equilibrio al abordar
a las gentes. Carezco de malicia. En tu país me enseñaron a ser educado. Pero
aquí, si eres grosero, te llevas de calle a medio país. Lo de zafio por estos
pagos se lleva mucho. A propósito, el vínculo conyugal entre tu madre Elisabeth
y yo fue anulado bajo las premisas de Afalta
de discreción@, un eufemismo del lenguaje forense para espetarte
que no andas bien de la cresta, y que te falta litio.
A pesar de todo, no me quejo de lo que ha sido mi
vida, insisto. Guardo el recuerdo de aquel amor que fue una joya y que llenó de
sentido mi vida. Pocos mortales podrán jactarse de haber cruzado esa meta
inalcanzable. Te quiero, All Queen. Tú has llenado la flor de la existencia y
fuiste la mejor triaca para todas estas amarguras mías. Si no hubiera estado
enfermo, tal vez podría haber sido un padre maravilloso para ti
- You are
too soft.
- I only tried to be nice,
Liz Howells.
- Genady, you will not change
and in the meanwhile you ´ll drive me
round the bend.
- Can´t cope with life,
perhaps - I said
Yo me pregunto a estas alturas si no fui lo
suficientemente duro conmigo mismo. Si he carecido de voluntad de vencer por lo
que el vulgo me ha tomado por el pito de un sereno. Todos se han reído de mí.
Todos huyeron. Pero la voz querida de tu madre sigue martilleando en mi memoria
hasta el punto de que daría un ojo de la cara por haber seguido los consejos de
la persona que verdaderamente me quería. Lamentablemente no hubo A
meanwhile@ ni una segunda oportunidad ni proyecto de enmienda.
Eso es lo que me dijo Liz Howells la última vez que hablé con ella al poco de
salir del hospital tras la operación de cáncer de tiroides, y de la que creo
que curó milagrosamente gracias a la intercesión de la Santa entre las santas
con no poca ayuda de la A Pequeña Flor@
después de aquel encuentro, nuestras vidas siguieron caminos distintos. Su
imagen adorada tal y conforme la vi en aquella ocasión es un icono atesorado en
el altar de la memoria. Es que la quiero todavía. Todo lo suyo se ha convertido
en una fijación. )Cómo no va uno a quedarse con el tiempo inmediato a
tu expulsión del Paraíso? Para mí el cielo
- y el infierno en parte - fueron aquellos dos años en el Yorkshire.
Desde entonces los nombres de aquellas ciudades (Edenthorpe, Doncaster, York,
Hull, Beverley) representan la noción de una felicidad que se tuvo al alcance
de la mano y un buen día se perdió. Me siento un poco como desterrado de
aquellos nombres toponímicos. Biológicamente debo de ser español. Pero
espiritualmente yo pertenezco a Londres porque allí nacía al amor. Tengo una
verdadera fijación con su voz y con sus palabras en mi memoria. Me obsesionan
las cadencias de su acento londinense. Quisiera que aquel momento de la suprema
prevaricación no hubiese saltado a la esfera de ningún reloj, que nada de aquello
hubiera sucedido. Dar marcha
atrás en la moviola de los días, pero ya no tiene remedio. Lo que pasó, pasó.
El hombre es juguete entre los dedos de su propio destino.
En el
seminario, aquella gente archi sapiente en latines y materias que luego no me
servirían para nada, me enseñaron a amar a Dios, hasta henchirme la cabeza de
vanas ideas. Grandes proyectos apostólicos. Salvar a los hombres, pero nunca me
enseñaron a salvarme a mí mismo. De esta forma fui víctima de un proselitismo
vacuo y decadente. Idealismo y belleza
formal fueron desde entonces parte de mi credo estético, y ya no me puedo
descolgar ni resarcir. por estos señas, estoy haciendo guiños a la complicada
estructura mental. Llevo la inseguridad y el complejo de culpa metido hasta los
tuétanos.
Nos formaron para ser ángeles. Pero ni media palabra
de cómo era la vida, ni la manera como hay que abordar la existencia y los
hombres. Hija, he sufrido mucho. Acaso no te merecí, pero, no por ello, he
dejado de amarte.
Tengo la
sensación de que quizás la Humanidad esté consumando las postreras jornadas
antes de que comience el ciclo del fin. No he sido un apóstol, ni un buen
escritor, ni un buen periodista, ni un buen padre, ni un buen marido. Nada: un
inútil total. Un escarolo, como me llama la parienta. Pues mi Costilla de Adán - parece que dios
las cría y ellas se juntan-, recogiendo la antorcha de La que Me sacudía con la
zapatilla, cuando no hacía sus mandados, llegaba tarde a merendar, o rompí un
botijo en el camino de la fuente, prorrumpe en las mismas cantinelas, guay de
mí, te salta con el viejo perejil, que no quieres caldo, pues, tres tazas. Con
todo y eso, pienso que la vida es bella. Me quejo, reniego y soy muy feliz.
Pero ello no quita para ser apartado a la gehena de
los precitos. Ahí no quiero estar. No. Desearía purificarme, pedir perdón por
todo el mal que pude hacer a tu madre. En revancha, otras me lo hicieron a mí
que donde las dan las toman y uno acaba
pagandolas todas juntas, Pickle. Y no es el instinto de revancha lo que me hace
propalar tan fatídico veredicto sino la conmiseración que me inspiro a mí
mismo.
Mi
situación en verdad no puede ser más patética. Vivo en una especie de libertad
vigilada. En un país al que, por desconocer, antes amaba y aun le siga
queriendo, pero cuyo descubrimiento hizo que me llevase las manos a la cabeza.
A mí, como tantos otros, nos duele España.
He conseguido entrever su faz horrible tan católica como cruel basada en
la hipocresía del doble baremo.
As you
can realize, this is not exactly a bed of roses. But a plight. An everyday
crucifixion. La vida no es exactamente in lecho de flores.
Concedido. Pero por qué la convertimos los humanos con frecuencia en una
tortura mediante nuestras relaciones unos con otros.
Estoy
cansado y triste. Mi bulimia hizo de mí un ser apático y gordo. En cierto modo
repulsivo. La falta de cariño - porque cuanto más sufres en más hideputa te conviertes -afea y vuelve
mezquinas las almas. También produce monstruos. Repaso, en contrapartida, aquel
álbum de fotografías en las que aparezco en compañía de tu madre y me encuentro
hasta hermoso.
Me lo dijo el psiquiatra al que me mandaron de forma
irrevocable y en toda esa crueldad de la que sólo sabe hacer gala un madrileño:
- Tú eres una paranoico, que no vives la vida. Tú la
sufres.
Me dio unas pastillas pero quemé la receta. De
desesperación, porque de perdidos al río, seguí la vieja practica que se suele
llevar a efecto cuando a uno le desahucian: to paint the town
red. Que quiere decir: salir a emborracharse.
Esto es una
cárcel. Si uno no tuviera aliviaderos como los que presta el alcohol. Está mal
pintar la ciudad de rojo o embadurnarla de mierda, porque te emborrachas y
entonces la cagamos, pero como dijo ese galeno de la cabeza al cual me enviaron
antes de darme la absoluta yo no soy responsable enteramente de mis actos. Al
cabo de uno de estos episodios etílicos, saltas la barrera. Te liberas de los
barrotes por más que al día siguiente te metan de nuevo en la celda de castigo
y no te acuerdes de las paridas que le soltaste a ese cofrade de la Hermandad
del Vino, que se deja invitar y parece escucharte, ni por donde te arrastre, ni
donde te birlaron la cartera. All Queen, tu padre no es precisamente una
alhaja. A veces pienso que ha sido mejor así: que no me conozcas. El
remordimiento me atenaza en especial en las mañanas subsiguientes a la noche de
la víspera, cuando la dipsomanía nubla mi entendimiento y maldigo la hora en
que ha amanecido y desearía ser colgado vivo por mi intemperancia, por esta
maldita inmoderación, un diablo que llevo dentro vivo y que me incita a beber.
Algo vale que Dios en su infinita misericordia se aplaca y se aplacará
eternamente de los borrachos, de los hombres pendientes de la soga del olvido.
Pero no perdona nunca ni a los deshonestos ni a los asesinos. Conozco pues sobre
mis propias carnes en qué consisten las zahúrdas infernales del desamor. Todo tiene un aire un
poco extraño. Apocalíptico, porque nos hemos dejado guiar del príncipe de la
mentira. Así que soy consciente del destierro y del mucho sufrimiento que me
toca. ) Habré agotado el cupo? Soy un producto de una época
en que la luz y las tinieblas convergen. En el año 61, cuando con la tonsura y
todo y la unción del subdiaconado y la tunicela sobre los hombres abandoné el
camino del sacerdocio yo presentía que había estallado la guerra de las
conciencias y el todos contra todos. ) Fue
aquello el principio del fin? ) El primer aviso de que estaba en ciernes la
parusía?
Bah.
Tampoco habrá que ponerse demasiado trágico. Al fascista profesor de lenguas
clásicas nadie lo recuerdan. El señor me ha deparado la dicha de haber visto
morir a bastantes de mis enemigos. Algunos ahora no son siquiera el nombre de
un polideportivo. El mundo se ha convertido en un falansterio deshabitado.
Aquellos viejos semilleros de santidad fueron devorados por los pájaros
carniceros de la ciénaga. Dios sea loado que me ayudó en el combate que vengo
librando con mis enemigos desde aquellos días.
El
catedrático de Latín ahí se quedó con su disnea y su bigote. Tenía una testa
muy digna de cabello entrecano correspondiente al de un senador del Lacio. Ave
Cesar, morituri te salutant. Bueno,
en realidad de verdad, no estamos muertos todavía ni nos asiste el
convencimiento de gladiadores. Hay algunos que se sienten confectores o
agonistas del infortunio porque el cesar democrático que hoy nos desgobierna y
nos desconcierta no merece ni que lo escupan, ni siquiera que lo miren a la
cara cuanto menos morir por él. El sistema de la mano alzada puede ser tan
arbitrario y venal que en virtud del mismo condenaron a muerte a Jesús en el
sanedrín. Quien confiese que va a inmolarse por la democracia o miente o es un
loco de atar. Pero ya me estoy metiendo
en política y acabaremos todos hablando de judíos, que maldita la falta que nos
hace y los topos de la inquisición los tengo sobre mis zancajos y más de alguno
me ha enseñado la boca de la mazmorra o los dientes encendidos del garfio de
las torturas. Con su pan se lo coman, que a nosotros también nos viene por raza
eso de pertenecer al elenco del pueblo elegido. No me queda más remedio que
honrar tu muerte como un triunfo que marcó el primer fracaso. Al establecer
tamañas prevenciones no me mueven, bien lo sabe Dios, bajos instintos de
revancha, frustraciones o blasfemias. La naturaleza es indestructible. Que su
orden es el desorden y todo lo admite. Incluso las calamidades y desastres que
a ella le dejan siempre como tal cosa. No
hay que acabar nunca con el lobo del bosque. Perecerán todas las
alimañas. Nunca se ha de escudriñar el firmamento demasiado rato. No sea
sufráis un empacho de estrellas que ofusque vuestra mirada. Dejar el agua
correr. God. Life. Nature. Yo aprendía a adorar a la Trinidad Santa en Londres.
En Madrid nos perdíamos por aquel tiempo en entelequias. Pero esto explica
aquello, por más que por esas calendas no acertara yo a comprender del todo
bien el A cate A de Magariños.
Dios, la
vida que puja, que arrolla y que salta con fuerza, y el Cosmos en constante
pugna con el Caos - somos una aleación del todo y la nada - se rigen por leyes
inapelables. Ahí puede estar la clave de esa maravillosa procesión trinitaria,
que explicaban los tomistas. Nos dejaban por aquellos días boquiabiertos. Pero
ahora entiendo, Señor. El hombre, en su calidad de contingente y de accesorio,
es la antinomia de la verdad excelsa. Nacemos esclavos de la culpa y sujetos al
error porque nuestro tranco de actuación es muy corto.
Por tanto,
y duro y dale, y otra vez al trigo la burra, que aquello del suspenso no me lo
puedo quitar yo de la cabeza casi exulto de alegría al comprobar - y no lo digo
por él, pobre diablo, sino por el daño o el beneficio que me hizo, vaya vuestra
merced a saber, sino por su mala uva, el pobre estaba muy enfermo y los
enfermos a veces padecen tales exacciones - no es más que el nombre de un
gimnasio. Podía haber ido lejos en su carrera universitaria, de no haber sido
roído en la entraña por aquel furor sordo de tantos y tantos españoles
viscerales... Cela no era novelista... Es posible, don Antonio, pero ahí le
tenemos disparado hacia la fama y hacia los millones. Era tan gallego como
usted, pero mucho más listo. Camilo supo sacar partido - y eso es una gracia
que sólo da Dios que el que vale pues vale y al que no lo mandan a galeras o
por equivocación lo designan ministro o le nombran Secretario General de una
Organización Armada- a una profesión que aquí sólo ha deparado reconcomios,
mala baba y mucha caspa. Usted como yo no tendremos más remedio que
reconocerlo. Ande, venga, quitese el sombrero desde ultratumba. Destóquese. En
una nación de verdes envidiosos aquí llega a lo alto de la cucaña el que nunca
habla mal del otro. Lo mejor es el desprecio olímpico.
Sin
embargo, fue usted, Magariños, el que descorrió la venda que tapaba mis ojos.
Me hizo ver en un golpe de iluminación lo aleatorio y terrible que es aquí la
vida de las letras. Estoy por suponer que como en cualquier país. Pero mucho
más por estos tesos. Comprender a mis compatriotas no ha sido tarea llevadera.
Los españoles siempre me han dado algo de miedo. Por doquier acechan espadachines.
Al revolver cualquier esquina te aguarda un imprevisto. Hay al acecho una daga
con la cual tú no contabas, una sonrisa irónica y descreída que echa a rodar
todos tus argumentos.
Aquel otoño
del 63 estaba yo lleno de entusiasmo y de fe en mí mismo. Quería ser periodista
y escritor a todo trance. Aprendía el oficio con ahínco y aplicación. Llevaba
un diario al que confié mis `primeros secretos poéticos y mis deliquios
eróticos. Era un joven de aspecto triste, cargado de espaldas y estaba muy
flaco, hético con puntos tirando a lo místico. Quería ser flama iluminada y
rostro alargado del Greco Tenía una obsesión por la estética que llevaba hasta
las últimas consecuencias. Tímido con las mujeres. La presencia de cualquier
chica me ponía nervioso. Gastaba todo el poco dinero que tenía en comprar
libros. De entonces datan mis peregrinaciones y hégiras en busca del pan de la
cultura y mi sed insaciable de conocer cosas y de enterarme (beberé hasta la
muerte en el espejo cristalino de ese alfaguara irrestañable) a A
Espasa Calpe A en Gran Vía, Avenida de José Antonio, a la sazón
(porque, como tantas cosas en España todo anda ahora un poco del revés), cuyos
escaparates me dejaban fascinando. Pasaba horas y horas extasiado ante título
como A Enrique IV el Impotente A de
Marañón y todos los premios Nadales y Planetas. Algún día mis obras - pensaba -
estarán expuestas aquí- y seré famoso. Era un adicto al tabaco (empecé a fumar
cajetillas de A Celtas Cortos@) y a
la inmortalidad.
En las
aulas de aquel instituto A Ramiro de Maéztu A, que
por sus trazas y limpieza y armonía de líneas, recordaba en su conjunto a un
cuartel, porque los alemanes habían perdido la guerra pero perduraba siempre un
insolente espíritu germanófilo, empecé a emborronar cuartilla. Así nació mi
primer compromiso con la literatura: una novela de alto bordo. Se llamaba A Los
Momentos@. Tardé veinticuatro meses en darla cuerpo. Recuerdo
aquella madrugada de la primavera del 65 en la que al cabo conseguí poner la
palabra fin al trabajo. El hijo primogénito de mis entrañas llegó entre los
espasmos de un terrible dolor de muelas. Se me puso la cara como un tiesto. Una
inflamación causada por un diente de leche o supernumerario que estorbaba al
paleto determinó que a los veintidós años corridos tuvieran que extraerme el
diente delantero. Ello en mi vida ha sido siempre causa de un sufrimiento mayor
y de sufrimientos. En las escasas ocasiones que he tenido de hablar contigo por
teléfono, All Queen Helén, me dijiste que también, muy joven has tenido
problemas con la dentadura. ( Vaya por Dios!
Debe de ser cosa de raza. Algo que viene de nuestros ancestros,
campesinos de un pueblo de Segovia, que llaman Los desdentados. Menuda herencia
pésima, hija. Así y todo, no se puede negar que eres una muchacha muy guapa y
robusta, según luces en la fotografía y que preside las paredes de este salón
de trabajo, desde donde te escribo. Te hablo a veces y te miro como si fueses
una Madona protectora y madona eres. Con una sonrisa enigmática de Gioconda.
Me había
quedado muy pálido y demacrado después de mi viaje a Paris donde contraje una
hepatitis en el 64. La noche de mi parto literario, como te vengo informando,
un diente supernumerario había provocado tal infección en mis encías que la
cara se me puso como una rueda. Pese a todo, yo trabajé toda la noche. Estuve a
las puertas de la muerte y, como por aquel entonces, no se habían inventado las
ortodoncias, me extrajeron gran parte de las piezas dentarias, que buen apuro
que me dio y tan joven, y muchos complejos acarrearía semejante minusvalía. Ya
era yo escritor, aunque con cuévanos en las encinas, pero escritor al fin.
Había conseguido velar las armas y ser armado caballero de la literatura. Tenía
una novela en el cajón. Me había dejado en el empeño un paleto, un colmillo y
dos incisivos.
Mis A
Momentos A nunca merecieron el honor de las prensas, pero en
cierto modo sellaron mi destino de autor inédito en perpetúa lucha consigo
mismo. Fue el segundo batacazo. Magariños me había arreado la primera en la
frente. Luego vino lo del libro abocado a no encontrar jamás escritor. Se
inició una racha de infortunios. La desdicha no me ha dejado a sol ni a sombra.
Debe de ser tal vez a que mi destino - quiera Dios que no acabe como él en la
horca o en el penal del Dueso - parece unido al de Don Pablos quevedesco. El
pícaro nació cabe la Puerta del Socorro de Segovia. Esto es igual que yo.
Así la vida
me empezaba a señalar con sus espolones. Todo no era tan fácil ni tan sencillo
como a mí, en mi ingenuidad, se me había pasado por la cabeza, ni el mundo
resultó tan amable y tan florido como yo, desde el candor y el entusiasmo
volátil de un semi misacantano había dado en suponer. Luego seguirían otros
bautismos de dolor y de sangre. La buena estrella que me había guiado hasta
entonces de buenas a primeras me abandonaba. Durante los cursos de Humanidades,
en Latín y en Griego solían darme nueves y dieces. Ahora la vida me daba un
cate. En Teología y en Filosofía era un fenómeno. Aún recuerdo aquella mañana
del día de Santo Tomás, el siete de marzo, cuando expuse mi tesis ante el
concurso conciliar, los seminaristas vestidos de sobrepelliz y el claustro
plenario. Versaba sobre uno de los
asuntos más peliagudos de la moral clásica, y también de los más divertidos A De ebrietate A (cuando es lícito emborracharse según los cánones
eclesiásticos y cuando no). Existen determinadas situaciones en la vida de una
personas en las cuales no sólo conviene recurrir, sino que se recomienda,
echarse en los brazos de Baco. Ellas son: 1) cuando existe un dolor físico o
moral muy fuerte, 2) cuando se quiere alcanzar la utopía, 3) para salvar a una
persona en peligro de muerte.
Sin
embargo, los santos padres no recomiendan la borrachera a un moribundo para
ahorrarle los dolores de la agonía. Esa moral laxa sobre la permisividad del
vino la he utilizado yo con harta frecuencia y a veces con resultados más que
sobresalientes. Y el que tenga oídos para oír que oiga. Siempre he sostenido
contra marea que el vino es un refugio
de desconsolados y, además, posee un carisma eucarístico. No podía ser menos en
una persona que se apellida Parra y que tuvo un padre por nombre
Silvino.
Aquel Día de Santo Tomás hubo algunos entre los
superiores que me felicitaron entusiásticamente, y el señor rectos, Don Julián,
un hombre que ha sido importante en mi vida y del que más adelante sacaré a
colación, me dijo pasandome su gruesa, bella, grande y ungida palma de la mano
por el lomo:
- Tú serás
una lumbrera de la Iglesia.
Se equivocó
de medio a medio, pero su observación me infundió alientos. Había leído yo por
tales fechas con aprovechamiento a Virgilio y estaba empapado de la bella
literatura de la Eneida y en resolución debió de subirseme la frase a la
cabeza, que yo por aquellas calendas previas a mi ordenación la tenía muy a
pájaros. Quizás lo dijese en broma el buen sacerdote, pero yo tomé sus
afirmaciones al pie de la letra. Claro, el vino y los humos se me han subido a
la cabeza con una habitualidad más de lo corriente. No se nace fatuo. A uno lo hacen. Que poco
sabía yo a los veintitantos años de las desdichas, sinsabores, sobresaltos y
reveses de la vida. Después del día triunfal de mi brillante disertación en el
Salón de Grados llegaría el rebufe del insidioso Magariños. Me había figurado que
yo era algo o alguien y no era sino nadie.
Hasta
entonces la vida me había mimado en demasía. Y a este respecto recuerdo una vez
una frase de Liz Howells que también se ha incrustado en mi memoria y que
refleja para mí los pródromos de mi eventual condenación eterna: What
happened to your looks, Genady? dijo.
)Qué
fue de tanto frenesí? ) Qué se hizo de tanto señorío? Las verdades
manriqueñas crepitan sobre mi testa como una nueva espada de Damocles. Con estas palabras me condenó tu madre,
querida Alquinnhelén, a las desdichas del desamor. Creo que aquella tarde dejó
de amarme. A partir de ahí todo daba igual.
En cuarto
de teología, meses más tarde de ordenarme de diácono y a punto de colmarse mis
aspiraciones levíticas al presbiterado, pegué la espantada. Una espantada que a
mí mismo me asombra hasta el día de la fecha. Renuncié por una fruslería a lo
que más amaba, pero en mi vida esta clase de vuelcos de la fortuna y de giros
en redondo no han sido contra costumbre. Hay una flojera, una suerte de
debilidad mental, como si de repente una cellisca emborrascase todo mi ser
apartándolo de la discreción suprema, y entregandome a Erifos, el gran traidor,
y sus amigotes. No valgo ni para silla ni para albarda. Puede que esta
propensión interesante e innata a quemar las naves se deba quizás a una falta de litio. Algo
falla en mi dura mater. Estoy majara. Tu padre es un pobre loco, Alquinnhelén,
duro es decirlo, pero habrá que plegarse ante tal evidencia incontrastable. (Maldita
sea! Yo no tengo la culpa de ser así. En la abyección de la muerte me concibió
mi madre. Sé que por esta causa hice sufrir a mucha gente que estuvo a mi lado,
pero me he propuesto escribir este libro no para justificarme, sino que es esta
novela autobiográfica será un ejercicio profiláctico de auto flagelación
manifiesta, un escarceo para intentar penetrar en el laberinto de mis
motivaciones y de reacciones. Ignoro si alcanzaré el proposito, pero al menos
es justo intentarlo ) No crees?
Lo que no podrán hacer es quitarme lo bailado. Nunca
llegué a cura, pero me he quedado en un jodido
diácono, que es como decir nada, porque los que cortan el bacalao en la
Iglesia Santa son los Obispos, los Presbíteros y los Vicarios Generales.
Yo no soy más
que un minorista. Iba subiendo poco las gradas del altar, pero a media
ascensión me entró una de esa habituales pájaras, ahorqué los hábitos y lo eché
todo a rodar. En el fondo, siga siendo un cura del Viejo Régimen. El reloj de
arena lo tengo parado en Trento. Pio XII fue para mí el Último Papa,
Como me salí,
me degradaron y hoy ni siquier me dejan [es lo que más me gusta] entonar el Aite
missa est@al término de los grandes oficios, ni administrar
los sacramentos. Así y todo, nadie conseguirá borrar ese estigma de mi
personalidad de diacono alocado, ordenado de epístola y de Evangelio, nacido
para cantar las verdades al primer lucero.
Me había
emborrachado de vanagloria. Sobrevino la crisis. El mundo no necesitaba
Redentores en mayúsculas, sino simplemente migueletes, dominguillos, lacayos y
amanuenses. Lo pastueño y lo gregario forma parte del contexto de esta sociedad
de corte occidental adscrita a los mansos convencionalismos. Se encarrila todo
desde arriba. Mala cosa para un heteropensante, para una voz que desentona en
el concierto como lo ha sido la mía. Yo, hija, soy un guerrillero. Oriundo de
una región de la ribera del Duero que vio crecer al Cura Merino y al
Empecinado. Por mor a mi indecencia, a la mía y a la de mi propia gente he
escogido la emboscada en el monte. El golpe de mano. Eso de tirarse al monte va
conmigo y así me pinta por supuesto. Pero eso forma parte de las servidumbres
de mi oficio, de mi talante anarquista, crítico, disconforme y siempre a mi
aire. En el seminario me habían emborrachado de grandes palabras. Luego, por
las tabernas, que he conocido en todas las partes y en todos los sitios, me
intoxiqué de etílico. Puede que de la
resaca no me haya recuperado al cabo de seis lustros, pero el furor perdura.
Menester es confesar que me habían llenado la cabeza de grandes ideas, pero
precisamente esa fe es la que me ha permitido mantener siempre la cabeza alta.
El mundo pertenece a los soñadores y a los poetas. Ello me hizo sobrevivir a
los propios naufragios y a los ajenos. No perdí el equilibrio.
Lo del
equilibrio no es más que un decir, porque hay noches en que, en consecuencias
con los predicados de mi tesis en defensa de la bebida aquella mañana de Santo
Tomás en el Salón de Grados, me paso en los tientos al jarro, bálsamo de mis
heridas, brebaje de mis desilusiones, y mi pie se vuelve incierto y mi ademan
vacilante. Todo mi ser se vuelve vedija de humo
Otros hubieran sucumbido. Yo, por cierto, he enterrado a no pocos de mis
enemigos. Dicen que el anis es un buen antioxidante.
Soy un
hombre marcado, como podrás colegir, mi queridísima Pickle. Inconsistente y a
su aire, un rebelde del 68, que en cierto modo permanece en aquellas
barricadas, cuando la mayor parte de mis compañeros prefirieron seguir un
camino más cómodo de ganancias y honores.
En cierta
modo el formulario a tenor con el cual se confiere el diaconado a los clérigos
cristianos vertido sobre mi cabeza junto con el soplo del Espíritu Santo por el
obispo de mi diócesis, aquel don Daniel Llorente de Federico, que dios haya -
recuerdo sus manos largas y huesudas enfundadas en la quiroteca color malva en
cuyo reverso lucía una cruz - al conferirme la dalmática de justicia, la estola
blanca y el evangeliario rojo de tejuela y broches dorados. Sus palabras sellaron en mí algo que tendría carácter indeleblemente
soteriológico: A No es
nuestra lucha contra la carne ni la sangre, sino contra los principados y
potestades; contra los señores de las tinieblas del mundo, contra los espíritus
malignos esparcidos por los aires@ Con
estas carismáticas frases, propias del rito de ordenación diaconal, inicié una
andadura de rebelión. Mi cielo en la tierra es una buena misa cantada, un
cuadro del Greco, o el rostro de tu madre, la bendita Elisabeth Howells, que
verdaderamente tenía la cara de virgen. You
have Inherited, my dear, her good looks. El apóstol Pablo las insufló en mis oídos a través
de la boca de mi obispo. Harían de mí un revolucionario.
Desde
entonces el gremial augusto, sede de mis sueños sacerdotales, ha sido un lugar
común de referencia. Me infunden fuerzas ocultamente enterradas en mi
naturaleza para sobreponerme a los peligros y gritar cada vez más claro y de
forma más solemne. El clamor de rebeldía a través de la literatura ha sido algo
más que un vulgar Aprotesto, señoría A de
cualquier rábula de dos al cuarto, de un imbécil radiofonista sin ideas, o de
un parlamentario con deseos de echarle carnaza y demagogia a los asuntos en el
turno de ruegos y preguntas. Ellos forman parte de la tribu levítica de hoy en
día. Y a mí sus desmelenamientos más que causarme furor no me producen sino
risa. Porque mi compromiso diaconal con la Historia, la lucha en favor de los
oprimidos y la proclamación del Evangelio a toda hora es un contrato que firmé
aquel día de Pentecostés de 1962 con Cristo Jesús.
El Magariños
me suspendió en latín no por mi inepcia sino por mi aprovechamiento, lo que no
deja de ser un orgullo, en una disciplina que siempre he amado: la lengua del
Lacio. El latín es el idioma perfecto. Un buril y un cincel para esculpir
palabras para la eternidad. A ratos, una
lira y un arpa. Roma nos enseñó a todos los indoeuropeos a nombrar las cosas
por su nombre. Si me gusta el inglés de las Islas, la lengua que tu hablas, en
la que sueñas y en la que estarás amando a estas alturas como amé yo a tu madre
(ah dulces coloquios que estremecen mi corazón, ah ternura de la fragrante rosa
de aquel jardín de Essex, candor del lirio que apunta al cielo en su empino de
tallo solemne) es porque guarda esa magnificencia de la arquitectura de un
acueducto, en la que cada palabra es una
piedra sillar que busca el centro y su vértice de equilibrio. En la frase
latina se colma la síntesis. Todo se ajusta. Todo es paralelo y a su vez
equidista.
Sin embargo, aborrezco el inglés norteamericano,
donde todo es oscuro y como más chapucero. Un pueblo que hable con propiedad y
medida será justo y admirable. Por el contrario, el que lo haga mal será un
remedo del hombre de las cavernas. No sé si estaremos al final de la historia,
pero el lenguaje del cuerpo, la profunda oralidad testicular que han traído los
nuevos amos del mundo nos acercan a la barbarie. El fin de la lengua y de la
literatura por que tiene este atentado a las normas de la estética acarreará la
destrucción apocalíptica. Los deslenguados y desmemoriados - vivimos tiempos constantes de borrar la
memoria - carecerán de ese señorío, de
ese empaque que otorga la visión de futuro. El que no domina la palabra no será
jamás dueño de sí mismo.
Por eso,
quieren destruir la lengua. Era el ultimo reducto de dignidad que nos quedaba.
Están edificando sobre cimientos de arena. Lo que quieren hacer es convertir a
Israel en Ezrael. Esto es: la inversión de valores. La sustitución del ángel de
luz por el de las tinieblas. Habitamos un mundo de arenas movedizas. Nuestra
raigambre es una entelequia: el Almighty Dollar y ahí serán ellas, querida Pickle.
Todo lo de
este mundo es provisional y contingente: los estados, las prebendas, las
naciones, los imperios, la salud y la belleza. La purpura se transformará en
polvo. Se hará contingente todo lo que ves. Ese será nuestro día Alquinnhelén:
el de la justificación de los perdedores. La rosa hoy en todo su esplendor se
amustiará mañana. Lo único que no está sujeto a veleidades de los gustos y
mudanzas de la fortuna es el amor. Pero también lo quieren hoy destruir.
Aniquilada la palabra, subsigue paritariamente la estema - es como una epidemia
de nuestros días cibernéticos - del amor de los amores. Es una de las certeras
estratagemas con las que el Embaucador quiere subyugar a los hombres y a las
mujeres mediante la reducción de su condición anímica y racional a la de su
primitivo estado salvaje.
No hay más
cera de la que arde. Tú te sientas cada tarde ante la pantalla insulsa del
televisor y allí verás a Maripava que claro está no tiene un pelo de tonta haciendo
desnudarse al personal en sus odios y reconcomios y feministas. Cambias de
canal y te salta la violencia y en el de más allá dos A rosas
insatisfechas A, que en dos años enteros nunca han cambiado de
postura ni dejado por un momento de cruzar las piernas cotilleando a todo meter
con sus izas y rabizas monaguescas. Estas lamias han traído el desencanto y la
destrucción del amor. Su empeño mayo fue pegarle patadas al nido. Sin embargo, cada día ellos son más fuertes y
yo más viejo y más débil. Mi ideología no tiene curso legal. Parece ser que el
Tercer Milenio no va a pertenecer a los idealistas, ni a los constructores de
catedrales, sino a los granaderos de los super bombarderos nucleares.
Asesinarán la palabra por inducción de la Sierpe y ese será el fin. El
apocalipsis. Confío que al invierno nuclear que se avecina sobreviva algún
poeta chiflado o algún diácono borrachín para cantar las letanías sobre un
altar destruido.
Por algún lado tiene que reventar la situación. Que
no sea por el pañol por donde el barco estalle. Dios no lo permita. Al final
triunfará el amor de Cristo y no tardando mucho veremos a los prevaricadores
saturninos correr el rabo entre las piernas por la pendiente que lleva al
infierno. Ten confianza, hija, en el arcángel San Miguel. El alto alférez de la
milicia celeste acabará poniendo a Maripava, esa que tiene la cara de hexágono
y la sonrisa sansirolé contra la pared. Te lo digo sinceramente: esa Maripava
me repatea. Se ha convertido en objetivo de mis obsesiones antimedíumnicas.
Como si no tuviésemos ya los españoles bastante con la Mambo, los Posturitas y
las Mujeres Inflamables del A voyeur@, ahora llegan las maripavas, toda una lechigada de
personalidades del oropel imperante y columnas de apoyo sobre las que se
cimienta este invento, ahora nos llueven nuevas remesas. Por si fuéramos pocos,
parió la Mambo y la Hinchable aunque era machorra, dicen, anda ya de ocho
meses, y tendrá quintillizos la abuela. No quieres caldo pues toma tres tazas.
Es que hay que echarle guindas al pavo. Esto tiene tres pares de perendengues. )
Cuánto dais por una Maripava? Cien programas y que preguntarás. Nada
preguntaré. Me sentaré en la silla y confesaré públicamente todas mis
desvergüenzas. La viuda pudibunda se fue un día la discoteca. Encontró una
relación. Metió al hombre en casa. El querido, por aquello de ser todo lícito
en el ámbito de pareja, se acostó con la madre, con las tres hijas y con la
abuela. ) Y ahora qué hacemos? Lo que el burro quiera. Menudo
está el patio. Las españolas liberadas se han quitado la careta. No las
preguntéis si tuvieron una relación porque entonces te van a recitar ce por be
la lista de a cuantos se llevaron al tálamo. Se pierde el pudor. Se pierde la
vergüenza. La fe y la esperanza caen por los suelos.
Cuidado con estas maripavas: con su cara de no haber
roto nunca un plato hicieron las paces ninfómanas con cuanto las pida el
cuerpo. Yo lo hago porque me apetece ) Pasa?
Nada hija, pues que bien. Pero no me mires con esa cara de desafío, que me
quitas todo el amor. No eres precisamente una rosa mística, ni yo te voy a
explicar, porque sería perder el tiempo, aquí, qué es la castidad y en qué
consiste la continencia. Pero me das lástima, encanto. Precisamente, por eso
porque estás matando la gallina de los huevos de oro. Quizás quieras destruir
la vida.
El Amor se saldrá con la suya y todos sus
abanderados acabaremos tirando al mar a todas esas serpientes que reptan. En
nombre precisamente del Amor te escribo cerca de los berruecos y canteras de
Piedras vivas mientras escucho el canto del ruiseñor encaramado en la rama de
algún chopo del jardín de atrás.
What happened to you, hem? What was of your fancy looks?... You were
so sexy, old Genady?
)Qué
fue de ti, amor? ) Adónde fueron a parar tus tristes encantos? ) En
qué rama cantará ya el pájaro de la seducción? Eres un viejo gordo, Genady. No
sirves para nada. Los psiquiatras te han diagnosticado locura arrebatada.
Ciñeron sobre tus sienes el capirote del baldón incandescente y has sido
condenado al ostracismo de tu casa lejos del amor y de las rosas. Estás
crucificado al madero de la incomprensión y la maledicencia. Oh, Liz Howells,
tu voz es como un ardiente arpón de torturas. Aparta de mí esa azagaya de punta
de acero cuyo vibrante recuerdo me hiere. Yo no puedo borrar tu memoria.
Infernal resulta la vida lejos de tus ojos. Los pájaros de Hornchurch - ya va
para casi treinta primaveras que dejé de escuchar su música -han enmudecido
para dar paso a los trinos impenetrables de la memoria de esos jilgueros y de
ese ruiseñor algo petulante que alza su garganta en las ramas de los árboles
del jardín central. Sus gorjeos se pierden con el estridente silbo de una
cacatúa, en la alcándara del corral de uno de los vecinos más chistosos, que se
pierde en los boscajes de madrugada. El pajarraco en cuestión se arranca cuando
menos te lo esperas por A soleares A
diabólicas. Señor, ten piedad de mí. Mucho es lo que sufro.
Por el vano del montante de la ventana entreabierta
de mi chiscón, la que da precisamente al jardín de atrás, donde el año pasado planté varias cepas de rosales trepadores, jazmines y madreselvas,
en medio de la desaprobación de Lamialuba cuya vehemencia furente me desasosiega,
porque cualquiera cosa que haga o que diga me cuesta una bronca de esta
parienta descomedida y sin consideración alguna, que su madre la echó al mundo
muy buena persona pero sin tacto ninguno, penetran todavía los efluvios y
colores del universo. El mundo gira sobre sus goznes a pesar de mi tristeza. Yo
estoy quieto y las cosas en derredor no cesan de cambiar y de moverse. Su
impasibilidad me exaspera. Dicen que las estrellas no fuerzan sino que
inclinan. A mí me parece que pasan olímpicamente de los hombres. No les
conmueven a los hados nuestras lágrimas. Apiadate de nosotros, Cristo, que
somos pecadores.
Las brisas del Guadarrama se cuelan por las rendijas
del ventanuco de marras. Porque el lugar des donde te escribo, hija
desconocida, tiene algo de cárcel, y de guarida donde me refugio en mi soledad,
al tiempo que es atalaya cibernética desde donde se captan los mensajes lejanos
de la radio y gira el disco de los amados cantos amigos de los hombres,
reclinatorio del cursor del ordenador, biblioteca donde, parodiando a Quevedo,
mi autor favorito, escucho con los ojos a los difuntos y vivo en contacto con
los muertos. Pero es también bodega, bien provista, donde apuro los caldos
españoles que sirven de triaca a mis desencantos, que Baco para los descastados
como yo (ahí me las den todas) es un amigo leal si se le sabe tratar bien y
cogiéndole el punto, y oratorio, porque aquí rezo las horas de mi breviario y a
veces hasta digo la misa del día.
Monje y borracho, ángel y demonio, poeta sublime y
periodista ramplón y sin oficio ni beneficio. Lleno de amor al Maestro que fue
crucificado por nosotros y a ratos de odio por los que usurparon su mensaje o
lo interpretan a su gustos. Todas esas contradicciones y altibajos viven en mi
alma descosida al de por junto. Razón llevaba aquel alienista de la Ejecutiva,
siniestro personaje, que me dio por paranoico y esquizofrénico.
No he llegado a nada, Alquinnhelén. Soy un perdedor.
Me propuse ser un brillante escritor y tengo 54 años. Y sólo he publicado dos
obras a mis expensas, que no se han vendido ni a la de tres. Y me he tenido que
tragar la edición. Lamialuba propone una solución, en vista de que soy un mal
padre para mis hijos, de que bebo y soy el baldón de la familia, que me lance
por el Viaducto. No eché en saco roto su consejo, y no pongo la mano en el
fuego de que algún día, si me da la ventolera, o sopla un viento terral maligno
o ese A Föhm@ sub sahariano que suele asolar Madrid con nubes de
polvo de langosta por el Agosto, pero por el momento, quieto. Que más quisiera
ella que verse de viudita anticipada y deshacerse del zángano de su colmena.
Lamialuba es una mosca cojonera, un escozor. En casi
cinco lustros de vida nupcial no me ha dado ni un día feliz. Está agotado el
pilón de aguas fecundas del amor. Así y todo, han seguido llegando los hijos,
pero con esta mujer me casé sin ninguna ilusión y por una serie de razones que,
cartas adelante, si Dios me vale y no se desinfla el globo de mi imaginación,
te iré contando por menudo.
De modo que la señora Visi me llamaba A
escarolo A, A ser inútil A y A
jorobeta A lo que en cierta forma es verdad - de tanto pensar
y de tanto estar asomado de bruces a la ventana mágica e los libros, porque la
infelicidad y la imposibilidad de comunicación con mis semejantes hizo de mí un
ser hermético, algo iluminado y soñador, pero, mira tú, esas cosas no tiene por
qué decirlas una madre, a pesar de que su hijo sea contrahecho; esas verdades
son muy duras, y duelen mucho después, duran toda una vida - y esta mujercita
que me ha tocado en suerte propone el suicidio.
No me quieren, No me han querido nunca. Tu madre fue
la única que me quiso alguna vez, aunque por mi conducta problemática, la
decepcioné aparte de que yo fui para ella la causa de muchos males y de
sufrimientos. No estuve a la altura. No la merecía. Pero la quise y la sigo
queriendo. Este es el objetivo que me propongo al garabatear estos párrafos
desaliñados- desde el mismo brocal del abismo mientras agoniza el ánima- y que
a ratos pueden resultar enojosos por su estilo cargante sobre el papel que es
casi el único amigo que me queda.
Pero la literatura para mí a estas alturas de mi
vida y de mis fracasos, cuando vengo ya de vencida y, conocido todo el ganado
que me rodea, todos esos pisaverdes y A
posavergas A de los medios audiovisuales que hacen una higa a la
inteligencia y al decoro con sus atestados farragosos, sus exposiciones
repetitivas ante el publico, tal que recuerdan a aquellos confesores entre
sádicos y escrupulosos que nos tocó sufrir en décadas pasadas, con mucho más de
lo mismo y mucho más y más, con sus textos y programas echados al diantre de la
vulgaridad, y sus nauseabundos libros fuliginosos en los que se escuchan los
graznidos de los ánsares capitolinos de la misma forma que yo escucho el silbo
penetrante del loro de mi vecino Vicente el Chistoso en las noches de insomnio
con aprehensión apocalíptica, ha dejado de tener un valor en sí para cobrar
cuerpo de algo más extrínseco. Diríamos un ensalmo y un conjuro contra las
fuerzas del mal que estrechan el cerco a la plaza.
Pero ya caerán, Alquinnhelén. Ya caerán. Son los
mismos perros con otros collares. El péndulo se ha disparado al ángulo de
enfrente, pero la cordial vehemencia que caracteriza y la crueldad atrabiliaria
de las abuelas sigue asomandose a la enigmático sonrisa de las maripavas con
complejos perennes. Es que les queda por asignatura pendiente su supuesta
liberación sexual. Hieden. Mucho me alegro hija que tú seas inglesa y que nada
tengas que ver con Maripava post
merídiem.
Te iba contando cosas sobre la marcha para que te
hagas una idea acerca del ambiente en que se desarrolla mi existencia y la casa
donde vivo. Lo que más me gusta es este paisaje del Guadarrama que tengo al
alcance de mis ojos ya en la edad provecta por la parte de la solana. Este dato
no deja de tener su parte de misterio o voluntad del azar y del destino, porque
cuando era niño me quedaba mirando muchas tardes para esas crestas de la Bola
del Mundo, del Montón de Trigo desde la otra vertiente, la de la umbría que no
era tan cálida ni tan soleada, pero más montuosa y encumbrada que desde esta ladera.
La cordillera que contemplé de niño es ahora mi acompañante en la senectud,
como si de esa manera se diera a entender que se consuma un ciclo. A lo mejor
ya no me quedan demasiados afeitados. Eso me apremia a escribirte, en el deseo
de que sepas muchas cosas de mí.
Quiero levantar acta. Pero también la escritura es
una función misteriosa de trayectoria imprevisible que aleja el fantasma de la
propia muerte y a veces hasta la derrota, porque conecta al ser humano con su
aspecto más excelso: la escala de Jacob. Esa liana que nos unce a los creyentes
con la inmortalidad.
El viento gañe gemebundo a través de los collados
acérrimos e inhóspitos escurialenses, baja por las pendientes de Valdemorillo y
las bravías cárcavas de Majadahonda y de Galapagar y viene y parece que se
amansa al entrar en contacto con las rosas de Villafranca o los trigales de
Brunete y de la Cañada donde yacen tantos mozos de la quinta del 36, que a
veces uno siente un desasosiego inquietante y hasta parece que pica el culo y
son los muertos, querida hija, los soldados que cayeron de entre los dos
bandos.
Desde este lugar te escribo, acuciado por el
fantasma de la guerra. Estampando aquí mis obsesiones y angustias y mirando
para la pared de la que cuelga tu retrato. Te alzas ahí solemne, bella y
regocijada, en un jardín de flores, en ese hermoso patio de Essex en cuyo aliño
y en las macetas de rosales se advierte oculta la mano de Elizabeth Howells. El
amor y la cólera comparten este nido ) Qué
me dices, hija, con esa sonrisa tan enigmática, la melena tupida de color
rojizo los pendientes y esos labios que de un momento a otro es como si
estuvieran a punto de empezar a hablarme con cosas del querer. Quejas de una
vida y de un amor que perdimos.
Te tengo junto a mis iconos y mis rosarios y aquel
mechero que, al encender, tenía un carillón en que sonaba el diapasón de una
conocida melodía de la A Primavera@ de
Vivaldi. Eres mi bandera y un poco mi estandarte. ) Es
posible que de mí haya podido salir tanta belleza?
Tú te yergues misteriosa y lozana en medio de tanto
desastre como me rodea. Nada cuajó. Yo fui un A bluf A. Una
farsa. Una pifia. Un desatino. Two wrongs can´t make a right, Genady, love. Dos
agravios no pueden desagraviar, pero de aquellas dos equivocaciones nació la
hermosa Alquinnhelén. Así lo quiso Dios. Hay veces que los axiomas marran. Mil
vidas que tuviera mil veces que me hubiera sumergido en aquel error.
Soy un fumador de pipa. A Two
wrongs can´t make a right, Genady, love A... AYes,
Liz. They can@... El humo de mi cachimba se eleva columpiándose,
azul y desdeñoso sobre estas cuatro paredes para conjurar las imputaciones de
inútil total, de A fiasco A absoluto. En esta mecedora dehiscente levitan mis
dudas. La vieja Brigminton me trae la voz habitual de la BBC donde hablan
locutores de timbres impasibles como habituados a dominar el mundo.
Britania rule the waves. El dominio
de los mares y del éter estuvo al alcance de mi mano. Pero no pudo ser. Yo fui
una especie de A anticlímax@
decepcionante. Un pobre seductor epistolar que arrastraba demasiados traumas.
Todo ha terminado para siempre. ) Nunca
os volveré a ver?. El ángel Ezrael, fatídico heraldo del desamor y la muerte,
me expulsó del Paraíso una mañana de vientos racheados de marzo. La radio sólo
puede emitir malas noticias que hablan de desolación, de facturas impagadas,
citas judiciales, mujeres violadas en un callejón. Goodbye to all
that ) Adiós a todo aquello? )Pero
cómo puede ser posible?
El obispo Llorente, el que me confirió la tonsura,
el acolitado, el ostiariado, y me dio poderes para expulsar demonios y luego
impuso sobre mis espaldas la tunicela de subdiácono y luego la dalmática
diaconal me mira con ojos de misericordia. Era en el fondo un buen hombre. Nada
autoritario. Le apasionaba impartir la catequesis a los niños de la doctrina.
Sentía la Iglesia derrumbarse bajo sus pies. No andaba descaminado en sus
presagios. Nosotros ibamos a ser los últimos curas de Trento y teníamos que
enfrentarnos a un mundo que había dejado de ser el mesmo tuve mis dudas y vacilé.
Una vez, cuando yo estaba en el seminario menor, una
Día de la Virgen de Agosto, no se me olvida, durante la procesión solemne
alrededor del enlosado le oí decir con voz muy queda dichas palabras al fámulo
mientras el coro catedral atacaba las letanías, agitaban el turibulo los
turiferarios y los pertigueros escoltaban al canónigo arcipreste y al deán
detrás de los maceros con el chambergo emplumado, calza y jubón de color
carmesí donde lucía estampado el castillo, las cadenas. Las barras y las
columnas de Hércules, y peluca blanca y empolvada al estilo imperial, le
escuché decir:
- Fernando
ya me queda poco. Debajo de estas baldosas pronto me enterrarán.
- Pero ) que
cosas se le ocurren, señor obispo? ) Quién piensa en ello? - se reía casi a voces el
familiar.
Lo vi con aquella casulla preciosa del siglo XVI,
que había pertenecido a Ximenez de Rada, recamada de oro y amatistas, que
pesaba casi medio quintal, hermoso y triunfal en la plenitud de su sacerdocio,
pero abatido por el peso de la púrpura. Los añafileros acababan de anunciar el
ingreso del prelado, según la vieja costumbre en una de las sedes episcopales
más antiguas de España - y en la que se habían sentado los Acuña, los Dávila,
los Pérez Platero - en un toque que conmovía las piedras de la vieja ciudad. La
mañana era radiante e invitaba a vivir y he aquí que mi obispo había tenido el
barrunto de su muerte cercana.
- Ande...
Ande, Don Daniel. No diga tonterías. Mucha guerra le queda aún por dar a Su
Ilustrísima.
El obispo se quedó parado cerca del narthex de la
Puerta del Perdón. No escuchaba el clamoroso toque de demanda con que la ciudad
de forma acostumbrada anunciaba el ingreso del prelado en su catedral. Un paje
arrastra- peplos portaba su cola de raso. Yo lo vi encogerse a monseñor; su
contrición callada y manifiesta era un acto de sometimiento a la verdad
inexorable de la llamada de la tierra. El imponente altar mayor con inmensas
columnas torsas de jaspe y dos estatuas de mármol de Carrara representando a
San Frutos y Santa Teresa se comunicaba con el coro mediante una vía funeraria
o ambulatorio donde estaban enterrados todos los obispos de aquella sede. Eran
sepulturas rectangulares donde había una leyenda o encabezamiento común A hic
iacet A y el nombre y la escueta noticia del nacimiento y
de la muerte en latín, arropado todo el texto por la panoplia o escudo obispal,
las ínfulas o cordones y orlas colgando del sombrero abacial.
Aquí yace fulano de tal. Pontificó en esta silla
desde el día tantos a la fecha de su muerte, que algunos piadosos copistas
describían como tránsito. Obdormit in Domino. Durmió en el Señor... )
Verdaderamente? La plenitud del sacerdocio no es óbice para que un sucesor de
los Apóstoles se eche a temblar ante el pensamiento de su próximo fin. Y eso
que Don Daniel era un bendito de Dios. Tenía fama de santo. Le gustaba guardar
la pompa y el boato que fue una de las características triunfales del
pontificado de Pío XII, el último papa antes del Gran Juan. Ellos cerraron el
ciclo(porque sus sucesores, y esta es una conclusión que me asalta con relativa
frecuencia, fueron elegidos mediante el chantaje, la conminación de los poderes
del Averno o el asesinato) y asistir a sus misas pontificales era siempre un
impresionante espectáculo cargado de belleza y de simbolismo. Pero en palacio
vivía muy pobremente. Dormía en el suelo, ayunaba y llevaba un cilicio todo el
año.
Las malas lenguas pueblerinas habían esparcido el
bulo de que monseñor Daniel Llorente de Federico, que pertenecía a una de las
familias más agorgojadas de Valladolid, amaba la plata. Mucho le criticaron por
haberse comprado un A Mercedes@ para poder así mejor girar la visita pastoral a los
pueblos de la diócesis.
Murió en la pobreza y santo como había vivido a los
pocos meses de aquella extraña vivencia de la cual fui testigo. Yo le amaba
también a él, All Queen Helén, pero de otra manera a como amé a tu madre. Él
era mi obispo, un obispo de los de antes, de gestos augustos y maneras
patriarcales y una benignidad Aancien régimen@. Me
solía dirigir palabras amables y me preguntaba por mi familia y por la marcha
de mis estudios. Nunca le había visto tan triste porque era un sacerdote muy
austero pero jovial y su mirada enigmática para las laudas funerales me
preocupó. Tenía los ojos muy tristes aquel obispo.
Fueron nada más unos segundos. Al poco, tomó el
hisopo del acetre. Dio comienzo la invocación del A
Asperges me A, el coro atacó las notas del introito de la misa A cum
jubilo A y después de alzar la mirada hacia el inmenso icono
de la Madona que se alza al final de la nave del transepto, cabe el balaustre
del triforio, y justo sobre el inmenso cancel que paramenta la Puerta del
Perdón, pareció recobrar fuerzas y se dispuso a cantar la misa de la Dormición
tan campante. Yo mismo lo vi sonreír como transfigurado por una respuesta
interior que acababa de dar de lado a sus angustias.
Pero el fámulo Resines y los beneficiados - recuerdo
algunos nombres de aquellos ilustres: Casiano Toral, Arito Valdesimonte, el que
se peinaba para atrás untando el cabello con gomina y metiendo el peine con
furor en su espesa negra cabellera, sin conseguir halar todo el camino y un
mechón rebelde se le erizaba por la parte de atrás, o Don Bonifacio con su
barriga y su gran calva, que era un alma de Dios - y algunos canónigos con el
deán Fernando Arco Potenza, el arcediano Amós Fito y otros del cortejo quedaron
como parados. Un ángel había bajado para anunciarle a Don Isaías que la Virgen
vendría a recogerlo en breve. Dios siempre cumple sus promesas sobre todo con
el justo. De él siempre se podría decir que murió en el Señor.
Aquel acontecimiento así como la visión de la Virgen
Bizantina que corona la nave lateral, sobre el triforio de la entrada, augusta
en su majestad llena de hieratismo benevolente,
con un manto rojo y cabeza inclinada sobre el regazo donde sostiene al
Salvador dejaron en mí honda impresión. Siempre que vuelvo a mi ciudad la
recuerdo, porque yo, querida Alquinnhelén, soy rasemiriano como Pablillos. Neto. Nací cerca de la
Judería Vieja, cruzado el arco de la Puerta del Socorro. Como el gran personaje de esa famosa novela
picaresca. Quevedo no sólo definió con arte maestro a un personaje sino que
trajo al mundo todo un elenco idiosincrásico
de tipos como yo, siempre a la expectativa, a los que ni la vida ni el destino
han tratado con mucho miramiento. Rasemira se me sube alma adentro. En ella
nací y a ella volveré, pues es tierra de pan y de vino. Con decir que me llamo
Larije, que así designan los moros a la uva labrusca, todo queda dicho.
No me cabe la menor duda de que tuve el privilegio
de asistir a un hecho fuera de lo corriente. La anunciación de su próximo
tránsito a un siervo e Dios, así como también el final de toda una época en la
historia de la Iglesia. La tristeza proverbial de mi obispo tendría que ver
seguramente con aquella revolución tecnológica a punto de estallar y que
representaría la involución de una serie de valores.
Se traía una aquel monseñor con el papa imperante.
Por su porte lleno de majestad aristocrática, el amor al culto y por su rostro.
Calvo completamente, alto delgado y con
los anteojos redondos de montura plateada, la nariz acaballada, el perfil
sereno, igual que Pío XII. Incluso, cuando en el transcurso de alguna audiencia extendía los brazos en cruz, en actitud de
intercesión apenada ante el Altísimo por una humanidad en dificultades, era la
viva estampa del Vicario de Cristo, cuando apareció por las calles de Roma,
tras un bombardeo de los norteamericanos, la sotana ensangrentada. Peciolo era
el único que por su inocencia de vida y carisma patriarcal tuvo derecho a
ostentar ese título. El fue en realidad el ultimo papa.
Se trataba de un caso extremo de coincidencia
portentosa, de pura miméis, o acaso
aquella inexplicable semejanza tal vez tuviera que ver con la acción de
la gracia. El soplo del spiritu a lo largo de los tiempos tiende a establecer
paralelos y analogías que difunden el idéntico rostro de Cristo por medio de
dos hombres diferentes, pero comunicados por un venero secreto. El amor vuelve
a los esposos semejantes físicamente. Les hace prorrumpir en las mismas
palabras, expresarse en sobadas muletillas, o hacer ostentación de idénticos ademanes.
He conocido a pocos hombres que fuesen tan santos
como Don Isaías. Barruntaba ya el concilio con sus ceremonias de confusión, la
entrada en avenida de fuerzas disgregadoras, que cambiarían el aspecto de todo.
En su rostro proféticamente se pintaba poco entusiasmo por el cambio que habría
de sobrevenir, y, sí, el mucho temor.
Acudiría el lobo al redil y se disgregaría la grey.
Sin pastor el rebaño cristianos ambularía de aquí para allá desconcertado en el
paroxismo de la contradicción. No hagáis caso a los falsos profetas. Pero esa
es otra historia, que a ti no te competa y de escaso interés, excepto para los
que navegamos en ceñida las olas de este mar huracanado. El aire es de bolina.
*
A un año corrido desde que me puse a pie de obra, en
este tajo literario, que tanto me duele, y no he sido capaz de darle a una
tecla. Mi ordenador ha estado mudo y ausente durante los pasados doce meses,
pero me hacía guiños, porque ahora con estos adelantos y tantos inventos, ya no
existe excusa para no hacerse escritor. Escritores lo somos todos, aunque de
pluma gorda y cargados de hierro, y cargados de miedo, nos aprestamos a la
batalla del Mundo Perfecto, sin que el arte medre, sin que se escriban más que
paridas, convencionalismos, adulaciones y adulterios. Han raptado a las Musas y
nada bueno para el mundo puede venir de este secuestro, mi querida All Queen. )Sin
amor y sin poesía seremos capaces de vivir?
Ya me dirás lo que tú piensas y qué te parece, porque estoy seguro de
que, llegado su momento, lo harás. Cada hora que pasa miro para el teléfono.
Suena para otros asuntos. El técnico que va a venir a reparar el televisor; un
corredor de Bolsa vendiendo bonos; el despistado de turno que llama a la
querida.
-Está, Pili?
-Aquí no hay ninguna Pili.
-(Ah, perdón! Me he equivocado!
- Pues, a ver si te enteras y marcas como Dios
manda, pelmazo.
Esa clase de telefonazos en falso requeriendo a
Pili, a Conchita, a Sole o a Maripaz son frecuentes los viernes tardes o los
sábados tarde. Se conoce que la gente se llama para quedar y mete el cuezo,
claro está. Noto que al personal el cuerpo le pide guerra. En el mundo sigue
existiendo tanta hambre de hembra y esa soledad como cuando yo era joven. Ahora
me pregunto la de perras que se me han ido a mí en el teléfono. Dineros y
dineros que han ido a parar a Telecom, a Bell a Moviline, o a Telefónica, que así
se llama el consorcio que parte el bacalao del ring- ring por estos tesos. Me
he pasado la vida arrascando el bolsillo y llamando por teléfono. El Teléfono y
erizos, fuerza es reconocerlo, fueron mi perdición
Y, total, para nada. De poco me ha servido pasarme
la vida de cháchara. )Por qué no me escribes? )Por
qué no me hablas? Al cajetín del correo también echo un vistazo todos los días,
no sé que de mi te acuerdes, pues tienes mi dirección y mi número de teléfono,
que una vez me telefoneaste. Fue en la noche del seis de junio del 87, y nunca
me vi en mi vida en ocasión más jubiloso. AEh, dad@. AIs that you?@. AYes@.@What are you
doing, then@AWaiting for you, dear. I have been expecting this moment for a long time@.
Pero sucede
lo mismo. Todos son facturas y cartas de las editoriales tratandome vender
enciclopedias o alguna Aoenegé@ pidiendo dineros. Multas de tráfico, alguna que
otra cita judicial a la Magistratura d Iudicatrix Repertrix
por aquel tío que me zuzó su chucho, y yo me lié a cantazos con el perro
y al amo le partí la cara. Llevamos más de quince meses de pleito,
amonestaciones, atestados, requerimientos. Reconozco que se me fue la mano,
pero me tiré para delante, que a tu padre, All Queen, no le ponen un pie
delante. El can entremetido, que era un Rotweiler, pudo haberme dejado seco,
pero, cerrando la embestida yo seguí impertérrito, pegandole golpes con la
cachava, y ello fue que la fiera fue a
morder y yo ni corto ni perezoso, aprovechando la dentellada al palo de mi
garrote, que el animalito no soltaba, le hundí el regatón por el gañote y adiós
perro. Reconozco que esa vez anduve
temerario, pero, cuando se me cruzan los cables, ya no me detengo. Tengo casta
de guerrillero, leches.
El dueño del dogo se acojonó, pero yo me fui a la
empinada y nos enzarzamos. Nunca cutí a
nadie el polvo con tanto ganas, parece que me lo había puesto a huevo. Nunca han sido de mi gusto ni los matones ni
los fantasmas, y aquélla fue la mía. Era un chulo con muchas ínfulas. Le dije
que me la repatean los perdonavidas;
encima, el tío estaba cuadrado, con unas espaldas de armario empotrado,
y mira que dicen mis enemigos que tengo un tipo de culo de lampara, y otros
reparan en que soy lo más parecido a una pera, ancho por abajo y angosto por
arriba. Que no soy un cachas ya lo sé, ni tampoco de dónde diantres saco la
fuerza para hacer uso del genio que Dios me dio. Debe de estar en el alma y no
es otra cosa que el empeño y el ahínco que pongo en mis acometidas, pues a mí
nadie me pone un pie delante, aunque por lo general suelo valerme más de la
astucia, siguiendo el ejemplo de Pablete, mi tocayo, al que mantearon,
acantearon y emplumaron varias veces, pues, al igual que él, me siento carne de
Inquisición. Es el pago que recibimos la
penitencia por nuestros desvelos, la recompensa por navegar contramarea: palos
y palotes, broncas, abusos, retractaciones, inclemencias. Y a este paso no sé
si terminaré mis días en la soga, o en las galeras del Rey Ildefonso, que es
fama que es un gran rey, y muy bien asesorado aunque sordo. A mí no me gusta:
soy de los de la República. A la única reina a la cual rindo pleitesía es a ti,
All Queen, cetro de la soberanía absoluta, rosa lejana de un pensil ignoto que
alegra mis sueños.
Con los regios personajes de Britania la Mayor, tu país, no tengo nada
que ver. Ni con el de las orejas, que de su persona conservo un libro titulado ATo be
a King@ y ya en su más tierna infancia tenía buenos
soplillos (ese libro lo teníamos en tu cuarto, que estaba pintado de rojo, de
nuestra casa del 28 Scott Crescent de Edenthorpe, y yo le rescaté y obra en mi
poder, y aunque yo no sea muy monarquista que digamos le tengo cierto afecto
por lo que me recubierta aquella
cubierta azul) ni con la que
murió en extrañas circunstancias -pobrecilla, hombre, porque no quita lo uno
para lo otro, y era lo que se dice una rosa inglesa, pero mucho más guapa, con
creces, tu madre, pues vete a tu saber de lo que son capaces los servicios
secretos con su Gorilas, metidos en vereda; no hacen ascos a los procedimientos
sibilinos. Ellos siempre tienen que ganar la guerra y, por premio a su audacia,
han de caer de pie. Y Vae victis. Ay de aquellos que no pasen por el aro:
seguro que van y los asaetean con bombas contundentes desde sus fortalezas
volantes. Son muy tolerantes,
comprensivos, dialogadores, pero se convierten en fieras si alguien les
rechista, porque se conoce que están acostumbrados a mandar y a tener la sartén
por el mango. Su lema es@: A todo aquel que se resista al césar catará el
filo de mi espada@. Tienen algo de caninos. Yo he sentido sobre mis
costillas la dentellada de estos gorilas, mucho más contundente que el del
rotweiler del tonto que sacó a pasear su fiera como si fuese un caniche, y yo
le hice cara, que no me devoró por un milagro del divino arcángel, el
cual, ya te contaré, es Ami
chaperón@ infalible, pero yo soy un hombre pacífico y ellos
no pueden estarse quietos sin tener delante a un contrincante. Pues la vida no
es un cuadrilátero de boxeo ni un coso taurino.
Si no tienen algo contra quien luchar ni a quien vencer, parece que les
falta algo, que son incapaces de vivir sin enemigo. Y digo yo que a qué ton
viene eso de pasarse los años haciendo exhibiciones de músculos. Ya lo sé que
sus bíceps son muy poderosos y que se metes de por medio te acabarán dando más
palos que una estera. Parad ya, for God sake. Parad ya de una vez, pero es como
largar excomuniones contra un muro. Van y te saltan que ellos son los ganadores
y que nosotros los vencidos o te sueltan un latinajo de la biblia como Avita militia
est@. Si
no tienen delante un enemigo, se lo
inventan. Se van de caza, cobran un conejo al rececho y luego lo desuellan vivo
en la plaza pública con mucho Anewsreel@ y descoco informativo, para que sepan los otros
conejitos con quien se juegan los cuartos.
El procedimiento no es nuevo. Ya lo utilizaba
Maquiavelo y era moneda corriente en el mundo de los ABorgia@ y los
AMedici@
florentinos. Ellos lo ponen en práctica con eficacia y les va divinamente. Los
instintos asesinos y la capacidad para dar la vuelta a los argumentos, en
perjuicio del débil, la entronización de la mentira y la tergiversación de los
hechos forma parte de la filosofía y erótica del Poder por el Poder.
Dicen que la
Princesa Joya estaba encinta a consecuencia de un desliz durante un plenilunio,
en una romántico paseo en yate por el Mar tirreno que termino en concúbito con
un magnate del petroleo, pues deceso vi yo mucho en Londres en la época Heath,
cuando Britania la mayor se derrumbaba por los sindicatos y los árabes había comprado
barrios enteros de Chelsea y los hoteles de Park Lane, y se llevaban de calle a
todas las chicas, porque en tu país tenían éxito los morenos, aunque de eso no
se puede decir nada, había los que no se comían una rosca y no iba a ser cosa de permitir que un turco
se sentase en el trono de San Eduardo. (Faltaría
más! La mayor parte de las dinastías
europeas han cultivado el matrimonio morganático, y son muy meticulosas en lo
de la sangre azul, como firmes defensores de la Alimpieza
étnica@, ese palabro tan en boga, sofisma intemperante por
el que acaban de morir tantos pobrecitos, y la que te rondaré morena. (Pobre
Princesa Joya! : perdió el trono y la cabeza.
Estas cosas que te cuento no tienen importancia,
pero mi vida, al torcerseme la Fortuna, parce que se ha vuelto del revés, y uno
se cansa de tanto ir a zurdas. (Qué se le va hacer!, Pero el Día de la Santísima
Trinidad abandonaron sus plintos las cariátides, y en Hohebrucke descorcharon
el champán. Hubo fiesta en el cuartel general, porque se había rendido
Litsóñin. Un halo perdido, un ala desplegada que no volverá ya, daba vueltas a
la redondez. Decían que venía el Mesías, y que reinaba en Absterburgo. Mis
lecturas me recordaban aquel impresionante fresco de la catedral de Orvietto en
el cual un esteta medieval había taraceado su faz en los altos relieves del
pórtico. El Antecristo guardaba un parecido curioso con el Señor. Era rubio con
el cabello rizado, algo rojizo, muy zarco de tez, y también arrastraba y
seducía a las muchedumbres.
Mientras él llegaba y yo con estos pelos, devorando libros de
segunda mano, escuchando las imposturas de Radio Veneno, fumando en pipa.
Insomne a causa del café y de la bulimia que me devoraba por dentro, pasaba las
noches remoloneando, dandole al mando a
distancia para comprobar que todas las estaciones audiovisuales dicen lo mismo,
y las peores, las más infames, eran las alemanas. Me hacía el roncero a la hora de escribir,
porque hay que reconocer que cada vez me cuesta más. El ordenador no me aclara
las ideas, antes bien padezco como tarazón o empacho. Doy saltos de un concepto
a otro. Acometo tareas que abandono luego a medio camino. Además, yo me
pregunto que para qué escribir, para qué hablar si no te hacen caso. Tus
demandas y tus gritos golpean contra el muro.
Además, el Demiurgo Triunfal no consiente que se le
lleve la contraria. Ha puesto firmes a sus escribas y a sus escribas. En cierta
ocasión en una rueda de reconocimiento en Absterburgo convocó a los poetas y a
los jefes de informativos y le dijo:
- Atended bien a lo que os digo. De ahora en
adelante, será noticia sólo aquello que yo quiera. Porque, como soy dios, a
quien elijo lo elijo.
- Y ) que hay de la ética profesional? )De eso
que llamaban los antiguos manuales deontología?
- A esa mujer nunca la conocimos - repuso el Esbirro
de la Justicia.
Y arrojó a las tinieblas exteriores a multitud de
pendolistas y aspirantes a un lugar bajo el sol de las musas, entre ellos, a
mí. Por eso, ya digo que redactar folios y más folios, devanandose la cabeza
ante la pantalla del palimpsesto se ha vuelto tarea ímproba. Tú vas por ahí por
delante con la verdad por delante, y te encuentras con los comisarios y
zelotes. They write you down. Te fichan.
- Esta fiesta es un camelo.
- Pues, allá tú. Tendrás que atenerte a las
consecuencias
Los duendes
eléctricos luego juegan al escondite con mi inspiración, se apaga la luz y se
va a freír gárgaras el archivo. Como he
perdido la ilusión, cada vez me cuesta más trabajo, y es que, o ya no tengo las
mismas facultades, o me patina la memoria, pero las golondrinas anidan bajo el
alero.
- Cada una de tus frases es un gatillazo.
- Emperador, yo te las brindo.
- Eres díscolo e incorregible. Contigo no hay quien
pueda, amigo mío.
- Ah, cuando vuelvan otra vez los míos, vete preparando.
- Los tuyos han perdido.
Guardé entre mis carpetas y cuadernos esta sentencia
apodíctica del Esbirro. Tal vez, tuviese la razón. Los míos no volverán nunca,
porque fueron derrotados. No son de este mundo.
La luna,
impávida y por encima de tales disidencias, es bella en estas noches de
primavera. Están encendidas las madreselvas, exhalan las retamas cuajadas de
una flor gualda que maravilla el sentir una fragancia exquisita, y yo no tengo
ni idea de por donde andas, hija, que acabas de cumplir los treinta, revolotean
los vencejos de mi cabeza y yo hago como que el soy el mismo, pero un año más,
estoy más cansado y viejo. Todo aquel tiempo fue arrebatado por las alas
despalmadas y mayestáticas del aguda solemne y duerme sobre el regazo del
olvido. Para recuperarlo habrá que encontrar la piedra bezar que, como un
talismán de fecundidad y bienandanza, colocan las águilas en sus nidos. Ya eres
la imagen venerando de un icono en el recuerdo.
Menuda que la ha preparado el bueno de Litsóñin
caudillo de Supraba. Hoy ha comparecido en una rueda de prensa el Gran
Subsecretario portavoz, ese hombre insignificante, de aspecto felino, porque es
toro manso, y ya lo dice el refrán, del agua panda te guarde Dios que de la
bravía yo mismo me libro, anunciando a la parroquia la capitulación, el del
pelo pincho, hombre de gestos inescrutables, astuto, y político imperturbable,
oye que descorchéis el champán, pero a mí el Gran Subsecretario Portavoz no me
gusta aunque digan que han ganado la cruzada a los de la limpieza étnica y que
están a punto de entrar los blindados de
la paz, porque tengo tarazón de tanto bombardeo eufemístico. Nos meten las
frases por donde nos quepa; aquí sueltan
una palabra y quieren decir lo contrario. Retor ha vuelto en el carro triunfal
para corromper toda la semántica. Hay que cogersela con papel de fumar, que
menudos bichos.
No te lo
pierdas: bombardeo filantrópico, fuego amigo, campaña humanitaria, intervención
altruista significa lo mismo pero dandole la vuelta al matiz. Paz quiere decir
guerra. Fuego amigo, alfombrar Supravia de embudos de mortero y de ruinas.
Ayuda humanitaria, quitate tú para ponerme yo. Orden internacional, caos y
solidaridad se utiliza como antinomia de discordia civil. Es habilidoso y
artero en la utilización del lenguaje el Antecristo, pero a mí no me engañas.
Este lenguaje coloquial, que forma ya parte de
nuestras vidas, se precipitó sobre nuestras cabezas, igual que una lengüeta de
fuego, la fría noche de noviembre de 1989 en que cayó el muro. Ellos tenían que
celebrar su bicentenario haciendo rodar cabezas, la primera la de Ceaucescu.
Siempre han de inventarse un enemigo. Igual que Saturno han de beber la sangre
de sus propios engendros y han vuelto a poner de moda los sacrificios al macho
cabrío, All Queen.
Mirad al Gran Subsecretario tiene aires de gato y
sus gestos felinos. Un especialista en el cambio de chaquetas. A lo primero, la
lucía roja y en los mítines alzaba el puño cerrado y el capullo, pero antes fue
azul, y ahora viste de amarillo. Debe de ser porque lleva luto por los muertos
que debió de asesinar. A mi me daba en la nariz, cuando era ministro, que por
cierto me envió a galeras, que este individuo iba a llegar lejos al socaire de
la figura de Judas, porque no ya meramente
ha cambiado de camisa, sino que ha vendido a su madre y a su patria.
Claro que no podía ser de otra manera siendo sobrino de quien era: aquel
profesor enrabietado que se fue a Oxford, escribía libros infames, y era muy
políglota, un anglófilo de mala casta al que le dijeron una vez en la Sociedad
de Naciones.
- Es usted tonto, don Carcajada.
- )Quién, yo?
- Sí.
- Si hablo trece idiomas. ) Qué
me dice?
- Pues en los trece necio es usted.
Desde entonces le había quedado al subsecretario el
sambenito de su familia. ATonto en trece idiomas A y la
cosa le venía de familia.
Que hay tontos útiles y hay tontos peligrosos. Don
Carcajada pertenecía al segundo cupo. Porque, aparte de ser manso, nunca se le
veía venir.
No podemos por menos de, abundando en lo mismo,
tener que proclamar que estos enemigos
de la vida, de la esperanza y la caridad, se autodenominan ecologistas, pero la
ecología para ellos quiere decir la
muerte del vergel, y mundialismo quiere decir Babel, y primus pater, vicario de
Satanás, y democracia quiere decir autocracia, y para ellos la urna de votar no puede renunciar a su
origen etimológico, ni echar de sí sus connotaciones lúgubres de osario. Como
instrumento de la tiranía, se disfraza de libertad. Las elecciones forman parte del gran rito que quieren ellos
entronizar a toda costa.
- Lo único que veo en torno a mí son túmulos.
- (Deberías tomar mucha zanahoria, niño, que aclara la
vista!
Pero la urna que ellos adoran, y con el que tratan
de substituir al cáliz de la Redención
no puede renunciar a su origen infausto. Era la vasija sepulcral donde
los romanos guardaban las cenizas de sus muertos. Sopla con furia el viento
terral. El Poniente, saturado de urnas cinerarias, y encandilado de
comicios, huele un poquito a carroña,
con tantos y tantas que meten dentro de la mano de cadáver para hurgar papeletas y administrar
pucherazos; es frágil el invento y se nos puede quebrar el envase y a ver quien
luego paga los cascos. Viene la palabra
de la misma raíz que Aouron@, esto es mear, y su ranura, a través de la cual
hacemos el ejercicio de nuestro derecho al voto tiene algo de falsa ilusión
carnal.
A causa de
las urnas hay ahora tanta disfunción eréctil. No ha servido, en su afán de
confundir, para otra cosa que para proclamar la gran desilusión genital.
La crica democrática ha puesto todas las cosas del
revés. No metáis el cuezo en la hendedura que os vais a quedar secos del
susto. Os encontrareis un sapo
- Pues, venga, que no se diga, hoy, San Antonio, y
día de elecciones generales. Todos, a votar.
- Estamos todos cansados de guerras y de campañas.
- )Y a usted qué mismo le da?
- Mande Pedro o mande Perico de los Pelotes total lo
único que vamos a conseguir es que esos
mandamases de Hohebrucke nos llenen la conejera de guiris, porque Coninklia,
nuestra patria, la otrora Jardín de las Hespérides, a la que Plinio cantó en
sus maravillas en la variedad de fuentes y de árboles y de plantas [no son
concordes los autores en establecer el origen de su nombre que bien puede venir de AHesperio@ esto
es: la nación de la tarde, o de Aspinus@ que quiere decir en griego el país de las
maravillas, aunque otros atribuyen su etimología a la abundancia de liebres, y
también el lugar del dios Pan, coronado de pámpanos, grumos de uva por toda la
cara, mucho humo en la cabeza y mosto en la barriga] es un revoltijo. Aquí se
han hecho siempre los mejores alfanjes y ha sido un gran coto de caza. Su étimo
se adscribe a raíces tanto cinegéticas como tauromaquias. De su ethos no
hablaré yo aquí porque esta nación no se sujeta a un molde, y no se rinde a los
convencionalismos, pues constituye un crucigrama complicadísimo.
Pero ésta es la tierra a la que amo, aunque me
duela, All Queen, en la que nací y pienso morir. Mi tragedia consiste en que
nunca seré capaz de ser inglés, ni de abdicar de mi pasado o de mis genes, por adscribirme a ti, pues hay
cosas que están por encima del amor filial. Para mí la patria siempre fue
sagrada, aunque digan ahora que esto del
apego al terruño no es más que un concepto trasnochado.
No pasaré yo por esa horca. Conociendo como conozco
a los anglosajones, sé que os tratareis de imponer, nos dominareis. Lo de la
limpieza étnica (como si por el torrente sanguíneo corriesen miasmas que
hubiera que purifica mediante el cauterio o la transfusión quirúrgica, y con
esto se vuelve a la creencia de la superioridad de razas y al privilegio de los
de sangre azul, pues no os lo creáis, mienten más que el ADiario Inmundo@, que,
cuando su capitán empieza a largar por esa jeta, todas las jotas de nuestro
idioma se vuelven del revés) no es más que una añagaza de los quiere uncir a
Europa al yugo de su dominio para pasear al antecristo en su carro triunfal.
Vuestros jefes se dan buena mano en minar las resistencias de los pueblos,
inundar las playas de submarinos y las plazas fuertes de caballos de Troya.
Utilizan para sus propósitos la vieja táctica del César Adivide
et impera@, la agitación psicológica y la intimidación.
Ellos han vencido pero no han convencido, o, por
bien decir, no han sido capaces de infligir una victoria moral sobre ese
sátrapa, digno heredero de los boyardos que se llama Litsóñin, defensor de la
fe de Cristo en un tiempo concusionario de embustes y de depravación. Ahí está
un campeón de la libertad, curtido en las batallas contra Solimán. Se ha
rebelado contra los asesinos de las madres patrias que hoy regentan tanto poder
y ha clavado su espada acerada sobre el costado de Lucifer
Me duele mucho, querida hija, que el Interpuesto se
exprese en la misma lengua que tu, aunque dicen que ya está cambiando de
táctica y se irá al alemán que es la que en realidad le pertenece, la de
Lutero, porque he consultado la Biblia y todos los argumentos masoréticos
propicia esta creencia. Que sí, que El que se opondrá al Reino de Dios es un
teutón. Hitler ha sentado precedente. Lo
sabatizan, pero se han apropiado de su filosofía.
Por eso, me preocupa lo que está ocurriendo estos
días. Es una lucha sorda, en la que se abrazan todos a la mentir como a un
clavo ardiendo. Quieren vendernos la burra y yo por ahí no voy a transigir.
Y en Absterburgo andan puntero en mano desojando la
margarita, señalando con el dedo lo que ya hacía el Cara de Oropéndola cuando
imperaba, calcar con la regla los puntos donde habría que asestar escalpelo
para sajar el apostema de la limpieza
étnica, marcados previamente con una
banderita, o círculos concéntricos.
- Fire - clamaba el servidor de pieza.
El cabo batería tiraba de la cuerda. Los golpes eran
certeros.
- Tenemos el avión fantasma y hasta platillos
volantes para la descubierta. Somos invencibles. Litsóñin, ríndete. Porque de otra manera, no va a quedar de
vosotros ni el apuntador.
No vamos a negar que una de las causas por las
cuales habían declarado la guerra e invadido Supraba era porque les incumbía
probar sus nuevos engendros de destrucción. - Es menester polígonos de tiro para cotejar
sobre el terreno estos monstruitos, con fuego real y con víctimas humanas.
Con esta añagaza se habían lanzado a tumba abierta a
aquellas maniobras. Mediante una extraña y tozuda habilidad para retorcer el
pescuezo a los argumentos hacían dogmas de sus suposiciones. Descargaban
bombas inteligentes que buscaban sus blancos mediante guía eléctrica,
horadar muros de medio metro, y proseguir ruta. Siempre hacían carne. Sus
maquinas no sólo discurrían, sino que eran capaces de hablar en cualquier
idioma, igual que el asno de Balaán, puesto que una vez gritaron en algarabía: Ayou
are a target@. Al oír esto, salieron todos los moros zumbando,
porque el chivato les avisaba que la peladilla buscaba sólo cabezas cristianas.
Se trataba de una preparación artillera infalible. Después de los bombarderos
vendrían los gourkas, de instintos asesinos con un puñal entre los dientes.
- Of course, you
are a target. All of us have become a target.
- They can make with us whatever they wish, you
undestand me, pretious. Even you are a
target, All Queen. But never mind. One day I ´ll get there and I´ll liberate
you from the claws o the Big Beast.
- )Ha entrado la fuerza?
- Ya están aquí.
Una recua de blindados reptaba por los campos de
minas, que los artificieros del Cesar neutralizaban sabiamente. Salían a
recibirles moros tocando chirimías. Sonaban las viejas melodías jenízaras. La
columna motorizada iba escoltada por la
flor y nata del periodismo ultramarino, las plumas más galanas, los rostros más
famosos, y nombres anglosajones o teutónicos en seudónimo, que despistaban el
pasado judío, y que, rizando el rizo,
han conseguido lo que hasta ahora nadie había: retransmitir una guerra en
directo. Las cámaras captaban las evoluciones y los lances de los
paracaidistas, pegados al territorio, el zumbido ominoso y amenazador de esos
moscardones artillados que son los helicópteros clase Apaches. El ruido de las
máquinas infernales poblaba el cielo de Supraba, región mártir, de presagios de
hecatombe. Venía al recuerdo la memoria una de las Siete Plagas. Los Apaches
hacían pensar en la de la langosta. Era la libélula de la guerra que arrasaba
las cosechas. En algún lugar de la penillanura lloraban las trece tribus.
- Acaso, os guste tanto armar camorra porque habéis
visto demasiadas películas de indios. Deseosos estáis de rapar cabelleras.
-Escucha: llegan los sioux. Tacatá. Tacatá.
AToro
Sentado@ se dirigía hacia el campamento, jinete de un
caballo moteado que cabalgaba a pelo. Así es como hay que hacer la guerra. Sí,
señor. Desde que ya no hay caballería, lo paso fatal, porque con tanta
estrategia la guerra se ha convertido en un aburrimiento.
Nadie durmió
aquella noche que fue la antevíspera de San Basilio el Grande, un doce de junio
como si fuera la final de la Copa de Europa. Aunque todo estaba ya de antemano.
Las grandes cadenas montaron el cho, y los alemanes seguían tan vociferantes,
buscando, desconsolados, el tambor de hojalata. Entonces no era más que un
juego de niños comparado con la que se nos viene encima. Siga el Sr. Hierba
fumando en pipa y aporreando su tambor. La final estaba amajadada. Han comprado
al árbitro estos jodidos. Ya podréis, jaquetones. Diez a uno. Vaya una paliza
que le habéis propinado al Pelo pincho.
- Ahora se acerca la unidad del comandante
Libertador, desactiva una bomba, avanza por la vertical del campo lleno de
escombros, se observan los embudos que dejaron como tarjeta de visita las
panzas de los super fortalezas volantes, desarman a un gendarme de los malos.
Se engallaba el Espiquisy. Parecía a Matías Prats
retransmitiendo desde Maracaná. Ahuecaba la voz, mantenía el tempo oratorio. En
la guerra todo vale. Amañar cadáveres y lanzarlos a la costa. No hay nada más
contundente que una bomba en un supermercado o el primer plano de una viejecita
degollada a la hora del te.
-)Por qué lo hiciste
Faquiyíu?
No hay respuesta. No more questions. Sólo se veía el
avance en agachadiza del nepalés soldado tiznado el rostro amenazante, un
machete en la boca.
Espiquisy, voz que reina en nuestros días, controla
nuestras mañanas y segmenta nuestras tardes, y me envía el cheque a fin de mes.
Es la granjería de ser súbdito del rey bobo y la reina fea: vivir en el limbo.
- Manos
arriba, tú, sanguinario polizonte del Régimen Corrupto.
El pobre hombre uniformado, a la que la llegada de
los tanques ha cogido de improviso, y no quería que los aliados llegasen cuando
las alondras de la montaña habían empezado sus gorjeos amorosos, porque estas
no son horas para invadir, francamente, se queda parado, pero el infante
vengador cree ver en su persona alguna maula y rápido, más que Bill el Niño, le
mete en el cuerpo del sospechosos, que acababa de salir a hacer sus
obligaciones físicas, ora porque no le llegase la camisa al cuerpo, o porque
había estado dandole aquella noche al anisete, cosa por la cual son algo tardos
sus movimientos, y le pasa lo que a Genarón le
una madrugada de Jueves Santo debajo de una barbacana de la muralla de
León.
Ya podréis, cobarde. No se desuella a un hombre que
ha bebido y menos cuando está cagando, pero, como en la guerra y en el amor,
vale todo, o al menos, es los que propaláis vosotros, pues, de acuerdo.
Pero el locutor del Platón New, se enerva de entusiasmo, presa de un
frenesí semi diabólico. Acaso piensa que está retransmitiendo un partido de
fútbol y no la muerte de un ser humano, grita por el monitor:
- Gol. Our paratroper has scored. Well
done mate, this is it. Bravo. One, nil. We are the winners.
Mientras yo me acuerdo de la madre del Gran Rothschild,
y musito para mis adentros una cancioncilla que un buen hombre me enseñó una
noche de juerga en Londres, y que yo tarareo cuando presumo que se avecina
borrasca por el horizonte: AIf the devil had a son, he would be called Palmerston@,
vibra el locutor en la exaltación de un patriotismo esquinado, difícil injerto
en la gran panoplia de la bandera. Llegan los juliganes a patadas, que vienen
los ingleses, esa aguerrida chusma que arrasará los campos de Europa. Los
alféreces provisionales del pirata Drake han empezado a aplicar su doctrina de
la Junio-Jaque y suenan por todos los confines los ecos del ABritannia
rule@.
-Palmerston? Do you remember who he is?
-Lord Beaconsfield, you silly: the big godfather of
the British empire.
Desde aquel día tengo todas las antenas desplegadas.
-En octubre quiebra la Bolsa. Habrá pánico en Wall
St.
-Os gusta meter el miedo en el cuerpo, tíos. Eso es
lo que más os priva más que a un tonto la chifla de Marcos el alguacil.
-A ti que te alguacilen.
-No me alguacilarán. Seré fusilado. Más bien.
-)Tú crees?
-(Oy, oy, oy!.
-Pues sí. Mira quien fue a hablar.
-están cacareando las urracas.
-)Dónde se han subido?
-A la branca más alta del árbol del ahorcado.
-)Y qué hacen?
-Lo de siempre graznar, derraman su baba. Si te
pones abajo te cae un misil de gallinácea. Cegarán a los profetas como a Tobías
con sus cagadas. Pero estoy hablando en sentido traslaticio, ya me entiendes.
-No son urracas, son milanas, que todos los
falcónidos tienen esa fea costumbre de disparar largo y tendido cunado
excretan, es una forma de marcar territorio. cuanto más firme y lejano sueltan,
mayor garra, y más mortífero el zurrido.
-Zurren, zurren, presidente. Ta, ta, ta. (Qué
guarras!
-No te rías, Verumtamen, que la cosa es más serie de
lo que parece. Mira cómo Lupa Barcerionensa reparte caña. No escribe con pluma
de ave sino con hoja de afeitar. Y Ronza Resentida, a la que dicen la Huntsman,
se asilvestró.
- deja que el volcán espume su lava.
-La cabra siempre tira al monte. y ya van dos
hembras en jarras. Tiros a la barriga, y una faca entre las bragas.
-Dios que fuera demonio. )No fue
ésa que cuando te nombraron corresponsal en Londres te arredraba, diciendo que
habían nombrado a un corresponsal tartamudo? La envidia de las palomas cojas
hacen que zureen las milanas. Ay que risa. No llegó. A ti te protegía la Santa.
Es que quería que la hubiesen mandado a ella, pero ella la pobre no era más que
una simple reportera de la patrulla de Castellana 142, y no pasará de ahí. En
cambio, tú, Gnadio, eres un escritor. Todo el furor de estas prójimas tiene una
explicación uterina. Todo viene en clave histérica. Bah, cosas de mujeres. )Por
qué escriben? Porque no follan. ) Por qué no follan? Porque no paren, y no paren
porque son machorras. (El sorites me ha salido redondo! Olé mi fabla.
-) Es que se ligaron las trompas de Falopio?
- Ya quisieran ellas que les quedase hueco. Iban
para monjas y como no las ordenaron madres superioras de la Causa, pues se
cagaron en el convento. No son más que sotas descartadas. Soberbias como ellas
solas. Me impla su ego. Van y dicen, o jugamos todas o se rompe la baraja. A mi
me pusieron cual digan dueñas, pero otra cosa no podíamos esperar de esas
cotorras comadronas periodísticas. No lo llevo a afrenta. Es timbre de gloria.
Ya quisiera la Huntsman para sí el despacho de corresponsala, haber ido a Oxford cuando nombraron al
guitarrista Andrés Segovia Ahonoris causa@. Allí
tuve el gusto de conocer al Atonto en siete idiomas@, que
se acogió a altana. Ya era viejo, pero todavía le duraba el berrinche. Una dama
pequeñita de pelo blanco le tiraba de la manga, hopalanda gris, y birreta roja
deslucida con un remate de pluma blanca, dómine
oxoniano, el chaqué y la dulleta
de media talla, pues era muy pequeñito, alquilados a un ropavejero de
Savile Row, y con unas gafas sin montura cuadrada, vayámonos, Sotero, no sé que
haces aquí hablando con estos fachas, la entrevista fue accidentada, pero yo
supe de antemano que todo era una martingala, la olla barbotaba. De milagro no
le tiré un pedrusco, pero ya asomaba el consenso. )Don
Sotero qué hace usted ahí? Le escribí y me respondió de su puño y letra un
negativo. ANo entretengo indiscreciones@. Allí
empezaba un poco la madre del cordero. En Oxford sacaron en procesión al Cristo
de las Revanchas y salió a recibirnos el alcalde con el collarín y todo, hubo
una copa de vino español en el aula magna llena de togas capisayos y doctorales
chambergos. A don Sotero le bailaba el agua un fámulo ayudante de cátedra,
joven simpático y de la ribera, que de la cátedra de prima ganó las oposiciones
de la de antropología. Había bebido a los pechos de Don Sotero Pesetero y nos
contó un chiste que nos hizo mucha gracia a Mariano González Aboín y a mí. Si
esto es civilización yo me vuelvo a Estella. La campana de las tabernas
inglesas suena inexorable a las diez en puntos PM con una Alast
rounds please@. Pero de este personaje tan postinero, que había
sido fraile y tocaba el órgano como los angeles, ya hablaremos más adelante. lo
que te perdiste, Ronza. La patata caliente empezó a torrefactarse a orillas del
Támesis entre Oxford. Don Sotero y esos
oficiando de obispo del consenso se
convirtió en el pontífice de la Transición. En la Corte de San Jaime, a la
sombra del fantasma de Lord Beaconsfield, se cocinó todo. El lugar tiene una
marcada tradición conspiradora. Allí se había organizado el cacao de nuestra
guerra civil. Siguió la racha hasta la llegada del ministro Pabellón la calle
es mía, pero allí le dieron sopas con honda y perdió. Estos ingleses hilan fino
la madre que los parió. Y yo fui testigo de cargo, pago las rondas y tú querida
Huntsman continúa escribiendo novelas cursis, que es lo tuyo. Si me trabuqué
entonces ante el guitarrista era porque veía la que se echaba encima. Todos
vosotros, monacillos y manecillas del gran pobre Pedro Rodríguez inauguraste la
era del periodismo caníbal, pero ya no me azaro, no jodas. La Frómigue de
Frómita me protegía. Estaba de Dios que te quitase el puesto y a lo tonto a lo
tonto pude enhebrar mi primera crónica, y tú y otros creo que firmasteis un
papel al director del Ente para que me echaseis. Una par de pares tiene la
cosa. Solidarias, por un tubo, pero os falta caridad. )Cómo
las vais a tener si carecéis de entrañas? Os han ligado las trompas y dicen que
eso enfurece y os vuelve de plumas ríspidas.
-Y de remate se cargarán el invento. No se os puede
dejar solos.
- al Antropólogo lo acaban de largar de la tribuna
donde explicaba el hecho cierto de que el hombre viene del mono en la de
Ciencias de Información Deformante. Armó un cristo, y como no aceptan reveses,
ponen el grito en el cielo. ) qué enseña Jemal?
-Que el hombre viene del mono. Hay que
institucionalizar a las parejas de hecho.
-Le echaban mucha prosopopeya. Para ese viaje no se
necesitaban alforjas.
-Recuerda que hubo tiempo en que nadie era capaz de
meterles en vereda a los Cien mil Hijos de San Luis. Los exilados vinieron
repartiendo leña, que eran palos, al fin y al cabo, aunque fueran consagrados
por el decano de la Universidad de Oxford.
-Allí siempre nos tuvieron mucha mala leche a los
españoles.
-Lo suscribo, pues he visto fluir la mala uva con
mis propios ojos. Ríos de vinagre histórica. Todas nuestras peores movidas
fueron guisadas con recetas de los Rothschild en las ollas del barrio de
Belgravia. Yo expuse esa tesis durante el transcurso de un almuerzo en la
embajada y por poco me echan del país. Debo a Don Manuel, que era una buenísima
persona, que me achicase los perros.
- Por haber llegado al país con un enchufe de aquel
don Sotero el Ginebrino, tonto en todos los idiomas, traía muchas ínfulas y
aquí si no te cuidas siempre te rebajan los humos. No se les puede dejar solos
-Ya. Eso decía que el Gran Nioto, que ojalá
resucite. Tanto le denostaban que ahora
le echan de menos. En el juego del quitate tú que me pongo yo caben muchos
abrenuncio. Les ahorcan con la misma soga que ellos pusieron al pescuezo de
otros. Donde las dan las toman. Mucho se alzaron, pero les veremos caer.
-Mare no hay más que una, pero España, dos. )Qué no
quieres caldo? Tres tazas. No he tomado
venganza. Tengo poco de indicativo. No leo sus histéricos engendros cortados a
navaja. Los desengaños me han quitado la tartamudez. El sabio sólo reza y
calla, y aquí estoy viendolas venir.
-)Cómo don Erasmo Pérez Plumero?
-Toda ellas son de su cuadra. Van detrás de Pol Pit
que fungía como mamporrero en aquellas andadas.
-Ese también publica.
-Cosas muy malas.
- Ahora está en la peña del Ayesblú, alias el
Valenciano, los que se sientan en el velador, justo detrás de la tajuela del
Estilita cabe la barra del Estevón, el que ha sido tu muro de lamentaciones
etílicas durante tres lustros.
-No tenía donde ir.
Me aburría, pero que conste que en el Estevón me he dejado muchos
cuartos en todo este tiempo. Tengo una inclinación generosa al derroche y ya
metido en copas de perdidos al río.
-)No te percatabas, alma de cántaro, de que el
pincerna te sisaba en el vuelto? Si una copa de ojén valía quinientas rubias, y
hacías el pago con una billete de dos mil, él te devolvía cuatrocientas.
-)Quién se preocupa de cosa tan ruin? Me ha tocado
muchas veces hacer la vista gorda, lo mismo que, cuando, en un apuro, le pedía
al Estilita para un taxi luego tendría que devolverle el préstamo con un
interés del cincuenta por ciento.
-Usura llaman a esa figura. Pero Alborotapueblos
alias el Estilita menudo es. No se le escapa una. Con decirte que es capaz de
leer los periódicos del revés,
- Vacante eso, tiene buen corazón. Es listo como él
solo y eso que no fue a la escuela. No puedo decir mal de él pues me consta que
me quiere y me ha sacado de muchos malos rollos.
- Al Estevón no has de volver. Agua que no has de
beber... Oye )Me
escuchas?
-Pero, si es vino, no. Yo me apunto. Me han crecido
los enanos y se me amontaban enemigos y enemigas durante este tiempo. No sé lo
que me pasa, pero yo a las tías no les caigo nunca del todo bien.
- buey suelto bien se lame. Cabalgan mucho, pero no
como Dios manda, sino de través, y vuelan por los aires como brujas. Las vi
montadas en el palo de una escoba, pero su trayecto es corto. Del coro al caño
y de Puente Erín a Fuendalsaña. Encontrará al pájaro tordo y por menos de nada
se lo avían. Recuerda que son aves de rapiña
El gordo de la cabeza monda lironda, ese que aparece
de comparsa en todos los programas del Spikizy (desembucha atrocidades) tiró a
canasta y encestó, pero debajo de los palos estaba Faquinyiú con una clepsidra,
se quejó al consueta celestial.
-Este tanto no vale tú.
-(La manita de Dios!
Entonces la megafonía de la discoteca de las
Praderas Celestiales, donde Spikizy se
había buscado un curro de pinchadiscos sábado noche, puso música de baile. La
parte del león del repertorio se lo llevaban marchas militares entreveradas con
la balada más famosa del Festival of Light, cuya letra ya ha sido mencionada: AIf the
devil had a son he would call him Palmerston@.
Camino del
exilio, un niño rubio, huérfano de la guerra, al volante de un tractor, no
llega a los pedales pero lo conduce hacia el norte. Sus padres fueron,
masacrados por un turco. Huye de la venganza de los apóstoles de la limpieza
étnica. Otro éxodo acaba de comenzar, pero, por lo visto, los de estas segunda
tanda, como no pertenecen a la secta de Mahoma, carecen de derechos humanos.
- Hay que macizarlos.
- La culpa la tiene Litsóñin.
Los politólogos de las juntas analizan la situación
de globo, y por el fuero y por el huevo, llegan a perentorios conclusiones de
cornutos silogismos. Tienen que ganar siempre. No hay tu tía. Como buenos hijos de la Serpiente Infernal sueltan
su baba mala. De otra forma no podía ser. Una orgía de odio reconcentrado, un
odio secular, atiborrado de imágenes y de agujas de minaretes (los
corresponsales volantes que cuentan la guerra in situ siempre se colocan a la sombra de una mezquita para retransmitir
su vociferante propaganda, porque, asesinada la verdad, noticia va a ser lo que
a mí me salga de las narices, cumplir su cometido, para que resalte bien quién
es el jefe y quien la consigna: apoyar al Soldán, hacer el recudimiento de las
hordas de la Media Luna) nos persigna en esta sangrante primavera del último
año del siglo. Es el terror del milenario, y el apostrofe de la mentira, repanchigado en nuestro cuarto de estar. Y el
que diga lo contrario o no piense igual, que se prevenga. Nosotros le
ajustaremos las cuentas.
- Tiros a la barriga. No kidding.
-Como en Casas Viejas. (Viva
la guardia Civil! (España, madre nuestra, aunque te deshonremos, tú nos
honras. Eres el mejor país!
-No te pongas sentimental, Verumtamen.
-Hoy es 20 de noviembre. Me ahoga la memoria el
recuerdo de tantos muertos. )Y para qué? Ojalá nunca se repita. Entonces pagaron
justos por pecadores.
-)Saben cuántos curas se pasaron por las armas?
-Dieciocho mil.
-)Y qué dice el Vaticano?
-El Vaticano no tiene memoria. Con esto del
Holocausto se ha hecho el papa un lío. La sangre de todos ha salpicado su
sotana.
- Pero si yo defiendo mi patria, mi suelo regado con
las sangre de tantos muertos, )por qué me disparáis?
- Con las reclamaciones al maestro. Drop dead, you
bugger.
- Sois de una valentía para ponerla en el Guinness:
matar a un hombre giñando, como al borrachín de Legio Séptima, violáis mozas
cristianas, asaltáis cunas y preventorios. Vuestras formidables acies, las
aguerridas escuadras, los manípulos de largas lanzas, las testudines o tortugas
militares para expugnar las posiciones enemigas.
-El enemigo está en la plaza.
-Es lo malo. Con tanto caballo de Troya recién
colocado será difícil la defensa.
-Ya han entrado.
-No pasarán.
-Ya han pasado. Nos van a tirar al mar. Preparaos a
nadar en las aguas negras del Leteo.
El polizonte del Régimen corrupto se agita unos
instantes entre convulsiones horrísonas, expulsa por la boca un río de sangre y
rinde su espíritu, victima de los que irrumpen en un pobre país proclamandose
salvadores de los Derechos Humanos. Realmente, nada más feroz que un británico
al merodeo. Entonces heredáis vuestra condición de piratas. Sois los feroces
picti a los que no pudo meter en vereda el emperador Adriano.
Cuando desconecto el interruptor, estoy al borde de
la nausea. Acabo de presenciar en vivo
un homicidio. La sangre de este justo pesará eternamente sobre la conciencia de
los asesinos, aunque la verdad que éstos son de moral muy laxa. Estos cosarios
se atreven a acusar de corrupción al líder de un pueblo que no se doblega ante quienes
bombardean su territorio y defiende con dignidad la cultura de su país.
Estos día uno no tiene más remedio que desenchufar
esos aparatos porque uno se enfrenta con audiciones y visiones de odio a gran
escala.
El tipo de la pajarita - luego descubrí cómo se
llamaba, nadamenos que Benjamín Jamón, pero debía de ser un alias de Leví,
Cohen, o Zamorano, apellidos de los que en estos momentos está plagada la
cancillería del Cuarto Reich de Absterburgo, y que va a durar dos mil años -
ínterin tiene toda la pinta de un
profesor de la Sorbona, por su aspecto gris, pero a cada señalamiento de su
batuta yo pienso en los desventurados que deben de haber caído bajo los
cascotes que dejan las bombas. Máncer Jamón, que te aproveche el pata negra.
Pero, mira que eres embustero. Te empeñas en llamarte de lo que da el cerdo,
cuando aborreces el tocino, y te empeñas en empedrar tus coloquios de paz armada y de ayuda humanitaria, crímenes
contra la humanidad, y otras zarandajas para esconder las cartas asesinas a las
que estás jugando, y que no son más que una judiada. Te recuerdo que siempre se
dijo: A y del judío la maula A.
Hombre por Dios, esas no son razones, imposiciones y trágalas. Yo no me creo lo
que dices, ni borracho. Queréis salvar a Europa y habéis entrado en ella como
un elefante en una cacharrería. Yo me huelo la tostada, don Ben, y conozco
cuales son los objetivos nefastos que os proponéis acometer: acabar con el
Reino de la Cruz, porque el recuerdo de la sangre derramada aquella tarde pesa
sobre vuestras conciencias.
- Hoy por ti, mañana por mí
- Pero, ) habrá mañana? )Tenemos
derecho a reivindicar un futuro con la que está cayendo?
- Sí, hombre sí. No te hagas el pesimista. La maldad
no puede durar eternamente. para tu consuelo, te recomiendo que cojas una
revista de las que guardas en los altillos de los armarios, pues eres una
urraca, que te gusta guardar todo. Echala un vistazo y podrás cómo la
actualidad es agua pasada y este momento preocupante se convierte en algo
ridículo.
Sin embargo, el que a mí me quita el sueño es el
Consueta de la Muerte, el outspokman o vocero. No descompone un músculo, pero
hay que ver qué verdades terribles anuncia le buen señor.
- Es un Awhizkid@, un A wundermensch@- oí
que me soplaba el subconsciente-. De hombre sólo tiene la cáscara, la medula es
la de un robot.
Ángeles custodios, libradnos de esta gentuza.
Echadla fuera del mundo. )Qué hacen los serafines de seis alas ahí parados y
viendolas venir? )De qué modo se tolera que sea conculcada la justicia
y triunfe la iniquidad? Me desgañitaba interiormente, pero nadie parecía
hacerme caso. El maestro de ceremonia de la Cancillería seguía proclamando que
no habría cese en los bombardeos. Litsóñin tenía que aceptar su programa de
quince puntos trágala y rendirse. Seguía yo mirando a aquel sujeto de
pesadilla, que había visto alguna vez paseando el perro en un playa o tomándose
un té cortado en algún tenderete de Absterburgo, donde de expenden piscolabis
y salchichas alemanas. (Aquel
aire tan burgués como de honorable padre de familia y aquellos anuncios tan
apocalípticos!
El odio matriza hombres en serie, seres clocados.
Por el superhombre de Kierkegard, la Humanidad marcha hacia el sumidero.
Esta primavera del 99 ha cruzado el ángel
exterminador los cielos del mundo y el Día de la Trinidad abandonaron sus
plintos los cadáveres para convertirse en préficas o plañideras de muerta.
Samuel Jamón me evocaba pensamientos de destrucción a gran escala. No cabía
duda alguna; se trataba del innombrable: el Aanomos@, el
impío, el hombre sin ley, hijo de toda prevaricación.
No quiero, siquiera pensar en ello, All Queen; este
guarismo que se corresponde con la cantidad del seiscientos sesenta y seis me
desazona. Su cociente se evalúa a partir de sumandos de destrucción, de
calamidades. Consulté ciertos textos masoréticos que guardo para estas
ocasiones pero los autores tenían dudas. San Agustín no se pone de acuerdo con
San Jerónimo en esto del Aschiliasmos@.
-Never mind.- repuse- Ben Jamón parece un fraile a punto de hacer la
recomendación a esa canalla de corifeos que medra a la sombra del Capitolio. La
voz de este hombre desentierra en mí el
recuerdo de la salmodia de los arúspices
que escucharon el graznar de los ánsares. Debe de haber mucha muerte detrás de
esa batuta y de esa cara de paniaguado, que hace solitarios en su casa porque
se muere de aburrimiento, o porque su mujer se los pone con algún efebo de esos
que se anuncia en los periódicos para maduras desconsoladas - Anegrito
retozón: me gustan las cuarentonas, máxima discreción, llamar al teléfono tal@, y
otros mensajes comerciales que salen en las cadenas porno alemanes, donde el
cohen o proxeneta en comandita con las alcahuetas anunciadoras ladran números telefónicos a mansalva que
suenan a ladridos de doberman: ach, acha, ach, sex, sex, sex, noin, noin,
noin-, y padece del síndrome del milenio: la próstata atrofiada con secuelas de
disfunción eréctil.
Hace la guerra porque no puede hacer otra cosa.
- Me desvela el ayudante de campo del Gran
Subsecretario; esta noche he soñado que lo que estos pretenden es llenar el
Paraíso Terrenal de guiris. Están a
punto de aprobar la Nueva Ley de Extranjería.
Una voz clamaba en aquel instantes:
-Metecos. Ilotas.
-)Qué dice ese chalado? (Que
nos llama idiotas, tú! )Quién es?
-Un arúspice.
-)Su nombre?
-Jáuregui alias el Ojopipa. En la agencia donde
trabajábamos fungía como espía de la Internacional socialista. Pasaba
información secreta a Carrillo.
-No hay que hacer caso. )Que
culpa tiene el pobre de ser bizco?
-Todos los bisojos son veraguas; me dan mala espina.
Tienen algo de gafes. Menudos son. Se tiran un pedo por los micrófonos y luego
mandan al diablo que lo pinten de verde.
Es lo que denominan los fisiólogos el efecto mariposa.
-Fijate lo que proclamaba: AInmigrante
adentro, fascista muerto@. No se puede negar que, aunque se dijo periodista,
intelectualmente desarrollaba de coeficiente mental lo que una portera. Todos
los tontos son peligrosos y si a la estupidez se les aduna la maldad, mucho
peor todavía.
-Van a llenar España de moros.
-Eso ya lo sabíamos hace muchos años.
- Por eso se han lanzado a tumba abierta a cortar
cabezas. Quieren vengarse de la humanidad tratando de defenderla. A esta guerra
de Supraba, ya tan anunciada, les ha llevado su insaciable sed de vindicta. No
quieren cargarse a Litsóñin, que representa eso que los Padres del Desierto
denominaban la armonía espiritual, que nunca puede estar de espaldas al número
y al orden.
En conclusión, el apuntador siniestro no podía ser
otro personaje que la Bestia Sin Rostro, y carecía de apellidos y de nombres
porque al guarismo de la perfidia no conviene nombrarlo sin quedar contaminado.
Insistía en que se avecina sobre el orbe una buena zafra, que había que hacer
tabla rasa.
- Tu mirada mata como el basilisco.
- Yo soy el basilisco. ) Tú
que te has creído?
- Manos arriba, Litsóñin tienes que rendirte.
Esta primavera del 99 ha cruzado el ángel
exterminador los cielos del mundo. Fijate, All Queen, yo me fijo bastante en
estas cosas. Sin embargo, he mirado por el montante de la ventana de mi celda,
para tratar de atisbar algún signo de los que acompañarán la llegada de los
días terribles. Todo en vano. El carro del profeta Elías no rodaba ni pegaba
tumbos horrisonantes por entre los peñascos helados de las nubes. El cielo
estaba de un azul purísimo. En el pequeño huerto de mi parcela las lianas de
madreselva y de jazmín serpenteaban dirigiendo sus esporas hacia arriba. Las
rosas, más perfumadas que nunca exhalaban un olor suave y los sauces lloronas
tan intrincados y potentes en su raíz se mostraban firmes y seguros sobre el
suelo, como si quisieran corroborar su testimonio aprendido en el edén: que la
vida siempre derrotará a la muerte.
El castaño que planté yo en el centro de la
cuadrícula, cuando vinimos a vivir aquí, en el 85, es ya talludito, casi un
adolescente. La primavera pasada dio sus
frutos: unas castañas ruines, seroja pura, pero parece que nos advertía que nos
preocupáramos, que está ensañando, porque el castaño es un arbusto de lento
crecimiento y al principio de los zurrones de sus erizos nace muy poca cosa,
pero luego activa su glande y fructificar bueno y mucho. Con lo que te quiero
decir que todo el jardín está encandilado y hermoso en las largas y joviales
semanas de junio.
El día de san Juan vamos todos a coger la flor del
agua y a bailar en torno a la hoguera de las vanidades nuestras. )Quién
piensa en la guerra? )Qué habrá sido de Litsóñin dentro de dos lustros? )Y de
sus opositores que, para conseguir la destrucción de Supravia, nos han tenido a
todos con el corazón en un puño, subiendonos a todos en el carro de Marte?
Verdugos y victimas serán todos medidos por el mismo rasero. El paso del tiempo
cercena los descomedimientos, da perspectiva de la vanidad y de lo aleatorio
que nos circunda. Parece gritarnos desde las enmohecidas y amarillentas páginas
de los diarios atrasados que no somos más que humo.
Por las fiestas del Rosario tendremos una cosecha
excelente de higos y castañas y hasta puede que nos determinemos a organizar un
magosto de patatas asadas y mucho vino del porrón. A los ailantos da gloria
verlos en verde, aunque expidan un olor acre y algo repulsivo. Pero a los
cerezos les ha picado el bicho y no sé si se nos morirán, igual que los álamos
del esquinazo que se rinden a la pulga del gorgojo.
Esas son las novedades. Escribo sólo de lo que veo y
lo que oigo. Mi oído y mi imaginación me advierte de hechos y cosas
inquietantes. Sin embargo, mis éxtasis con la naturaleza, porque en el fondo mi
vocación frustrada es la de botánico, me persuaden de todo lo contrario. No he
visto al ángel que dice Juan que atravesará los aires ceñida la espada y
luciendo una diadema que reluzca igual que un crisólito. Cierto que el tirano
Hegesipo ha dado algunos escandalos y zozobras, pero está bien consolidado en
su trono. Ahora todo, lleno de gloria pues la tierra entera le rinde culto y
vasallaje, tendrá que ser magnánimo.
)Quién
Hegesipo? No fastidies. Ese es de los que no saben lo que quiere decir la
palabra perdón, aunque se le haga la boca agua parlando de derecho humanos.
-Os tengo a todos bajo control.
Gemían los borrachos, las putas tenían cara de
desolación, pero el triso de las santas golondrinas era aun perceptible debajo
de los aleros. Los dioses acuñaron una frase:
-Aplastaremos la belleza.
-Cantad, golondrinas. Salgan gorjeos infinitos de
vuestra sinfónica garganta.
Y los políticos coreaban la monserga de que la
economía va bien, y no se cansaban de repetir Anosotros
los demócratas@, pero el pueblo prestaba oídos de mercader a los
discursos de diseño y prefería repetir la retahíla de AViva
er Beti, manque pierda@. Fue cuando el cáncer olvidado hizo metástasis.
-Ahora os vamos a operar, cainitas.
Era preciso hacer una guerra balancín y la
declararon en un pispas.
-No hemos quedado bien, oye. Ese Pelopincho tiene aguante. Hay que acogotarle a base de maniobras
envolventes.
-La cosa se está poniendo fea. )Ha
entrado la fuerza?
-Ya no tardará.
Apaturias sustituyó en el cargo a Piripis y en los
edificios oficiales no ondeaba ya bandera blanca sino bandera verde. En todos
los despacho oficiales fueron proscritos los santos cristos, reemplazados por
unas babuchas, una alfombra, y la quibla que indicaba el lugar sagrado para
donde debían mirar los creyentes. Los rojos no tenían nada que hacer,
derribaron la estatua de Lenin. Ahora el color que se llevaba era el del
estandarte del Profeta, que es verde, como todo el mundo sabe. Pueblos enteros
renunciando a su bautismo, abrazaban al Islam. No estaba malmirado, antes bien,
se consideraba de buen tono renegar.
-A la chita callando y como quien no quiere la cosa
están poniendo todo del revés.
-Ya ves. Como que hay todo un proceso revolucionario
en marcha.
-(A mí la guardia!
-No quedan soldados. Hicimos los a todos jenízaros.
Por eso, hay hoy tantas gallina y tan pocos huevos.
-(Vaya! (Vaya!
-El mundo es un asco.
-)Quieres que te lo cuente otra vez?
-Me duele algo la cabeza, monstruo.
-Pues allá va. A ver si con el estribillo te duermes
de una p. vez: Esto era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas,
las tiró río abajo y badajo, badajo.
-Ese rey es un carajo. Lo destronarán. Tiene los
ojos pachones y a su mujer la llaman la Reina Fea.
-La cosa tiene bemoles.
-)Y las infantas?
-Todas han parido.
-(Pues si que estamos buenos! Una es la Reina Fea y
otro el Rey Carajo. )Arenga como Dios manda o simplemente lee el
discurso?
-Tira de papela. A él lo que le mandan, )sabes?
Es un rey que manda poco, que ni pincha ni corta pero todo lo mangonea. A él,
con tal de conservar el cargo, lo que le echen. Así se las ponían a Felipe II.
Invierte el predicado de Federico de Prusia: AFiat
injusticia et pereat mundus@. O sea, que se haga la injusticia y que a mí me
salga todo bien.
-Uy, como vienes esta mañana...
-Es que me he zampado los higadillos de un leopardo,
dos tazas de copos de maíz y tostadas con mermelada. Encendí luego un monte
cristo de los que me ha mandado Fidel.
-Y luego te quejas.
-La verdad es que no debiera lamentarme tanto pero
tampoco me baño en agua de rosas.
-Un torzal se posó en la ventana. Era el alma de mi
amada que se llegaba a darme los buenos días. Pero a esa voz y a ese rostro yo
lo maté.
Al bajar del autobús, donde había escuchado esta
conversación estrambótica, pero llena de insinuaciones tan sugerentes como
malévolas, me encontré con un moro de chilaba. Estaba sentado en el brocal del
pozo de los caños de las aguas que hay en el Avapies. Murmuraba entre dientes
con acento dolorido la famosa jarcha de AAy de
mi alhama@. Luego se alzó el faldellín y con muchas ganas hizo
pasar el aire por sus conductos más lastimeros.
Estalló un pedo con la fuerza de un obús.
-Flatulencias del cuscús.
Pero no era un pedo. Era una contraseña.
Por el zacatín arriba subían los añafileros de
plata.
*******
Pasado San Eugenio y en vísperas de Santa Gertrudis, Gnadio
Verumtamen miró para el calendario y al ver la fecha casi pega brincos de
alegría.
Había estado mes y medio sin beber.
-Erifos, chinchate.
-Sólo una copita de vino a las comidas.
-No me tientes, barbián que ya sabes que si empiezo
no termino. Mira lo que ha pasado a Whittling, marido de la Ochichernia lunares
y coplas de España, ay mi mare lereleré, que se chupó en una mes cien botellas de
ginebra. Lo ha rematado un cirrosis. No se puede acabar con las existencias. Se
ha bebido hasta las cañerías de La Moraleja. Tampoco es que cantara como
Angelillo. Eso es la verdad. Lo suyo era la rumba.
De ahora en
adelante ni catarlo.
Hablaba así de serio, contento de haberle encerrado
al diablo del aguardiente en su bodega, pero pensaba en los muslos adolescentes
de aquella negra que conoció en San Francisco.
-Es hermosa la vida. No tendría que acabarse nunca.
-Tengo sed de amar.
-Era una escultura de ébano, las piernas de
cariátide, las caderas un monumento, los pezones de un castaño caoba. Fromiga
era también una virgen negra.
-)Volverás a San Francisco?
-La Séptima Flota en la Bahía alzaba sus perfiles de
torres de acero, y la abertura de los
sollados y la de la amura de proa, un aviso; los cañones embozados mirando al
cielo de agosto como una ecúleo de destrucción. Vi los ojos, tras la niebla que
trepaba por las barandillas del Goldenbridge hasta encaramarse a los apeos de
la pilastra maestra para subir más allá y desaparecer entre los cirros,
erizarse como garfios. Tenía su cuerpo de lujo aparcado en la esquina del
hotel.
-)A quién esperas?
-A un cliente. )Vamos?
Sólo te va acostar veinte pavos.
Pensando en aquellas cosas, recordó el restaurante
vasco. Le inflaron de pacharán. La estatua de bronce del caballero castellano guardando
la entrada del barrio chino, las corrientes silenciosas que separaban a la
bahía de la isla de alcatraz, la oficina de télex en San Francisco desde donde
despachó su crónica. Se sentía protagonizando una película. Adonde irá el buey
que no are. Eran hermosos los pechos de la negra y la sonrisa de la muchacha
toda fruta ensalada de frambuesa, aquellos ojos bovinos que cada uno valiera
veinte dolares, poblaban su memoria de complacencia. Aquel rascacielos en forma
de prisma, una primer pirámide cibernética, adelantaba el porvenir.
-Dios ha hecho este mundo de corrientes eléctricas y
de impulsos. No lo condenes. Recuerda siempre la sonrisa de complacencia de
aquella negra. Llevales la contraria a esos fariseos, los lebenrachers enemigos de la vida que decían los
filosofastros alemanes.
-Acudí a la llamada no me dio su nombre, pera muy
hermosa.
El San Francisco de las canciones de MacKenzy me
tuvo entre sus brazos. Yo fui a la
ciudad del extremo oeste con flores en la cresta. Sencillamente, en aquella
ocasión me sentí anonadado por América.
En Reno estuvo a punto Verumtamen de casarse con
ella. Cenaron en una restaurante cantonés, a quince platos la sentada, nada más
que veinte dolares. Yo era más joven.
-Ahora te relames de gusto, picarón.
-Puede decirse que viví el sueño norteamericano a mi
manera. No sé ni cómo salí vivo de aquella.
Pero, a la vuelta a Nueva York, la dura realidad.
Encontró a su cariño acostada con un inglés funcionario de Naciones Unidas. Fue
la primera vez que estuvo al tanto de una realidad amarga: la infidelidad.
-Una cruz y mil cadenas te has echado, Verumtamen,
resiste.
-Haré lo que pueda. Si aguantando cuernos se evita
el infierno, yo iré a la Gloria.
Trató de disimular. No la quería, no la quiso nunca,
pero era cuestión de resistir. En las
noches angustiosas del verano neoyorquino tras la tórrida primavera nació una
pollada de mirlos. El cuco había anidado en el alero. Los mirlos americanos
tienen un celo muy bronco y como lúgubre.
-La mataría, pero prefiero matarme yo poco a poco
con cerveza.
Desde aquel viaje creció en él la inclinación por el
trago. )Y si no bebes qué haces, mira tu?
-Te ha salido buena la asturiana.
-Para el pinte.
Se casó con la mujer más puta que había conocido a
lo largo de su premiosa existencia. Al menos era la que mejor lo disimulaba.
Ochichernia con falda de lunares, lagarterana eterna
arrancandose por soleares y echando hacia atrás la melena de endrina. Mucha
rumbo aquel tiempo de juergas cada dos por tres. Ahora todo acabó. Al Whittling
lo arrebujó el aguardiente como una pescadilla. El hijo murió de sobredosis.
Las niñas fueron a buscar novio a La Argentina y luego se divorciaron como
corresponde. Pero con dieciocho añitos, cuando corrían las fuentes, con motivo
de la conmemoración que hoy ya nadie conmemora volvía el cotarro boca abajo,
dejaba boquiabiertos a gobernadores civiles, el señor obispo se echaba sobre el
rostro el solideo mientras sus labios murmuraban jaculatorias, y hasta Doroteo,
que tenía una mirilla reservada en el gran palacio de los monarcas Borbones,
cerca del camerino de las artistas la observaba el muy guarro a la apostadiza y
luego estaba todo el santo verano contandoles a los cervatos, a los gamos y a
las libres, a los guardias del Patrimonio y a los sargentos de semana cómo era de carnes morenas la gran vedete.
les ponía a todos los dientes largos y luego no les quedaba otro remedio que
organizar una merendola, para más tarde ir todos a desahogarse a la Farela de
Segovia.
Hacia pecar a todo el mundo. España contenía el
aliento. Ay que no la llamen Belén, ay que no viene. Whittling su pobre marido
tenía una poderosa razón para pescar merluzas. Con el titulo oficial de marido
oficial de una hembra así sólo cabe una solución o matar o que te maten.
Pero Whittling era rumboso e inteligente. Yo cumplo
con mi mujer. Sus caderas por aquellas fechas paraban la circulación y hasta le
dieron el nombre de Ochichernia a un Mercedes que salió al mercado por aquellas
fechas. Había una relación la manera de moverse por los tablaos o por la carretera.
Un cáncer de mamá la tumbó. Quien lo hubiera pensado. Los que la conocimos en
todo su esplendor pensábamos que aquella era una de esas hembras españolas
capaces de tumbar a la propia muerte.
Ya todo se acabó. Era quince de noviembre y tenía al
día siguiente que renovar el carné. Whittling no habrá más que uno. Era el rey
de la rumba, pero su mujer, todo fuego-era mucha hembra- lo anuló. Los ángeles
prepararon una fiesta por todo lo alto cuando subió al cielo la faraona y dicen
que bailan rumbas desde entonces. Todos ellos habrán organizado otra para
acoger a Whittling y al Camarón de la Isla. Toda la peña del periodismo Aroso@ debió
de asistir a la recepción. Luego bajaron del cielo Chatiñas, Paca la Panadera,
y la Rubia Camuñas (que tenía una voz desencajada, como de manzana albardón de
verdulera de Covent Garden) y nos lo contaron. Ha salido ATeleradio@,
compre el AHola@. La vida es una tómbola.
-Noviembre no tiene para ti nada transversal. No
eres un lúgubre. En esta época has vencido a Esquifos y te vienen las grandes
ideas. Aferrate al teclado de tu ordenador como el que empuña un misil. La
muerte te encontrará así aferrado al mosquetón. La literatura es tu Afusila@.
-En estos años de violencia que nos comparsa una
pluma por muy acerada que esté no vale lo que un revolver pavonado. Recuerda
que todas las pistolas las hacían en Elgoibar. )Más
café?
-)Qué pretendes intoxicarme?
-Toquemos madera. No se puede cantar victoria aún.
Y el intermediario que así llamo yo al residente de
la voz de la conciencia en la planta noble me miró con una cara de besugo
recién pescado. No estaba mal aquella historia de la pescadilla que se muerde
la cola y que acabaría por morir de cirrosis.
Noviembre proclamaba el tiempo de sazón. Pasó con su
familia la tarde de un domingo en Alcalá de Henares. Viene el 20N y a la gente
se le cruzaban los cables. Los de la Movida veían fachas por todas las partes.
-Hay que barrer debajo de la alfombra.
-Tendrán mala conciencia y, acosados por su pasado,
alucinan. Es una manía persecutoria. Saben que por las malas no hay tu tía.
-Anoche tuve dos sueños bien distintos. En uno me
casaba con una mora. Como era menor de edad, tuve que viajar a Rabat para
apalabrar el contrato con su padre. Fuimos hacia allá y el moro mató un carnero
para nosotros. A cambio de treinta mil duros de dote muy ufano me dio la mano de su hija. Fue un
sueño muy bonito, pero me desperté cuando estábamos en lo mejor. Volvía a
trasponerme y la imaginación me arreaba una nueva pesadilla. Unos polizontes
asaltaban una sinagoga y yo era el jefe. Pero, cuando llegamos, el rabino ya
estaba de cuerpo presente. Le pusimos en la boca dos doblas y nos fuimos a
tomar unas cañas por los mesones. La obra de destrucción no fue necesaria. El
edificio se cayó solo. Fue como una maldición. Como el cumplimiento de una
profecía.
-Cosas raras sueñas.
-Yo todo lo que sueño se cumple, pero no está el
momento para delirios oníricos.
En Alcalá de Henares hacía frío. Era una desapacible
tarde de lluvia. Parecía que se iban a venir abajo las techumbres cuando uno de
los púgiles le marcó un pión a su contrincante. Bermudo, mi chaval, que era uno
de los que competía, no consiguió medalla. No vimos a Cervantes, pero al pasar
por la carretera, justo en esa llanura desangelada, donde estaba la famosa
venta de Viveros, que hasta hace poco podía contemplarse en el camino real de
Barcelona donde los estudiantes dieron malón al pobre clérigo, me acuerdo de
Don Francisco en su lidia con aquel ventero morisco y ladrón. Se me viene a las
mentes con sus ojos algo miopes y profundísimos, la taheña barba, con los pies
zambos orientados hacia dentro. Quevedo cabalga caballero de las espuelas de
oro por las páginas de Internet. Es el
mayor profeta de la historia de España. Venta de Viveros. Algunas mozas de partido,
un hidalgo tratando de disimular el hambre, y un cura Aque
reza al olor@. Y maldiga
Dios a los de ese pueblo que son mala gente y no se encuentra entre ellos un
hombre de discurso. Venía yo pensando en esto, y eché una mirada hacia la Venta
de Viveros cuyos muros leprosos se los llevó un Ángel, el del Progreso, cuando
lo del ensanche. Y en Torrejón me queda el recuerdo de la casa grande, con sus
iconos y con sus laudes. Las buenas horas pasadas durante una boda. Mágica es
Castilla la clara y la gentil. Pero, como han ganado los americanos, Torrejón
es hoy un poblacho desmangallado, manida de ladrones. En plan de secuencia en
vivo de peli culón del Oeste. Como le gusta al garcía ése. No podía ser de otra
forma. A Torrejón lo han arrasado los americanos. Putas, droga, crimen,
contrabando, leche en polvo. Los B52 van descargando por sus turbinas amenazas
de destrucción física, pero sobre todo dejan en pos de sí una estela de
corrupción moral.
-Malajes.
-Dios se lo demande.
A sendos
lados del camino continua la tradición de los ventorros de hoy, y los lupanares
de alterne, locales de lucecitas de neón que llena de tentación la noche.
Quevedo ya lo sabía. Su numen omnisciente parece
haber diquelado todas estas razones y sinrazones casi hace cuatro siglos. Su
anticipación es notoria.
Llegué a casa con torozón de literatura.
-Dedicame tus versos. Siempre sera mejor que
conducir.
-Antes andaban en mula y se lo pasaban mejor. Ahora
vais demasiado rápido.
Fieles devotos de las grandes superficies,
instilados por la sarna consumista, vamos y venimos a ninguna parte, aunque las
carreteras se hayan vuelto imposibles.
Ese mismo día se mató un joven de la urbanización.
Estudiante de químicas, sólo un cuarto de siglo de calendario, y la carretera
tronzó toda esa vida que tenía por delante.
-Nos estamos quedando sin juventud.
-Las parcas se sientan pertinaces en la A6 y en
otras vías del precinto de asfalto que constriñe como una arandela, dogal ardiente de nuestra angustia
a cuatro ruedas, al Madrid del futuro.
Es otro señuelo inclemencia que ha de venir. Moloch
tiene sed de sangre fresca. Lo hallareis apostado en las paradas de autobús,
esas marquesinas coquetas de mobiliario urbano, la navaja o el puño americano.
A mí me atacó uno de esos virolos en la Plaza de las Descalzas pero la Virgen
me sacó de sus garras. Me podía haber matado.
-Acercate a poner una vela a los santos Mártires
para que gane tu hijo.
Así lo hice pero San Justo y San Pastor debían de
estar muy ocupados aquella tarde con tanto Sida, y tanto desamparo, tanto
desamor, y no tuvieron tiempo de dar salida de intercesión. Complutum era un
lugar mágico en mi paisaje interior. Todo el orgullo y todo el saber de Roma.
Hoy no quiero navegar por la red. Me desconecto.
En el sitio donde mantearon a Pablos y sostuvo la
conversación con el sacristán de Majadahonda, en un lugar que llaman Torote, y
se despachó con una retahíla de coplas pestilenciales: APastores,
)no es
lindo chiste que hoy es el señor San Corpus Christe@. No
siga V.M. Luego quería recitarle el poema
de las cincuenta mil vírgenes. Pero no hallarás tantas. No sigas, majariego, aunque te alabo la traza.
Hay que escribir y apabullarlos de literatura. Que lean esos tontos. )Tontos
o más listos que tú? Cuando me abran no van a encontrar sangre sino tinta negra
y hojas de tabaco. Alta cosa es esa.
Y, como arriba decía, Moloch habitaba entre
nosotros. No ha bajado del cielo. Subió del infierno. Se esconde en la
faltriquera del mozo motilón ardiendo de cerveza y frases en inglés en la
parada del autobús. Le gusta repetir la muletilla del Aalta
cosa es@.
- Me he disfrazado del violador de Pirámides. Ataco
a las incautas en los pasadizos recoletos.
-No tendrás mejor cosa que hacer, pedazo de tuero.
-No me sigas. Acabo de desmayar a una enfermera con
un golpe certero con mi puño americano.
- En tiempos impotentes la Prensa trata a los
violadores con una mezcla de repudio y aplauso. Debe de ser por la vieja
veneración fálica.
-Por lo menos, esos no tienen que tomar viagra.
-Ya podrás, gallina: asaltar a mujeres indefensas
ambulando por descampados.
Pero también buscaba las geodas calzadas de
tinieblas en el campo oscuro y esperaba, guadaña en ristre agazapado sobre las
curvas y las rectas de la gran bajada de la carretera nueva, la que llaman de
los satélites, en cuyo arranque, pasada la glorieta de los viveros, se divisan
las jorobas de dromedario de la sierra, enjoyadas de amatista y ocre en los
ocasos de verano, y con una manto de armiño, pasado San Andrés. Al acercarse el
fin de siglo, ha vuelto a nevar mucho. Son los inviernos como los de antaño.
-Pablo llevaba demasiadas
birras en el
cuerpo. Iba pedo, tío.
-Acaso veía turbio su futuro. Por eso decidió
suicidarse al volante.
-Se hizo la pregunta de muchos mozos desesperados. )Qué me
das, sociedad? Y le intimaría la voz del que clama en el desierto: suciedad.
Un guardia civil llamó por teléfono a un cabeza de
familia que en la madrugada de un fin de semana normal dormía descuidado. Hay
demasiada tensión en esos hogares cibernéticos. Los padres y los hijos, abrumados
por la fatiga y el desconsuelo, se sientan ante el televisor para contemplar
los programas de variedades. Las mismas piernas bonitas de siempre. Siempre se
dice lo mismo. Siempre las mismas caras, el idéntico gesto. Es inaguantable
tanta suciedad. Moloch lo sabe. Orwell lo anunció. Esos mensajeros virtuales
por la pequeña pantalla heraldos son del infierno.
-Déspotas.
Sin embargo, la Guardia Civil despliega a cada hora
sus alas. Son los únicos ángeles de España.
Sobre un revoltillo de hierros calcinados aparcaba
para siempre su mirada un hombre joven.
-Debió de ser una muerte horrible.
-(Qué va! Ni se enteró - intima con acento lúgubre un
sargento de Tráfico
-Es una verdadera plaga la que está cayendo sobre
nos. )O es que yo veo doble? Nos estamos quedando sin
juventud. The road is a killer.
-Atate los
machos.
-Esto no es más que un síntoma de lo que está
pasando. Antes las guerras eran la profilaxis de los pueblos. Eran guerras
externas, pero ahora hemos interiorizados los conflictos. Dos ejércitos enemigos
han abierto trincheras y zanjas en nuestra alma. El cuerpo a cuerpo y los
duelos de artillería nos los llevamos todos a casa. Cuando explota un obús, se
predicen bajas. Cuando estalla una pasión hay quien le da por bajar a tumba
abierta por las barrancas de la carretera de los satélites.
El arcén de la carretera maldita se estaba llenando
de cruces acromadas con coronas de flores de plástico. Duraban algún tiempo.
Seis meses. Después las liquidaba la erosión o eran derribadas por otro mortal
descarrilamiento.
-El coche quedó panza arriba sobre el barbecho.
Debió de dar varias vueltas de campanas.
-Campanas que tocan a clamor. Campanas que logró
escuchar John Donne en el panteón de poetas de la abadía de Westminster.
Forofos de Hemingway por favor abstenerse.
Pablo no llegaría nunca a terminar su carrera de
Químicas. Le faltaba un trimestre. Su padre le acababa de regalar un Citroen
Saxo. En el auto
recién comprado el pobre chico se mató.
-Tú no tenías ninguna razón para quitarte de en
medio. Aparentemente las cosas te iban bien. )Se
habría dormido? )Fue uno de esos chicos de las movidas de fin de
semana que les da por jugar a la ruleta rusa?
La muerte
tiene un rictus doloroso en su expresión. Sus labios inexistentes sobre la
calavera se pliegan en un signo magno de interrogación. La Ruta de los
Satélites se halla jalonada de puntos
negros donde juegan al tute los kamikazes de ocasión.
-Vivimos en un mundo de libertades.
-Libertades sin esperanza. Esos que dirigen el cotarro no son otra cosa
que monederos falsos.
Al oír las inconveniencias que lo impugnaban como
responsable, Moloch se retorcía de risa. Los sionistas le habían puesto piso
abierto en Jerusalén.
-Tú quita y pon, rey. Mata y enfrenta. Vengan las
reyertas de moros y cristianos otra vez.
Para el
diablo la vida no es sino una inextinguible carcajada. Y sus risas se
escuchaban entre estertores macabros por todo el valle del Aulencia de
madrugada. Un bello nombre latino para un río seco en cuyas riberas tengo yo
tantos camaradas muertos. El Aulencia donde montan guardia los luceros es mi
río. No el Támesis.
-Otro que no despalma. )Y van?
Los monederos falsos no hacían otra cosa que parir
estadísticas. Una larga hilera de ataúdes al borde de la carretera, muertos sin
nombre, quedaba aparcada hasta la llegada del forense.
-Nadie se acordará de nosotros. Nos llamábamos
Borja, Rubén, Jacobo.
-Eráis demasiado jóvenes para morir todavía.
Corría por el país un viento de libertad
desangelado, de consultas a videntes y a estrelleros que manejaban la genetliaca
y las conjunciones de los horóscopos. Enfilábamos todos hacia la morgue entre
las palinodias del cuán bueno era, y alegatos deprimidos de las Hermida
girls, plañideras de media tarde, soplando por
los micrófonos vulgaridades y cochinadas. Prometeo encadenado gemía en el fondo
de las aguas del Leteo amarrado al escobén de una gabarra a punto de irse a
pique. Ibamos a los tristes entierros donde una mueca sórdida como de final de
mascarada se apoderaba de los rostros. Unos gamberros tuvieron la ocurrencia de
acudir a la sepultura del Burgomaestre, padre espiritual de la movida. Era una
tumba de muerto laico y agnóstico, pero lo mismo daba para los efectos.
Volcaron la cruz y otras cruces.
-Nos has engañado, viejo profesor. Hablabas con
aquel tono suave y suasorio tan empalagoso que creíamos que dijiste la verdad y
mira ahora. Que te zampen los gusanos. Que te torres en el infierno. Tú nos
decías que había que estar al loro, y ahora a todos nosotros nos ha pillado el
toro.
Velay qué deparó la movida, burgomaestre de ojos
pitarrosos. No tenían pan ni trabajo los colegiales y mucho vicio y mucho ocio.
Malhayas. Se alzó una voz de ultratumba que dijo:
-Haced lo que os pete, hijos. Acá en esto no hay
nada.
Se lo tomaron muy a pecho los profanadores de tumbas.
Libaron más litronas que de costumbre, pronto estaban pedos y hacía rasca. El
cierzo de Madrid es a veces como un berbiquí que trepana las orejas. Volcaron
más cruces. A por ellas. Sonó una voz detrás de la zarza que decía dejad a los
muertos en paz pero ellos no hicieron el menor caso. Escupían a lo alto sus
lapos de juventud con ahínco de juventud desesperada. No tenían otro coto para
plasmar su rencor que el sexo y el alcohol. cultura de botellón. El profe les
había dicho que era menester llevar a efecto una inversión de valores. Cuando
era mozo al catedrático de Murcia también le gustaba hacer el burro en sus
noches de farra tirando el río a las putas en el río Segura. Había que estar al
loro.
Era la locura de los sábados noches. Los arboles se
llenaban de búhos que venían acercarse las luciérnagas incautas con los faros
de sus automóviles enfocando la larga.
-Baja esas luces que me deslumbras.
De esa forma todos vivían enfuscados y confundidos
por los profetas de pacotilla, robados por los monederos falsos, ilusionados
por las virtualidades de los monstruos midriáticos.
-Ay, estos hijos. Estos hijos... )Dónde
estarán?
Y en el camino del llano amarillo, ese que une a las
dos mochas, la grande y la chica, yo tengo que ir con cuidado durante mis
paseos higiénicos. Hay que caminar entre un campo trufado de condones y
cascotes. Ya soy un viejo. He perdido el apetito sexual. Las mujeres me
aburren. )Es ésta también otra señal? Sólo amé a una,
Allqueenhelén y, como tu madre ha muerto, no me ha dado más por ello. Soy un
pájaro de un solo nido. Nada más ridículo ni trágico que un viejo verde. Yo no
lo seré.
-Ellos prefieren el sexo y la muerte los sábados
noche.
Los días pasaron tranquilos aquel otoño final del
segundo milenio. No tuve los terribles padecimientos de barriga que me
atormentaron el verano. Yo el cáncer de próstata lo curo con vino y para la
arenilla tomo melón. No cojas frío, me decía mi madre. Y estuve constipado toda
mi vida. Mi deambular por la existencia ha sido no más que un deambular desnudo.
Mis carnes han sido demasiado afligidas por la intemperie.
Parece ser que el siglo veinte ha querido despedirse
con bonanza. Erifos estaba acorralado como los chechones en Grozni. Los ángeles
de la urbanización, parcos y residenciales, también velaban por la poca
juventud que nos está quedando. Eran tan prudentes como el Verrugo nuestro
veterano conductor de línea. La llaman la Periférica.
-Vuesa merced nunca pasa de ciento diez, señor Luis.
(Aunque no le importa mucho que le llamen el
Verrugo, yo suelo dirigirme a él por su nombre de pila)
-Porque sois prudente, carajo.
-Como debe ser. En este ómnibus había que colocar un
cartel que diga: AVaya en la Periférica. Es lo seguro@ Con
el AVerrugo@.
-Vamos que nos van a dar las uvas.
-Yo voy a mi aire. El que quiera ir más deprisa que
se baje.
Se llamaba Luis Waltze. Aunque nacido en Caravaca,
era oriundo de Alemania y hablaba el alemán perfectamente. Era de buen aspecto y su cara era muy
expresiva, pero un lobanillo del tenor de una nuez adornaba su mejilla.
-Por qué no te operas eso?
-El médico dice que estoy bien.
Con el paso de los años, cada vez iba más lento y la
excrecencia en su mejilla se abultaba.
-A mí lo que me gustan son las negras
-Ya somos dos.
El abnegado chofer, según colegí, debía de tener
buena mano para las mujeres. Se le sentaban en el primer asiento, en la batea,
y le daban conversación. Supe también que dejó a su mujer y se casó con una
negra, pero luego lo abandonó.
-)Qué tal el café con leche?
-Se fue a su isla. Mucho frío por aquí.
-Eso te pasa por lerdo. Por irte detrás de una
dominicana jovencita.
-Hombre ya, pero así es la vida. )Un
cigarrito?
-Yo fumo en pipa. Hay que jorobarse, Verrugo, con lo
prudente que eres con el volante, y lo acelerado para otras cosas.
-Pues sí.
-Venga.
Esta forma del modo subjuntivo del verbo venir se
empezó a utilizar a fines de los noventa como sinónimo del adiós. Era el
comodín que utilizaba para despedirse la gente con mucha marcha. El castellano
saca del abismo de sus profundidades carismáticas estas sorpresas que dejan a
los filólogos con la lengua afuera.
En mis viajes en guagua de casa al trabajo, en ese
ir y venir arrastrado por las perplejidades, inconsistencias y errores que
forman mi existencia jalonada de pasmos, Platz y yo pegábamos hebra, si él no
tenía compromiso. Hablábamos de los divino y lo humano. A veces la biografía de
un humilde chofer puede ser más relevante que la de un presidente de gobierno.
-Siempre hablas con los alguaciles, con los
porteros. Nunca te juntas con los ingenieros ni con los médicos- me incrimina
mi mujer. Y yo le contesto que si no tuviera interés por lo que piensan los
humildes habría perdido el interés por la vida. Aunque en eso lleva la pobre
bastante de razón. De siempre fue mi inclinación a alternar con personas que no
son de mi categoría. Ella es clasista. Yo no.
Durante el tiempo que cita y que corresponde al
período del 84 al 99 vimos ensancharse el encintado de la ciudad. En mi
juventud parecía que en la Cuesta de los Perdices se acababa el mundo.
-)Te acuerdas cuando ibamos a bailar al ARancho
Criollo?@
-Quien me iba a decir a mí que por ese lugar habría
de pasar yo todos los días camino del trabajo. Aquel lugar tan exótico y
macanudo me parecía el Finisterre de la civilización. De joven uno tiene
corazonadas que luego se cumplen.
-Muchos pecados cometiste. Tienes un buen saco. De ellos habrás de dar
razón.
-(Misericordia, Díos mío! Miro hacia atrás y no hay
más que borracheras, humo, cigarros a medio apagar. Rimeros de libros leídos y
por leer.
-Y no has llegado a nada. No eres más que un
vagabundo, aunque te des ínfulas de hombre respetable en la trasera de la
guagua del trayecto Moncloa-Brunete.
-Pero (que cosas dices! Esta tarde te ha dado llorona. Te
voy a contar cosas un poco más alegres. Al ARancho
Criollo@ traía yo a bailar en mi 600 recién comprado y que
era de un pálido color verde botella mis primeras novias. Una se llamaba
Milagritos, la otra Bumelia, que era una placentina hermana de un jesuita, y
otra se llamaba Mariascen. También creo que llevé a tu madre, cuando vino a
Madrid. En la pista llamábamos la atención. Hacíamos buena pareja. Radegunda se
traía un aire con Petula Clark. Verdaderamente era una rosa inglesa. Ay si
pudiesen hablar las techumbres de balago de aquel local construido al estilo de
una estancia en plena pampa.
-Hoy te dan calor los recuerdos.
-Años que no volverán. Pero a lo largo de este
tiempo he visto crecer a la ciudad. Se ha transformado en un monstruo
desconocido que ya no me pertenece.
A lo largo de la estrecha lengua de la Carretera de
la coruña se dilata una escofina urbana, que llega ya casi hasta Villalba.
Pronto tramontará la sierra, y Madrid tendrá arrabales en San Rafael, en el
Cristo del Caloco y su frontera por el noroeste quedará fijada en Labajos.
-(Qué viejos nos estamos haciendo, señor Luis!
Se amontaron a mis espaldas los tacos del
calendario. El seiscientos veintisiete fue el baremo de mi declive físico y
psíquico. Empecé a perder aspiraciones concretas y me encerré en mi ideal.
Estos son los tiempos en que sólo merece la pena si te encuevas.
-Eres muy aburrido.
-Tengo una tarea que hacer. Creo que vine siguiendo
una estrella que ha ido haciendo el trazado de mi humana peripecia.
Su única conexión con la realidad era este autobús
verde. Si se le escapaba el de las
veintidós cuarenta se quedaba en tierra a dormir bajo las estrechas rúas
en esta ciudad de todas las pesadumbres donde siempre acaban atracandote los moros. Estaba un poco
hasta los morros, perdido sin saber qué hacer. La vida es así bella y cruel.
16 de enero de 2002
Siempre he sido de la persuasión de que la rueda de
mi destino tan voltaria e ineluctable que ya quisiera comandar yo sus
caprichosos vuelcos giró media circunferencia aquel día de julio del lejano
verano del 64 cuando me embarqué en el expreso de Irún destino París.
En teoría llevaba un contrato de trabajo extendido
por una firma que llamaban Manpower, extraña empresa una suerte de ONG
estudiantil por aquellos que fomentaba los lazos de solidaridad entre los
jóvenes. Iba a recoger ciruelas a un campo de trabajo que llamaban de la
Concordia aunque de tal cosa tenía bastante poco.
El sitio que me aguardaba era un auténtico KL
en toda regla. Estaba en plena campiña inglesa, en Oxfordshire y en los predios
de una hermosa villa medieval por nombre Evesham. Se reclinaba en el regazo de
un valle surcado por un río y signaban las ruinas de una antigua abadía
cisterciense los aledaños de uno de sus parques. Supuestamente me habían
contratado para la recolección de la fresa, el lúpulo y la ciruela. To pick strawberries, hops and plum. Semejantes términos hortícolas constituyeron las
primeras entradas de mi primer diccionario ACollins@ de
pastas color sepia que compré a un rematante de papel de lance con el remanente
de una huelga o suerte. Así llamábamos en casa a las sisas del fin de semana.
Aquel mi primer lexicón o gazofilacio de estructura flexible y manejable tenía
las hojas perfumadas. El papel biblia exhalaba un aroma especial que no he
vuelto a sentir desde entonces pero siempre que huelo algo similar a mi memoria
vienen al cabo las vivencias de la Inglaterra de mi juventud.
Fresas, lúpulo y ciruelas fueron los términos de una
abracadabra que dio a mi vida un rumbo diferente. he aquí la contraseña de un
gran abrete sésamo mitad infierno y mitad paraíso.
La frágil barquilla de mi alma, como la de Lope
quien también fue marinero de la Invencible y consideraba a Albión el país de
Merlín y de los encantamientos de los palacios del amor naufragó en los veriles
de un litoral donde siempre fue arriesgado internarse a los nautas celtíberos.
Hops, strawberries, plums, appples and potatoes
abrieron horizontes
augurales. Yo me embarcaba rumbo a Inglaterra acariciando el sueño tantas veces
repetido en los ánimos adolescentes del Aet in
arcadia ego@ lo que era un salvoconducto para significar que iba
al encuentro con la dulcinea de mis sueños.
Aquel diccionario te lo envié por correo, Helen,
aunque no sé si llegaría a tus manos puesto que de últimas un duende se ha
colocado en mi existencia y me está haciendo pagar todas juntas por la que hice
entonces. Parece como si la Providencia me hubiese retirado su favor.
He de comulgar con las ruedas de molino de la
desgracia y del deshonor y no tengo ni un día bueno. Ni empresa que acometo se
concluya. Ni sueño que acaricie que no se vuelve dinamita contra mí. Tras de
tiempos vinieron tiempos y estos son más amargos que aquellos años de c vida
dulzura cuando todo salía a pedir de boca.
Hasta el extremo que a veces pienso que el diablo
viene detrás royendo los calcaños y hay una voz incriminatoria que me dice
muerete, no te queremos, pasó tu hora, ya no perteneces a este mundo. Y hasta
hay ahí en eso extraños duendes postales que impiden que mis cartas lleguen a
su destinatario porque hay alguien que pone las señas del revés.
Sin embargo ahí están estas benditas palabras para
recordarme el ardor de mi juventud. Me traen la llama de aquel verano estelar
que cruzó igual que un soplo mi existencia alzandose desde las premisas
trinitarias de tres sustantivos. Hops, plums, strawberries.
Pertenezco, Alquín, a una generación obsesionado con
el conocimiento para la cual las palabras son algo muy importante. y en esas
palabras mágicas vivo enfrascado que son atolón de mis recuerdos. Bufa el humo
de mis pipadas. Existe siempre una sensación de hambre y de cansancio y un
complejo de culpa ante la báscula.
-Desparramate en el sillón y toma el mando. Hacer el
zapping se ha convertido en tu distracción favorita. Que no se diga con lo
mayorzote que eres.
-No me culpes ni me incrimines.
-Tú sabes que digo razón.
-También me quema el acuciante aguijón de los
papeles. Sin papeles y sin libros no tendría razón mi existencia. Envidio a
todos aquellos que no han sentido esa comezón que te sahína el ánimo y que se
conoce bajo el nombre de recado de escribir.
-aspiras a un lugar en el panteón de los genios.
-No te lo creas. Quiero realizarme.
Pero estas discusiones que me acribillan mi memoria
y que son la voz de la conciencia que acusa reflejan el fraude de las malas
jugadas con que se estragan los complejos. Hay desde luego un abismo entre el
hombre que soy y el hombre que quise ser y ese bujero pretende ser tapado por
el escritor que llevo dentro.
Han pasado treinta y tres años entre el quasi
setentetón que se sienta en el salpicadero de mi chibalete onírico intentando
hacer balance, triste, fondón, resabiado, ahíto de galletas y de tazas de café
que fuma en pipa cuando le deja un resquicio en su mente el pavor al cáncer de
pulmón y aquel joven cenceño, angosto de hombro de una recia pelambrera echada
para atrás que empezaba a fumar celtas cortos y tenía toda la vida por delante.
Hay una distancia infinita entre este joven que se
encarama en el estribo del tren de la fresa camino de Fladbury y este otro
viejo que calienta con el culo la silla del ordenador y escucha los cotilleos y
discreteos de la radio venal o está a punto de tirarle un zapato a una de esas
prójimas de las matinées televisivas que cortan trajes a todo el mundo y
lengüetean por la honra y las vidas ajenas, y que pretenden llamarse a sí
mismas.
Son los mismos pero uno iba y el otro viene. El uno
estaba lleno de ilusiones y el otro está ya casi de arribada y de vencida. Sólo
una alegría alberga el corazón de Verumtamen viejo: la de haber sobrevivido a
la vorágine. Hoy los de su generación resisten y vegetan aferrados a una guía
de perplejos puesto que no consideraban que la existencia en siete lustros
pudiera dar tantas volteretas. El Verumtamen anciano y el mozo se muestran
acérrimos en algo común: esa ilusión por escribir, ese gozo participativo de la
historia, de ser testigo y de enarbolar la péñola de los testimonios por más
que ésta nos sitúe fuera del radio de acción de los protagonismos.
Hasta el fracaso viene a ser un asunto relativo.
-)Lo dices en tu descargo?
-No pretendo justificarme pero lo mío para que lo
sepas ha venido a ser un cuerpo a cuerpo con la vida.
-Pues regresa entonces, si así lo consideras a las
nieblas del pasado y vuelve a vivir los estertores de aquella mañana de verano.
Mi padre, esto es tu abuelo, Toda Reina, estaba
allí. Había acudido a despedirse con su tabardo tres cuartos, las dos estrellas
de teniente en la bocamanga y el eterno pitillo en la comisura de los labios.
Tras algunas chupadas se lo llevaba a la mano y arreglaba la ceniza dandole unos golpecitos con aquel dedo
meñique cuya falange un hermano suyo estando jugando se lo tronzó en una toza.
El dedo votivo de mi progenitor apuntaba hacia el norte.
-Ve a los sicambros y robales la luz.
Demasiado tajante el comando. No fui capaz de
cumplirlo. Tamaña gesta estaba más allá de mis pasibilidades. Quitarles a los
ingleses su pálido sol y traerme en la maleta para España en desquite de los
agravios: la Armada, los bolos que jugaba el pirate Drake, el asalto a la
noción de España. Lo que iba a hacer era desparramar mi yo cuajado de dudas por
tales soledades.
-Colocas - rezongué - demasiada responsabilidad
sobre mis arqueados hombros.
- El hombre no sabe de lo que es capaz cuando es
guiado por el espíritu.
-Yo sólo voy a aprender inglés, papá.
Pero no podía ni sospechar remotamente de los
sacrificios que pedía aquella ardua empresa. En el fondo lo que presentía era
el Afinis
Hispaniae@ cantado por Nostradamus en sus cuartetas. Un último
esfuerzo y ,entonces, el canto del cisne. Los hados de la fatalidad me
constriñían a a aquella sirena con la forma de hipocampo - me había salido la
malilla - sobre el mapamundi con la cabeza más estilizada que el fuste. eran
las ínsulas baratarias en las que todavía algunos pensábamos. En el fútbol al
menos nos traían por la calle de la amargura. Me asaltaba a mí la duda de si
aquel meñique paterno, lirondo y desungulado y que sólo servía para deshacer la
ceniza de los innúmeros pitillos que mi padre fumara, y que había sido cortado
a cizalla por su hermana Petra mientras jugaban al zorro pico zaina y a los
mártires (papá era un poco crédulo, creía en la bondad innata del ser humano y
no retiró la mano de la toza a tiempo) no formara parte de todo un símbolo de
mi destino. Por lo pronto aquella peregrinación que iniciaba aquella mañana del
tórrido verano del sesenta cuatro en la estación del norte de Nix Rasilis
empezaba con mal pie, esto es, con mal dedo.
La vida por remate habría después de ponerme
bastantes ojos a la virulé y si no perdí mas de un algorín fue porque no anduve
listo aunque haya visto muchas veces el destral acechador de la tía Petra por
muchas partes. Aquellos no era más que el principio pero quizás no cabía otra
alternativa. ADejate llevar por tu propio sino@, AMira
que no me fío@, AA ti te las darán todas en un carrillo@ o AVentura
te dé Dios hijo que la ciencia no te hace falta A eran
algunas de las frases con las cuales trataba de acomodarme a mi nueva
situación. Con tales planteamientos en torbellino me destetaba frente a los
miedos que me invadían. Había que dejarse arrastrar por el propio sino, las
circunstancias cualesquier. Pedir árnica. Pero aquel dedo que tumbaba la ceniza
me delataba. Ahora aquel apéndice tonsurado apuntaba en dirección de mis
desconsuelos. Se me figuró que todo aquel cúmulo de circunstancias no hacían
buen augurio. Era ya inútil insistir o acudir al cirujano plástico puesto que
uno nace con sus propias maclas. Hay en mí algo del fatalismo moro. Desde aquel
día, pues en medio del andén tuve una suerte de revelación de lo que me aguardara
mundo adelante he sido dominado por la tristeza con más frecuencia de lo que
sería menester. He reparado que yo soy producto de mis propias desdichas. Iba
al norte al encuentro de mi destino. Veía el rostro de una mujer espejarse en
el cristal del arroyo acariciado por las aguas bravas del raudal de mi
infancia. Música de romanzas. La linfa y el aire, como cuando dormía en la sala
al lado de la alcoba del abuelo enfermo de cáncer y oí que me hablaba de cosas
que no entendía por estar demasiado lejos. De la vida y de la muerte. me
contaba cómo en su juventud había andado más de ciento cincuenta kilómetros
hasta Madrid y se enroló como operario excavador en el el piquete de obreros
que horadada el tramo del metro Cuatro Caminos-Chamberí. El rumor de las aguas
del arroyo Peñacolgada parecía poner contrapunto a la tromba de sus
pensamientos.
-Pronto moriré y todos me olvidarán. Eso es el
destino.
Yo estaba empezando a vivir y no comprendía el
trasfondo de aquella observación melancólica en su lecho del dolor. Las parcas
cantaban su canción eterna cerca del raudal, pero a mí el futuro me esperaba.
Escuché una voz que decía: Alo tuyo es vivir, que el abuelo ya ha cumplido su
jornada@. Venus surgía del lecho de las aguas y pronto se
convertiría en estela de luz, columna radiante que guiaba al pueblo electo a la
tierra de la promesa, pero el caso es que no hay en verdad tierra prometida.
Todos los campos son lo mismo. )Allá arriba habría otros mundos cuya presencia nos
estaría vedada hasta después de la muerte?
Se ludía mi alma con aquellos conceptos estremecedores del más allá. El
agua de los canalones de la pagoda lloraban sobre mi frene. Era la lluvia de
las gárgolas. Nunca más para siempre, y un carretero en el fondo cantaba. )Te
duele, Benjamín ? Un poco, hijo. Es como si vinieran perros a hincarme sus
colmillos en la rabadilla. El raudal seguía su marcha impregnando a su paso de
notas de cristal el curso de la noche. Pensé entonces que el abuelo había sido
un niño igual que yo.
-Es el tiempo de la cosecha - le escuché murmurar - )Viviré
hasta san Pedro?
La muerte sentaba su tridente, amenazante azagaya
que depura y diezma nuestras filas desde lo alto del somo contra los pobres
seres humanos que dormíamos pared por medio con el arroyo aldeano que nos
incensaba con su incesante cantiña. Yo era el lazarillo del abuelo Benjamín por
lo que fui testigo de sus últimos días. Mi padre murió de enfisema pulmonar y
mi abuelo de la próstata. Con estos antecedentes familiares ya me puedo formar
juicio de cuál podría ser mi último mal
.No me digas mentiras. Es lo que contestaba tu madre, cuando
cortejábamos
.Mi
esposo siempre cae del lado más cómodo.
.Koncentratrion
Lager o campo de concentración.
.
Recoger ciruela, lúpulo y fresas según rezaba el prospecto que nos dieron.
.Lúpulo,
fresas, ciruelas, manzanas y patatas