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domingo, 3 de septiembre de 2023

 BARRABÁS

A QUIEN queréis que crucifique, clamó el pretor, al rey de los judíos a Jesus Nazareno o a Barrabás. La chusma vomita un dicterio terrible, un grito cuyo eco retumba en la historia.

A Jesús Nazareno.

¿Regem vestrum crufigam? ¿Que crucifique a vuestro rey?

−No es nuestro rey

Pilatos que acababa recibir el mensaje de su mujer estaba seguro de que Jesús era inocente no sabe qué hacer. El nombre de Barrabás suena como un trueno desde los púlpitos cada Viernes Santo. Los sinópticos son poco explicitos acerca de él, nos dicen que era ladrón, un asaltante de caravanas por las montañas de Judea. Pero su nombre lo acotan las escrituras más veces que las referencias a la Virgen María. San José sólo una vez. Este laconismo resulta descorazonador para los que seguimos al Maestro pero fe es creer lo que no vimos.

 Par Lagerkvist en su novela siguiendo a los apócrifos describe a Bar Rabah (el hijo de Rabah) como un activista judío que luchaba contra la ocupación romana de Palestina. Cometió varios asesinatos entre ellos el de su propio padre.

Se hallaba en el corredor de la muerte el día de autos.

Al verse libre siguió de lejos a la comitiva que ajustició a aquel rabino del que todo el mundo hablaba en la Ciudad Santa que se decía hijo de Dios. Pero el hecho de que se hiciese pasar por el Mesías prometido muriendo en una cruz resultaba inconcebible para un israelita.

Esperaban un libertador de carne y hueso que convirtiese a Israel en amo del mundo. La vuelta a la tierra prometida, a las fuentes do manaran leche y miel. Y éste venía con la cantinela del cariño de unos a otros, era amigo de los esclavos y las putas y alternaba con publicanos y agentes del fisco que pagaban el tributo a los romanos.

Aquel primer Viernes Santo después de pisar el monte de la Calavera (para los judíos era un lugar impuro) regresó a casa de una amiga que regentaba un lupanar intramuros se emborrachó con ella y le hizo el amor. ¡Valiente manera de celebrar la pascua!

 Otra de las pupilas era una misteriosa hetaira con los labios rasgados por causa de un defecto físico pico de liebre. Siguiendo sus pasos fue al sepulcro donde habían puesto al nazareno. La mujer del labio leporino al ver que la piedra estaba descorrida empezó a gritar… no está aquí, ha resucitado. Barrabás que seguía de cerca se restregó los ojos, preso de una alucinación: vio un serafín de seis alas con una espada radiante y tras unos instantes despareció. La pobre ramera del labio leporino volvió a Jerusalén anunciando la novedad y aprehendida por agentes del sanedrín se la condenó a ser dilapidada en la Gehenna o Estercolero.

 Barrabás indignado asistió a la dilapidación pero clavó el cuchillo en la espalda de uno de los sacerdotes sin que nadie se enterara cuando éste ordenó arrojar la primera piedra. Así y todo seguía sin creer que un israelita que acababa de padecer la más vil de las muertes fuera el mesías.

Aunque le agradaba lo que decían del cristianismo que era una religión de esclavos y los esclavos harían sucumbir al imperio romano. A posteriori vemos a Barrabás en las minas de cobre, uno de los más terribles castigos.

 Los condenados a extraer el mineral no vivían más de un año pero él al igual que su compañero Zahah un armenio al que estuvo atado con grilletes de mano en pihuela y mancuerna todo el tiempo que duró la condena salvaron y pudieron salir a la superficie merced a su buena conducta y al carcelero que simpatizaba con los seguidores del hombre muerto en la cruz.

El armenio era cristiano, se negó a quemar incienso a los dioses, fue crucificado. Barrabás que accedió no.

 Capítulos delante de esta singular novela encontramos a Barrabás en Roma rehabilitado y manumitido en casa de un senador. Seguía sin creer en el Redentor pero llevaba una medalla, regalo de su conmilitón Zahah, de cobre en cuyo reverso había pintado un pez eucarístico símbolo de los cristianos de las catacumbas y en el anverso el nombre del emperador.

Tenían conciliábulos en las catacumbas y un día Barrabás se propone quemar la Ciudad Eterna. Se corrió la voz de que los cristianos provocaron el incendio cuando en realidad se trataba de la secta judía que intentaba mediante el terrorismo sacudirse del yugo romano en Palestina. Bizarra sinrazón pero así se escribe la historia. Barrabás fue crucificado con el grupo acusado de pegar fuego a la Roma. Murió en el palo al lado de San Pedro pero manifestándose escéptico sobre el Nuevo Orden que traía el cristianismo al mundo

 De Lagerkvist diremos que fue un autor sueco galardonado con el premio Nobel en 1951. Su novela que acabo de leer traducida al francés con todos los honores de André Gide podría figurar como un apéndice de los apócrifos. Al cabo de leer la vibrante novela de este sueco he de decir con san Andrés O bona crux salvum me fac. Gloria a la cruz salvadora, que acoge a los pobres, a los desterrados, pusilánimes, perseguidos, mutilados que caminan en zozobra. Sí, el cristianismo es una religión de esclavos pero su Redentor pervive en la historia

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