Hoy fiesta de Sta Teresa convendría recordar
a Francisco de Quevedo y la gran polémica que dividió a las dos Españas entre
santiaguistas y teresianos. Y la pugna sigue. Santiago representaba la alcurnia
de los hidalgos de sangre limpia. La andariega carmelita por su parte abandera
el estandarte de los conversos. Cristianos viejos contra cristianos nuevos.
Absurda controversia porque tanto Santiago como Teresa eran judíos. Las
palabras como truenos de los Caballeros del Habito de la Cruz Colorada retumban
contra el sayal descalzo de los que venían de la judería. Recomiendo a mis
compatriotas la lectura de los libros del autor de los Sueños. Porque allí
podemos encontrar una explicación a nuestra dicotomía a nuestra personalidad
escindida. En parte llevaba razón cuando Francisco de Quevedo descubre en la
psicología de la monja abulense inquieta arrobadiza y andariega (fue siempre
muy exagerada y mujer muy lista) aspectos menos plausibles de lo que ven ella
sus devotos incondicionales. Los que añoran al franquismo siguen soñando en el
brazo incorrupto de la fundadora carmelita del cual el dictador, tambien judío
de raza aunque no de nación, nunca se separaba. El tema se remonta bastante
atrás al siglo de Oro y de ahí pudiera emanar la desazón de nuestro inquieto e
inquietante pasado. Parece que los españoles caminan por la historia como si
pisaran arenas movedizas. Ello forma parte del juego de la exaltación conversa
que cuenta con historiadores incondicionales como Américo Castro refractario a
tener en cuenta lo que Quevedo desvela en sus escritos.
QUEVEDO
PASIÓN Y MUERTE
“VIVIMOS CON LA BARBA AL HOMBRO”
escribía don Francisco de Quevedo el
caballero de las espuelas de oro
(así llamaba Casona) desde su mazmorra en el convento de San Marcos de
León.
El delito cometido debió de ser grave
de lesa majestad dicen que por una coplilla contra su Majestad otros autores
señalan las veleidades políticas del escritor y las posibilidades de ser
esculca de los franceses. La causa de su prendimiento una noche de diciembre de
1639 no ha podido ser esclarecida. Hay otras muchas lagunas en la personalidad
enigmática y contradictoria del mejor y más diestro en el manejo de la lengua
castellana de los escritores españoles. Gran parte de su ingente obra se
perdió. Otra sigue inédita. ¿Era verdaderamente un echadizo de Richelieu al que
por otra parte fustiga sin conmiseración? El espionaje fue una de sus muchas
facetas. Urdió la conjura de Venecia y la policía del Dux quiso aprehenderlo.
Se salvó por parlar italiano sin acento.
El señor de la Torre de Juan Abad era
un gigante en un país de enanos.
Aquí la envidia y la mentira me
tuvieron preso conviene recordar la quintilla de fray Luis de León, al salir
del presidio de la Inquisición en Cuenca.
Quevedo conoció la amargura del
calabozo en tres ocasiones. Las dos primeras por no hacer traición al duque de
Osuna, y la tercera, por defender, como patrón de España al apóstol Santiago, ▬
fue larga y virulenta en el siglo XVII la controversia sobre el compatronato
porque ahí las dos Españas entraron en juego y la polémica sigue aún, pues esto
parece el cuento de nunca acabar ▬ en lugar del de Santa Teresa de Jesús, como
pretendían los conversos. Santiaguistas contra teresianos.
Parece ser que él conocía el enigma de la
santa andariega sus mentiras y camelos sus arrimos al dinero de los cristianos
nuevos y los devaneos de esta santa tan arrobadiza que sublima el sexo haciendo
creer a los inquisidores que había sido penetrada vaginalmente por el propio
Jesucristo. Locura de amor. España es país de locos.
Aquellos que descubren satíricamente
estas obsesiones son condenados al silencio, al escarnio a o a la horca.
Olivares muere el 22 de julio 1645 en
Toro en plena crisis separatista con Portugal y Cataluña. Se había puesto al
frente de un ejercito que iba contra Lisboa tras salir de su heredad de
Loeches. El conde duque que admiraba a Quevedo y lo protegió acabó odiándole y
es posible que una de las causas de ese odio fuera que creía que el autor de
Los Sueños se entendía con los franceses que habían invadido Cataluña con un
ejercito bajo cuerda. Durante sus días de presidio que minaron su agotada salud
no pierde el humor:
“A modo de
cachidiablos
me cercan tres
cachirríos
Órbigo, Castro y
Bernesga
Que son del Duero
meninos” y eso
que estaba ciego del ojo izquierdo tullido y cancerado con una herida abierta
en la pierna.
De este tiempo son sus obras piadosas con
místicos resabios donde demuestra sus conocimientos bíblicos su longanimidad y
paciencia de nuevo Job.
El frío leonés inhóspito y salvaje que lo
convierten en una de las ciudades más antipáticas de España, gente arisca con
mal vino y que come mucho conejo “que vivo en este sepulcro ensayándome de
muerto”.
Sin embargo, su consuelo son los libros y la
amistad con los jesuitas. El padre Juan de Tarsis iba a ser su gran biógrafo y
llega a suponer una virtud heroica en aquel hombre que le haría digno de los
autores. Dicen que Quevedo resignado y paciente murió como un santo.
La literatura es para el preso además de
consuelo una terapia, no un placebo. Quevedo era alto bien proporcionado de
cuerpo de cintura para arriba, frente despejada, narices gruesas y corto de
vista. Los pies los metía hacia dentro y cojeaba de ambos remos. En el retrato
que hace dél Pacheco se nos muestra esa nariz sensual judaica y los mostachos
de mosqueteros. Que no falte la cruz colorada al pecho como ostentación de su
limpio linaje. ¿Era tambien de antecesores marranos? Muchas páginas de su obra
así como su perfecto conocimiento del hebreo nos hacen sospechar que sí.
¿Entonces cómo es que se coloca del bando de los santiaguistas y brama contra
los teresianitas el bando de los cristianos nuevos? Se encuentran muchas contradicciones
y lagunas en la vida del escritor que aun no se han resuelto. El caso puede
obedecer a sus múltiples complejos y trastornos de personalidad.
Velázquez lo pinta en 1628 cuando tenía 48
años quien le hizo un retrato más favorable; debió de existir amistad entre él
y don Diego
“Retirado
en la paz de estos desiertos
Con pocos pero
doctos libros juntos
Vivo en
conversación con los difuntos
Y escucho con mis
ojos a los muertos
Si no siempre
entendidos siempre abiertos
O enmiendan o
fecundan mis asuntos
Y en músicos
callados contrapuntos
Al sueño de la
vida hablan despiertos
Las grandes almas
que la muerte ausenta
De injuria de los
años vengadora
Libra oh gran don José docta la imprenta
En fuga
irrevocable huye la hora
Pero aquella el
mejor calculo cuenta
Que en la lección
y estudios nos mejora” de tan inmortal soneto los que vivimos una vida libresca donde el
alma vence su trifulca eterna contra la carne.
El duque de Medinaceli se lo llevó a
Cogolludo cuando fue excarcelado. Tenía 63 años el cuerpo le fallaba pero la
cabeza le regía. Aquel otoño de 1643 publica Vida de Marco Bruto que plantea el
interrogante eterno si es lícito asesinar o no al tirano. ¿Tu quoque filii mihi? (¿Tú tambien hijo mío eres de los que están
en la conjura?)
Bruto asesinó a su padre Julio Cesar. Plantea
la cuestión del tiranicidio. Quevedo recoge el guante del reto lanzado por
El Padre Mariana dando lugar a una gran
polémica entre los juristas de la escuela de Salamanca y determina que el que
mata al opresor del pueblo no es culpable y lo exime de culpa en su libro De regis institutione data de 1599.
En la Torre de Juan Abad adonde llega en el
otoño de 1644 se queja de la soledad que es la tortura del viejo no tener
amigos. Se cartea con Francisco de Oviedo y con Sancho de Sandoval. “Sin
apartarme de la chimenea me quemo y no me caliento”. El frío de la cárcel
leonesa le penetró los huesos. Es trasladado al convento de los dominicos de
Villanueva de los Infantes. Un criado gallego Diego de Lugo le roba cuanto
tenía y se da a la fuga. Vienen los sobrinos a la cabecera del moribundo al
husmo de la herencia. La noche del 30 de mayo el galeno le manda fumar una pipa
y el pobre enfermo con el humo se intoxica. Pésimo remedio. El 25 de julio
anota en una de sus cartas (Quevedo murió con la pluma en la mano como los
grandes escritores periodistas) “Hoy
fiesta de Santiago mi patrón y único de España se me abrió la postema del lado
del corazón. Espero buen suceso” el día de la Magdalena llega la noticia de
la muerte del valido Olivares su verdugo. Tercia este comentario despectivo: “Yo que estuve muerto en prisiones viví para
ver el fin del hombre que me aherrojó… unos dicen que le hallaron sapos y
culebras en el buche, otros encontraron cal y arena; yo creo que había de todo”.
El 8 de septiembre de 1645 moriría el genio,
de una paroxismo, ▬
congestión cerebral▬,
poco después de escribir una carta a su fautor Bernardo de Oviedo. Fue
enterrado en la iglesia de san Andrés.
Vuelve el polvo al polvo que es polvo
enamorado. Amor constante más allá de la muerte. Sus huesos se perdieron en una
exhumación de la francesada “pues que de nieve están las cumbres llenas, la
boca de los años saqueada, la vista enferma… salid a recibir la sepultura
acariciad la tumba y monumento que morir viviendo es la última cordura”
escribió los poemas cinerarios más sublimes de la lengua castellana. La vida
tiene mucho de cruel y bastante de escatológico. Es un viaje a través de la
mierda. Abrumador por lo pesimista el pensamiento quevedesco.
Alguien detrás del biombo, se carcajea de
nuestros pasos; el ambiente de la comedia del mundo es delirante. “Médulas que
han ardido gloriosamente”. Et ossa mea non conteretur, clamaba Ezequiel. No
disperses, Señor, mis huesos.
The windmills of my mind. El Molino de su cerebro no paró
el trajín durante sus 65 años de vida. “Mi corazón es reino el espanto”. Un
clásico universal que retrató no sólo a la sociedad de su tiempo a golpe de
sátira sino también la vida misma.
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