LONDINI DIASALES
O Roma alma mater excelsa celebramos
tus fiestas diasales alabado sea el dios Dionisio amigo de Neptuno que manda en
el Tamesis. London was he wind blowing over the branches of the melancholic oaks of Hyde Park . London was los goces y las
sombras inefables donde se agazapaba el beso escondido de una mujer. El samovar
silbaba su alarma de advertencia cuando estábamos en lo mejor on the gas stove watch out. Pasaba el lechero y el boy
de los periódicos dejando en el umbral los voluminosos dominicales, afrecho de lectura
para mañanas lluviosas de aburrimiento que san Frutos pasaba la hoja pero seguía
sin acabarse el mundo. Lazy sundays afternoons se te pegaban las sabanas y era
hermoso sentirse libre en la cama que habías adquirido por unos peniques en
Marks Spencer dinero que siempre va a parar a los judíos. Sentíamos al limpia
ventanas trajinar subido a la escalera mientras Liz y yo hacíamos el amor. Las
casas londinenses carecen de persianas son un escaparate global ciando aun no habían
llegado los pornógrafos de la Red. Well done, mr Villeguillo. Los jardines de
Rolando mostraban en sus arbustos la cencellada del otoño. Se enteraba de todo
el tío. I loved many a girl but among
them there was no my Suzi la que amaba. Volvían las púberes cabezas de South
Kensigton con sus cantaros a la cabeza y sus andares de cadencia hacían
recordar al garbo de las Danaidas afán de vida. carrusel del circo que no para.
Las monjas de san Chad se bañaban bajo la vigilancia de su chaplain capellán en
cueros vivos en las playas de Surrey oh que esplendor el de aquel verano. Londres
era la sala de espera en la estación de san pancracio y los cigarrillos fumados
en buena compañía sobre las gradas de la estatua de Eros en Picadilly Circus.
Aquellos fueron las fiestas diasales de mi juventud, stags parties, noches de
vino y rosas, conciertos, campeonatos de bridge y carreras de sacos. Por la
senda sublime del recuerdo yo me marcho caminos sin retorno nada de aquello
volverá. Mrs Dolittle venía inexorable a cobrar la renta todos los sábados. Los
ojos turquíes de Linda Barnes me embelesaron cuando ella apretaba sus muslos y
sus labios contra mí. Me perdía en sus brazos sin saber que los amores pasan,
cambian las formas de gobierno y las ideas de los hombres. el péndulo de las
modas es el diapasón que rige los hábitos. Sé que nadie escuchará esas líricas
confesiones me consideran un pelafustán de la literatura pero soy algo más que
la voz que clama en el desierto y sé que mis palabras no pasarán. ecce homo, he aquí mi legado de las Londini Diasales
fiestas eternas. Yo en mi sotabanco de South Kensigton fui un hombre feliz
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