MARGARITAS A LOS CERDOS M. PELAYO SABERES LIBRESCOS
No es lícito echarle margaritas al duerno de los cerdos. Está
pasando. No salimos del albañal de la inmundicia por nuestros pecados. Hispania
peccatrix. Ya lo dije mas no hacen caso. Andan a su bola y yo a lo mío. Virus
does not relent. No en valde andamos sumidos bajo la montaña de la
palabrería engañosa. Amenazas por arriba. Conminaciones por abajo. Pilatos se
seguirá preguntando quid est veritas. Una palabra que empavorece a los judíos. Jerusalén
sigue apedreando y sacándole los ojos a sus profetas. Los sacerdotes de la palabra
subimos escupidos y bajo los golpes del látigo por las cruces de la Vía
dolorosa. Crucificaron a Cristo, a Isaías le sacaron los ojos y a Menéndez y
Pelayo le mandó una catalana sacar al patio su estatua leyente. Ando desde
entonces ensimismado como el doncel de Sigüenza y he sido como Enrique el
Doliente. Escribiendo y soñando sin decoro y sin falta de quorum. Escupido y
apaleado igual que don Marcelino que era un gran funcionario, llevaba a la
patria española dentro del corazón. por eso lo crucificaron. vuelvo sobre sus
libros. los heterodoxos me miran de soslayo subiendo por el retablo de la
novela picaresca y de los místico y alumbrados. Es la quiroteca o relicario
donde se guardan los tesoros de la lengua castellano que todos estos olvidaron.
No quieren saber nada. Son analfabetos. No quieren jefes ni staretz. Mirando atrás
sin ira me doy cuenta e lo duro que fue todo esto remando a ciegas sin tiento
en medio de la galerna. Las barbas de las olas de una mar aborrascada me
invitaban al abismo. Me negué a ir con ellas. No quería suicidarme. Me colgué después
de las ramas del árbol opulento y lo mejor fueron los siete meses que pasé en Alcalá.
Volví al redil de mis sueños y de mis esperanzas. La mar que todo lo quita y
todo lo da me devolvió a la playa de los náufragos. Hacía sol y soplaba brisa. Hundía
mis pies en los médanos. Los enciclopédicos luchaban contra los
tradicionalistas. La misma cantinela de siempre y yo me refugié y calenté mi
cuerpo aterido con una botella de aguardiente en ca Calito al borde mismo de
las olas. Se me pasó la tiritona. Parecía un geodesta varado que venía del otro
lado del Atlántico. Di de mano a mis amores, pero no renuncié a mis sueños
españoles. La patria fue siempre para mi un sacramento y honré a los héroes a
Villamil, Cervera y Suances. Salvamos el honor en el Caribe frente al almirante
Siumpson un terrorista que consumó con la voladura del Maine el primer
atentado. Allá en Cuba enterramos nuestros amores a sabiendas de que otro 98
mucho peor que el primero aguardaba. Unos judíos colocaron cargas de
profundidad en la nave española. Voló toda la santabárbara. Después vinieron
los sofistas a dar explicaciones. Don Marcelino aquel gran sabio ya nos lo
advirtió: “So color de progreso y de europeización se ha ido secando el germen
de la vida de la patria; se agotaron las fuentes de la vida espiritual de
nuestro pueblo” palabras escritas al tomar posesión de la Biblioteca Nacional
aquel 4 de julio de 1898. Hogaño al cabo de más de un siglo seguimos en las
mismas
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