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martes, 2 de abril de 2019


LA CASONA DE VILLAZÓN

A Arije me lo encuentro todos los días yendo y viniendo por los bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica muy bonita que fue hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras africanas. Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende compasiva a un cabo, abierta la sahariana con los ojos agonizantes, y su agonía recuerda a los pasantes imágenes olvidadas de la Forja de un Rebelde. Del pecho se escapa un chorro de sangre. Tarde de mayo. Auras de juventud. Esta zona de la capital me retrotrae a mis tiempos de estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba a la facultad. Y el cobrador que era un gallego rubio uniforme gris como de presidiario y una visera-bonete, y acento orensano, con un guarismo de cobre, el de su registro, por cima de la visera, picaba los pases que eran veinte números desparramados en una hoja de cartón sobre cada uno de los cuatro ángulos. Se sacaban en la taquilla por un duro. Veinte viajes diez días lectivos de facultad. Nos vamos. No va más. Le veía todos los miércoles cuando tocaba latín con el Sr Mariner Bigorra a las nueve sentado en su telonio y mirando alegremente con ojos de juventud. Una vez me tocó viajar detrás de una monja concepcionista y joder cómo arrimaba el culo le ardía todo de la greba a la cimera. Hambre sexual de los sesenta. Niño rocame la toca. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde había un cine grande en que veíamos películas de espías alemanes y un bailongo en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa cafetería de los alrededores y se la veía muchas tardes mirando por la cristalería del ventanal y mostrando sus torneadas rodillas de manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal. ¡Qué pronto pasó todo! Esta mañana sonó un tiro en el bulevar. Habían matado a un descamisado. Aullaban los perros flautas. Una cuadrilla de energúmenos operaban el cadáver e iba delante un diácono dando vueltas al píxide y en lo alto daba vueltas al aire la coleta del difunto. Por las noches en las campas circulaban por los solares del Canalillo mujercillas de virtud incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós. Una paja una peseta; un polvo con goma, un duro. A Revilla el lechero montañés e la calle Carnicer no le gustaba en estos encuentros ponerse el arnés. Era  Revilla muy suyo. Se constituyó en defensor de la prostitución a pelo. Esta frenética actividad meretriz se condesaba en la trasera del Gran Hospital. Y es que Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor el tiro  de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en África. Fuimos allá soñando en las huríes del harén del paraíso de Mahoma y no había tal; sólo tiros de Mauser y pulgas. A Pichimón lo acaba de radiatr la Inter lo purgaron con aceite de ricino.  Subía hacia nosotros un batallón de ganaderos cantando la Madelón. Marcha de frente, Ramón Catalán. En aquellos ardientes veranos del 62 íbamos a bañarnos al Charco del Obrero o a la Piscina del apostol. No estaba autorizado aun el bikini. Yo iba con mis amigos o me llevaba a mi novia Etsi una compañera de Facultad. Verla por detrás me excitaba de tal manera que no bien salía de los vestuarios una fuerza se proyectaba en mi interior que tenía que volverme para no llamar la atención y las risas del concurso. Me daba vergüenza ser un privilegiado de los favores de Priapo que ahora se han  extinguido. Ley de vida. Pasaron todos aquellos ardores estivales y ahora me consuelo leyendo el “Senectute” de Cicerón que no es poco. O tempora o mores.
La escena de aquel moribundo de bronce en manos de la enfermera me recordaba a los compañeros del tabor de regulares. Florence Nightingale habitó entre nosotros y si no hubiese sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto solos como los perros en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. No es que quiera mucho a los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos pero se les ve venir y eso no se puede decir de los cristianos que son taimados, abusones, egoístas, soberbios. Respeto sus lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de cargar las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos. Conozco a los musulmanes y ellos creo que me conocen a mí pero ni tanto ni tan calvo. No lo puedo remediar.
Tengo una gran colección de arabismos que exornan nuestros diccionarios pero de niño sobre la cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago Matamoros alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes aplastados pidiendo socorro. Siempre me impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural quiso que fueran negros o medio mulatos de modo que sus pelambres contrastan con las barbas y melenas de un blondo triunfal del Hijo del Trueno que para eso fue patrón de los godos durante muchos siglos. Ya. Pero no os preocupéis, que buen trabajo le costó a Francisco de Quevedo defender su patronato castizo dándose de cuchilladas con el de los neos, que defendían a santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso al grito de Santiago cierra España. Los quince de octubre los del origen oscuro siempre celebraron la fiesta de la Mística doctora. Y Franco no salía del Pardo sin besar la reliquia del brazo incorrupto de Santa Teresa
Yo por lo menos le prefiero a la Mística Doctora que según revelan ciertos documentos se acostaba con el padre Gracián. Así que yo  ya bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria, barruntando cielos color mortal y rosa y el odio católico de los  taimados conversos profesos de hipocresía, enfrascado en tan tristes y míos pensamientos,  acordándome de la Reina Madre que vivió más de cien años dándole al ginandtonic. Una cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían mandado para acá estaban sentados sin trabajo.  Iban pululando de acá para allá y robaban carteras a los borrachos durmiendo la zorra. Todos -eran lo menos ocho- ocupaban un banco municipal. No tenían currele y estaban de brazos cruzado porque esto no era lo que les habían dicho: esto es el paraíso. Carne de cañón de las malditas enejes. Gente de las fuerzas oscuras émulas de don Opas. Venían enarbolando el pendón de Tarik Alí con todas las bendiciones papales del antipapa filántropo que ascendió a la catedra de san Pedro con el nombre de Calixto Magnum Coramvobis.  
— Venimos a España a que nos mantengan. No vamos a pegar golpe.
Acababan de aterrizar en Madrid como aquel que dice pero después de la patera ¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o hacerse el chulo de una puta vieja. En la creencia agarena la infiel traga y había que hacer madres a las españolas. Todas las invasiones tienen por referente una violación.
— Pues ninguna lástima te habían de dar, Arije — solía decir mi novia Etsi la compañera de Facultad.
 En ese caso estaremos hablando de turismo sexual. Me daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce de razas y empalme de fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta con los abotagados rostros ecuatorianos de piel cobriza que parecen mismamente corchos de botella con perdón pues así tienen el talle. Madrid ya no es rompeolas de las españas sino el abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero esto ya no puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer, únete a ellos, sálvese el que pueda. A la España de mis amores no lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de perder nuestra identidad pero nada podemos hacer. Entré en el bar Tera. Zamora no se gana en una hora. La Leonor estaba de muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que Domingo y Santi los camareros Salva y Daniel. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá donde el Duero se va a cantar fados a Portugal.  Hablan medio gallego. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis dos buenas botellas de vino — esto de los restoranes familiares que a mí me van: plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque ya van quedando menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad.  Día sí y otro no,  cocido maragato con su compango, chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca; ahí me las den todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las sillas parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado que come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había detectado algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres gafe todo se soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es muy habitual que los jubilatas se lleven por delante a la parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con dinero Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos macarrón o esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son dos días y déjame de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes mucho, cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada, caían en saco roto e los garbanzos. Mi comensal era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los italianos denominan la jettatura. Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso instante en que uno se zampa un cocido de garbanzos y mientras Domingo bajaba por la escalera de caracol con la bandeja de la sopa no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare[1] pero yo soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Arije se le había muerto su mujer Brontea haría un par de meses y a la legua se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar solos porque le falla el cromosoma emotividad. El buey suelto bien se lame. Había sido un marido dominante y posesivo que había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada a la pata la cama allá que se iba pero ahora todo eran lágrimas, duelos y quebrantos por ella. Como Brontea malpariese, una hija le nació tonta y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico de la provincia de Segovia. Esa era otra. Pero tu eres mi hermano, Arije di que sí. Nos han ocurrido cosas terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le había escuchado llamarme por mi nombre pero aquella vez su llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en su inflexión ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del mesón zamorano cada uno de los dos hermanos tiró por su lado el uno para la derecha y el otro por la izquierda.  Cuídate y no te apures. Todo eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe, te llamaría de vez en cuando pero la mala suerte no se cura... y. Tocó madera. Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con la mano izquierda. Estoy seguro de que Isidoro ya me ha pasado la galerna. Era como si en el alma me hubieran sacudido un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es la raíz del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una hermana que había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en el cuello y se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una Arije. Vivió poco tiempo: treinta y tres años. Dicen que lo del tiroides la vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita. No tenemos mucha suerte los de la familia. Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco partido a la vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que otra furcia de la Ballesta si se tercia y sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he fumado lo mejor de Vuelta Abajo; me he bebido cubetas enteros de Vega Sicilia. He amado la literatura profesión que nos inmortaliza y no fenece, aunque no valga la poesía para nada. Mira ese: escribe libros, decían con sorna sus detractores. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas de nosotros aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos para cuando sople el viento de perdición que extinga la llama de todos los cirios. Otros tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la vida destellando rayos lumínicos. ¿Será eso por lo que el profeta nos define como Vaso de elección? ¿Será eso por lo que me pusieron al nacer Baruj? No me jodas, hombre. No te las des de santo cuando todos sabemos que res un pecador cristiano y cretino.
Y entretenido en estos pensamientos místicos deambuló por la ciudad. La Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano que casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos. Es un Madrid que me daba cien patadas sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una parrafada que parece un chotis y muy enviserados y chulaponas se van a bailar a la Verbena de la Paloma o al cuchitril de “La Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo que la etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como arrancarse por peteneras y darle una buena soba a Yo/qué/cojones/hago/aquí Nesti para los amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva visera de los de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral. Ese seguro que reventará  como el lagarto de Jaén sin que nadie le siente las costuras y le haya partido la boca por mentar a mi madre, que se muera  Madrid era una ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al bueno de Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando en suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida de blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta pregunta:
— Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno, bueno niñas qué cosas tenéis. Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale ale a casita que llueve.
Pero cuanto más les amonestaba mas se le arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera. Estas prendas vienen por algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la  podersosa navaja cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de Albacete se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el primer metro. De noche la ciudad resulta una desconocida, otro dibujo, otra alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que se inauguraba el mundo y poco a poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío bajo el poder de la resaca y le castañeaban los dientes. Era lunes santo y ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía una explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping por televisión hojeando a rastras  insustanciales periódicos y suplementos dominicales subidos de color y de desnudeces pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la modelo exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él la belleza era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos flotantes sino en la belleza interior. Fue entonces cuando cdecidió abandonar el hogar y entregarse a las fuerzas de la noche sin rumbo fijo. Conjurando su hastío anduvoi por colmados y garitos. Una mirada una palabra amable una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportaje su pan comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y llena de turistas curiosos. La descristianización progresiva, los largos puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado mortal y el peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel habían sustituido a los curas y a los obispos. y los grandes jerarcas que se vieron pillados de ilroviso reflexionaron con la gran frase de la piedra filosofal si no los puedes vencer únete a ellos. Arije se enstyía fascinado por esta claudicación general esta rendición sin barreras del antipapa Coramvobis (así le llamaban por sus enromes posaderas) Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios, derribaron pulpitos y ambones el purgatorio no existe y el infierno fue una fabula que se inventó el Dante; así que hemos instaurado la religión nueva. Todo cambió. Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le daban escalofriaos de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre suras a Alá y la muerte de un gendarme. Dios aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la tendría su hermano Jovino que siempre le dio mala suerte, o que un resorte le había fallado. Estaban sin embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo de su obra anepigráfica.
— Tío, eres todo un baluarte
— Pero carezco de antivirus
— Que va. Lo que pasa es que estas apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las horas muertas ante la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
— Ya lo sé. Yes you can. Acaba de nacer un partido político de nombre rumboso norteamericano. Los espías venidos desde la Gran Manzana sacaron a la calle a sus legiones de Descamisados con vocación de empelomanía y ganas de pisar moqueta.  Iban por la calle Atocha exhibiendo grandes pancartas proclamando el cambio, la modernización y el bien común. El bien común de ellos. Los españoles van a la política sin vocación de servicio y con ansias de medro personal. La democracia siempre fue aquí una gran farsa, una purga de Benito acudieron los teloneros del pesebre y le pusieron una coleta y un nombre Munster Churches. Lo hicieron pasar por comunista siendo su natío de origen capitalista, un burocrata, un burgués aunque fuese descamisado en playeras  sin corbata. Flagrante caso de oportunismo arribista. Hemos sido condenados a vivir en un mundo donde nada es lo que parece. Munsgter Churches era hijo de un terrorista al qie el Dictador lo indultó e hizo conserje de un ministerio.
Había que quitarse el sombrero. Arije no había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los insultos. Eres un cobarde y encima te quejas. Recuerda la máxima que hizo fuertes a los hijos de Albión: “never complain, never explain”[2]

Todas estas predicas difundidas a beneficio de inventario, para su desgracia, no valían para nada, no le decían nada. Arije se paseaba por la roca del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte. Vio unos demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había demonios en el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás el jardín se alzaba sobre un cementerio y allí estaban los huesos del profeta Ezequiel en trance de alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios de la capital se elevaban como vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron. Castor y Pollux un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a guantazos y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
— A que no me coges.
— Uy, esos. Parece que van mal.
Por fin llegó tras mucho caminar, pasados los pontones del olvido, al intercambiador Digital, una cochera inmensa debajo de los cimientos mismos del Arco de Triunfo. Estuvieron trabajando obreros actividad frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que inaugurar don Cejas para la Trinidad pero puso algunas objeciones la Celadora de la Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo un descojone, entran dos y salen cuatro (yo quiero ser fraile de San Ginés donde se acuestan dos y amenecen tres) como antaño en el cine Montijilla y ya se sabe unos por otro y la casa sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las mismas bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la rushhour[3] y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio iluminando toda aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de un panel de indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Mala cosa pues ya dice el refrán: “zorra en cazadero, mal aggüero” Una fuina (la comadreja) se agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la oscuridad no podían soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no paraba de hablar.  Imitando a los garrulos  contertulios mediáticos —melena al viento—dandole a la sin hueso  sin parar arreglando el mundo a todas horas en los aburridísimos talking chous que aquí mucho hablar pero nadie hace. Se les va la fuerza por la boca. Seguramente que se había soltado de la jaula de un cuentacuentos:
— El 39 fue un año triunfal. Ese año un primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo punto donde nos encontramos. Entraron las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
— Que bonito! —dijo el de la partida que tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero para de hablar, lechuza que nos interrumpes. Te voy a regalar un masturbador de pilas y un consolador para que te lo metas por el culo, reportera que te dices periodista de chicha y nabo. Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
— ¿Qué hacéis?
—Estamos conspirando.
— ¿Así, con ese uniforme de penitenciados?  Tenéis ganas.
— Ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede que el 39 fuera año triunfal pero de aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín con una leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba desglosando como un parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc” (A las armas victoriosas este tributo). Matachín. Tatachán. Los romanos esos sí que sabían hacer las cosas. Eran gente para la eternidad; más que escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas de tiza y la  gris chequetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización  sonora de abiertas vocales denotando así su origen  ampurdanés. El profesor Bigorra era un buen español y un gran catalán. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en papel o en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de Baltasar. Frases para durar. No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la contra democracia fulgiendo como una ángel al lado del Águila San Juan y de Tito Livio y de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas todo eso pasó. Se fue. Pasó. Abrete. Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de profeta y apellido de pámpanos de parra. Eres ubre y pimpollo. Todo medula. Lo veía al pobre Baruj Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto blanco. Andaba agambado por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles iba y venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen pero la ciudad ya no es tuya y hasta el habla se le volvió extraña.  Todo es diferente. Los rostros, mohínos, distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las fisonomías se refleja la infelicidad que otorga el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata. Circular por debajo del Arco de la Victoria por donde pasaron las cohortes de Complutum camino de sus campamentos  Legio Séptima no es lo mismo que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas y esterones artolas y serillos. No ha baúl para guardar tantos agravios.
Puf. Todo lo que me echen.
Pero para él las calumnias las injurias no eran tales injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos? Sí. Señor. Tu sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Litstrotos. ¿Entonces de qué te quejas?. No seas zarrioso, Arije. Vuélvete pa tu casa. De noche en Msadrid todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getseman pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran mis piés con pomos de nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La conversación con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza con nadie. Mnadie quiere saber ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo. Atravesamos el desierto el ponto tenebroso. Tiempo de Acuario. Todo parece que fluye. Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la escalinata con una gran alcatifa a cuestas. Era un Mohamed manumiso exarico para los que Madrid nunca será Madrid sino Majería. Al menos ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista. Estás perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y tus hermanos? Mi madre mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra. Difíciles frases. Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando dándole vueltas al contexto, hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando de entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corren tiempos recios. Señor, sálvanos que perecemos. Navegando en zozobra la humilde barca de Pedro pronto dará de través.

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18 de marzo de 2007

En el alto del León llorarían los leones pero Lope Nenias Núñez no lloró. Más bien
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todo lo contrario. ¿Existe la palabra arrascar en el diccionario? La gran sota la que  le enviaba por Internet fotos indecentes y se masturbaba por la Webcam complejo de putas pero se ve y no se toca oye. Me educaron en las monjas colegio de pago y yo soy hija de familia, tengo cincuenta y tantos y un marido irlandés al que le tengo dominado y claro me esparzo en la red, me desparramo en las paginas lienzos cibernéticos que mudan de faz y de sobrefaz prologando un mundo en constante movimientos. Voy a la biblioteca, me llamo Ifigenia y pertenezco al cuerpo de bibliotecarios archiveros y paleólogos con plaza ganada por oposición. Ya sabes. Me gusta la buena vida los buenos vestidos y que no me den problemas. El ambiente de trabajo, mal. ¿Soy una mujer frustrada? No qué va. Me llaman la rosa insatisfecha mis pupilas. Tengo algo de gata. Afilo mis uñas en la oscuridad y ataco por detrás. ¿Y qué haces tú más que fumar en pipa y lanzar en los chatos mensajes de la botella tio? Vas para viejo eres un carcamal. No te crea no te creas Ifi. Enseñame las piernas. Así. Así está bien. Oh ese muslamen. Tienes unos muslos torneados las teticas en su lugar y la crija. ¿Qué dices? La crija nunca más. Tengo un espacio para mí sola. El cuarto de atrás. A boom of my own. Virginia Wolf no hablaba por hablar. Ese lugar en el que no entra nadie ni mi marido es un altar sagrado. Tengo la llave y la custodia. Ya me dirás. Mi santo no puede controlar mis sueños. Me puede tener y gozarme una vez dos. Tres caliqueños en una noche. Aguanta el tío. Ya. Es un irlandés. Debe de ser el Guinness. No ha necesidad de pinta. Tres pintas de una vez y los polvos le salen todos seguidos. Es lo que nos guata a las mujeres. Que nos domen. Que nos penetren. Pero que guarradas me dices. No eres más que mi pen pal. Mi confidente internauta y ya estás. Todos vais a lo mismo. ¿A qué vamos a ir, Ifigenia hija? La vida es cabalgar. Movimiento adelantes y movimientos pa atrás. El toma a toma se escucha entre el mullir del jergón en toda la vecindad. Arre. So. No pares. No pares. ¿Eres gritona? No me puedo controlar, hijo. Una vez tuve un amante,. Nos lo montamos en la playa y había un moro mirón que quería participar. Nos tuvimos que volver al hotel para seguir la fiesta y en el mismo ascensor me poseyó dos veces. Era incansable. Jope. Como en el chiste de sofía Lorén debía de ser tu macizo. Pequeño negro un manojo de sarmiento un místico. Salió pues tenía que trabajar y dicen que todavía al bajar de la escalera se la iba maneando. A mí los hombres me gustan así. Ninfona. Anda de ahí. Ya. Comer y arrascar es todo empezar y joder lo mismo. No tienes enmienda. Deben de ser tus fantasías sexuales. Soy una mujer de mediana edad. No me interesa lo romántico. Hay que ir al grano baby. Pues esta eran las clases de amores que le salían a Lope por Internet. En los ches en los foros en los miradores del web Cam se encontró no pocas veces con estas antoñitas las fantasmas. Estas tías son los que llaman los británicos teaser y acabas con un dolor de huevos que no veas. Luego lo pagan las chicas de tarifa de la armut. Allá voy con mis dandalions y pago el débito que se debe. Comprador de carne eres. Un gilipolla más bien. Pero había que huir y refugiarse y subir el puerto y bajar la pista. Pararse en las gasolineras a repostar. Hablar con los camionero con cara de sueño y los nervios crispados. ¿Adónde vas? A San Sebastián. Ya es hora de encerrar. No duerno. Hay que aportar el alijo. Idas y venidas. Mundo cane. Mundo móvil. El gran hospital donde se murió un brigada que era amigo  de su padre, el brigada Gerineldo,estaba vacío y fantasmal. En el frontispicio quedaba reseñada y triunfal el águila invicta, del ejército, la insignia cosida al pecho de la oficialidad, cruz colorada de santiago, no más, abriendo reseña, las alas desplegadas, el pico como una amenaza, la boca entreabierta, vista a la derecha, y todo el plumaje ondenando en las alturas, como un correaje, en disposición de ataque. ¿Qué se hizo de las viejas acies? Las cohortes ¿dónde están? El pájaro castrense hay a algunois que les horripila por lo visto. Les recuerda a los viejos tercios. Carlos V. el valor se lessupone a los soldaditos pero una cosa es hablar de las antiguas gestas y otras padecerlas hundidos en el barro de la trinchera o respirando el humo de la chabola. Escribor cartas al hermano sobre una tajuela del cuartel y decirle querido hermano, estoy bien, espero que por la presente y en ese momento silban balas y siento como una quemazón por el pelo. Zas. Me desgorran. El plomo arranca de cuajo la levita, destronca un olmo a pocos metros de la posición pero sólo roza la cabeza y hace un taladro en el gorro, se lleva una mata de pelo que como sabes, hermanos, yo llevo la raya al medio, dejame del roce infausto una cierta quemazón y huele en la trinchera a cuerno quemado, andá, ni me enteré, las cosas importantes de la vida ocurren así, de refez, uno ni se entera, a uno lo engendran después de una romería una noche de luna de agosto y un tiro de los rojos se lo lleva por delante, tengo que escribir algo de esa inconsistencia de la vida de esa falta de trabazón que nuestras vidas son historias sin argumento pues ya digo no hay trama todo resulta efecto de la casualidad de un encuentro dichoso entre dos enamorados o de un malñsín que te sale al paso en una taberna con una faca de destozar corderos y entonces… muerto enb riña. Levantgamiento del cadáver. Certificado de defunción. Muerto en riña. La culpa la tuvo el vino. He ahí el resultado de una borrachera y la borrachera es tambien una gran borrachera.  Todos perecemos a causa del delirium tremens de la política. Esa clastomanía del español que no sabe vivir y no deja vivir y cuando suceden las cosas ay, pues ahí. Ay mi gorro. Lo comprçe en Valladolid. La Társila que es mi madrina de guerra me cosió los galones rojos pues como te digo acaban de ascenderme a cabo y me han propuesto para los cursos de sargento, es como sabes mi madrina una buena rapaza fui a verlas a cuevas de Provanco y me rgaló una estampa de la Virgen del Val y varias medallas y un detente bala que en esto de medallas cristos y rosarios ando bastante hoilgado y un Jersey de lana que sus manos me tejió. Con él resguardome del frío que aunque es por el verano en las mañanas serranas de agosoto hace relente y pasamos un frío de cojones, ha sido un tiro de suerte, bueno Uesino, te dejo ya me dirás tú como lo llevas y hasta la próxima, y oigo la voz de mi teniente jurando en arameo. Cúbrase, muchacho, que te arrean. Y me lanzo de bruces contra una roca con tal do que me lleno la cara de desollones. El pepinazo artillero retumba a unos cincuenta metros, abre un embudoi en la cuesta, arden algunos cardos resecos. Huele a tomillo y a tierra en remoción. Pero el fisparo que se llevó por los aires mi gorro cuartelero era el de un paco. No lo veíamos y él a nostros sí. Las balas son como las cartas. Llevan tu nombre y dirección y estampado el sello y hay que recibiorlas. A la que te ha de mantar no las habrás de sentir. Bien lo sabemos los guerreros. Aquel maldito apostado tras los primeros pinos de la divisoria del frente tierra de nadie nos diquelaba y nosotros creiamos estar a cubiertos y reguardados en la posición pero nuestra desenfilada no era más que un espejismo. Salieron tras él el cabo emeterio y el sargento Celedonio pero cuando nos quisimos dar cuenta ya había volado el pájaro. Te digo hermano que hoy es un día de suerte. Por poco me asesinan. Me desgorraron y sin otro particular se despide por la presente éste que lo es tu her,mano Ambrosio. Postdata te mando un paquete con cigarrilos que aquí el tabaco no nos falta aunque la comida escasea y asjunto el dichoso gorro de falngista tiene una quemazón y un orificio de entrada y otro de salida oara que se lo lleve a los frailes del Hener y lo coloquen en el manto de la Virgen que a dios gracias gracias a su intercesión gloriosa salvé la vida y que madre haga unas mandas keve un bodigo algunas pesetillas que he ahorrado de mis primeras poagas y enc argue un oar de misas de agradecimiento y que éstas las diga  Fray telesforo. Por hoy nada más. Sin novedad. Estaba mi padre escribiendo a su hermano Ursino que estaba en el frente de Oviedo cuando sucedió el percance. El gorro por fin no lo llevó la abuela Paula a la virgen del Henar como exvoto. Lo he visto yo guardado entre los pingos del arca guardada en el desván entre los tastos viejos. Símbolo de la guerra civil. Aquel gorro me trajo muchas remembranzas y en el agujero de aquel disparo que no hizo carne sólo perforó la tela azul se guardaban escritas muchas historias más delk valor, del coroaje, del miedo, de las lágruimas, del resentimiento, de la casualidad y el azar que determinan que en las guerras unos mueran y otros se salven. ¿No les parece una guerra bonita? Había sido abandonado hacía un lustro y el viento movía los batientes de las ventanas y jugaba al trutruca con las persianas de plexiglás. Crecía parietaria en las aleas por donde paseaban las enfermos y en las galerías todavía estaban las chaise long donde los antiguos enfermeros se morían con voluptuosidad tosiendo y meciéndose. Dicen que los tísicos están dotados de una extraordinaria capacidad erógena. Andan mal de la caja de cambios y mal de cintura para arriba que para abajo andan como un reloj.  Piensen en Chapín. ¡Alto a la dueña! Eres un puñetero. Tantos requilorios para enarrar las vicisitudes de un polvo polvote. Glorias del sábado. Sabadote. Era Sara.¿de donde eres? Del Paraguay. Pero yo creo que era de Colombia. Amor a primera vista. Era una buena torda jacarandosa y lozana sus besos luego en la habitación sabían al cundido de pan pringado en aceite y sal de nuestras meriendas las que me daba mi madre allá en las tardes de la infancia después de venir de clase. Estaba sentada en la barra luciendo una miniflada vaquera buenas piernas algo rubiabas no era guapa. Mas bien vistosa. ¿Qué va a beber el señor? El caballero muy ceremonioso y puntual. Un agua mineral pedí. Llevo ya mes y medio sin catgar la priva. Y me siento mucho mejor. Me sometí poco ha a una dieta de adelgazamiento. Bajé no sé cuantos kilos. Ahora para completar la historia sería conveniente e higienico que abandonase el tabaco. Eso me cuesta algo más. Los nervios. La página en blanco. Y la pipa es una buena compañera. Te dan nervios y baticores, y ahora ¿qué pongo yo aquí? Deja correr la imaginación. Aspira unas cuantas pipadas y recobras energía. Pero todo es psíquico. La comida y el humo está en tu mente. Malas pasadas nos juega a los debiles mentales la loca de la casa. Y nop valen ni poder de voluntad ni presencia de ánimo. El deseo te arrolla. Bueno la verdad es que me había tomado una tableta de viagra que me recetó el médico. Hace algun tiemo, mucho, creo que va para doce o catorce añor que no carburo, no se me enciende el deseo, no corre la sangra por el instrumento y el bálano se queda flácida. A lo mejor es que ves demasiadas películas y con tanta televisión estás un poco harto de todo. Madre mía con las jacas que se ven ahora por la calle. Siempre fui algo tímido. Me enamoraba perdidamente y escribía poem,as de amor pero ellas lo que querían eran sexo. Entonces era pecado. No solo te condenas sino que también te haces polvo. Receta y consejos del padre Damasio ekl capuchino de la barba blanca y una larga cola de penitentes en su confesionario. Aquekl capuchino pequeñito y brioso como la monja que se sube al arbol en la película Armacord (lo que yo voy a contar son las fabulosas crónicas superpuestas en silva de varia lección) y aplaca los hados malignos de la sexualidad. Tenemos cuerpo y necesidades inconfesables. Comer y uno come por nervios. Cagar algo estreñido y lo otro cuando nos toca pero a ciertas edades a uno se le quitan las ganas habiendo tanta oferta en el mercado mengua la demanda que fatalidad, y lo que digo que las colas del Padre damaso en el Jesís m e recuerdan los pecados del madamiento ese puñetero. Siempre lo mismo. Hijo mñio ¿Cuántas veces? Muchas, padre. He perdido la cuenta pero veo esos culos en el metro, se me arriman un poco o me arrimo yo y ya estamos con la canción guerrera. Sexo a solas. El pensamiento dichoso y te salían granos. Muchas pajas. Ewl buen capuchino nos daba la absolución. Haciamos proposito de la enmienda y al poco rato ya estamos. Una pelea perdida. Duchas de agua fría. Oraciones a san Luis Gonzaga y al santo Niño del remedio. Señor antes morir que pecar pero que si quieres Catalina. ¿Me condenaré, padrecito? Hijo, no solo ter condenas sino que te estás haciendo polvo. Eso ya lo sabía yo. Con 22 la metías por el ojo de la cerradura de cualquier puerta. Con 62 la cosa pedía no pocos trámites y requilorios. Además en la vida me habían pasado cosas. Sufrimientos morales, decepciones, sospechas, traiciones y eso se traducía en gatillazos. Linda y misteriosa cosa es la mujer. El camarero me sirvió un poco de agua mineral. Guapo. ¿Te parece? Eres guapo. Venga manos. ¿Cuánto= cincuenta euros y me lo monté en el segundo pìso con aquella sara guar del Paraguya pero del Paraguay creo que no era. Mas bien colombiana y cachonda. Milana bonita. Tenía un cuerpo sagrado y unas piernas de modelo despampanante de esas que desfilan en la catasta. Irresistible. Ya estaba en la tentación pero ahora no me remordía lña conciencia. El pobre Dámaso se había muerto el pobre. Lo mató otro fraile envidioso no por un quitame allá esas paginas sino porgque fray damaso que tenía buena mano en el confesonario copaba el territorio. Era un crack de la dirección espiritual y de otras vosas. Ya lo noté yo entonces. A nosotros nos despachamaba en menos que se persigna un cura loco pero si se arrodillaba en el cajón uuna chavala la tenía horas y horas y digo yo que qué la diría pues lo de siempre. En los conventos tambien hay envidias y parcialidades y el que usó contra él el hierro según me dijeron nuevo era postconciliar y el difunto iba por el polan antiguo de misas en latin y utilizaba unos consejos y unos aires misteriosos que resultan desde luego más atrayentes. Total que se lo llevó por delante una tarde después de visperas en el mismo refectorio. Fue a su celda y los acribilló. Cinco estocadas. Una en la yugular. Mortal de necesidad. La comunidad trató de acallar el asunto pero cundió el escandalo. El fraile que lo mató se ahorcó de un almez el más alto que hay en el retiro. El sexo siempre lleva a la muerte. Creo que la culpa de aquel crimen la tuvo una confesanda. El padre damaso le había birlado a fray Canisio la hija espuitual y claro tú no vas a ser más que yo ni lña tienes más larga. Los curas tambien la tienen debajo de la sotana y muy juguetona a veces pero no se notan porque lo tapan. Echaron tierra al asunto.  Aquello no me quitó la fe y voy tufoso los primeros viernes a hacer una visita al Moreno y le rezo un padrenuestro por el eternoi descanso de aquel sacerdote de luengas y blancas barbas que dicen que era un santo pero luego resultó que no tanto. Ta dice el refrán que de dineros y de santidad la metá. ¿No te denudas? Con las prisas y las ganas la tendi en la cama y ella nada más esparrancarse empezó a gritar y a cporrerse. Ay que me matas. Yo mismo estaba sorprendido de los piropos que me echó la querida sara. Si ahora eres así que sería cuando eras joven. Una calamidad, hija. Una calamidad. La perdición de las mujeres. Quería quitarme el preservativo. Mira vamos a hacer un niño. Ah ah no te conozco. Nunca había hecho el amor con tanta guerza ni tanta virilidad. Gracias sarita por devolverme lo que estaba perdido. Mi mujer me maltyrata sabes me riñe. Me aburre con sus monsergas. Había que cambiar de yegua tú eres diferente. ¿Tienes niños? Dos en mis paises. Todas las semanas les mando dinero. Acaboi de echarles doscientos euros. ¿Y m arido? Soy viuda de un policía nacional al que mataron unos delincuentes. ¡Que historias! ¿De aquí y allá! Gracias reina  por tu caridad. Me acabas de dejar el cuerpo nuevo. Ven mas veces. ¿Lo harás? Claro que sí. Buen servicio. Me despedí. En el local en penumbra había pocos clientes y en la barra seguía medio llena la botella de agua mineral que había pedido. Sabado de cuaresma. Deberías reportarte. No estas bien que te vayas de puta. Ay huerto florido,
La búsqueda del eterno femenino puede que me hubiera jugado malas pasadas pero ella estaba allí: la mujer triunfante hecha de brumas y de calendarios. Yo lo que quería era saber cómo estaba de los bajos. Ellas estban para eso: para el amor. Dos euros por la sabana o el paño de las certificaciones. El burdel de carretera funcionaba de un modo aséptico y hasta puede que estuviera siendo negociado por guardias civiles o por policías nacionales. Que en españa han opcurrido cosas increíbles en los últimos años y andan las churras con las merinas y no se han apartado los cabritos de los corderos. Soy desde que me dio por confraternizar con las visitaoras, hijas mías de mi vida, un partidario del amor airado, amigo de cantoneras, de las mozas de partido y de las noches inconfesables de picos pardos. No quiero hacer aquí una confesión de parta. Quiero sanarme, buscar las reconditreces  del alma, hurgar los arcanos ocultos, hacer una profilaxis del alma. ¿Y fónde estará el alm a?
Buena pregunta. Unos dicen que en el corazón . desde luego en las partes nobles y de lña cintura para arriba pero ¿y si estuviera de cintura bajo? Pachasco. Como te gusta complicarte la vida, Emeterio.
-      Es la causa por la cual escribo.
-      Toma y todos. Eres un exhibcionista. Quieres sacar en estas cuartillas tus bandullas.
-      De menos nos hizo dios.
Los sábados en mi infancia eran los días dedicados a la Santísima Virgen. Había que cantar la sabatina y rezar el oficio tardo. Los judíos guardaban su regla de quietud y los ingleses van de compras, dan cuerda al reloj o lavan el coche. Ahora los sábados se han vuelto de lo más intrascendente. Escapé de mi celda. Soy un monje ñlaico. Vivo ahogado entre papeles respirando el humo de mi pipa, escuchando la radio que sólo en mi cuarto tengo cinco con tres ordenadores y una máquina de escribir vieja. Soy un grafómano. Acaso un escritor fracasado. Estoy quemado. Acabado. Este insulto que recibí en ewl foro me hizo ir en busca de Sara. Probar material. Ver cómo furrula el motor del seiscientos. Es lo que hacíamos cuando comprábamos el coche nuevo. Salir a probarlo a la cuesta de las Perdices.. quería que me dijesen que estoy como un cañçon.
En el pasillo está la bicicleta Peugot. Años atrás hice mucho deporte. Ahora apenas la uso. Resulta peligroso. Aumentó el tráfico pero todavía hay suic idas que se echan a la carretera. Y yo trabajo y vuvo, sueño en el trastero. Con luz aertificila porque la que natural que penetra por el montante o ventanuco a mis espaldas es insuficiente. Imágenes iconos. Retratos de mis hijos. Misales. La estola para decir misa. Y un consejo no os fies demasiado por Internet. La red es capciosa y atrapa a los incautos. Los amigos y las novias que os echais por Internet son falsos.
Había estgado en arévalo. Plaza del arrabal. Visita a las angustiosas. Se murieron los dos hermanos viejos. Arévalo la ciudad dormida que guarda luto por la reina catolica suya estatua se alza bajo las dovelas del arco de alcocer. Me gustan las ciudades isabelina: arévalo, alcalá, Segovia. Fueron villas regias y cagrtadecidas. En una de ellas nací. En otra me formé y en otra vendí libros como viejo regatón olvidado. Aquel s´ñabado de marzo portaba sobras olvidadas de los bailes de candil y yo tenía la magia en el cuerpo y buscaba el hechizo de las palabras mientras la memoria exhalaba bocanadas de humo y fatuas fosforescencias.Life is deceiving oí decir a un filosofo inglés. Vivir puede que sea el resultado tanto de una incognita como un espejism,o y por eso nos agarramos al espejismo del sexo o de la mística. Ambas realidades son las sendas de un mismo camino. Venía la primavera ya y silbaba el ruiseñor su canto de oro. Sexagenario me era yo. ¿Cuántos me quedan? No quiero ni pensarlo pero si m i cuerpo a veces fracasa me siento joven. De todas todas. Y para aquí  






[1] Vivir y después filosofar

[2] Nunca des explicaciones ni te quejes

[3] Hora punta



LA CATEDRAL DE SEGOVIA EN LA LITERATURA

La catedral está bien situada (leemos al comienzo de la novela de Jesús Fernández Santos “Las catedrales”), en el lugar más alto de la ciudad. Es la segunda que alzó el cabildo. La primera estuvo asentada en lugar más bajo y menos protagonista y, además, estorbaba el ardor guerrero del alcázar”. Gótico tardío como gustaba de llamarla Umbral. Constituye junto con la de Oviedo y la de Salamanca el último suspiro de la arquitectura medieval. Las tres diseñadas por Gil de Hontañón Pero la de Segoviana turris ebúrnea es la más alta de toda. Su cimborrio puede otearse los días claros a cien kilómetros. Son cuatrocientos treinta escalones desde la base al campanario. Imponente mole.  Su erección, comenzada después de ser destruida la anterior en la guerra de las Comunidades, costó sesenta muertos de todos los oficios albañiles carpinteros fumistas vidrieros talabarteros e incluso un canónigo se ahorcó era el limosnero (no le salían las cuentas al hacer el arqueos), vio bajar al sepulcro y ser coronados a diez obispos, recibió victoriosa las banderas de Flandes, lloró a muchos muertos. Campanas de gloria y misas de réquiem de todo hubo. Convidado de piedra y testigo mudo del paso de ocho generaciones Detrás de estos hermosos edificios se oculta una historia de afanes, pleitos, dilaciones, obreros que fallecían al caerse del andamio, canónigos fabriqueros que la palmaban a causa de un berrinche con los capataces, encargados que desaparecían con el dinero del cepillo de las ánimas, paros en la construcción por falta de presupuesto. Un ir y venir. Doscientos años en la vida de una ciudad de para muchos encuentros y desencuentros —Notre Dame de Paris tardó algo más y la construcción de la catedral de Lincoln llevó tres siglos— y este es el punto de arranque de esta excelente novela. La iglesia mayor de Segovia dedicada a Santa María es cifra y compendio de esa catolicidad titánica de nuestros ancestros. La jerarquía inspiró de la mano de la tradición y de la escritura pero quien puso manos a la obra fue el pueblo. Aquella Europa de las catedrales quiso edificar la ciudad de Dios, arduo empeño que se llevó por delante muchas vidas.
En lo alto de la torre allí donde se abren los cuatro ventanos vivía el campanero con su familia: la madre, el padre, Inés y Agustinillo al que pegaron un tiro en el Cerro Matabueyes; una familia con sus aperos de labranza, los cacharros de cocinar, la lumbre y las trébedes y hasta un cerdo que mataban por san Andrés.
Fernández Santos sitúa la acción durante la guerra civil cuando la torre catedralicia era un centro de vigilancia a los aviones. Un radar que escudriñaba los horizontes de la Mujer Muerta y Siete Picos.
El libro debe de ser autobiográfico pues la familia del escritor se refugió en la Ciudad del Acueducto al venir el Movimiento. Describe el fervor con qué se subió en procesión a la Virgen de la Fuencisla desde el santuario para evitar que los “otros” entrasen y supone que tal vez a esta intercesión milagrosa se evitó la destrucción de la milenaria urbe romana.
Encontré en las páginas de esta novela enigmática retazos de mi infancia mirando siempre para aquella catedral totémica con un campanario que eran cuatro ojos miraderos de una suprema atalaya.
A Fernández Santos lo conocí en el café Gijón allá por el año 93, iba por el sexto gintonic decía que tenía dolores y la ginebra le calmaba. El y yo, más sobrio que un fiscal, compartimos los dos recuerdos de la Dama de las Catedrales.
Uno fue monaguillo o seise de la santa iglesia catedral, sotana roja con esclavina roquete blanco las mangas perdidas de cera. Me dejaron entrar porque me sabía de memoria el “confiteor”. Fueron las oposiciones más fáciles y agradables que hice en mi vida.
Toda una serie de personajes de la vida real que conocimos — S. Santos alarga el catalejo desde su atalaya en lo alto y trata de encontrar el pulso vital de Segovia c. 1937 como Clarín describe el Oviedo del finiseculo del XIX — y ahí nos encontramos a don Cristino el archivero toda una vida leyendo y tomando apuntes para preparar un libro sobre la historia del cabildo. He aquí que se acuesta una noche decidido a emprender la tarea y a la mañana siguiente amanece sin memoria, victima del alzheimer. Don Cristino nunca publicó sus memorias.
O al deán Fernando Revuelta el amigo del general Varela al cual le apasionaba la Historia de los Heterodoxos de Menéndez y Pelayo aunque no tanto como los automóviles y las carreras de motos, sobre todo el biscuter, que estaban probando en la fábrica de Caretas y el SEAT 600. Un día en la sacristía mientras se desvestía, al cabo de una misa pontifical, le pregunté a bocajarro al señor deán:
— ¿Por que no se usted echa coche don Fernando?
—Niño — dijo— ¿para qué quiero coche si no tengo para gasolina? Soy un cura pobre
Y era verdad; el cabildo y el obispado eran riquísimos en bienes raíces casas pinares huertas pero sin apenas liquidez; a muchos canónigos en cuanto si les llegaba para mantenerse con la prestamera del beneficio.
Leyendo este hermoso libro a ratos melancólico, otras procaz, (podían ocurrir muchas cosas al subir los cuatrocientos y pico escalones de la escalera de caracol, que también allí el diablo se esconde por los rincones, aunque un letrero a la entrada del claustro lo exprimiese bien tajante: “pena de excomunión para el que en este sagrado recinto tenga pensamientos impuros o haga actos deshonestos”) he recuperado el niño y adolescente que fui.
Toda una familia vivía arriba con sus gallinas, el cerdo en la cohorte, y el aceite hirviendo en la perola donde la madre freía torreznillos.
Luego, cuando pusieron luz eléctrica, no hubo necesidad de campanero. Colocaron abajo el telefonillo y las campanas repicaban solas, accionando el interruptor de un circuito electrónica desde la sacristía.
Ya no fue necesario que el señor Sebastián aquel morañero pequeñito pero recio - me parece que era de Abades,-  el sacristán, todo un atleta,  ágil como una ardilla (eso yo lo he visto) trepase por la cuerda que colgaba de lo alto de la bóveda y gateara hasta arriba.
Una vez en la cúspide, desenrollaba la cuerda del badajo que estaba enroscada.  Luego descendería sus cincuenta y tantos metros descolgándose por la maroma con habilidad, y tan pichi. Aquello parecía un número de circo.
Los esculcas desde la atalaya en tiempo de guerra avisaban de la inminencia de un bombardeo pero la fuerza de Riquelme con los internacionales no pasó del Cerro Matabueyes. Allí estaba la Virgen de la Fuencisla cerrando el paso. Nombraronla capitana generala.
Fueron contenidos por la infantería del general Varela, que me parece que era algo amigo del deán, Allí fue donde le sacudieron un tiro a Agustinillo. Ese es uno de los ejes de marcha del argumento de esta novela sin tratamiento lineal sino a saltos siguiendo el esquema de la narrativa moderna donde los hechos reales se entreveran con los flujos de conciencia.
Subieron en procesión a la Patrona desde su santuario. La catedral era un hormiguero de gente y su torre un pararrayos.  Cumplió su misión estratégica.
Hoy ya no hay gallinas en el último piso. El campanario se ha convertido en un centro de atracción turística que ofrece las mejores vistas de la ciudad. ¡Viva la concordia y la paz aunque no vaya tanta gente a misa!


OXIDOQUIA

Veo los agudos del paisaje
Velados por las lágrimas
Vista penetrante y voz vinosa
Cansada de entonar salmos
No te asomas, Salvador, por el resalte del pretil encaramado. Es alta la tapia
Mas, sé que estás ahí
Pisando rayos consonantes
Leo y leo y pedaleo
Subo al Escorial que al final del XVI
Estaba poblado de cien mil habitantes
Corre el mes de abril 1995
Y ando enfrascado en la informática
La pantalla del PC acecha a mi vista cansada
Los ángeles cantan: "victimae paschale laudes inmolent christianu
agnus redemit oves
Christus innocens Patri
revindicavit peccatores
mors et vita confllixit
duello mirando
dux vitae mortus regnans vivus
Dic nobis maria quid vidisti in via
sepulcrum christi viventis
et gloriam vidi resurrecti
angelicos testes sudarium et vestes
surrexit christus spes mea
precedet suos in Galileam
Scimus quia Xtus surrexit a mortuis vere
Tu nobis victor miserere
Es la pascua
Los sones son tristes











MONASTERIO DE CARDABA SACRAMENIA UNA HISTORIA DE NOVELA





El día de san Bernardo los que, como yo, siguen la regla del doctor melifluo y abrazaron las constituciones de su monacato dentro del siglo se sienten un poco tristes. Es tristeza fin de siècle, llanto por nuestros pasos perdidos, tristeza de finales del verano, nostalgia celestial por el canto de aquellos monjes blancos con la cogulla negra resonando lejanos a través de  los valles de Europa. Son las voces anónimas de quienes siguieron la senda apartada del cantor de María, melifluas armonías 20 de agosto.
Menguan los días, marchan las golondrinas pero los zarzales se encuentran llenos de fruto y la luz declinante baña de todos los colores el rosetón de la antigua iglesia del monasterio de Cardaba en Sacramenia cuyo claustro fue vendido a los norteamericanos y hoy puede visitarse en Nueva York. Subí varias ocasiones a su emplazamiento en el alto Manhattan cuando era corresponsal o bien acompañando a familiares y parientes venidos de España o llevado por la nostalgia de aquellos sillares de buena labra que contenían todo el carbono 14 y el polvo de aquellos andurriales que tantas veces recorrí de niño. Eché de menos el silencio monacal y esa vida anónima de los profesos que muertos al mundo sus pompas y vanidades pasaron por esta vida sin dejar rastro salvo alguna que otra firma al dorso de alguna letra capitular miniada un nombre o una fecha consignados al desgaire sobre algún que otro libro del armorium o biblioteca capitular.
El monasterio debió de ser muy grande, dadas las dimensiones de la bodega y del granero. En todas las actas la firma del padre cillero o ecónomo, figura al lado de la del abad. Algo más de un centenar de monjes entre profesos y donados que hacían vida de comunidad total sin derecho a la privacidad ni a una celda conventual según la estricta regla de Claraval. Pasaban la noche en dormitorios corridos, su descanso nocturno siendo interrumpido por el rezo de maitines, prima tercia y nona. Rezaban en una única iglesia y comían en un refectorio comunal, iban a trabajar al campo en cuadrillas y estudiaban en el scriptorium una gran sala al lado de la huerta, volcando su sabiduría sobre los códices haciendo correr el cálamo con buen pulso e infinita paciencia benedictina sobre el pergamino.
Escribían con tinta negra y roja. Quehacer impersonal, sin vanagloria o fidelidad a un canon y un horario fijo, todos los días igual. Hacían guerra a las pasiones, dominaban sus apetitos mortificaban sus carnes con ayunos y morían de muy viejos casi siempre delante de un retrato de la Virgen María que les abría las puertas del cielo.
Ello forma parte del misterioso legado cisterciense que siempre me sedujo. El que a Dios tiene nada le falta, aunque viva pobre como una rata y en el más estricto anonimato monacal.
Esos colores vitrales de la iglesia escondida en el valle de Sacramenia guardan muchos de mis recuerdos de niño cuando en cuadrillas acudíamos a la romería que se celebraba en el prado boyal; garrafatinas, almendras de Alcalá, tiro al pato en las casetas, tambor y gaita. Inundaban el aire melodías de dulzainas. Los del pueblo, jota va jota viene, arsa morena que soy san Roque, y si viene la peste que no te toque, bailaban al santo hasta que antes de atardecido acababa el jolgorio y regresábamos a nuestras aldeas caminando por los rastrojos. 
Hace muchos años que no acudo al festejo en los predios sacramenios de san Bernardo, antiguo cenobio castellano y una de las primeras fundaciones cistercienses, situado entre Valtiendas y Pecharromán, aguas debajo de un río que nace en Fuentesoto y al que aun no han puesto nombre solo se sabe que es afluente del Duratón. Flotan sobre el ambiente tristezas de despedida, nadie conoce los pasos ni los designios de Dios porque los muros sagrados se derrumbaron en el trajín de los siglos, de las guerras, las desamortizaciones, las leyes secularizadoras: ese ir y venir de la historia en el que no se percibe un rigor lógico. Es el caos de las pasiones humanas, el vórtice de la naturaleza inmisericorde con los débiles.
 Si en Inglaterra pasó como un terremoto Cromwell que redujo a ceniza casi prácticamente la totalidad el patrimonio eclesiástico inglés uno de los más ricos durante la edad media, en España un ministro por nombre Mendizábal pasó por estos ámbitos como la apisonadora. Por si fuera poco mamelucos y gabachos durante la francesada dieron buena cuenta de lo que quedaba.
Se quemaron cosechas, pegaron fuego a varios pueblos como el de Santa Cruz en el alfoz de Fuentidueña y ardieron conventos. Un furor revolucionario sacude la historia de tarde en tarde y agitando la tea iconoclasta acabó con estos muros consagrados. La casa matriz del Cister y la propia orden que irradió por toda Europa una fuerza expansiva, extensiva, cultural y constructora al grito de Dios lo quiere, impulso de las cruzadas, premonición del arte románico en el que Cristo se convierte en músico y arquitecto, un increíble y misterioso movimiento religioso y litúrgico en la primera y segunda mitad del siglo XII está hoy casi desparecida.
Clairvaux se convertiría en una de las penitenciarias inexpugnables de Francia, al igual que el monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia o el propio Chinchilla. Los edificios que un día fueron jardines de María — en mi obra Viva Claraval elogio de la vida contemplativa lo específico— se transforman en paraninfos de desolación, establos y pajares abandonados.  Eran otrora aulas de Dios. ¡Qué ironía! El monasterio de Veruela en Soria le sirvió a Bécquer de inspiración para algunas de las historias de terror en las que se inicia el romanticismo como género literario al igual que toda una pléyade de cenobios cistercienses en Galicia (Celanova), Zamora (Moreruela), Palencia (Aula Dei), fantasmagóricos recintos abandonados.
La regla bernarda cambió el rostro de occidente desde el punto de vista religioso. En España el rito hispano visigótico de origen griego cede el sitio al rito romano. Los monjes blancos traen consigo el espíritu de cruzada y se transforman en soldados ocupando torres en la frontera. Otro aspecto es el afán repoblador. Plantan majuelos, roturan baldíos, siguiendo el precepto de san Benito ora et labora en el que inspira su regla san Bernardo. Los caldos del mejor vino del mundo el Vega Sicilia que se cría por estos pagos fueron una invención cisterciense. Los monjes trajeron esquejes de las viñas borgoñas y trasplantadas a los valles del Duero produjeron ese mosto superior.
Cardaba— la data de su consagración remonta a 1142 — fue construida por musulmanes que fueron hechos prisioneros por Alfonso VII el Emperador y conducidos a Castilla como mano de obra. Es por esto por lo que en los valles de Sacramenia, Aldeasoña, Provanco y Peñafiel buena parte de la población es de origen morisco (también judía pues la aljama de Fuentidueña era la mayor en tierra Segovia) que se mezcló con la autóctona de ascendencia romana o vaccea.
Son los aportillados de Sacramenia a los que Alfonso X manumitió y les dio derecho a llevar armas y acudir a la guerra como soldados.
Sabemos que el primer abad era borgoñón y se llamaba Raimundo y que el último era un amigo del Empecinado que se tiró al monte y murió peleando con los franceses. Se llamaba fray Elías. En 1835 son enajenados los predios de Cardaba y los compra un labrador rico de Pecharromán. Casi un siglo adelante 1925 el magnate Randolph Hearst los descubrió y decide adquirirlos con la intención de transportarlo piedra a piedra a los USA por cinco millones de pesetas. Los sillares marcados y ordenados fueron embarcados y transportados en un carguero a Estados Unidos.
Ocurre la gran crisis del 29 y los negocios de Hearst, el magnate que inspiró al Ciudadano Kane de Orson Wells, dio en quiebra y el cargamento permanece olvidado en una dársena del puerto neoyorquino. Unos estibadores al cabo de tres décadas descubren el contenedor y las piedras van a parar a Miami (el ábside) mientras el claustro se queda en un museo al norte de la Ciudad de los Rascacielos. En fin, todo un cúmulo de vicisitudes dignas de un apasionante thriller trama para ahormar una novela supositicia de fantaciencia.
De las piedras seculares emanó según cuentan una maldición que ocasionó la ruina del magnate de los grandes rotativos. Hearst había sido el culpable de que el gobierno yanqui declarara la guerra a España, arrebatándonos el último florón del viejo imperio colonial. En connivencia con el almirante Simpson urdió la estratagema burda de la voladura del Maine. Murieron muchos de nuestros soldaditos como consecuencia del hambre y del tifus después del bloqueo a la isla por la poderosa escuadra norteamericana.
Aquellas piedras monacales clamaron revancha contra el hundimiento del buque “Furor” mandado por Fernando Villamil el héroe astur que un 3 de julio de 1898 levó anclas a sabiendas que esta temeraria salida del puerto de Santiago firmaba su sentencia de muerte.
La ruina de aquel banquero judío, que en uno de sus múltiples viajes a Europa quiso comprarlo todo, tuvo su origen en las plegarias de aquellos buenos frailes y cuyos ecos retumbaban en las bóvedas y los arcos del claustro pidiendo venganza contra la impiedad. El Altísimo escuchó sus suplicas y la fortuna del creso magnate se fue al carajo. Por lo visto, Dios castiga sin piedra ni palo.