VILLAAMIL
PROA AL VIENTO. SALVÓ LA CARA FRENTE A LA INPECIA DE LOS POLÍTICOS Y LA
PARLATERÍA DE LOS PERIODISTAS y (V)
Amaneció
Dios aquel 3 de julio de 1898, en Cudillero celebraban las fiestas de san Pablín
y en Castropol empezaban las novenas del Carmen. Toda Asturias rezaba por sus
marinos destacados en Cuba.
Los
diarios ingleses hablaban de la estrategia de Fernando Villaamil un marino
serio, estudioso, conocedor de la mar y recordando la frase de "honra sin
barcos y barcos sin honras decía que a la marina de guerra española la más
experimentada del mundo junto con la portuguesa no se le podía pedir eficacia técnica
pero en el combate siempre los españoles habían derrochado valor.
La sombra
siniestra de Trafalgar se erguía como un espectro sobre el rostro de aquellos
intrépidos nautas. Villaamil en su ultima visita a Oviedo para despedirse de la
Santina, rogando su intercesión, y visitar a su amigo Clarín había profetizado
"voy al desolladero".
Don
Leopoldo Alas templaba gaitas " no hombre, no, que ha de hacer, tú, cuando
estos líos acaben te volverás a Serantes, me vendrás a ver a Guimarán y nos
tomamos unas sidrinas".
Por desgracia
las palabras del literato asturiano eran vanas esperanzas.
La flotilla
que había zarpado de Cádiz y aportado a Cabo Verde para carbonear y la aguada ─ el "Maria Teresa", el
"Oquendo", el "Colón", "Vizcaya", "Plutón"
y "Furor"─ había sido seguida por los potentes acorzados "Brooklyn",
"Iowa", "Texas", "Indiana" y "Gloucester"
hasta Santiago de cuba, les dejaron entrar pero bloquearon LA BAHÍA.
Los
buenos servicios de información gringa chocaron contra la palabrería y bravatas
de la prensa española mal informada y locuaz.
Uno de
los torpederos realiza una acción desesperada y proa al viento y a toda máquina
trata de embestir al Brooklyn. Lo mandaba el capitán Eulate.
Sonaron
los pitos de abordaje pero se acabó el carbón y la nave norteamericana se dio a
la fuga. Horas antes de llegar habían recibido las dotaciones la fatal noticia
de la voladura del "Maine", la derrota del general Vara del Rey
frente a los mambises, y la declaración de guerra a España por el gobierno de
los Estados Unidos.
Algunos
miembros del estado mayor en Madrid habían propuesto el regreso de la flota
para defender la Coruña, Cádiz y Gijón que amenazan los americanos destruir. Sin
embargo, Villaamil, aun sabiendo que eso significaría ir al matadero, es
partidario de una "fuga adelante" y de defender Cuba y Puerto Rico
mediante una maniobra de distracción con un ataque rápido a Nueva York desde el
"Maria Teresa" pero este navío, la nave capitana, estaba viejo y mal
artillado para una operación de semejante envergadura.
Sin embargo,
Villaamil a la desesperada apela al viejo carácter bélico de los españoles que
en tierra propiciaron la guerrilla y en la mar la flotilla (palabras que han
quedado en el inglés) buscando el abordaje con el "Gloucester"; todo
en vano.
Aquella
mañana de Julio al sonar el cornetín de zafarrancho de combate salió primera la
nave capitana "María Teresa" a botafuego o resguardada a estribor por
el torpedero "Plutón" que pronto fue hundido por los disparos del
"Iowa" con fuego a discreción; gracias a Dios el almirante Cervera
logró salvar ganando la costa a nado.
Conviene advertir el comportamiento ejemplar
de la marina estadounidense que recogió a los náufragos y no aceptó la espada
del almirante en rendición conforme a los códigos de la lucha en alta mar.
El "Furor"
comandado por Villaamil no tuvo la misma suerte. Al amanecer se había entonado
en el castillo de proa el himno de España y una arenga alentando a la lucha por
España y por su reina. Se izó el pabellón de combate.
La consigna a la marinería a la orden de
zafarrancho, fue escueta: "salir según orden y viva España". A los
cabos que daban la orden se les tomó la
voz de emoción en sabiendo que iban a una muerte segura.
El capitán
Villaamil y su contramaestre Arderius
bajaron al sollado y en el camarote se tomaron entre los dos una botella de ron
(saltaparapetos) nos dice su biógrafo Francisco Camba.
Al ver
la muerte de cerca los grandes marinos siempre tienen a mano un gran frasco de
ron y acaso una plegaria. Al subir a cubierta el fuego graneado del enemigo se intensificó
alcanzando a don Fernando en el pecho. El torpedero que mandaba se desarboló,
la toldilla fue por los aires y se abrieron en el casco brechas de agua.
Arderius
dice que escuchó su grito por España y por mi reina. Arderius salvó quedó cojo
y manco fue rescatado en un esquife por la tripulación del acorazado
norteamericano. Y esa es la historia.
Cuando
voy a Serantes, subo al camposanto y me cuadro ante la tumba vacía de este gran
asturiano. Su cuerpo no fue encontrado pero su espíritu vive allí.
"Villaamil avante y con esta cruz delante". Siempre. Nos derriban
pero no nos rematan. España no se acaba. Este hombre que murió a los 52 años es
un paradigma para las generaciones venideras. Los buenos soldados nunca mueren
sólo desaparecen en la alturas. Quizás la muerte no sea el final