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sábado, 30 de septiembre de 2017

PEDRO MENÉNDEZ DE AVILÉS FRENTE AL CLIMA Y LOS FRUTOS DEL NUEVO MUNDO


Cañaveral donde siglos adelante habría de dar comienzo la carrera del espacio fue la primera tierra enjuta que toparon los galeones del Descubridor de la Florida. El problema era la carestía porque pronto se acababan los bastimentos que traían de la Península. Los indios navajos les enseñaron a cazar puercos con flechas enherboladas. Cuando no había carne la dieta consistía en palmitos e hicacos (cocos) pero siempre la amenaza era el hambre, el paludismo aparte de los franceses de Juan Girao que les atacaron en su fuerte de San Agustín.
Otro renglón nada desdeñable con que hubieron de enfrentarse eran los elementos del nuevo mundo: los ciclones y temporales de esta zona de la Bermuda donde misteriosamente desparecían los barcos y los aviones. Sin embargo, era gente de una profunda fe religiosa aunque en lo moral su conducta no fuese del todo cabal.
Se hacían la guerra mutuamente (el morbo visigótico o mal de los godos la envidia lo exportamos al nuevo mundo) sin embargo, lograron entablar buenas relaciones con los indígenas. A don Pedro los caciques lo veneraban como a un Dios cuando lo veían montar a caballo.
Al cabo de una navegación en zozobra si desembarcaban en la playa allí mismo mandaban los conquistadores españoles decir misa a los frailes y todos cantaban el Tedeum laudamus.
Los cronistas de indias hacen gala en sus libros de una prosa  concisa y circunspecta donde se narra de forma impávida los feroces acontecimientos y penalidades que hubieron de atravesar los quinientos soldados y naos que siguieron al Adelantado para colonizar la región. Su enfrentamiento con los soldados del rey de Francia Francisco I fue a muerte.
El desalojo de los luteranos estuvo impregnado del espiritu sangriento de la Noche de San Bartolomé pero el drama terrible de las guerras religiosas que habían incendiado el Viejo Continente y que los españoles pretendían evitar en el Nuevo.
La mayor parte de la guarnición –unos 550 asturianos y vizcaínos con unos cuantos castellanos de Tordesillas componían su alarde- que acompañaba al prócer asturiano eran veteranos de los tercios de Flandes. Tenían que vérselas con los corsarios ingleses y franceses navegando el mar de las Antillas la costa de Sto. Domingo Cuba y el canal de la Bahama.
Tuvo que atender a un motín a bordo y sofocarlo en su capacidad almirante de la armada.
El sedicioso se llamaba Juan de la Parra, segoviano, al que un sobrino del Adelantado, Pero Menéndez Marqués, mandó colgar de una gavia del palo mayor. Entretanto, dejándolo de lugarteniente embarcó en una carabela rumbo a Puerto Rico para hacer la aguada y cargar cazabe[1] galleta  y carne.
Esto acabado, despachó a su sobrino Pedro Menéndez Marques a España para que informase al rey Felipe II de los acontecimientos.
En marzo de 1566 por unos exploradores llega a sus oídos la noticia de que en una reserva había un grupo de cristianos como un centenar de hombres y mujeres a los que los indios había esclavizado y vivían como animales salvajes. Eran españoles y su capitán Diego Maza cercó al bergantín del Adelantado. El cronista Solis de Meras describe así el encuentro:
Españoles hermanos nuestros sean bien venidos en nombre de Dios y de Santa María y me mandó mi capitán esta carta que os traigo…
“Y el mensajero que venia agrega el relator de estos hechos ▬ estaba desnudo el cuerpo pintado hecho indio y con sus vergüenzas cubiertas


[1] Torta americana hecha de mandioca y de may

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