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viernes, 22 de julio de 2022

 ROSARIOS EN  SOTO DE LUIÑA

 

Antonio PARRA

Mayo mes de las flores y octubre que se acerca el del rosario. Recuerdo aquel invierno cuando estuve tan malo en que bajaba todas las tardes, navas abajo, a través de unos paisajes de égloga, pedaleando mi burrita bicletera, cuando sonaba la campana en el valle al toque de vísperas. Octubre mes también de Lepanto ahora en que nos da a los españoles conmemorar derrotas como la de Trafalgar que a lo mejor no fueron tanto. Pero aquella la ganamos. Gracias a San Pío V, a don Juan de Austria que en este país la mejor sangre de reyes es la de los bastardos, a Cervantes que estaba con tercianas pero subió el hombre a cubierta a echar una mano a los lombarderos pero sobre todo a la Virgen del Rosario. Arriba y abajo que a mi novia le he visto el refajo. Entro por la sacristía y salgo por el campanario para dar los buenos días a Nuestra Señora del Rosario, se cantaba por mi barrio todos los siete de octubre.

Pues ya digo yo estaba entonces como una moto y bajaba en bicicleta a echar un tute con mis compis - Pepe el sastrín, que fue alfayate en Avilés lo menos cuarenta años e hizo la guerra con la V de Navarra, un tío con un par, Pachu el del chigre el puente y Xuan de la Tenoria, éste último no pisaba la iglesia porque era cojo pero a la taberna de Miguel Ángel bajaba poco a poco hasta la plaza por la calella pues residía en el somo. El resto, todo viellinas. Don Arturo probritín entraba al segundo misterio a sentarse en el banco de atrás embutido en su chaquetón puwes hacía frío y humedad dentro del templo, dejando que la Santa llevase la voz cantante. Luego el obispo le llamaría al orden y le dejara sin parroquia por darle al cristal pero no vi cura tan bueno, un cacho pan. No sé por qué me acuerdo de estos pensamientos que trae octubre.

Es uno de los pocos sitios el templo de la parroquia de Soto de Luiña, mil años donde esta costumbre venerable aun se conserva en recuerdo a las banderas de Lepanto, devoción española nacida en Caleruega creo como su institutor. Viva María. Viva el rosario y viva santo Domingo que lo ha fundado. No se puede romper una tradición de seis siglos así como así.

El rosario es el rosa rosae que declinaron siempre los labios de los hijos de la aflicción desterrados de este valle en el cual por el pecado de la primera mujer el diablo estableció su dominio que sólo será desbaratado por la segunda, la que alentó en sus entrañas al hijo de Dios, Jesucristo.


Exuda toda la fragancia del misterio de una religión difícil como es el cristianismo que debe a su carácter divino ese aspecto incomprensible de perdonar a los enemigos, sentar dominio sobre las rastreras inclinaciones poniendo brida a la vesánica cólera, lujuria, egolatría; unas religión que proclama vencerse a sí mismo. Y es en lo que les saca ventaja a sus otras dos “hermanas” monoteístas.

Mucho más duro entre los hijos de Abrahán resulta ser cristiano que moro o judío. A estos se les permite venganza de la ofensa lo que representa carta blanca para asesinar y tener hasta nueve mujeres o todas las que se puedan sustentar. Por eso es la verdadera. Porque es la que más cuesta. No es humana sino divina y necesita los auspicios del ojo de la fe porque con los ojos de la carne muchas cosas de nuestro credo no se pueden comprender. Y conviene tenerlo bien en cuenta en estos instantes en que la gran cerastes se arrastra por el maremágnum de confusión. Sólo en Cristo bendito está la salvación.

En nadie más. Extra Ecclesiam nulla salus. Pero ¿cómo está la Iglesia, Virgen santa? ¿Qué Iglesia? Repta la serpiente y muchos sentimos sus arillas asfixiantes sobre el cuello. Por eso bajábamos al rosario a Soto a la seis y media todos los días y fiesta de guardar haga bueno llueva o escampe.

 Por la señal... Lo suele pasar con voz melancólica una buena mujer a la que dicen la “santa” y su locución “by heart” casi es una queja  resonando familiar bajo la artesa del hermoso templo de arte ramirense. Es casi único en su género y si no el más antiguo uno de los que tiene una personalidad más fuerte, como todo lo astur. Cuenta con la concameración típica de las construcciones del prerrománico que esparce sus aras por toda la España verde con monumentos de cuerpo chico pero alma grande. Allí los responsiones ciclópeos y en la nave de la epístola y del evangelio dos retablos barrocos en el que se da rienda suelta a la imaginación devota mediante la visión alegórica del árbol del Jetsé, crecal del fruto de la gracia, contemplado con colores vivos y ejecución entusiasta e inocente.

Está emplazada equidistante de Oviedo y de Santiago en los comedios del viejo camino francés. Rebosante de la piedad milenaria jacobea. Uno no puede por menos de preguntarse  cuántos habrán agachado la cabeza por debajo de ese cancel, cuantos se habrán prosternado en esas baldosas o habrán hecho invocaciones desde esas gradas. Parece que de detrás de las arcadas llega el eco de la viejas canciones del romero a la vista del Monte del Gozo

Herru Santiagu, Gott Santiagu, Aurrera, ultreya, bruder Jack, Campus Estella, Domine adjuva nos.


 Aquí toda la simbología es mariana. Intercesora por tanto. Y no es que la congregación sea muy nutrida pero se mantiene el fuego sagrado de la tradición y vamos repitiendo la salmodia en sarta de dieces que rememoran los pasos más destacados de la vida del Redentor desde Belén hasta el Gólgota y en todos esos trances se advierte la presencia callada, tan humana, de su madre María.

Es un lujo, una verdadera gala, el contar con un culto como el de hiperdulía. Aquellas iglesias en las cuales no hay un mal cromo de la Virgen parecen huérfanas. Sin embargo,  en todas las antiguas iglesias de asilo del nemoroso valle de las Luiñas se sienten la presencia de María de Nazaret, de san Miguel y san Roque. Todos estos nombres son un baluarte invocatorio contra los males que acechaban y acechan incluso hoy a los peregrinos del existir. Nuestra vida parece conminada por amenazas incesantes y ocultas contra las cuales no sabríamos combatir sin el valimiento jacobeo, el mariano o el miguelino. Al bueno de san Roque vamos a dejarle cuando nos pongamos malos y que su manso can “falague” nuestras miserables postemas. O que las cure a lametazos.

Oh , señor, escucha mi oración, vivo sediento de Ti.

Mientras tanto a la vez que recitamos el avemaría y nuestros dedos pecadores recorren la sarta de dieces es como si trepáramos peldaño a peldaño por la escalera de caracol de la vida mística. Su husillo angosto da muchas vueltas y uno se marea o se aburre en la escalada hacia el cielo. Hay que constreñirse, agazaparse, darse de coscorrones contra los arrimos. Es la oscuridad del alma.

Salmodia humilde es el rosario que antaño se escuchaba en todos los rincones de España al ocaso cuando el sol como una oblada radiante se hundía por el cáliz del horizonte ensangrentado. En Cudillero era la hora de la arribada. Las lanchas regresaban de la mar y la voz de bronce de la campana llamaba al rosario en San Pedro de la Ribera. Las invocaciones de la letanía se fundían con ese piropo a la vida que representa la hora en que aportan de vuelta las traineras que regresan de las costeras. El cielo de la mar oceána en las noches del Cantábrico comparece radiante y tachonada de estrellas y cada una es una perla en el manto de la Virgen del Carmen.

Ave maris stella, Dei mater alma atque semper virgo, felix coeli porta summens illud ave Gabrielis ab ore.

Ella protege a los que bogan. Sabe de sus alegrías y penas, afanes y delirios pecadores y los quiere más que nadie. Estrella de los mares que sosiega las galernas su escapulario estampado sobre el escobén o luciendo como un gallardete de bienandanza en la solapa de amura.


Era la plegaria del anochecido de igual manera que el Ángelus solazaba los mediodías aldeanos. Según nuestras averiguaciones el rosario no es una institución occidental sino que vino importado del oriente.  Tiene un precedence en el “tasbib” de los musulmanes y en el “kosmologios” de los eremitas griegos. Lo trajeron a Europa los templarios.  El Temple la había aprendido de los cenobitas de la Tebaida siria y de los monofisitas sirios los cuales tenían por costumbre en su oficio de alabanza una constante repetición de la misma frase. Los anacoretas asturianos encuevados en la pieza secreta o ajarafe ya pasaban las ciento cincuenta cuentas del oficio divino siguiendo las recomendaciones de  san Pagnufio el Divino de la iglesia oriental. Esperaindeo que fue preceptor de san Eulogio en su “Apologético contra Mahoma” recomienda a los cristianos en el s. IX que invoquen a la Madre de Dios. Y hay referencias en Beda el Venerable quien a su vez tuvo una relación epistolar copiosa con el monasterio de Santo Toribio de Liébana emporio de la liturgia mozárabe. Toda esta devoción a la Virgen se inspira en el Akathistos compuesto en el s, VI por un piadoso monje del monasterio del Studium de Constantinopla para testimoniar el agradecimiento por la protección especial que dispensó la Madre de Dios a Bizancio cuando la capital sufrió el asedio de los persas.

Son veinticuatro estrofas en honor a la edad que tenía María de Nazaret cuando recibió la visita del arcángel Gabriel nuncio de la encarnación, dicen unos, aunque no se sabe a ciencia cierta la razón por la cual el número ocho se repite constantemente en la liturgia cristiana tanto en la latina como en la bizantina.

El rosario de santo Domingo de Guzmán -el origen de este santo godo no puede ser más asturiano puesto que la familia tenía su casa solariega en Toral en el viejo reino asturleonés- contaba de setenta y dos avemarías para indicar los setenta y dos años que viviera la Virgen de acuerdo con la tradición. Asturias con María. ¡Qué bella es esa proclama y cuánta enseñanza benefactora debajo de esa máxima. Su trono en Covadonga cuna de las Castillas cifra y compendio de las Españas. Ex unum pluribus. La Excelsa Mujer bisagra del cielo y la tierra medianera Dios y el hombre que a Cristo siempre lleva. Delicadeza, encanto, riqueza, algo visceral que no se puede explicar del todo porque la Virgen es algo inefable. Hace falta ser español, y si se ha nacido al pie del puerto Pajares mucho mejor, para entender la hiperdulía que es regalo de los sueños y música que resuena en las cámaras secretas del corazón.

En esa insistencia de origen misterioso y que Buda también practicaba se basa toda la mística de la Hesicástica y el hesicasmo no era más que cristianismo en estado puro y originario. Se basaba en la creencia de que sólo Dios salva y que para que nos escuche no hacen falta muchas palabras sino frases simples pero sentidas. “Hijo de David, ten piedad de mí”.


Se trata de la fe del carbonero pero bendita fe. Luego los conversos, que aportaron buenas cosas pero que rompieron con una fe ancestral que dio lugar al expolio infinito, bajo los influjos del humanismo protestante y de las enseñanzas del Talmud que es algo iconoclasta, instituyeron la oración mental. Decían que la oración vocal no valía para nada y establecen el contacto directo con Dios sin sacerdotes sin liturgia y sin intermediarios en relación de tú a tú. Un poco fuerte y tajante el planteamiento pero en esta actitud de feroz individualismo se asume el centro de la modernidad. La fe sin obras y todas esas añagazas debajo de las cuales el diablo orquesta sus emboscadas perenes contra la cristiandad. Por eso las capillas protestantes al igual que las sinagogas evocan la tristeza de la casa vacía cuando se ha determinado el desahucio del culto marial. Y en las mezquitas no se respira otra cosa que alarde fanático.

Verdaderamente dicen tales barbaridades porque leyeron mal a san Agustín y no supieron interpretar la “Ciudad de Dios” cuya conclusión primaria viene a decir que el hombre no es nada que todo lo da y todo lo quita el poder de la gracia y sin oración no es posible la colación o garantía de esa gracia divina que mueve el mundo.

Miguel de Molinos, con ese furor iconoclasta de los cristianos nuevos demás de exagerado, llamaba al rosario rahez de todas las devociones, pero todo sabemos cómo acabó el sabio teólogo jesuita: en las cárceles de la Inquisición. So pretexto del amor divino sin tasa ni medida ni compás y los deliquios de la oración mental estuvo metiendo mano en las clausuras de las claras y las benitas de Roma y dejando a varias religiosas preñadas. Era un apóstol de la oración mental.

Ojo que con tanto intimismo el sentido de culto público a la divinidad se está perdiendo. Por eso los papas no se cansan de insistir en esta tierna devoción de los humildes. Allí donde se reza el rosario el diablo no puede hacer trampas. Es el mejor disuasorio contra las fuerzas del abismo. Allí donde escuchan rezar una humilde avemaría los angeles malos ni se acercan porque saben que el fracaso les aguarda.  Y los curas que desde el púlpito despotrican contra el fervor del rosario que ha sido tan popular le están haciendo el juego a los diaños.

No es un báculo lo que portan estos falsos pastores sino un garrote.  Por eso campa por sus respetos la confusión y a la Iglesia tan mal le va. Demasiadas complicaciones. Se han arrinconado las prácticas sencillas, se ha entrado a saco con la liturgia -cada cura en las misas rezadas pronuncia un canon diferente- y mucha oración mental. Demasiado escrutinio o discusión y así nos va.


Los cartujos empero mantienen inquebrantable su adhesión a la Virgen y llevan ya diez siglos de plegaria. Se dice que una de las claves del éxito de la espiritualidad cartuja se basa en la guarda del rezo del Rosario y del Oficio Parvo o De Beata que ellos recitan a diario y copiosamente. no una vez ni dos sino cien, doscientas veces. Eso ha sido la garantía de su perdurabilidad como instituto. “Cartuxia nunquam reformata quia nunquam deformata”. Es una orden que a diferencia de los carmelitas de los franciscanos o de los mismo benedictinos no tuvo necesidad de reformadores porque nunca se relajó.

La orden de san Bruno es toda ella un tributo a la oración que se hace a la vez con el corazón y con los labios. Cuentan que un día un cartujo se murió y hubo una fiesta en el cielo. El alma del bienaventurado no tuvo ninguna demora al pasar la aduana. San Pedro al verlo dijo:

-Éste sí que es uno de los nuestros. Entra directo.

-¿Por qué le dejas pasar tan rápido sin mirar a las credenciales?- se puso a murmurar el diablo.

-Trae recomendación de la Virgen.  Se le han endurecido las rodillas y le salieron callos en los pulpejos de tanto tentar los abalorios del bendito rosario. Se ha pasado su vida rezando. Díme el número de las oraciones que has pronunciado desde que fuiste profeso.

Entonces el candidato a ingreso al paraíso sacó de la faltriquera del escapulario un papel en el que había anotado el número de padrenuestros, aves, credos y salvas.  La cifra ascendía a más de cien millones a lo largo de una vida monacal que duró casi cien años porque ni que decir tiene que el hermano murió de muy viejo. San Pedro quedó maravillado de la cantidad y ordenó a los ángeles muy autoritario franqueasen las jambas.

-Que pase, que pase.

Al verlo llegar la Virgen sonreía y el diablo huyó al infierno impotente con el rabo entre los cuernos.


Es una fábula que se repite de continuo en Berceo, en Chaucer, en Villon, en el Arcipreste de Hita. Todos estos poetas muy humanos y pecadores pero  veneradores también de la Hiperdulía. Ellos cantaban a la vida, a la mujer, al amor profano y al divino, pero siempre tienen en sus estrofas y en sus lais un pedestal reservado a la Virgen. La iglesia de Soto de Luiña con sus frescos encaramados a la rama del árbol del bien lo que los orientales denominan Sofía, otro apelativo para desentrañar el misterio del culto a Nuestra Señora, hace pensar en aquella devoción juglaresca. Hasta la bondad y campechanía que no excluye sabiduría y una profunda inteligencia de su párroco, el llanisco don Arturo, con el cual tomamos después de misa los de la cuadrilla unos “vininos” en ca Miguel Ángel hace pensar en toda aquella devoción ingenua de un cristianismo candoroso y fundamental. Hay un edículo con el rostro de la Inmaculada en lo alto del carbayón de la plaza. Es un roble de porte monumental y de aires románicos donde se celebraban antaño las reuniones del concejo. Es bueno que la Reina del Mundo lo presida.

Madre del Salvador, ruega por nosotros. El rosario es un recurso sublime y el sortilegio infalible contra los conjuros más terribles, sobre todo ahora que tanto aprieta la borrasca y muchos barruntamos el naufragio.

Hace bien el párroco de Soto de Luiña en mantener abierta su iglesia a la devoción del rosario mientras otros la niegan ya lo sé pero no faltan en esta hora difícil y los que se están pasando al Turco. No hacen casos todos esos curas de las recomendaciones del papa que ha pedido que se instituya a diario su rezo a título de la mejor rogativa por la paz. Contra el Turco precisamente se proclamó la Corona de la Virgen o plegaria del Rosario porque ella rescató a la cristiandad de las garras sarracenas en Lepanto.

Y por supuesto me sumerjo en tristeza al leer lo que dice un columnista en un periódico matritense cuando dice “ahora que nos hemos sacudido la caspa y el rosario”. La caspa se ha vuelto sarna en él convertido en impétigo del treponema o morbo sifilítico porque el energúmeno no es otro que aquel audaz reportero que tenía por oficio conseguirle las putas a un famoso seide de los sindicatos verticales. Que la Virgen lo cure y lo perdone. El rosario contra el cual pontifica este plumífero es adarve de contención. Por eso como un amuleto pende del cuello de los inmigrantes que llegan a España en las pateras. Saben que ante un eventual naufragio la Señora les largará una estacha. Buen amuleto ese rosario de cuentas de nacarina fosforescentes. Cincuenta luminares en la noche y un muro de contención que desafía al fuego fatuo. Brillos de pacotillas. Profetas falsos.

Este humilde objeto ha sido el mejor arma que tuvo la Iglesia para luchar contras el dragón. Ya sabemos que Cerestes, la serpiente cornuda, siempre repta; es su oficio. Pero el nombre de María lo ahuyenta. Sólo ella conseguirá domar a la culebra. Y al Culebrón que se enrosca con protervia y aires de desafío, y esta debe de ser la causa por la cual muchos colegas nos sueltan el rollo ab irato en el día a día de los escritores, los periodistas y los poetas pendencieros, con furia y tesón a las cámaras y a los micrófonos. Por donde embiste Cerestes la serpiente cornuda que hace la guerra con aparatoso apanaje y despliegue de medios

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